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Jack entraba en el madero y otras historias del día después: sobre la etapa de Tignes
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Un día más en la montaña

Jack entraba en el madero y otras historias del día después: sobre la etapa de Tignes

Ben O'Connor se hace con la victoria de la etapa en Tignes, pero Pogacar vuelve a demostrar que tiene piernas de sobra para hacerse con este Tour de Francia

Foto: Pogacar y Carapaz durante la novena etapa del Tour. (Efe)
Pogacar y Carapaz durante la novena etapa del Tour. (Efe)

A veces hay que pagar ciertas deudas. Aquella llamada que no hizo, aquella última copa que dejó a deber, aquel kebab del que ni siquiera tiene recuerdos (y mejor). Obligaciones. Obligaciones éticas y estéticas, incluso.

Pues al Tour de Francia le pasaba algo parecido con Tignes. Tignes, sí, allá arriba, en los Alpes. No es el puerto más alto, ni el más largo, y desde luego nadie dirá que resulta especialmente duro. Ni siquiera enlaza demasiado bien, al menos por donde vinieron este año, pero...

Foto: Tadej Pogacar en plena acción durante el Tour de Francia. (EFE)

Verán, esta llegada debió ocurrir en 2019. Igual ustedes se acuerdan. Sí, el año uno A.P. (antes de la pandemia, no Alianza Popular). Cuando aún nos dábamos abrazos, y dos besos con desconocidas, y en los conciertos un heavy gordo e hirsuto te pasaba el sudoraco por la espalda, porque el mundo era así, y todo resultaba, seguramente, mejor (aunque menos higiénico). De aquellas aún no habíamos abierto gulags en hoteles mallorquines (esos pobres muchachos... unos héroes, eso son), ni conocíamos a Fernando Simón, y tampoco nadie se sacaba fotos vacunándose (algunos, muy instagramers ellos, colgaban imágenes de sus cachorritos cuando el pinchazo de la rabia, pero eran los menos, y provocaban risión en el resto).

Pues bien, en aquel tiempo hubo Tour, y una etapa (una etapa de la tercera semana, una etapa decisiva) terminaba en Tignes. Alaphilippe líder (solo que va a menos), Pinot el más fuerte (solo que se retira llorando), Bernal bien colocado (solo que plantea dudas), Movistar con tácticas mortadelescas (solo que... nah, esto fue así). Subiendo Iseran, techo de Francia sin bucles, ataca Egan, se va de todos, captura a Simon Yates, que iba por delante. La tele, que es ojo omnímodo, enseña imágenes rarísimas. Todo blanco, como si acabase de caer una nevada. Ah, y mira, corrimientos de tierra. Oye, por ese camino no es por dónde subimos nosotros. A ver, a ver, que no me queda claro. Yo aquello lo estuve viendo por Laredo, que es un sitio la mar de majo, y no entendía muy bien el tema, porque en los bares el sonido se oye como regular. Pero vamos, que anulan lo que quedaba por disputarse, incluyendo la subida completa al último col, tomamos tiempos en Iseran. Nada de cabalgadas para la historia, nada de defensas dignas de Miguel Ángel Lotina. Bernal líder, Bernal primer escarabajo que gana el Tour.

Foto: Roglic en acción durante la séptima etapa. (Reuters)

Y Tignes con deuda pendiente. Que se paga dos años más tarde (no estuvo 2020 como para andar pasando cuentas, amigos).

Tignes fue, para este Tour 2021, el día después al gran chasquido. Como cuando Rose vuelve a casa y empieza a pensar que, oye, igual Jack si que entraba en el madero, qué despiste, macho, mejor ni meneallo. La mañana resacosa. El sábado después del viernes aquel en que José Antonio Camacho dio una conferencia sobre el pesimismo en Schopenhauer y Thomas Ligotti. Sensación rara, ¿eh?, como de qué hago yo aquí, como de algo que acabó pero comienza. O parecido, vaya.

Digamos que lo de ayer sacudió tanto el mundo del ciclismo (no solo a la Grande Boucle) que la jornada se inclinaba hacia lo reflexivo. Qué nos queda a nosotros, al resto, si este tal Tadej anda como anda. Quiero decir... Bernal en su casa, Evenepoel en la suya, el otro esloveno mientras no puede dormir en el hotel a causa de los golpes... todos ellos. Pensando. Qué podemos hacer. ¿Calendario alternativo? ¿Mirar a las Ardenas? ¿Echar laxante en los cereales del muchacho? Fue tan gordo lo de Romme que sus consecuencias, en cuanto a elucubrar, tienen que extenderse por días. Semanas, puede. Y Tignes era la primera de todas esas tardes cavilando intensamente, como si estuviésemos en el baño.

Encima... pero esto qué es, qué locura tienen ustedes montada. Me van a tener que explicar, mesiés franceses, lo de hacer un otoño alpino en pleno mes de julio. Porque a mí no me engañan... esto es octubre en Roselend, más o menos. Hojas caídas, lluvia, frío, niebla que va trepando por las laderas como si fuese dominguero en Picos de Europa. Vamos, que condiciones horribles.

