Es noticia
De Valverde a Pogacar, veteranos y noveles: sobre la Lieja de 2021
  1. Deportes
  2. Ciclismo
Roglic cedió

De Valverde a Pogacar, veteranos y noveles: sobre la Lieja de 2021

El vigente ganador del Tour de Francia sale triunfador de la clásica de las Ardenas 2021 en un panorama ciclista que suena igual que el antiguo himno del Real Madrid

Foto: Tadej Pogacar, la figura actual del ciclismo, en una imagen reciente. (Efe)
Tadej Pogacar, la figura actual del ciclismo, en una imagen reciente. (Efe)

Uno termina en las Ardenas y llega ya un poco así. Desganado, cansadete, casi sin ganas. Como los que idearon la Línea Maginot, oigan, qué van a entrar los boches por estas selvas, haga usted aquí un cuartelillo chusquero y con eso tiramos. Sorpresas te da la vida, allá por mayo del 40. Pero esa es otra historia, claro.

Foto: Cochise Rodríguez en una imagen de archivo.

Uno termina en las Ardenas, digo, y no siente el fervor de cuando era crío. Ni siquiera el de meses antes. Adoquines, que molan más. Viento, lluvia, barro. Tipos curtidos pegándose de hostias por Flandes y alrededores. Y luego esto... como si fuese otro mundo. Cosa comprensible lo del cierto desapego, ¿eh? Amstel, Flecha Valona, Lieja. La primera... pse. No tiene (tanta) tradición. Carreteras estrechitas, subir doscientas veces el Cauberg. Excitación, pero la justa. Aquí no corrieron nunca Coppi o Bobet. Como que le falta algo, aunque tenga mucho. Para 2021 victoria de Wout van Aert, que se ha tirado media primavera persiguiendo grupos, cerrando huecos y esprintando después. Medio milímetro con Pidcock, un inglés pequeñajo, rubicundo y fanfarrón. Sí, amigos, Rooney anda en bici, y es bastante bueno. Aun están remirando la photo-finish, por cierto, y muy sesudos analistas debaten en Twitter (Twitter tiene sobreabundancia de físicos, especialistas geómetras y sabios, en general) sobre quién llegó antes. Que yo hubiese dado un exaequo, quede claro, como cuando lo de Serse Coppi y las tripas del Velódromo, pero doctores tiene la iglesia y a ti te conocí en la calle.

placeholder Alejandro Valverde en una fotografía reciente. (Efe)
Alejandro Valverde en una fotografía reciente. (Efe)

Eso Amstel. Flecha es aun peor, porque Flecha es el sprint más lento del año, y lo único que mola de los sprints es que son una descarga absoluta de adrenalina. Aquí no, aquí la descarga es de ácido láctico, que resulta mucho menos glamouroso y huele así como a establo. Habas contadas, variantes tácticas que te podría resolver cualquier participante en un realitiy de Telecinco. Ganó Alaphilippe, que es un hacha en Huy, y por detrás entraron Roglič y Valverde. Decir que los tres eran favoritos a priori sería, quizá, quedarse cortos...

Y luego queda la Lieja. Lieja-Bastoña-Lieja. O “Lieja-Bastón-Lieja”, si usted sabe quién fue Lale Cubino. Por prestigio, primera de todas. La Doyenne, nada menos. Decana. Cosa seria. Que al equipo de mi ciudad también le dicen Decana (es la gloriosa Real Sociedad Gimnástica de Torrelavega) y no vean ustedes qué orgullo. Vamos, que lleva celebrándose la Lieja desde que Franco se cagaba en los pañales usados, allá por Ferrol. Literalmente, vaya, porque la primera vez que ciclista alguno entró triunfal en Lieja el tal Francisco era solo un garbancillo arrugado de pocos meses. Vamos, que es muy vieja. Venerable. Y eso suma para los asuntos del ciclismo, que aquí somos muy de respetar arrugas e historia.

