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Estas vueltas que da la Vuelta por agosto: cuatro nombres para 2021
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Nueva edición del torneo ciclista

Estas vueltas que da la Vuelta por agosto: cuatro nombres para 2021

Otro año más comienza la competición de ciclismo en España, aunque en esta ocasión no lo hará en septiembre. Enric Mas fue segundo en 2018 y se espera su consagración

Foto: Etapa de la última Vuelta a España. (EFE)
Etapa de la última Vuelta a España. (EFE)

Más de un cuarto de siglo, ya, desde que la Vuelta se mudó a septiembre. Aquella edición... ay, aquella edición. Jalabert arrasando, la ONCE arrasando (y cagándose encima camino de Zamora), Olano exhibiendo carisma y sonrisas por toda la Península, Bruyneel protagonizando su mejor general como corredor (ya dirigiendo tiene otras cosas chistosísimas)... Un vodevil, vaya.

Más de un cuarto de siglo con la Vuelta en septiembre y resulta que, ahora, la Vuelta empieza el catorce de agosto, día de San Werenfridus (feliciten a todos los Werenfridus que conozcan), San Ursicino (ídem) y San Arnoldo de Oudenburg, que fabricaba cerveza en su abadía y obligaba a los campesinos a beberla, porque era “bebida de salud”. Majísimo, Arnoldo. Feliciten también a todos sus amigos bolingas.

Eso, que catorce de agosto. Vale que en 2021 han sido los Juegos Olímpicos (igual ustedes ni se enteraron), pero la tendencia a adelantar fechas es clara. Cualquier día se nos muere alguien entre las chicharras, pero oye... Los ciclistas solo se quejan cuando caen cuatro gotas por los Dolomitas, así que... Este año empieza el tema en Burgos, que arrastra calor de narices por el día, aunque a la noche supongo que refresque, porque está casi a la misma altitud que Reinosa y yo en San Mateo he pasado madrugadas dignas de los inuit. Y lo que no me acuerdo...

placeholder Valverde, en una etapa de La Vuelta el año pasado. (EFE)
Valverde, en una etapa de La Vuelta el año pasado. (EFE)

La crono, en Burgos

Decíamos que comienzo en Burgos con una crono. Conmemorando el aniversario de la catedral, que es cosa muy bonita de ver. Al poco primer final arriba, en Picón Blanco, una subida muy dura y muy inédita para la Vuelta. Si alguien (cof, cof, Primož Roglič, cof, cof) llega con diferencial grande puede dejar la carrera medio orientada antes de pasar a la siguiente provincia. Dicho lo cual, en tal caso, el problema sería de los otros y no de quien abuse, claro...

El recorrido tampoco trae mucha cosa que debamos explicar con detenimiento, no se crean. Y, aun así, mejora al de otras veces. Digamos que mantiene varias de las virtudes que han tenido algunas Vueltas en la última década (invitación a que casi cada día pase algo, apuesta por finales escénicos) eliminando defectos (hay más puertos de paso, por ejemplo, y algunos realmente dificiles... no se me vayan a perder la Venta Luisa, quizá el collado más duro jamás franqueado antes del final en toda la historia de esta prueba... con permiso del Tourmalet). Ojo, tampoco nos vengamos muy arriba. Algunos pecados siguen siendo capitales, y tiene pinta de que van a ser muy difíciles de extirpar. Entre otras cosas porque forman parte de eso que llaman “ciclismo moderno”, y que es una nueva disciplina que sustituye al antiguo ciclismo de fondo en carretera. Hinault por Carlos Verona, para entendernos (y para dar la primera, e injusta, hostia). Falta fondo, se calcan escenarios en demasiadas ocasiones (propiciando que, por muy interesante que sea el asunto, siempre haya cierta sensación de deja vu, pues los diferenciales son idénticos, cercenando variedad táctica) y falta crono. Sobre todo esto. Falta mucha crono. Que vale, está la del último día, y llega a Santiago (nos salió la prueba jacobina... digo, jacobea), y nos trae recuerdos del 93, qué bien funcionó entonces, pero... Poco, demasiado poco. Tú le pones a este recorrido una contrarreloj de cuarenta kilometritos la segunda semana y... bum, te queda todo mucho mejor. Háganme caso. Los escaladores obligados a atacar, los contrarrelojistas que se defienden. Espectáculo. Pero no. Es el signo de los tiempos, como el regueton o las empresas de comida a domicilio, supongo...

