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Marvin Barnes: baloncesto, drogas y malas noticias
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Deporte fuera de la ley

Marvin Barnes: baloncesto, drogas y malas noticias

Marvin Barnes, una de los mayores promesas de la historia de la NBA, tuvo una de las caídas al abismo más rápidas del baloncesto estadounidense. Uno de sus entrenadores llegó a decir que nunca vio "a nadie dilapidar tanto talento tan rápido”

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El año es 1979 y el lugar un templo del baloncesto, el Boston Garden. En un gesto cotidiano y mil veces visto, un jugador del banquillo de los Celtics se cubre la cabeza con una toalla mientras se repone del esfuerzo. Pero el gesto esconde algo único e infame que hará que sea recordado para la posteridad: bajo la protección de la toalla, el jugador saca un vial con cocaína del bolsillo del chándal y se pone a esnifar, mientras el compañero más cercano intuye lo que está pasando e instintivamente se aleja de la escena. Quien se está drogando en pleno partido es Marvin Barnes y su apodo, uno de los mejores de siempre, lo dice todo: 'Bad News' (Malas Noticias).

Hay estrellas que nos alumbran para siempre en el firmamento, mientras que otras son fugaces y se desintegran rápidamente, ofreciendo un gran destello que hace felices por un instante a los pocos que tienen la suerte de verlo. La carrera de Marvin Barnes pertenece a este último grupo y los que fueron testigos de ella no la olvidan. Nacido en Providence, Rhode Island, en 1952, ya destacó en el instituto, llevando a su equipo a la victoria en el campeonato estatal. Durante esta época uno de sus compañeros de equipo le puso el sobrenombre de 'Bad News', que le acompañaría toda su vida, por sus correrías fuera de las canchas. Y es que el verdadero sueño del joven Marvin no era convertirse en profesional y alcanzar la gloria en el deporte de la canasta, sino en llegar a ser un gángster legendario, temido pero adorado a la vez. Así, a los pocos días de ganar el título, decidió junto con un grupo de amigos atracar varios autobuses de línea… llevando puesta la cazadora del equipo de su instituto con su nombre bordado en la espalda. Huelga decir que la policía tardó menos de una hora en identificarlos y arrestarlos. No fue el primero ni sería el último: los roces de Barnes con la ley fueron una constante toda su vida.

Barnes recibió ofertas de muchas universidades, pero se decidió por la opción que estaba al lado de casa: Providence College. Allí formó un dúo letal con Ernie DiGregorio, un base de velocidad endiablada y gran visión de juego que fue Novato del Año en la NBA en 1974, pero cuya carrera quedó muy mermada por una grave lesión de rodilla. En 1973 alcanzaron la Final Four de la NCAA y se encaminaban cómodamente a la final, pero Barnes se lesionó al filo del descanso y su ausencia fue una losa demasiado pesada para su equipo. En conjunto, su rendimiento en la universidad fue espectacular, incluyendo varios récords de anotación, tapones y rebotes que aún perduran en los registros históricos de los Providence Friars. Quizás el único lunar deportivo fue su descarte del equipo olímpico que luego fracasaría en Munich’72, algo que compañeros y entrenadores calificaron como error inexplicable del entrenador Hank Iba.

Problemas extradeportivos

A pesar de que todo parecía ir en la dirección correcta, su querencia por el lado oscuro y los problemas extradeportivos persistían. Durante sus años en Providence recibió pagos en metálico y regalos del que luego sería su agente, el infausto Bob Woolf, algo terminantemente prohibido por las reglas de la NCAA. Sin embargo, el episodio más publicitado fue cuando un compañero de equipo le acusó de agredirle con una barra de hierro tras un rifirrafe en un entreno. En el juicio posterior se demostró que Barnes “solo” le había atizado un puñetazo que le rompió el pómulo y que el agredido estaba intentando hacer caja una vez que 'Bad News' había firmado un contrato millonario. En uno de esos típicos casos en los que se imprime la leyenda si es más llamativa que la realidad, se sigue repitiendo la historia de la barra de hierro como si en realidad hubiese sucedido.