El peligro es que, a veces, se vive de tiempos pasados. Como esas viejas cupleteras que beben manzanilla caliente con un chorrito de coñac mientras recuerdan, sí, te lo juro, cuando aquel chaval tan mono de la nobleza iba a escucharlas cantar con arrebol en mejillas. Pues Lieja tiene ese tono de decadencia, de esplendor perdido. Para ver hostias desde lejos tenemos que remontarnos muchos años atrás. La que fue Clásica más dura de todas, al menos en lo orográfico, contempla desde hace lustros pelotones aborregados que ruedan rápidos por Valonia entre balidos rutinarios y tácticas que te firmarían Mortadelo y Filemón. Una pena.

placeholder Roglic y Alaphilippe, al sprint. (Efe)
Roglic y Alaphilippe, al sprint. (Efe)

No fue el caso, oigan, del domingo. O no tanto. Tampoco vamos a venirnos muy arriba rememorando glorias pasadas, con Vandenbroucke y Bartoli midiéndose el ego en La Redoute o Rominger decidiendo que atacar desde Asturias está justificado para añadir esta clásica a su palmarés. En serio, exagerar está feo. Pero tuvo cosas, la Lieja´21. Cosas. Un argumento, una narrativa. Apuestas, decisiones (malas y buenas), síntomas. Sorpresas y asentimientos con la cabecita, así, si ya lo decía yo. Todo eso.

Digamos que el asunto iba tranquilo (muy, muy tranquilo) hasta La Redoute. Tampoco nada sorprendente, porque ese es el punto clásico de romper. Sí, sí, ya sé que Merckx a Hinault arreaban en Stockeu, pero en fin... no nos vamos a poner tiquismiquis, que hace no tanto hemos visto a los pies de Ans pelotones monstruosos. Allí, subiendo la cota, puso ritmillo infernal Ineos, que es algo muy de estos tiempos. Solo que suele pasar en grandes vueltas, porque los ingleses al tema Clásicas le tienen algo de alergia. Demasiados elementos difíciles de predecir, demasiados intangibles, demasiados belgas chiflados que te joden el trenecito con ataques fuera de lugar. Pues eso, que paso fuerte, y empiezan a ocurrir cosas, porque este deporte es así. Algunas esperables, otras menos. Las de más allá... directamente incomprensibles.

Foto: Roglic se impone en la séptima etapa de la París-Niza. (EFE)

Quizá lo más llamativo fue que Roglič cediera. Digamos que, redondeando, llevaba un par de años sin hacerlo de esa forma. Desde el Giro 2019, oigan. No significa que haya ganado todo en este tiempo (aunque casi), pero sí que siempre estuvo ahí. Camino de Lieja... agua. No debe ser preocupante, ni mucho menos, porque nadie gana siempre, y menos si no te pusieron Edward de nombre, pero... en fin. Puntito. Decían que llegaba como nunca y naufragó. Detalles.

Por detrás también se quedó Alaphilippe, que el año pasado triunfó en Lieja, solo que al final no, y tiene un póster chulísimo en casa donde sale imperial, arcobaleno completamente extendido y cara de tonto a punto de surgir. Valverde ausente. Todo el Imperio Británico en vanguardia. Rule Britannia, Rule the côtes. O algo. Pero... decisión discutible. En vez de consolidar se dedican a la guerra de guerrillas. Carapaz que salta solo, no vaya a ser que todos se vigilen y trinque victoria de prestigio (esto igual le traía algún recuerdo a Richard). Al final... ni una cosa ni otra. La avanzadilla se para, reunión completita, al ecuatoriano lo agarran subiendo el siguiente puerto. Luego hasta sería eliminado, por usar una posición prohibida. Esa que los horteras dicen “de bicho bola”, como si “cochinilla” no fuese un nombre mucho más sonoro para el simpático insecto. En fin, ustedes saben de lo que hablo. Tampoco vamos a extendernos mucho sobre esto. Hay actitudes más peligrosas en un pelotón, claro, y el tema parece algo estético más que otra cosa (y, de ser así, lo aplaudimos, porque ver a un ciclista encogido como si fuese guiñapo en bici tres tallas menor hace daño a los ojos), pero todos sabían las reglas antes de empezar la competición, y tampoco parece norma contraria al iusnaturalismo como para sacar aquí a Santo Tomás y su derecho de resistencia. Así que... apechuguen.

El momento decisivo llegó en la Roche-aux-Faucons, que es uno de los nombres de puertos más acojonantes que existen. Bueno, en Cantabria tenemos un Alto de La Estranguada que sube por la Sierra de la Matanza (también pica muy alto en la clasificación) pero lo de los esparavanes... asusta. Allí arrancó Michael Woods, y pronto se hizo un quinteto. El canadiense, Alaphilippe, David Gaudu. Y luego ellos dos. La extraña pareja.

