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La aventura de Andrés Mínguez: el samurái errante que lucha contra la exclusión social
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La aventura de Andrés Mínguez: el samurái errante que lucha contra la exclusión social

El español es judoca e investigador por la UNESCO. Antaño atleta de élite, en los últimos años ha emprendido proyectos culturales y contra la exclusión social. Ahora está preparando una docuserie

Foto: Andrés Mínguez, judoca profesional e investigador de artes marciales para la UNESCO. (Andrés Mínguez)
Andrés Mínguez, judoca profesional e investigador de artes marciales para la UNESCO. (Andrés Mínguez)

Andrés Mínguez lleva toda una vida dedicada en cuerpo y alma al judo. Su padre, cinturón negro de karate y jiu-jitsu, le inculcó el veneno a los tres años y desde entonces no ha parado. Desde los 20 hasta los 24 años representó a la Selección española en diferentes campeonatos internacionales, pero más que la competición, lo que verdaderamente le apasionaba era la enseñanza. Así las cosas, el valenciano dejó de lado el deporte de élite, se hizo emprendedor y adquirió uno de los gimnasios con más solera de su ciudad, el Club Ronin, abierto desde principios de los años 60. Andrés es cinturón negro de judo (3er Dan) y, junto a su hermano, también judoca, uno de los 22 entrenadores en nuestro país con licencia para dar clases de defensa personal femenina, recientemente regulada como arte marcial por la Federación Española de Lucha (FEL). De hecho, Mínguez abrirá en marzo el primer gimnasio de España dedicado, sobre todo, a ellas. "Es un sueño cumplido", señala.

"Utilizaremos como base de la defensa personal el Krav Magá, que es el sistema oficial de lucha empleado por el ejército israelí. Se trata de golpes rápidos y certeros, destinados a ganar algo de tiempo, escapar o pedir ayuda. Es una disciplina muy enfocada a la prevención del ataque. El objetivo que tenemos es que ellas ganen en confianza y, con sus propias manos, se sientan capaces de hacer frente a un posible agresor. También aplicaremos técnicas de boxeo y suelo", explica Andrés, que cumple una de sus máximas. El valenciano es un aventurero con todas las letras y, por encima de todas las cosas, un enorme estudioso de las artes marciales. Su trabajo en este campo le ha valido para ser nombrado investigador por el Centro Internacional de Artes Marciales y Desarrollo Juvenil que la UNESCO tiene en Corea del Sur. Es el primer español en disponer de tal consideración dentro de esta cultura. "Todo surgió por un proyecto de judo que llevé a cabo en la India", dice.

placeholder Mínguez, al fondo, con niños y niñas indios durante su estancia en el país. (Andrés Mínguez)
Mínguez, al fondo, con niños y niñas indios durante su estancia en el país. (Andrés Mínguez)

Los 'Intocables'

Hace unos años, Andrés viajó hasta allí para ayudar a niños con diversidad funcional y en serio riesgo de exclusión social. India está organizada, a través del hinduismo, en castas. Los sacerdotes y maestros son los que gozan de mayores privilegios. La más baja de todas corresponde a los llamados 'Intocables' (también 'parias'), personas que se consideran "tan bajas como los perros" y deben intentar sobrevivir en espacios de trabajo muy concretos, que suelen ser labores destinadas a la limpieza. "Para ellos el deporte es su única salida y les sirve de motor. Es tremendamente injusta la situación que viven, pues están constantemente señalados por una sociedad que les repugna. Desde pequeños se les dice que no valen para nada. Nuestra labor allí es ayudar a paliar el problema y concienciar. Enseñarles que a través de las artes marciales pueden prosperar y alcanzar la libertad, escapar de esa vida. Algunos, los más capacitados, pueden llegar a dedicarse profesionalmente a esto", explica Andrés, que se encarga de formar al profesorado, organizar la metodología de trabajo y el seguimiento con los voluntarios. También acude esporádicamente a los 'training camps'. "Nuestro tatami está al lado de la Fundación de Rafa Nadal, en un área deportiva muy bien montada", detalla.

Las conclusiones que obtuvo de su experiencia en India las envió a la UNESCO, que contactó con él impresionada por la obra. "Les cuadró mucho el tema, me reuní con ellos en Corea y empezamos a trabajar en varios frentes", indica. Primero, como investigador de la Ruta de la seda, el afamado puente comercial que, aparte de productos, también llevó las artes marciales de Oriente a Occidente en plena Edad Antigua. "Las caravanas comerciales de esta ruta contrataban a unos mercenarios para proteger la mercancía. Estos guerreros eran monjes Shaolin, que eran capaces de hacer frente a gente más grande y fuerte que se iban encontrando por el camino por su gran destreza en combate. Así empezó todo", expone el valencino. Ese "todo" hace referencia al proyecto que actualmente está llevando a cabo con el apoyo (no económico) de las Naciones Unidas. Y es que Andrés Mínguez ha iniciado un viaje, un reto muy personal que tiene como finalidad entender y experimentar las diferentes modalidades de lucha que existen en el planeta, o buena parte de ellas. "Ahora mismo es mi ilusión, una empresa preciosa", subraya.

placeholder El valenciano, de espaldas, grabando el capítulo de Lucha Leonesa para la docuserie. (Andrés Mínguez)
El valenciano, de espaldas, grabando el capítulo de Lucha Leonesa para la docuserie. (Andrés Mínguez)