Marvin Barnes salió elegido en el número dos del draft de 1974 por los Sixers de Filadelfia, solo por detrás de Bill Walton, uno de los mejores jugadores universitarios de la historia. Lo tenía todo para ser una estrella desde el primer día: físico privilegiado, talento ofensivo, gran defensor, buena mano y una coordinación para el salto fuera de lo común. Uno de los grandes sabios del baloncesto, Jack Ramsay, dijo que Barnes y Walton eran los dos únicos jugadores de ese draft sobre los que se podría construir un equipo a su alrededor. Pero en aquella época la NBA no era la única posibilidad: también estaba la ABA. La American Basketball Association se había fundado en 1967, poniendo el baloncesto profesional patas arriba con su tiro de tres puntos, su balón tricolor, sus afros imposibles y un juego más lúdico e individualista cuya influencia ha persistido hasta nuestros días pero que entonces causaba desdén. Nadie encarnaba mejor el espíritu de aquella competición que su estrella más famosa, Julius Erving, y sus portentosas acrobacias aéreas.

En el draft de la ABA Barnes fue seleccionado por los Spirits, el equipo de la ciudad de St. Louis, nombrados en honor del avión de Charles Lindberg. La ABA tenía fama de ser una liga de forajidos sin ley y de personajes a cuál más extravagante, por lo que visto en perspectiva se antoja como el territorio natural para alguien como Marvin. Sin embargo, la realidad es que en su salto a la ABA tuvieron mucho que ver los intereses personales del ínclito Woolf, que ignoró a los Sixers y engañó a su representado, probablemente a cambio de una compensación económica o de otro tipo. Para una ABA asfixiada económicamente y que solo aspiraba a fusionarse con la NBA, la llegada de un número dos del draft suponía un balón (tricolor) de oxígeno y, de paso, asestarle un duro golpe a la todopoderosa liga rival, forzándola cada vez más a negociar. Una vez consumado el fichaje, Barnes rompió con Woolf, nunca volvió a dirigirle la palabra y siempre sostuvo que lo traicionó y que actuó en beneficio propio.

'Bad News' y la ABA estaban hechos el uno para el otro y el jugador se lanzó a fondo a su estilo de vida, tanto dentro como fuera de las canchas. En la parte baloncestística su enorme talento le permitió destacar desde el primer día, demostrando un juego muy pulido en defensa y en ataque y convirtiéndose en uno de los mejores jugadores de la competición. Su imagen personal también se adaptó a los códigos de la ABA a la perfección: frondosas patillas, sombreros de ala ancha, gruesas cadenas de oro, abrigos de visón, zapatos de plataforma, una imponente mujer en cada brazo y un llamativo Rolls-Royce plateado para pasearse por la ciudad. Además, Barnes era la gallina de los huevos de oro para los periodistas: un bocazas divertido, polémico y ocurrente que opinaba sobre cualquier cosa y que siempre pronunciaba una frase que generaba un titular. Una vez, tras un partido de 48 puntos y 30 rebotes, dijo: “Si hubiera sabido que era tan bueno le hubiese pedido aún más dinero a Ozzie Silna [el dueño de los Spirits]”.

Ahora que era rico y uno de las personas más conocidas de la ciudad, Barnes pudo dar rienda suelta a su otra aspiración: formar parte del mundo del crimen. Al poco de llegar a St. Louis se hizo íntimo de Roosevelt Becton, el traficante más poderoso del Medio Oeste, que le convirtió en su protegido y le hizo un hueco en su organización. El principal trabajo de Barnes para Becton consistía en entretener y agasajar a sus clientes, lo que incluía ejercer de anfitrión y supervisor de multitudinarias orgías, en las que el apolíneo jugador se paseaba entre los invitados vestido solamente con un gigantesco revolver rodeado de multitud de botellas de licor, prostitutas y montañas de cocaína. 'Bad News' se volcó en su nueva vida de gángster, su anhelo de juventud, y además ganaba una fortuna, hasta el punto de que el baloncesto iba pareciendo cada vez más un hobby bien pagado. Moviéndose en ese entorno no es de extrañar que Barnes se aficionara al poco a las que serían sus tristes compañeras de viaje durante el resto de su vida: las drogas, especialmente la cocaína, que iría consumiendo en cantidades cada vez más grandes.

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Como es fácil imaginar, todas estas “distracciones” afectaron tanto a su rendimiento como a su actitud, y su fama de problemático y poco fiable fue creciendo sin parar. Las anécdotas de su etapa en los Spirits se han vuelto legendarias y se usan como ejemplos canónicos de la locura que era la ABA. Una vez el equipo tenía que viajar en avión y, debido a la diferencia horaria entre diferentes estados, el vuelo aterrizaba varios minutos antes de la hora de salida. Un nervioso Martin se negó a embarcar alegando: “No me pienso subir en una máquina del tiempo”. En otra ocasión perdió un vuelo por quedarse en la cama con dos seguidoras y decidió fletar un avión privado para los tres. Barnes apareció en el pabellón poco antes del salto inicial con las dos mujeres colgando del brazo, el piloto detrás y una enorme bolsa llena de hamburguesas. Al boquiabierto General Manager de los Spirits le tendió una hamburguesa y le dijo: “Tengo una noticia buena y una mala. La buena es que a la comida invito yo. La mala es que le debes 1.500 dólares al piloto por el vuelo y 25 más por el taxi. Dale un cheque y me lo descuentas del próximo sueldo”. Acto seguido entró en el vestuario llevando puesto el uniforme bajo un abrigo de visón que le llegaba a los pies y una hamburguesa en cada mano, interrumpiendo la charla prepartido con un “¡No os preocupéis, 'Bad News' ya está aquí!”.

