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Sergio Llull y Nikola Mirotic no dieron la talla en otra final para olvidar por el Madrid
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dos piezas clave se evaporaron en la final ante Maccabi

Sergio Llull y Nikola Mirotic no dieron la talla en otra final para olvidar por el Madrid

"Estamos jodidos y yo especialmente, ya que no pude ayudar al equipo. La verdad es que he hecho un partido bastante malo", reconoció el menorquín

Foto: Sergio Llull, abatido durante la final de la Euroliga que el Real Madrid perdió ante Maccabi. (Efe)
Sergio Llull, abatido durante la final de la Euroliga que el Real Madrid perdió ante Maccabi. (Efe)

De cien a cero en 45 minutos. Una desaceleración súbita, brutal, dejó sin respuesta a un equipo diseñado para las más altas cotas, pero que perdió la batalla mientras se relamía pensando que su cita con la historia había llegado. El 18 de mayo de 2014 pasará a la historia negra de la sección de baloncesto del Real Madrid. El equipo blanco se vio sorprendido por un Maccabi Tel-Aviv que, espoleado por una afición incansable y sin nada que perder después de depositar toda la presión en la exuberancia de su rival, creyó más fuerte que nadie para dar la sorpresa y conseguir la sexta Euroliga de su historia en una final memorable para el equipo israelí (86-98). Tras acariciar el abismo y respirar aliviados instantes después al ver el error en el triple de Rice que mandaba el partido a la prórroga, el gran favorito se desintegró en mil pedazos y claudicó ante la inspiración de un Maccabi que supo aplacar la tensión hasta dominarla y disfrutar con ella.

De nada sirve una hoja de servicio que, contando el encuentro del domingo, registra un recorrido impoluto de 60 victorias y 8 derrotas. Los israelíes volvieron a encarnan una furia competitiva que ha llevado por méritos propios a disputar una final en la que pocos se atrevían a apostar por su presencia. Una fe que había quedado en evidencia en los dos envites disputados este curso por los clubes que más veces se han enfrentado en competición continental (51 encuentros incluida la final, con balance de 29-21 favorable a los blancos). Aunque no sin apuros, en el ‘Top-16’, los de Laso habían logrado contener a la bestia en sus dos envites (74-68 en Madrid y 76-77 en Tel Aviv). Sin embargo, en el peor día posible llegó el cortocircuito y el aviso para navegantes tornó en realidad. Tras perder el control y sucumbir ante el Olympiacos de Vassilis Spanoulis en el O2 londinense hace ahora un año (100-88), la desgracia se repitió y el favorito de todas las quinielas volvió a diluirse como un azucarillo en el momento de la verdad.

Más allá de algunas carencias emocionales y mentales, las cuales hubieran afinado la toma de decisiones además de ensalzar el evidente progreso táctico que viene experimentado un grupo concebido para reinar, en la gran final, el Real Madrid echó en falta dos nombres por encima del resto: Sergio Llull y Nikola Mirotic. Dos piezas básicas en el esquema del conjunto blanco que se arrugaron cuando su equipo más les necesitaba. El primero se atoró con el lanzamiento en una pobre serie de 0/7 en tiros de campo que le dejaron sin anotar en los 36 minutos que Laso le mantuvo en pista. Las 8 asistencias que figuraron en su estadística no arrojan luz a una actuación impropia de un hombre que hace apenas tres meses daba el título de Copa del Rey a los suyos con una suspensión para el recuerdo. Su agobio de cara al aro iba aumentando una ansiedad que se tradujo en falta de concentración y extraña laxitud en defensa, uno de sus puntos fuertes. En la prórroga, con un partido nuevo (73-73) después de la tormenta pero inmersos en una tendencia peligrosa, el técnico madridista tardó más de la cuenta en dar entrada al Chacho en detrimento de un Llull fuera de combate. Antes de eso, ya habían llegado dos triples de Tyrese Rice ante la defensa zonal prevista por Laso que perfilaban el camino para los israelíes.

Por su parte, Mirotic tardó 25 minutos para anotar su primera canasta del partido. El montenegrino fue neutralizado en defensa por un David Blu curtido en mil batallas. Inexplicable la incomparecencia de uno de los buques insignia del equipo. Ver al Chacho lanzándose a la aventura con más corazón que baloncesto ante el bloqueo ofensivo de sus compañeros, hizo despertar de su letargo a un hombre al que muchos colocan la próxima temporada en la NBA. 12 puntos (3/10 en tiros de campo) y 7 rebotes en 27 minutos que se antojan insuficientes para su jerarquía dentro del organigrama. Al término del encuentro, el jugador menorquín, hundido por la derrota y por su nula aportación al equipo, no dudó en entonar el mea culpa y asumir una responsabilidad proporcional al peso específico que otorga en el vestuario. “Empezamos bien, pero después del descanso ya fue otra cosa. Estamos jodidos y yo especialmente, ya que no pude ayudar al equipo. La verdad es que he hecho un partido bastante malo. Creo que ellos han merecido ganar la final porque fueron mejores”, comentó.