Porque el resto... ya les digo que bastante bien. Hay puerto interesantes antes del final en varias etapas (camino de Velefique, de los Lagos, de Villuercas, de Gamoniteiro), hay jornadas que terminan tras descenso (en Córdoba), rampas imposibles, llegadas de esas que los modernos llaman uphill finish. Por tener incluso encontramos una encerrona gorda, gorda el penúltimo día, por entre vericuetos de las Rías Baixas, que puede ser tema digno de verse a poco que los protagonistas acompañen. Ocasión perdida, por cierto, para haber cargado aun más el asunto, como algunos pedían. Ah, sale de Sanxenxo, lo que puede provocar risas cuando se lo escuche usted pronunciar a su cuñado, el extremocentrista...

placeholder Etapa de La Vuelta. (EFE)
Etapa de La Vuelta. (EFE)

Montaña también hay, y esta vez de verdad. Quiero decir... otros años teníamos finales en montaña. También en 2021, claro, y algunos pepinos bastante curiosos. Picón Blanco, por ejemplo, que ya les digo yo que escuece de narices. O el Pico Villuercas, más largo que duro (y eso es un acierto), o Velefique (igual), o los Lagos, que los tiene usted vistos hasta cansarse, y ya no es como cuando subía por allí culebreando Álvaro Pino, para qué engañarnos, pero continúa siendo puerto de entidad. Pero también tenemos cosas antes. Venta Luisa, dijimos. El doble paso por Llomena, el muro de Ballesteros. Media montaña sabrosona de verdad, camino del Balcón de Alicante y El Barraco. Y el día más esperado, ese Gamoniteiro (también le va a costar decirlo a su cuñao) que son quince kilómetros al diez por ciento. Pena de los destrozos que van haciendo allí para acondicionar la meta, también les digo. Ah, antes se suben San Lorenzo (que nunca decidió nada), Cobertoria (que nunca decidió nada, salvo bajando) y Cordal (que nunca decidió nada, salvo bajando, aunque siempre se subió por su cara opuesta). Como poco, añadir desnivel, que ya es importante, oigan...

Entonces... un escalador, ¿no? Pues, en fin, no sabría yo decirles. En principio si parece, ¿verdad? Ocurre que el tipo más fiable de todos los que participan, el que ha ganado las dos últimas ediciones de la prueba, pues... no sabría si calificarlo como escalador. Ciclista completo, más bien, de esos que hacen diferencias para arriba y contra el crono. Campeón de los de siempre, vaya. Se llama Primož Roglič (seguramente ya lo habían adivinado, porque son ustedes listísimos), y lleva el dorsal uno en bici y apuestas. Viene descansado, porque no terminó el Tour, la moral alta después de triturar inmisericorde la contrarreloj de Tokyo y con buen equipo para arroparlo... quizá no el mejor que puede presentar Jumbo, claro (falta, por ejemplo, van Aert, así que Roglič andará un poco perdido para seguir ruedas en llano), pero más que suficiente. Mentalidad de hierro, moral de adamantium. El esloveno quiere tres.

¿Después? Pues siendo sinceros, sinceros (y aquí somos escrupulosamente sinceros) solo otro candidato con opciones. Al menos si todo sigue cauces normales, que nunca ocurre con esto de las bicis. El segundo hombre se llama Egan Bernal, es colombiano, escalador, y ha ganado ya el Giro este año. Sucede que las exhibiciones de Bernal siempre tienen algún “pero”, y últimamente muestra rendimientos lagunares. Tiene tanta clase como el que más, y eso le salva de (casi) todo, pero... en un desempeño cara a cara parece inferior a Roglič. Solo que aquí se corre en equipo, y por ese vericueto se cuela un Ineos fortísimo. Carapaz, de hecho, es bastante más fiable que los líderes a los que suele “gregariar”, pero llega con tralla encima. También está Adam Yates, que, oigan... ni fu, ni fa. Un tío que no ataca en la última montaña del Tour teniendo el pódium a veinte segundos, pues... sí, ya sé que fue hace un lustro, pero qué quieren, yo es que hay detalles que no olvido, ni perdono. Ah, también está por ahí Pidcock. Es su debut en una Grande, pero como para ponerle límites al chaval. Él sí hubiera atacado en Joux Plane, antes de hacer declaraciones en meta dignas de auténtico fant(oche)asma. En serio, lo amamos.