El exasperado entrenador le dejó de inicio en el banquillo, pero tras un desastroso comienzo en el que cedían hasta 20 puntos, no tuvo más remedio que sacarle. Barnes jugó un partido excelso, anotando 43 puntos y cogiendo 19 rebotes que dieron la victoria a los Spirits. Otra vez entró en el vestuario blandiendo una pistola y gritando “¡Os voy a matar a todos, cabrones!” mientras sus compañeros buscaban refugio despavoridos, siendo esa su idea de una broma descacharrante. El mismo Barnes relataba lo que él entendía por sacrificarse por el equipo: sacaba de juerga hasta las tantas a las estrellas rivales y luego enviaba a su habitación del hotel a un par de prostitutas por cabeza para que les dejaran sin energías. No tuvo reparos en admitir que su plan jamás funcionó, lo que no hizo que dejara de intentarlo. Cuando sus compañeros, directivos y prensa le recriminaron su comportamiento díscolo y su falta de disciplina, Marvin contestó: “Tengo 22 años y me comporto como tal, me gusta divertirme, estoy cansado de ser el jugador franquicia”.

La ABA de Erving y Gilmore

Su mayor momento de gloria deportiva vino en los 'playoffs' de su primera temporada en la ABA. Tras una temporada mediocre y llena de altibajos, los Spirits se enfrentaban en primera ronda de 'playoffs' al mejor equipo de la competición: los New York Nets de Julius Erving. En un enfrentamiento previo televisado (rara ocurrencia en la ABA), Barnes había salido a jugar puestísimo de cocaína, quedándose en unos ridículos cuatro puntos y dando una imagen bochornosa. Tras ser vapuleado por todo el mundo, llegaba muy motivado. El resultado fue un sorprendente 4 a 1 para los Spirits con un Barnes imperial que eclipsó al Doctor J, certificando la mayor sorpresa en la historia de la competición. Se llevó además el trofeo al mejor Novato del Año gracias a sus 24 puntos y casi 16 rebotes por partido. No hubo más milagros, los Spirits cayeron en la siguiente ronda ante los futuros campeones: los Kentucky Colonels de Artis Gilmore. 'Bad News' había demostrado que podía competir con los mejores jugadores del mundo y que tenía un lugar entre ellos, pero lo que parecía el comienzo de algo grande fue en realidad la cima, y al poco todo empezó a ir cuesta abajo... Y sin frenos.

La segunda temporada de Marvin en la ABA no resultó muy diferente en cuanto a números (24 puntos y 11 rebotes por partido), pero para entonces se había convertido en el clásico ejemplo de jugador con talento superlativo que resulta tóxico para su equipo. Barnes estaba cada vez más metido en las drogas y en la organización de Becton y su interés por el baloncesto decaía al mismo ritmo, por lo que los Spiritis nunca sabían quién iba a aparecer a jugar: la fuerza de la naturaleza que dominaba los partidos o el errático yonqui que era incapaz de dar una a derechas. Esa misma temporada, la 75/76, fue la última de la ABA, estrangulada por sus problemas financieros y en la que solo acabaron la competición siete equipos. Finalmente se firmó un acuerdo de fusión por el que cuatro de sus fraquicias (Nuggets, Spurs, Pacers y Nets) jugarían en la NBA en la temporada siguiente, con las otras tres desapareciendo. Se hizo un draft de dispersión y Barnes fue elegido por los Pistons en cuarto lugar, lo que indica que aún mantenía credibilidad.

