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La reivindicación del Puy-de-Dôme: Pogacar y Woods protagonizaron una batalla
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NOVENA ETAPA EN FRANCIA

La reivindicación del Puy-de-Dôme: Pogacar y Woods protagonizaron una batalla

Vingegaard mantiene una jornada más el maillot amarillo, con una ventaja de 20 segundos en la general sobre el esloveno. Fue un homenaje al Tour en el 95 cumpleaños de Bahamontes

Foto: Vingegaard y Pogacar se saludan antes de la novena etapa. (Reuters/Benoit Tessier)
Vingegaard y Pogacar se saludan antes de la novena etapa. (Reuters/Benoit Tessier)

Puy-de-Dôme.

Hay nombres que son de verdad. Nombres como Tourmalet, Galibier, Izoard. Nombres como Puy-de-Dôme. Luego hay cuchufletas, y tú no puedes escribir cosas epopéyicas sobre algo que se llama La Camperona, por poner un ejemplo.

En el Puy-de-Dôme hay más ciclismo por metro cuadrado que en muchas escuadras polivictoriosas. Bueno, hay incluso cosas diferentes al ciclismo, por lo del templo a Mercurio, y lo de Pascal, y lo de que es un cráter volcánico, pero nosotros hablamos de bicis. El Puy-de-Dôme debuta con las llegadas en alto, aquel 1952 en que Coppi paseaba elegancia y dulzura cuando y como quería. Ganó en el Alpe, ganó en Sestriere, ganó en Puy-de-Dôme. Ganó tanto, y tan fácil, que dijeron "menudo coñazo, esto de acabar en cols", y piensan que aquello limitaba ataques, y guardan el asunto hasta casi 20 años después...

Al menos en línea. En crono hubo, en crono teníamos cronoescaladas. Por el Ventoux, ganó Gaul. Y por el Puy-de-Dôme, que ganó Fede. Fue aquel año victorioso suyo, en 1959. Hoy cumple años Federico Martín Bahamontes, 95. Nació en 1928, ganó el Tour casi cuatro décadas antes de que naciera Pogačar. Ahí sigue, campeón venerable. Busquen su video en el Puy-de-Dôme, y asómbrense... la cadencia, la forma de ir sobre la bici (tan erguido, tan... raro), la pinta de guiri un poco borracho por Benidorm. Y la velocidad... el cómo adelanta a Rivière, el pepino sideral que mete a todos. Es increíble, epata. Háganme caso, véanlo...

A la etapa de hoy el Tour quiso bautizarla como "homenaje a Raymond Poulidor". Es irónico (bueno, a ver, se salió de Saint-Léonard-de-Noblat, que fue su última casita, pero me entienden), porque Poulidor tendría recuerdos raros del volcán. Allí perdió un Tour, el de 1964, cuando mintió a su director, Tonin Magne (Tonin y su boina, Tonin el taciturno), y le dijo que había reconocido el Puy-de-Dôme antes de julio, y se equivocó con el desarrollo, y luego se equivocó al no apretar antes a Anquetil, y casi se caen, y una moto se acercó tanto que le quemó la pierna, y al final descolgó a Jacques (Jacques el hermoso, Jacques el poliédrico), y le metió tiempo, pero no suficiente tiempo, y quedó a 14 segundines del jaune, y Anquetil dijo que le sobraban 13. Todo eso ocurre, sí, en 1964, pero también es entonces la famosa foto, la de los campeones compartiendo piel, sudor, aliento, la foto más grande de todas las fotos ciclistas (ex aqueo con el bidón de Coppi y Bartali), y, quizá, es mejor ser leyenda que ganar un Tour, porque hay ganadores del Tour que provocan sudores cuando los relees, pero de las leyendas solo tienes cosas buenas para decir...

El homenaje a Bahamontes

Así que bien puesto ese homenaje, hostias.

