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Qué duro lo del jubileo: Champoussin gana en la clásica y López se cambia de compañía telefónica
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Vuelta Ciclista a España

Qué duro lo del jubileo: Champoussin gana en la clásica y López se cambia de compañía telefónica

Loca y maravillosa penúltima etapa en Galicia, con recorrido de Clásica de un día, que deja a todo el mundo en su sitio

Foto: Clement Champoussin cruza la línea de meta. (EFE)
Clement Champoussin cruza la línea de meta. (EFE)

Ultreia, ultreia, le gritaron ayer a un ciclista. Y el tipo, poco dado al latineo (al latineo del latín, el latineo de La Latina está más que asumido) se bajó de la bici para encararse con el espectador, qué me ha llamado usted, cómo se atreve, menuda insolencia, ababol, que es un ababol, y también un palajustrán, sí, un palajustrán, y cosas aun peores que no vamos a reproducir. Aquí me gustaría verlo, después de doscientos kilómetros bajo la lluvia, termino el ofendido jovenzuelo (o no tan jovenzuelo, depende del cristal con que se mire).

Y eso, que ultreia a ultreia vamos llegando a Santiago, donde los huesos de Prisciliano, jiji, uy, lo que he dicho. Que ya es casualidad aquello del osario poco más tarde de que Beato (majísimo apocalíptico que desencadenó, aunque no lo crean, gustos salaces por la Liébana de su época) hiciera su himno al apóstol. Menuda castaña, por cierto. El himno, no el apóstol, aclaramos. Pero eso, que nos acercamos a Compostela después de haber recorrido un cachito gordo de península. Ah, aun recuerdo allá por Burgos, entre las morcillas y los calores. Qué jóvenes fuimos, qué de esperanzas, cuántas fuerzas escondían nuestras patucas flaquitas. Si hasta Mikel parecía poder asaltar el pódium, no les digo más...

Precisamente Mas podía intentar algo hoy, ¿no? Pues no. Pinta a ello. A que no, aclaro. Digamos que la etapa se presta, digamos que su equipo no suele meterse en locuras así, un poco al estilo de Juego de Tronos, con tantos cambios, y tantas muertes, y tantos malos que luego son buenos pero, en realidad, siguen siendo malos. No, Movistar tiende a Médico de familia (salvo Rojas, que es fan de Lleno, por favor), y ese estilo tan blanco y tan buenuco, y tan sano, y tan ordenado todo, con el abuelo que aguanta ahí cada temporada aunque ya no se le entienda al hablar.

placeholder Primož Roglic, durante la etapa. (EFE)
Primož Roglic, durante la etapa. (EFE)


La etapa se presta, dijimos. Y eso pese a que llega con rebajas (por aquí cerquita empezó Amancio Ortega, así que no se extrañen). La intención original era cargarla a lo loco, hacer toda una clásica para finalizar la Vuelta, dejar muslos y gemelos bien amasaditos de cara a la crono dominical camino del pórtico catedralicio. Pero no. Que es demasiado, que quita este puerto de allí, que elimina aquel repecho de allá. Pintaba bien, la idea, pese al bajón. Novedosa (o, al menos, novedosa en los últimos años), original. Pudo haber sido batalla cruenta, bella, una con espacios para girar ciento ochenta grados tres semanas. Equipo, tácticas. En fin, quizá quedase algo idéntico a lo finalmente dispuesto, pero siempre tendremos el “y si...”

Porque el menú, ojo, sigue teniendo su buena chicha. Que estamos en Galicia, coño, que aquí se come bien. Marisquito, por lo de las Rías Baixas. Un tercera, dos segundas, un primera, final en la cima de otro segunda. Castro de Herville, que es un nombre bellísimo, y eso también importa, porque si las bicis no buscan lo bello ya me dirán ustedes qué coño hacemos todos aquí. Les decía lo de los puertos... igual releen y no impresiona demasiado. Solo que tiene truco, el tema. Mougás, el más duro, lleva gracia, con los seis primeros kilómetros al ocho de pendiente media, y un comienzo rompedor. Y hay sube y baja imponente durante la segunda mitad del día. Pero es que, sobre todo, esos cinco puertos son filfa. Vamos, que podían haberme puntuado otros tantos. No pretendo venderles la moto, tampoco son Galibier y Glandon. Pero sí repechones de los gordos. A sumar metritos de desnivel y minutos de descontrol. Que hablen las escuadras, que piensen los directores (hay algunos directores que llevan sin pensar desde que se retiró Eduardo Chozas). Interés. ¿Decisivo? Hombre, pues viendo la general... no pareciera, para qué engañarnos. Pero tiene su gracia el tema, y aquí hemos venido a divertirnos.