En el año 2006, hace ya quince, Alejandro Valverde ganaba la Flecha Valona. Y la Lieja. El top ten asusta. Bettini, Cunego, Sinkewitz, Boogerd, Perdiguero, Schleck, Horner, Di Luca, Basso. Retirados, comentaristas, concejales de Ciudadanos, sancionados de por vida y Horner, que debe andar ahora en un McDonalds, pidiendo pasta para el McRib. Un año más tarde hizo segundo, repitió victoria en 2008, luego fuera de los puestos de cabeza y un par de temporadas alejado del pelotón por un quítame allá ese adn en las bolsas de sangre... A la vuelta aun mejor, aunque les cueste creerlo. Dos pódiums más, otras par de victorias. El tipo que mejor palmarés tiene allí, después de Eddy Merckx (cualquier cosa que digan en ciclismo siempre lleva detrás un “después de Eddy Merckx”). El domingo cumplía 41 años, que es edad como para estar escribiendo crónicas posmodernas sin pizca de gracia. Ya ven.

placeholder  Pogacar, en plena celebración de su triunfo. (Efe)
Pogacar, en plena celebración de su triunfo. (Efe)

Tadej Pogačar es pelín más joven. Una nadería. Digamos que cuando Valverde debutó en profesionales el chaval tenía tres añitos. Siete sumaba mientras el otro triunfa por primera vez en Ans. Once cuando lo de la sanción. Es que lo escribes y te sientes insultado, un puto abuelo. En fin. Muchas veces se dice eso de “podría ser su hijo”, y tiendes a exagerar con lo de los tiempos de paternidad (salvo si hablas de Jesé), pero con Valverde y Pogačar... clavado. El esloveno no ha cumplido aun los veintitrés años (que es edad como para estar echando quinitos en la Zona de Vinos) y ya tiene un palmarés que asusta. Pódium en la Vuelta con tres etapas, amarillo por Paris, más otros tres parciales. Algarve, California, Valencia, Tirreno. Esas cositas. Ah, y un Monumento. Muchas veces nos emocionamos en demasía con los jóvenes, porque las novedades resultan siempre... bueno, novedosas. Excitantes. Pero este... en fin, parece que va a justificar todo. Por ahora tiene pinta de Hinault, y que no se entere Bernard que lo he dicho porque se viene hasta Cantabria para ajustarme cuentas.

Porque así fue el final. Digamos que Valverde intentó repetir la jugada de Innsbruck. Arrancada larga, porque de explosividad ya he bajado, que soy un tipo cuarentón, jajaja, ven pacá, vamos a echarnos unas carrericas en bici. Algo así. Solo que esta vez no salió. Eran otros rivales, era otra prueba. Tuvo su aquel ver a un tipo jugándose un Monumento al sprint el día que cumplía los 41, tiempo de mirar viajes a Turquía. Tuvo su punto pero... nada. ¿Hubiese cambiado algo de haber esperado hasta el final, haber jugado a una llegada más ortodoxa? No sabremos, pero pareciera que no. Otros eran más rápidos, otros llegaban más fuertes.

Foto: Roglic, Pogacar y Porte, en el pasado Tour de Francia. (Reuters)

Fundamentalmente Alaphilippe y Pogačar. El francés lo tenía hecho a veinte metros de la línea. Joder, qué chulo, ya verás, venganza por lo del año pasado, allonsanfans, etcétera. Pero nada... arreón final asesino para Tadej y primera Lieja. A estas alturas Julian debe tener un mapa de Eslovenia en casa y está echando cuentas sobre una posible invasión, por aquello de agrandar palmarés.

Así que Monumento valón a la buchaca para el chavalín. Que asusta. Detrás llegaron el campeón del mundo, un escalador muy en forma ahora, un tipo de 41 años y otro de 34. La meta ayer en Lieja parecía el himno del Madrid, con eso de veteranos y noveles. Tiene pinta, además, que Pogačar volverá a cantar saetas alguna otra vez allá por Valonia. No apuesten nunca contra él...

Uno termina en las Ardenas y llega ya un poco así. Desganado, cansadete, casi sin ganas. Como los que idearon la Línea Maginot, oigan, qué van a entrar los boches por estas selvas, haga usted aquí un cuartelillo chusquero y con eso tiramos. Sorpresas te da la vida, allá por mayo del 40. Pero esa es otra historia, claro.

Alejandro Valverde
El redactor recomienda