En otro orden de cosas, el base-escolta madridista destacó que “el Real Madrid había depositado muchas esperanzas en esta Copa de Europa. Es un borrón en una temporada que estaba siendo casi perfecta para el Real Madrid. Esta final nos deja muy tocados, pero hay que seguir porque tenemos por delante una Liga que es muy importante para nosotros. En fin, el próximo año iremos otra vez a por la Euroliga, aunque para eso queda mucho”. Minutos después, el hombre que fue una sombra de sí mismo ante el Maccabi, seguía fustigándose. Esta vez a través de su perfil de Twitter: "Triste y decepcionado conmigo mismo. Toca levantarse y seguir trabajando".

Mientras, Rudy Fernández, uno de los líderes cuya aportación fue esfumándose con el paso de los minutos, trató de animar al personal. “A pesar de la derrota, hay que seguir creyendo en este equipo y estar orgullosos de lo que hemos hecho hasta el momento. Creo que hemos perdido por pequeños detalles, aunque el Maccabi es un digno campeón y ha hecho merecimientos para ganar la final. El vestuario está jodido… La próxima temporada será muy complicado llegar a otra final, pero contamos con el añadido de que la Final Four es en Madrid".

"Es una derrota muy dura por la temporada que estábamos haciendo. Queríamos dedicársela a nuestros aficionados por el esfuerzo que han hecho para estar aquí". Esas fueron las primeras impresiones tras un nuevo fracaso de Felipe Reyes, un hombre de espíritu incansable, que no parará hasta hacerse con una Euroliga, el diamante que falta en su dilatado palmarés. En un momento donde la tristeza paraliza los sentidos, el pívot cordobés quiso dejar bien claro que, pese al golpe moral que supone la derrota, todavía queda un título en juego por el que pelear. "Hay que seguir trabajando, olvidar esto lo antes posible y tenemos por delante una competición importante como la Liga. Tenemos que levantar el título como sea", sentenció. No hay tiempo para un lamento desconsolado que no haría sino flagelar el trabajo de un grupo que, pese a los dos correctivos, ha dado muestras de su consistencia y potencial.

La obsesión deberá esperar

La vuelta de la NBA del Chacho, la de Rudy y su astronómico contrato un par de años después, la fe ciega en el crecimiento de Mirotic desde que estaba en la cantera o la Llull cuando apenas era base suplente en Manresa. Cuatro acertadísimas decisiones a las que en 2011 se sumó la llegada de Pablo Laso. El técnico lo tuvo claro desde el primer día y su decidida apuesta por un baloncesto total basado en tres pilares innegociables -intensidad defensiva, rebote y contraataque- trata de recuperar la esencia que encumbró al equipo blanco en la década de los sesenta. Todo marchaba rodado. El acierto en la toma de decisiones, una salud económica acorde a las miras del equipo, diligencia a la hora de manejar el plantel y victorias por doquier, desembocaban irremediablemente en una nueva oportunidad para encaramarse a lo más alto del baloncesto europeo 19 años después del último título (1995). Un intento que volvió a caer en saco roto.

En estos tres años de simulacros donde, además de las dos finales de Euroliga perdidas, el equipo no se ha ido a casa con las manos vacías -una Liga, dos Copas del Rey y dos Supercopas lo acreditan-, se ha venido cocinando a fuego lento una especial predilección por sacarse la espina en la máxima competición continental y poder acabar con la maldición. “La culminación para el Madrid es este título y es lo que les haría poner en valor el recorrido tan espectacular que llevan. La Copa de Europa es la pasión y la obsesión de este club”. En una deliciosa charla que publicaba El País en la antesala de la final, Lolo Sainz condensaba el significado de un anhelado triunfo que seguirá esperando su momento. El indeseable batacazo ante Maccabi reanuda una cuenta atrás que, antes del salto inicial en el Mediolanum Forum de Milán, parecía haber llegado a cero.

De cien a cero en 45 minutos. Una desaceleración súbita, brutal, dejó sin respuesta a un equipo diseñado para las más altas cotas, pero que perdió la batalla mientras se relamía pensando que su cita con la historia había llegado. El 18 de mayo de 2014 pasará a la historia negra de la sección de baloncesto del Real Madrid. El equipo blanco se vio sorprendido por un Maccabi Tel-Aviv que, espoleado por una afición incansable y sin nada que perder después de depositar toda la presión en la exuberancia de su rival, creyó más fuerte que nadie para dar la sorpresa y conseguir la sexta Euroliga de su historia en una final memorable para el equipo israelí (86-98). Tras acariciar el abismo y respirar aliviados instantes después al ver el error en el triple de Rice que mandaba el partido a la prórroga, el gran favorito se desintegró en mil pedazos y claudicó ante la inspiración de un Maccabi que supo aplacar la tensión hasta dominarla y disfrutar con ella.

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