Buena escapada

Eso, incógnitas. ¿Será un bluff, habrá zafarranchos? De primeras, lo esperado. Grupito de diez, escapada entre algunos de los que siempre están por estas lides. Bardet y Storer, que son amigos y residentes en Madrid, y se juegan la montaña, solo que jugársela, jugársela no se la juegan, porque parece pactado para el aussie. Trentin, Herrada, Calmejane. Ese rollo. La diferencia que sube muchísimo, y parece todo decidido. Día de descanso, aquí paz y mañana gloria, por el Pórtico. Solo que no. Menudas carreteras, menudo recorrido guapo. Menudas trampas, menudos cepos. Los ciclistas pedalean y por allí aparecen osos abatidos, bisontes esquivando agujeros y mamuts lanudos que barritan nerviosos. Vamos, que peligro. Terreno hay, y el terreno es lo primero que tiene que haber.

Y atrás se lo toman en serio. Los grandes, además. Ineos, seguro que les suena... así, muy británicos, peleones, proponiendo pero sin sacar demasiados beneficios. Egan Bernal, vaya. Pues empiezan a meter ritmillo, y luego ritmazo, y Pidcock aparece para hacer alguna cosuca buena, y subiendo Mougás, que es un primera con tramos de segunda y otros que huelen a especial, y carretera de las de nuestra infancia, y un paisaje donde lo mismo te sale el lobishome que encuentras a una pareja retozando... subiendo Mougás, digo, se descontrola todo. Ataca Egan, ataca Yates, ataca Chiapucci, arranca Ugrumov. Ah, Primož Roglič controla todo en primera persona, porque a por los líderes han de salir los líderes, pero el juego se está poniendo en plan estratégico, y allí siempre hay alguien que palma. Como hoy. Se llama Miguel Ángel y se apellida López. Ha salido bastante bien a por algunos acelerones, pero se quedó descansando en el decisivo. ¿Piernas? Nah, casi podríamos decir que azar. Delante Bahrein ve el cielo abierto. Oye, que Haig puede ser pódium, que Haig puede ser pódium. Pumba, todos a tren, el colombiano que no encuentra ayuda, porque el siguiente Movistar (Mas al margen) circula por el Bierzo, así a ojo. Diez kilómetros y dos minutos y medio. Tres semanas para esto. Porca miseria. En tierra de José Tojeiro, filósofo inmortal, más de uno acabó existencialista.

Jaque mate, al menos para López. Haig pillará pódium (sin chupar aire en el morro ningún día), Yates también lo adelanta, los minutos caen como albariños al mediodía, Miguel Ángel hace aspavientos, protesta. No importa, todos sabían que podía pasar, aunque casi nunca pase. Igual ahora en Movistar se arrepienten de no haber dejado el asunto mejor amarrado etapas atrás, ¿eh? O igual no, y venderán como éxito el segundo de Enric, la etapita de Gamoniteiru, la presencia en periódicos, que todo el mundo hable de ellos. Vaya usted a saber.

Ojo, todos llevaban orejucas pinadas, porque la carretera no da descanso, y hay mil complicaciones escondidas, y ya los buenos van en solitario, sin compañeros (salvo Bahrein, que lleva delante a diecisiete, el emir y hasta Mikel Landa), y eso siempre es peligroso, porque en este deporte la gente tiene pinchazos, y errores, y despistes, y uno nunca sabe. Lo de la última línea blanca y todas esas cosas, que casi siempre son frases a 0.60, pero en días como hoy se revelan como ciertas.

Subiendo Prado todos esperan el ataque de Enric Mas, que lleva unos días diciendo que, joder, es que iba delante López, y por eso no pude hacer mi arrancada furibunda. Y eso, que López eliminado, así que ya no hay excusas. ¿Excusas? Verdades gordas. Y ah, precioso el recorrido. Pongámoslo otra vez, que cuando nos regalan pestiños bien que se insiste en ello. Justicia. Menuda maravilla. A ver si alguien toma nota y vemos este tipo de cosas más a menudo...

