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Mohoric dibuja descensos en los dos minutos más estéticos del año y Eslovenia gana en San Remo
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MILÁN-SAN REMO

Mohoric dibuja descensos en los dos minutos más estéticos del año y Eslovenia gana en San Remo

El descenso de Mohoric va a quedar en la retina del aficionado, porque bajar rápido y enlazando curvas como quien enlaza decepciones es un ejercicio de enorme belleza

Foto: El ciclista esloveno Matej Mohoric. (EFE/EPA/Christophe Petit-Tesson)
El ciclista esloveno Matej Mohoric. (EFE/EPA/Christophe Petit-Tesson)

La Primavera. Ay, la Primavera. O Classicissima. Milán-San Remo. Primer Monumento, que son cinco, como los lobitos que tiene la loba, y no seis, como... si es que no hay rima posible. Los Monumentos son cinco, y ya.

Y empiezan en Lombardía, junto al Castello Sforzesco. Qué bonito Milán, en estas fechas. Qué puto frío por Milán, en estas fechas, también es cierto. Pero tiene su gracia. Ese Barrio de Brera, esa Pinacoteca con Tintorettos inmensos y el Cristo de Mantegna, que parece más grande en las fotos. Dejarte sueldos en la Feltrinelli, pasear luego por los Navigli y tomarte el pranzo, que aquí lo ponen como en ningún sitio. El pranzo, que menudo descubrimiento, eso del pranzo, cuando eres tripón. Con aperitivo amarguete, porque costumbres obligan. Cinzano, porque tuvieron equipo ciclista de maillot bien chulo. No hagan caso a los aguafiestas cuando, listísimos ellos, comenten que Cinzano es piamontés. Otro, por favor.

Foto: El empresario ruso Oleg Tinkov. (EFE/Kim Ludbrook)

Varias cosas, tiene la San Remo. De primeras... historia. Mitos, leyendas, relatos que repetimos todos cada diecinueve de marzo (más o menos) porque tampoco dan los posts de instagram para mantener el tinglado con expectativas gordas. Luego tiene distancia, que son 300 kilómetros. Y dos partes bien diferenciadas, con muchas horas donde parece no ocurrir gran cosa seguidas del cuarto de hora más intenso en esto de las bicis cada doce meses. Que los segundos no pueden pasar sin lo primero, ojo, que esto es como decir que es lo mismo abrirte una lata de alubias (madre mía, que existan las latas de alubias) o ponerlas a mojo el día antes y caldear puchero durante ratucos largos.

Ah, y tiene, también, participación. Todo lo de más arriba es nada si quienes se pegan de hostias en el Poggio son mi primo Anacleto, Germán el del Bar Germán (a doscientas pelas los cubatas de Cacique) y el vejete que veo todos los días a quince por hora con su bici eléctrica. No, no, aquí está la crema absoluta, y ello depara exigencias en el antes, el durante y el después, porque San Remo es una prueba especialmente difícil, una de esas que deja con mal sabor de boca durante trescientos sesenta y cuatro días a su buena docena de paisanos acostumbrados al ganar. Al ganar de distintas formas, oigan, porque aquí unos atacan en Cipressa, o aceleran locamente tras el descansillo del Poggio, o esconden el cartelito de 'papá, no corras' en su descenso e, incluso, los hay que esperan para resolverlo al sprint. Bueno, luego está Eddy Merckx, que ganó de todas esas formas (y de algunas otras), pero es que cuando usted lea Eddy Merckx debe levantarse y presentar respetos. La carrera más impredecible, dicen de ella, la más sencilla de terminar y la más difícil de vencer. Debe serlo, porque Édouard Louis solo tiene siete...

Así que entre los favoritos hay sprinters, puncheurs (meter palabras en otros idiomas siempre enriquece los análisis, 'you know') y 'putosamos'. Entre los primeros, el nombre que más se repetía era Caleb Ewan, porque ya tiene buenos resultados en esta prueba, porque es rápido como un demonio (de Tasmania, guiño, guiño) y porque parecía estar en buena forma. Solo que al final no salió. Hay por el pelotón un virus que parece covid, que se viste como el covid, que saluda en el ascensor como saluda el covid, pero que, oigan, es bronquitis. Bueno, yo me lo creo, porque soy de natural majo. Y eso, Ewan fuera, oportunidad para que Gilbert sea el primer valón con los Cinco, porque de esperanzas vive el hombre. Ah, entre los rápidos también está Sagan (solo que Sagan ya parece no estar, y resulta increíble que se retire sin esta foto), Philipsen, Kristoff y su delicado cuerpo, Arnaud Démare o Mads Pedersen, que andaba 'volando' por carreras previas y no iba a correr aquí, pero como el dorsal uno se puso malito pues al final sí corre, y es buena oportunidad, créanme, es buena oportunidad.