placeholder El pelotón de La Vuelta en Madrid. (EFE)
El pelotón de La Vuelta en Madrid. (EFE)

El candidato español, necesario

Nos queda un puesto del pódium, ¿no? Bien, metamos sabor patrio, porque soy español, a qué quieres que te gane. En fin, después de los Juegos Olímpicos tampoco cuadra mucho la frasecita, pero ustedes me entienden. La Vuelta necesita al héroe de casa, aunque tenga la casa en otro país con fiscalidad más benigna (para él). Seguro que ya saben por dónde voy. Dos nombres, pues, para ese tercer escalón. Por encima de eso sería toda una sorpresa...

Enric Mas fue segundo en la Vuelta de 2018, con solo 23 años. Prometedores augurios, porque mejoraba día tras día, y se impuso en los últimos puertos, como debe ser. El problema es que desde entonces Enric ha ido mezclando la alopecia de Pantani y la explosividad de Paco Mancebo, cuando combinación buena era lo contrario. Estará ahí, porque es fiable, pero resulta complicado verlo asaltando el Rojo (a Mancebo ni le hables de los rojos, porque la tenemos). Momento crucial para su trayectoria, después de un año malo y con signos de estancamiento. Posiblemente necesite un desahogo mental, un levantar los brazos algún día, para retomar la senda. Extensible, punto por punto, a todo el equipo Movistar.

Mikel Landa está ante un instante trascendental en su carrera. Llega descansado, en forma y con un equipo fortísimo a su servicio (en teoría, que con Mikel ya se sabe). Entonces... el vasco puede ganar la Vuelta, sumando su nombre a otros como Ángel Casero o Aitor González... puede hacer pódium y codearse con Peter Velits o Andrey Kashechkin... o puede agrandar aun más su leyenda. Pillar el único abanico de la prueba, perderse camino de Liencres, que lo tomen como rehén unos extras de Fariña allá por Sanxenxo... Esas cosas. Todo ello no hace sino sumar. Lo otro... Bueno, se le permite etapita en el Picón Blanco, que es terreno familiar de la Vuelta a Burgos, los entrenamientos y las verbenas veraniegas. Vamos, Mikel... no me defraudes...

placeholder Los ciclistas en Atocha durante la última Vuelta. (EFE)
Los ciclistas en Atocha durante la última Vuelta. (EFE)

Y el resto... pues relleno. Valverde a ganar la clasificación de Master 40. MAL a hacerlo bien. Quinn Smmons viene con mucha ilusión, porque le han dicho que conocerá Espinosa de los Monteros (ya verás qué chasco cuando vea el pueblo, precioso, y no al político). Bardet una tarde bien y otra no. Aru levantándose al tercer día (o al quinto año, vaya). Schachmann y Vlásov rellenando toptenes. Guillaume Martin buscando la montaña y un autógrafo de... en fin, no me surge ningún filósofo español en condiciones, lo siento. Pero me entienden la idea. Vamos, que relleno al margen de los cuatro que indicamos más arriba, salvo aparición epatante tipo Pogačar dos años atrás. Que no es imposible, pero no apostamos por ello, porque Pogačar salen pocos cada década.

Y eso... que disfruten la Vuelta, amigos. Solo llega una al año, oigan. Aquí estaremos para andar contándosela de la forma menos ortodoxa posible.

Ah, una etapa acaba al laduco de mi casa, así que pásense y les invito a orujo...

Más de un cuarto de siglo, ya, desde que la Vuelta se mudó a septiembre. Aquella edición... ay, aquella edición. Jalabert arrasando, la ONCE arrasando (y cagándose encima camino de Zamora), Olano exhibiendo carisma y sonrisas por toda la Península, Bruyneel protagonizando su mejor general como corredor (ya dirigiendo tiene otras cosas chistosísimas)... Un vodevil, vaya.

Enric Mas Juegos Olímpicos
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