No solo eso, sus vivencias quiere recogerlas para convertirlas posteriormente en una docuserie de televisión. Sin apenas presupuesto, ayudado por una pequeña productora y algunos patrocinadores, el de Valencia se ha lanzado a la aventura (a costa de sacrificar sus propios recursos económicos) y ha titulado el proyecto como 'El último Ronin'. "Un Ronin es un samurái errante, un guerrero que se queda sin dueño y vaga por el mundo con las manos vacías buscándose la vida, intentando mejorar su técnica. Pega mucho con la idea que estamos realizando. Algunos Ronin conseguían volver a ser respetados, mientras que otros se convertían en forajidos y bandidos", remarca. Mínguez ha empezado el rodaje en casa, adentrándose en las particularidades históricas, culturales y folclóricas de las principales luchas de origen español: la leonesa, la canaria (garrote y tolete), la medieval y también la 'verdadera destreza', un estilo de esgrima que llegó a expandirse incluso en el Nuevo Mundo durante la época colonial. ¿Y cómo se prepara él, un judoca, para semejante desafío que incluye especialidades diferentes?. "Estoy durante un tiempo formándome con personas expertas en la materia. También busco artes marciales similares. Con el tolete, que es una lucha con palo corto, me he basado en el Kali filipino. Acudo a los sitios medianamente preparado porque los capítulos los suelo cerrar enfrentándome a un gran maestro de la especialidad. Voy con la lección aprendida para dar juego. La idea es que el resultado sea, aparte de didáctico, entretenido para el espectador. Ojalá consigamos un canal o una plataforma de visión pronto", dice.

De España al mundo

Es el principal obstáculo al que se enfrenta Andrés. Interés de algunas televisiones existe, pero no se han concretado ofertas, por lo que el valenciano está grabando el material sin saber si algún día saldrá a la luz: "Para que esto tenga sentido y verdaderamente llegue a la gente necesitamos un grupo de comunicación fuerte. Es el objetivo que queremos, también la UNESCO. Las empresas ya saben del proyecto. Si no hay una apuesta en firme por él es prácticamente imposible seguir viajando a países como Grecia, Georgia, Mongolia, Japón, etc. Sitios que también nos interesan por su riqueza marcial. Yo estoy tirando con parte de lo que me da el gimnasio... pero el crédito se agota. Al final, se trata de derribar también ciertos mitos. Desgraciadamente, todavía hay muchas personas que piensan que las artes marciales son peligrosas, pero todo depende de quién te las enseñe. Nuestra visión no es esa. Bien entendidas y ejecutadas, las artes marciales son un viaje interior espectacular. Practicándolas correctamente se puede encontrar refugio y paz espiritual. Además, es una maravillosa manera de relacionarte con tu cuerpo".

A falta de empuje económico, Andrés agradece la predisposición de las personas que se está encontrando por el camino: "Grabamos gracias a la caridad y el interés de la gente, sobre todo de los luchadores y las universidades, que están encantados de que promocionemos sus tradiciones". El valenciano está asombrado por lo interiorizado que tienen algunas comarcas sus disciplinas características: "En León es una locura, algunos colegios incluso la tienen incorporada como clase extraescolar. En Canarias también hay una afición tremenda. Quizá esta lucha sea la que más me ha costado de todas". A Andrés aún le quedan imágenes por recoger antes de poner fin a sus andanzas marciales por España. No pierde la esperanza, cree que su trabajo será recompensado. En abril, por ejemplo, se presentará al Campeonato del Mundo de Lucha Medieval que se celebra en Belmonte (Cuenca). Ya está entrenando, junto a su hermano, para llegar en condiciones y dar todo el espectáculo que pueda: "Tengo las de perder, pero no me importa. Mi trabajo es que la gente conozca este mundo precioso y aprenda".

placeholder Mínguez, en una competición internacional con motivo del proyecto audiovisual. (Andrés Mínguez)
Mínguez, en una competición internacional con motivo del proyecto audiovisual. (Andrés Mínguez)

De acuerdo con la UNESCO, el español quiere extender la idea que ejecutó en India en otras zonas donde impera la desigualdad y la escasez de oportunidades. En el país del sur asiático también organiza clases de judo, al igual que con los 'Intocables', para que las mujeres aprendan a defenderse. India es uno de los países con mayor número de violaciones al año. El sexo femenino es constantemente vilipendiada y agredido. "Da auténtico asco lo que te puedes encontrar. El nivel de desigualdad es tremendo. La crueldad llevada a su máxima expresión. Ayudamos en lo que podemos y nunca es suficiente. Hay que seguir luchando para abrir puertas, la docuserie puede ser muy a positivo en este aspecto porque si logras un beneficio puedes destinar parte de él a acciones sociales como esta. Viajando y conociendo mundo descubres todo tipo de cosas, por suerte hasta en las zonas más horrorosas te encuentras a gente auténtica a la que merece la pena echar un cable".

Andrés Mínguez lleva toda una vida dedicada en cuerpo y alma al judo. Su padre, cinturón negro de karate y jiu-jitsu, le inculcó el veneno a los tres años y desde entonces no ha parado. Desde los 20 hasta los 24 años representó a la Selección española en diferentes campeonatos internacionales, pero más que la competición, lo que verdaderamente le apasionaba era la enseñanza. Así las cosas, el valenciano dejó de lado el deporte de élite, se hizo emprendedor y adquirió uno de los gimnasios con más solera de su ciudad, el Club Ronin, abierto desde principios de los años 60. Andrés es cinturón negro de judo (3er Dan) y, junto a su hermano, también judoca, uno de los 22 entrenadores en nuestro país con licencia para dar clases de defensa personal femenina, recientemente regulada como arte marcial por la Federación Española de Lucha (FEL). De hecho, Mínguez abrirá en marzo el primer gimnasio de España dedicado, sobre todo, a ellas. "Es un sueño cumplido", señala.

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