Entre los que pueden reventarlo todo en la cota... bueno, pues tampoco mucho que rascar. Alaphilippe hacía esa labor, pero ausente. A Valverde siempre le gustó más la Vuelta a Murcia, Pidcock no sé yo, Ganna pues con Pidcock o sin él, de Moscon uno siempre puede esperar más movidas que éxitos... Ah, salió también Van der Poel, que llevaba un porrón de tiempo sin competir y decidió pasarse por todo esto del Turchino. Para pillar kilómetros, ya saben. La cosa excitó a más de uno, porque ya que vienes a divertirte pues sal a divertirte, pero a efectos de victoria parecía tener poco recorrido el asunto. Con todo... quedaba el 'y si...'. Y la vida es eso que pasa entre 'y sis' y 'casis'. Los momentos 'bravo' son pocos (salvo que corras en Movistar, que les aplauden cualquier cosa).

(Y Mohoric, Mohoric puede reventar el Poggio pero bajando. Buena apuesta, Mohoric. Yo tengo claro que puede ganar, Mohoric. Ejem).

placeholder El esloveno Tadej Pogacar. (EFE/EPA/Marco Bertorello)
El esloveno Tadej Pogacar. (EFE/EPA/Marco Bertorello)

Paisajes preciosos y muchos kilómetros

Y luego están los jefazos. Empezando por Tadej Pogacar. Que, dirás tú, cómo empiezas por Tadej Pogacar, Marcos Pereda, listo, que eres un listo. Pues miren, porque se ha cepillado los dos últimos Monumentos que corrió. Y lleva una temporada impoluta. Y se mete series en subida que podrían iluminar todo el valle del Pas (incluido Guzparras). Y, coño, que es el mejor corredor del mundo, y venía con intención (aunque, dicen, algo acatarrado), y a alguien tan grande se le debe respeto. Analizando fríamente el asunto... casi imposible. Pero es que lo hemos dicho tantas veces con este muchacho...

Por debajo, dos del mismo equipo. Wout van Aert y Primoz Roglic. Un flamenco y un esloveno, que Eslovenia es como el Flandes de los setenta para las bicis. En realidad todo debería ir orientado a Van Aert, que sube divinamente este tipo de cosas (y otras mayores, como el Mont Ventoux ese tan famoso) y esprinta como los mejores en este tipo de cosas (y en otras también muy conocidas, como los Campos Elíseos). Vamos, que pedigrí inmejorable. Diez sobre diez. Y el mejor gregario. Roglic a su servicio, devolviendo lo de Niza. Haciendo algo más. En clave futuro (es pecado decir 'en clave futuro' cuando subes el Poggio camino de San Remo, pero ahí va la boutade) que Roglic aguantase a rueda o no a su compatriota (ese que pedalea como un minero, ya saben) es detalle interesante. Solo eso... chispa, fogonazo, pero es que aquí venimos a leerlo todo.

Así que... comienza la carrera. Con sorpresa enorme. Escapada casi de salida, ningún movimiento importante hasta... bueno, hasta la misma base del Poggio. En fin, que de sorpresa nanai, solo quería crearles suspense, estaba cantao. Tipos simpatiquísimos, maillots llenos de patrocinadores, ciclistas que llevan una hamburguesa en el culo. Ese tonito. Tranquilidad, colegas. Es otra ventaja de la Classicissima... te permite hacer salida de fondo antes de ponerte a ello. Salida de fondo es, si escribes sobre ciclismo, sesenta kilómetros, no vayan a venirse arriba (yo es que tengo una pastelería buenísima justo a treinta kilómetros de mi casa). Además, que era el Día del Padre, y eso exige pasar ratucos en familia antes de ver la tele (claro que si eres padre cicloturista posiblemente tus hijos se estén criando solos). Y bueno... Capo Mele y Trek controlan para Pedersen. Poco más. Bueno, paisajes preciosos, que también cuenta. Y kilómetros. Muchos. Tantos.