Algo tiene el ciclismo en esos casos, que se pone precioso. Al menos precioso para quienes lo vemos desde casa, no quiero imaginarme qué dirían los corredores si leyesen esto. Claro que, salvo Guillaume Martin, a ver quién lee esto en el pelotón. A mí Guillaume Martin me cae muy bien, porque sabe de filosofía, y cuenta cosas interesantes, y es un tipo nietzscheano hasta la médula, y además traduje su libro, que eso siempre crea cierta ligazón. Se ha tirado los Alpes escapándose sin mucho éxito, pero sale con puestecillo en la general, que siempre agrada. Veremos si logra mantenerlo. Allez, Guillaume.

placeholder Nairo Quintana, durante la jornada. (Efe)
Nairo Quintana, durante la jornada. (Efe)

Pero eso, que precioso. En lo estético. Bicis con lluvia y mal tiempo. Ese arco de gotitas que salen de ruedas (y que tanto molestan cuando te las comes de frente), esos manguitos que ponen oscuros los brazos, esas carreteras brillantes, pequeñas sendas de neumáticos al paso del pelotón. Agua cayendo por mentones tan afilados que parecen ni existir (salvo a Geraint Thomas, que se le queda mojando patillas). Ya les digo, precioso.

En lo deportivo... bueno, pues algo menos. Menos que ayer, al menos, lo que es normal. Escapada de lejos, exhibiciones concretas. De Nairo Quintana, por ejemplo, que se pasó toda la jornada esprintando en los puertos, tirando de sus compañeros, buscando glorias en sitios que hasta hace años no eran los suyos, porque miraba a la general. Ves a Nairo y a Froome en esta Grande Boucle y te das cuenta de lo viejos que somos, amigos.

Y eso, que lo de Nairo camino a Tignes... digno de alabanza. Hasta casi el final. Allí se vistió de negro (como Will Smith en la peli), pidió relevo a una moto (lo juro) y petó enormemente cuando la carretera volvía a mirar cumbres. Nada que reprocharle, y mira que le reproché cosas en el pasado. Pero hoy... Al menos se vistió á pois, que es una cosa muy bonita.

Ah, poco más tarde la pájara que agarró Quintana echó a volar y dijo, mira, ese otro muchachuelo parece majete, me posaré sobre su espalda. Y Sergio Higuita... bum. Tocado, hundido. La etapa no fue muy larga, y tampoco tenía encadenados para morirse (aunque sí sumaba desnivel de sobra), pero entre el tiempo, la velocidad y cómo se ha corrido toda esta primera semana pues... Al final esto es un Tour, serie de veintiún capítulos donde cada uno influye en el siguiente (no como en esas que triunfan hoy en día y tienen la mitad de minutos rellenando ratos).

Por delante... Ben O´Connor. Que se tiró un montón de cuestas penando. Que coqueteó con el amarillo. Que se disfrazó de Lázaro (me sirve Jon Snow, si son ustedes millenials) subiendo Tignes. Exhibición cuando nadie llevaba nada en el depósito. Etapa y se mete segundo, nada menos, botín enorme e inesperado. Veremos cuánto puede aguantar. Al menos nadie le puede quitar este ratito feliz.

placeholder Ben O´Connor, el ganador de la etapa. (Reuters)
Ben O´Connor, el ganador de la etapa. (Reuters)

Verán ustedes que no hemos hablado de los favoritos, y es que los favoritos tuvieron unas horucas de tran tran. Ojo, ni descanso, ni fumada, ni gaitas así. Eso solo que... poca combatividad. Los dolores del día anterior, el miedo a Tadej, la idea de conservar lo que aún no se tiene y quizá ni se merece. Solo puso algo de su parte Ineos, que hace cosas raras a veces, pero siempre (casi siempre) juegan a ganar. Ah, mucho antes había petado Wout van Aert. Bastante hizo, bastante lejos llegó. Gloria a él, que no se olvide su semana inicial cuando estemos dando vueltas a los Campos Elíseos.

Y eso, que ataca Carapaz, que es el único con cierto desafío a Pogačar, solo que Pogačar domina como cuando usted, querido lector, se compró una bici de carretera y salía con sus amigos a rodar por Ubiarco, y todos llevaban viejas BH de color azul oscuro, y apenas podían subir sin echar pie a tierra, y usted ahí, imperial, con su máquina nuevecita y su falsa superioridad. Pues el esloveno lo mismo, solo que en su caso la superioridad es cierta. Porque vaya figura. Remachando a Carapaz, volviendo a poner ese ritmo sabrosón que ya conocieron en Colombière. Exuberante. Pogačar está para menear el Tour en casi cada cuesta, para cantar con Pedrerol en Mask Singer, para llevarse el bote de Pasapalabra. Una locura. Un abuso. Pero así son los grandes... abusan.

Más segunditos a una buchaca que ya rebosa. El Tour sentenciado, el Tour interesante, porque este tipo de golpes hacen más afición que las peleas por miserias entre tipos con el mismo tirón que Fernando Escartín en el carnaval de Río. Por detrás... tira tú que a mí me da la risa, yo quiero ser tercero, no, yo, a mí me vale un quinto, qué risas, joder, cómo va el otro, ¿no?, qué le darán en el desayuno. Más ataca, o acelera, o hace algo, y está dentro de las vallas, pero comparado con lo de ayer es una muestra de ambición monstruosa, Vicente Trueba reencarnado. Son solo un puñado de metros, pero reconforta (en fin). Da igual, llegan todos juntos. Carapaz, Vingegaard, Urán, Mas. Kelderman a segunditos, Gaudu otros adicionales.

Todos ellos se perderán de su memoria como lágrimas en la lluvia. Pogačar, en cambio, parece que ha venido para quedarse.

A veces hay que pagar ciertas deudas. Aquella llamada que no hizo, aquella última copa que dejó a deber, aquel kebab del que ni siquiera tiene recuerdos (y mejor). Obligaciones. Obligaciones éticas y estéticas, incluso.

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