Todo igual. Ryan Gibbons por delante, que lo tiene bastante encarrilado para la etapa. Detrás un grupo intermedio, luego los buenos. Quedan veinte kilómetros y... Miguel Ángel López se baja de la bici. Cabreo, decepción, una bajona gordísima, como cualquier domingo de septiembre. No parece reacción demasiado lógica, no parece lo que uno esperaría del tío que se gana la vida andando en bici. Ese tipo de gestos que te van recordando año tras año. López era un paisano feliz hasta Mougás, y luego... pum, despiste y te cambia la vida. Qué frágil es la belleza, amigos, qué poco puede durar cuando está la vida cabrona... El colombiano se sube a la bici, empieza a pedalear en sentido contrario a la carrera, va negando con la cabeza. Crack. Que le ha hecho crack la mente, digo. Habla con él su director, algún compañero, telefonea Pallete pero no le cogen, porque nadie coge llamadas a primera hora de la tarde, joder, que son siempre publicidad. De esta forma acaba su Vuelta a España. Sin jubileo.

Solo queda la victoria parcial. Bueno, y ver si Yates osará probarlo, porque tiene el cajón a un minutito. Claro que a veinte segundos andaba el asunto en el Tour, año 2016, y todos de la manita, que Joux Plane es muy duro. Pero mira, los tiempos cambian, y Adam prueba como si fuera Simon (con el peligro de petar como si fuera Simon), y parece que abre hueco, y lo abre, solo que Roglič camina como si no costase, y lo pilla silbando, y con él se ha ido Mas, y luego Haig, y son los cuatro primeros de la general cuando acabe el día, y todo pinta a que entre ellos se juegan el parcial, porque Gibbons no puede con su bici y a Bizkarra, valiente, tiene pinta que se lo comen.
Todos juntitos a tres kilómetros. Los cuatro y Gibbons, que parece enorme.

Ataca Enric, siempre mirando atrás, no vaya a ser que le dejen irse. Agua. Luego Yates, y ahí sale Enric sin problemas, porque Enric siempre parece tener más piernas cerrando huevos que abriéndolos. En fin, a mí no me miren. Y entonces, cuando queda kilómetro y medio, llega Champoussin, y acelera con cara de estar muriéndose, y pedalea con las patas, y con los brazos, y con los dientes, y pone muecas, y hace eses, y qué feo va sobre la bici, el tipo, y joder, qué sufrimiento. Pero funciona, funciona. Otro ataque de Mas, el cuello totalmente vuelto, paradita, pasa tú que a mí me da la risa, qué sensación tan rara, lo de no ver ruedas delante de uno. Victoria para Clément Champoussin, veintitrés añitos de ganador. Luego los de la general.

Tampoco es que haya vuelco, porque solo se han caído de ahí los colombianos, pero menuda etapita, amigos. Con su todo. Sus ataques (de verdad y cagones), su sainete, su emoción, sus cuestas asesinas, su gente dando chepazos. Mañana más.
Última parada. Qué lejos estaba Santiago, coño.

Ultreia, ultreia, le gritaron ayer a un ciclista. Y el tipo, poco dado al latineo (al latineo del latín, el latineo de La Latina está más que asumido) se bajó de la bici para encararse con el espectador, qué me ha llamado usted, cómo se atreve, menuda insolencia, ababol, que es un ababol, y también un palajustrán, sí, un palajustrán, y cosas aun peores que no vamos a reproducir. Aquí me gustaría verlo, después de doscientos kilómetros bajo la lluvia, termino el ofendido jovenzuelo (o no tan jovenzuelo, depende del cristal con que se mire).

Y eso, que ultreia a ultreia vamos llegando a Santiago, donde los huesos de Prisciliano, jiji, uy, lo que he dicho. Que ya es casualidad aquello del osario poco más tarde de que Beato (majísimo apocalíptico que desencadenó, aunque no lo crean, gustos salaces por la Liébana de su época) hiciera su himno al apóstol. Menuda castaña, por cierto. El himno, no el apóstol, aclaramos. Pero eso, que nos acercamos a Compostela después de haber recorrido un cachito gordo de península. Ah, aun recuerdo allá por Burgos, entre las morcillas y los calores. Qué jóvenes fuimos, qué de esperanzas, cuántas fuerzas escondían nuestras patucas flaquitas. Si hasta Mikel parecía poder asaltar el pódium, no les digo más...

Precisamente Mas podía intentar algo hoy, ¿no? Pues no. Pinta a ello. A que no, aclaro. Digamos que la etapa se presta, digamos que su equipo no suele meterse en locuras así, un poco al estilo de Juego de Tronos, con tantos cambios, y tantas muertes, y tantos malos que luego son buenos pero, en realidad, siguen siendo malos. No, Movistar tiende a Médico de familia (salvo Rojas, que es fan de Lleno, por favor), y ese estilo tan blanco y tan buenuco, y tan sano, y tan ordenado todo, con el abuelo que aguanta ahí cada temporada aunque ya no se le entienda al hablar.

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