La vida es eterna en 5 minutos, suena la sirena, imaginen 15. De los momentos más intensos del año, y mira que hay momentos intensos en el año

(Eso, y Sagan con avería antes de La Cipressa, mal momento. Con avería en la bici, digo, no la suya de serie. Es que es de no creerse lo de Peter y la Vía Roma, macho).

Luego Cipressa, y todo se empieza a lanzar. Sin locuras, sin ataques para inmolación gratuita, pero ritmo alto. Altísimo. El equipo de van Aert, el equipo de Pogacar, Formolo con cara de ir calculando el iva trimestral. Se cortan paisanos con las nalguitas gruesas, luego se cortan paisanos con pedalada sospechosa, más tarde algunos de los buenos-buenos. Treinta van delante, ojo, no está mal. Y queda lo más intenso.

(Ahí sigue Van der Poel, colega).

Quince minutos de narración, si quieren. Pero qué quince minutos. La vida es eterna en cinco minutos, suena la sirena, imaginen quince. De los momentos más intensos del año, y mira que hay momentos intensos en el año (salvo si te llamas Wilko Kelderman, que es más o menos todo el rato igual).

placeholder FOTO: Reuters/Stephane Mahe.
FOTO: Reuters/Stephane Mahe.

Así que, giro a la derecha y... empieza el Poggio di Sanremo. Termina la aventura de salida, que estaba condenada desde casi la misma salida. Ulissi mete ritmo, Pogacar a rueda. Detrás, Van Aert y Roglic, porque está todo inventado. Y ataca Pogacar. Relativamente lejos, para lo que es el Poggio. Van Aert aguanta, luego Van der Poel, luego se paran. Herradura a izquierdas y segundo ataque de Pogacar. Sale Aranburu, frenan en las curvas, suben más rápido de lo que tú bajas, Pogacar insiste, tirón y parada, prueba Roglic, está quedando la cosa cuquísima de nombres. Otro de Pogacar, lo pillan, niega con la cabeza, sale Kragh Andersen y es rueda interesante. Detrás, el doble campeón del Tour, detrás los dos muchachos del Cx, detrás (y cerca) el resto. Queda todo para San Remo, descenso rapidísimo mediante. Bajando prueba Mohoric, que casi se escoña, pero no, y casi se vuelve a escoñar, pero no, porque tiene un control de la bici acojonante, y abre hueco, y esto es el Campeonato de Eslovenia, colegas, y son segundines, pero va la cosa de segundines en la Classicissima. Parece que lo tiene, parece que lo tiene.

(Igual aquí podía haber tirado un poco Roglic, también les digo).

El descenso de Mohoric va a quedar como los dos minutos más estéticos de todo el año. No los más epatantes, no los más trascendentes, pero sí los más estéticos, porque bajar rápido y enlazando curvas como quien enlaza decepciones es una de las cosas más bonitas que puedan ustedes ver. Arquitecto Mohoric, dibujando líneas maestras en cada curva. Las que otros ni siquiera sabían que pudiesen existir.

Detrás salta Turgis, y hará segundo, y tercero Van der Poel (que completó un entrenamiento buenísimo), y luego los otros. Gana Mohoric, claro, se señala el maillot (Campeón de Eslovenia, patria querida), en meta hay una farmacia abierta desde las ocho y media los sábados. A Mohoric lo felicita Van Aert, lo felicita Pogavar con un toquecito en el culo, porque entre compatriotas se felicita con toquecitos en el culo. Viendo los nombres que había... pues un poco anticlimático, dirá alguno. Y, oigan, no. No es que sea merecido (siempre lo es), sino que resulta inapelable. Toda la Cipressa con ritmo para destruir, todo el Poggio a hostias y luego atacar bajando. Que necesitas fuerzas, para atacar bajando. Que se te nublan los ojos bajando, si vas tostadete. Y Mohoric no. Lo de Mohoric fue exhibición.

Enhorabuena.

Feliz primavera a todos.

La Primavera. Ay, la Primavera. O Classicissima. Milán-San Remo. Primer Monumento, que son cinco, como los lobitos que tiene la loba, y no seis, como... si es que no hay rima posible. Los Monumentos son cinco, y ya.

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