Vistos Bahamontes (felicidades, coño), Coppi y Poulidor, pues... es que en el Puy-de-Dôme hay historias para aburrir. El mismo día del frotis-frotis de hombros entre Raymond y Jacques ganó Julio Jiménez. Y Pierre Matignon en 1969, que Pierre Matignon era lanterne rouge y aguantó la remontada final del mayor ogro ciclista que jamás haya habido. El mismo al que pegaron un puñetazo aquí, 200 metros al final, año 1975, cuando intentaba el imposible, cuando fue más grande que si hubiera ganado (un día tendríamos que revisitar ese Tour de 1975, porque es canela). O la dupla victoriosa de Ocaña, único repetidor en el Puy (junto con Zoetemelk, pero Ocaña odiaba a Zoetemelk, así que no querría yo ponerles en la misma frase), con esa chepa que sacaba en sus días buenos, con esa forma tan particular de andar en bici, de vivir la vida, con ese mirar triste, con esa melancolía en cada acento que esconde, en cada ramalazo que asoma.

Es el Puy-de-Dôme. Todo. Por eso importa, por eso se te pone un no sé qué en la barriga, por eso la leyenda y lo mítico. Por eso las historias viven del Puy-de-Dôme y no del Cuitu Negro. Aunque, por números, sea más salvaje el otro. Porque esto no es números, sino relatos.

Y menos mal...

Llevábamos muchos años sin Puy-de-Dôme. Desde 1988, nada menos. Ganó Johnny Weltz, y aquel era final poco mítico para lugar tan mítico. Un poco como si mañana cierran el All England Club y la última edición se la lleva Feliciano, para entendernos. Pasa que el asunto es propiedad privada (la carretera del Puy, lo otro ni idea... imagino que sea lugar pa pijos), y que hicieron un tren de cremallera, y que ese tren de cremallera ocupa casi todo el asfalto, y que el Tour suele cobrar por ir, y no pagar por ir, y que es complicado el asunto por las multitudes, y que, y que... Volcán dormido durante 35 años (joder... 35 tacos hace del Tour que ganó Pedro... qué viejos somos), generaciones ciclistas que no han contemplado el Puy-de-Dôme, un montón de profesionales que no saben ni de qué les hablas, porque ellos son más de TikTok. Pero no era justo, no.

Tenía que volver.

El favoritismo de Vingegaard y Pogacar

¿El perfil? Pues miren, es Puy-de-Dôme, no se me flipen, si lo conocemos todos. Cinco kilómetros entre Clermont Ferrand y La Baraque (a ver si sale algún casseur de baraque, pero sin vino), siete de media aproximadamente. Luego cuatro de falso llano... y los cuatro finales, el mito, la leyenda. Abrazando un volcán como solo puedes abrazarte a tu colega en las madrugadas del sábado. Siempre por encima del 11, nunca rampas imposibles, porque este es un puerto clásico, este es un puerto señor, este Puy no quiere saber nada de circos, desarrollos tipo paellera y ciclistas haciendo el idiota. No.

Afortunadamente.

¿Resumen? Puertazo. Relean... no todo son cifras, perfiles y porcentajes.

Donde hoy no ganó uno de los grandes. Los grandes son Vingegaard y Pogačar, solo ellos (analicen el Giro de hace un par de meses, sin Pogačar y Vingegaard, y entenderán lo que les digo), y sus equipos dejaron irse a una fuga enorme, una fuga de esas con 170.000 tíos, cuarto de hora sobre el pelotón, dos carreras dentro de la carrera, paisanos comiendo sandía al paso de los maillots. Porque hacía calorazo, calorazo enorme, calorazo para que se corte las mangas Virenque, para que ataque fuerte Molinés, para que paseé Indurain con sudadera. Calorazo tipo Macizo Central, que es un calorazo bien gordo, asfixiante, bermudas ridículas de Jacques Goddet, el volcán fuera del volcán. Día perfecto para rendimiento mercuriales, por tanto...

(Ah, sin público al final, porque el público no entraba, no entraba... experiencia rara, visualmente atractiva, emocionalmente más porosa).

Y eso, que escapada. Gente buena. Powless, Jorgenson, de la Cruz, Lutsenko, Matej Mohorič, Gorka Izagirre, Michael Woods, otros. Recorrido sin puertos, apenas; sin un metro de llano, apenas. Duro de narices, pero con ritmo... regular. El grupo de los buenos coquetea con el fuera de control (es coña... el fura de control del Tour lo salva el señor Ferrari de Casablanca), sonsonete sostenido, menos frenesí que la primera fila en un concierto de León Benavente.

La veteranía de Michael Woods

Todo para el volcán, ay...

Allí entra escapado Jorgenson, que frisa el minuto, que lo tiene en la mano. Sería ganador de campanilla escasa hoy, veremos si en próximos años su palmarés sube a la altura del Puy. Pasa que Michael Woods tiene veteranía de narices, y le van genial estas pendientes, y la cosa termina en un uno contra uno, y Woods lo pilla por donde se tocaron Poulidor y Anquetil (no es lo mismo Woods y Jorgenson, para qué decirles otra cosa), y pega un arreón grandísimo, y en la foto oficial del Tour gasta calvicie desganada, calvicie rizosa, calvicie tipo "Screech Powers ha envejecido fatal". Pero mira... ganarse el Puy-de-Dôme, cosa seria.

Enhorabuena a él.

El pelotón... pues tira Wout van Aert, que es como decirles que por la noche refresca, el agua moja o Deco mete un gol de rebote. Vamos, lo de siempre. Como lo de siempre este año está molando todo pues guay, pinta chulísimo. Al menos los cuatro últimos kilómetros, todo lo demás se perdió como lágrimas en la lluvia.

Carretera estrechita (pero estrechita, estrechita), sin curvas (porque es un lazo, el Puy-de-Dôme es boucle de la Grande Boucle), el tren hace de cuneta, balasto ardiente, los árboles que sudan quietos, cansaos, quiénes son estos de los bicis, a ver si me dejan en paz...

Llegan los buenos a lo bueno. Llegan los buenos y a Pogačar sus compañeros le echan agua por la nuca. Sus compañeros. Agua. En la nuca. Pogačar tiene fama de sufrir con calores, y aquí todos somos listísimos, y todos tenemos tele, y los équipiers de Vingegaard aprietan, y se pone Kuss, que está currando mucho este julio, se pone Kuss, y Kuss selecciona como sin querer, selecciona sin descomponer gesto, selecciona con pinta de ir a por el pan. Son los de siempre, háganse cargo, son los de siempre. Segundo acelerón de Sepp, y se queda un Yates, y aguanta otro Yates, y se queda Hindley, y aguanta Carlos Rodríguez, cuidado con Carlos Rodríguez, que el pódium no está lejos...

(Todo esto me lo han contado, porque la realización está dirigida por Julio Médem, y se centra en las historias humanas, y en los desheredados, y no te enteras de una mierda).

Ah, Vingegaard va cagao. Lo de Cauterets escoció...

Uno y medio... y ataca Pogačar. Pogačar aprieta, en pie, sigue, continúa, no se rinde, Vingegaard se sienta, Vingegaard se abre, queda a cuatro metros, a cinco, mira hacia atrás, Pogačar lo ve, cambia otra vez, parece abrir más hueco, lo está cebando, están batiéndose. En la distancia, no como el 64, pero están batiéndose. Hasta que Vingegaard mira a sus piernas, Vingegaard mira al suelo, Vingegaard estudia los pedales, no entiende que vayan tan lentos, no entiende que no le funcionen como él quiere. Pogačar olió sangre, estudió, se crece. Es un duelo más mental que físico. La rampa final, con ciclistas saliendo desde el mismísimo Hades...

Ocho segundos en tiempo.

Mucho más en cabeza.

Quedan, ambos, en 20 segundines, clasificación general. Quedan, ambos, en suspiros, en fius, en dos curvas y tres rectas. Quedan, ambos, casi de empate.

Les quedan, a ambos, el Jura, los Alpes, los Vosgos.

Nos queda, a nosotros, todo eso.

Puy-de-Dôme.

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