Drogas, orgías y comida basura

Claro, que eso duró poco: más 'Bad News' que nunca, se presentó a la pretemporada en Detroit en una forma física deplorable tras meses sin tocar un balón y desfases diarios de drogas, orgías y comida basura. Fue un lamentable punto de partida para lo que inevitablemente resultaría una carrera sin lustre en la NBA ya que, aunque apenas tenía 24 años, los excesos con las drogas ya le estaban pasando factura. En la NBA su producción cayó en picado sin que los problemas extradeportivos disminuyeran y, apenas una temporada después, los Pistons se lo sacaron de encima mandándolo a los Braves de Buffalo. Allí tampoco hizo nada destacable y lo traspasaron a Boston, donde tocó fondo, valga como ejemplo la escena con la que empieza el artículo. Los Clippers le dieron una última oportunidad a principios de 1980, pero Barnes, que para entonces también consumía heroína habitualmente, era un espectro enfermizo de 80 kilos y, a todos los efectos, un exjugador. Tras unos pocos partidos lo cortaron y la puerta de la NBA se cerró definitivamente a sus espaldas.

La oportunidad de redimirse le vino, como era habitual en los 80, del otro lado del charco, al calor de las liras italianas del Hurlingham Trieste. Nuevo continente, nuevo país, mismos hábitos. En su primera noche en a orillas del Adriático ya había conseguido un camello y, tras apenas un mes y medio de campeonato, ya lo habían echado. En Italia no tuvo tiempo de demostrar nada en la cancha, pero sí de meterse en problemas serios. Su amistad con un traficante local que montó un sonado escándalo en Italia le llevó a ser detenido por la policía y arrojado a una cárcel apestosa. Un miembro del Departamento de Estado consiguió sacarle y le dijo por lo 'bajini' que lo mejor era desaparecer antes de que se celebrase el juicio. Barnes por una vez supo escuchar un buen consejo, cruzó la cercana frontera hacia Yugoslavia y, vía Alemania, regresó a Estados Unidos. No hubo más experiencias allende las fronteras estadounidenses, pero sí algunas paradas cortas e infructuosas en varios equipos de la CBA, una liga menor que servía de refugio a las balas perdidas y a los que no tenían el talento suficiente. En los Ohio Mixers coincidió con otros proscritos como Billy Ray Bates y Kevin Williams, lo que le llevó a confesarle a un periodista: “Entre Billy Ray, Kevin y yo, el que estaba bien de la cabeza era yo, te lo juro”. Debió ser un vestuario interesante.

A partir de 1986 nadie volvió a darle una oportunidad y, ya sin el contrapeso del baloncesto, por mínimo que fuera, Barnes entró en barrena. El resto de su vida es la del adicto que no consigue escapar a su destino: delitos constantes, entradas y salidas continuas en la cárcel y clínicas de rehabilitación, varios años como indigente sin techo en California o engañar una y otra vez a amigos y conocidos para rascar unos dólares con los que pagarse la siguiente dosis. También hubo luces, ya que en los periodos en los que se mantuvo limpio hizo un gran trabajo en fundaciones que ayudaban a adolescentes con problemas de drogas o familiares, algo que le motivaba mucho. Pero las garras de la droga siempre fueron demasiado largas y afiladas y Marvin acababa recayendo una y otra vez, hasta su fallecimiento por sobredosis en 2014 a los 62 años. A pesar de su turbulenta vida, todo el que le trató tiene una palabra amable sobre Marvin Barnes, estando de acuerdo en que en el fondo era muy buena persona y fácil de querer, algo inaudito dado su historial delictivo y vital. Como dijo Rod Thorn, que lo entrenó en los Spirits y posteriormente fue vicepresidente de la NBA: “Nunca vi a nadie dilapidar tanto talento tan rápido”.

El año es 1979 y el lugar un templo del baloncesto, el Boston Garden. En un gesto cotidiano y mil veces visto, un jugador del banquillo de los Celtics se cubre la cabeza con una toalla mientras se repone del esfuerzo. Pero el gesto esconde algo único e infame que hará que sea recordado para la posteridad: bajo la protección de la toalla, el jugador saca un vial con cocaína del bolsillo del chándal y se pone a esnifar, mientras el compañero más cercano intuye lo que está pasando e instintivamente se aleja de la escena. Quien se está drogando en pleno partido es Marvin Barnes y su apodo, uno de los mejores de siempre, lo dice todo: 'Bad News' (Malas Noticias).

Hay estrellas que nos alumbran para siempre en el firmamento, mientras que otras son fugaces y se desintegran rápidamente, ofreciendo un gran destello que hace felices por un instante a los pocos que tienen la suerte de verlo. La carrera de Marvin Barnes pertenece a este último grupo y los que fueron testigos de ella no la olvidan. Nacido en Providence, Rhode Island, en 1952, ya destacó en el instituto, llevando a su equipo a la victoria en el campeonato estatal. Durante esta época uno de sus compañeros de equipo le puso el sobrenombre de 'Bad News', que le acompañaría toda su vida, por sus correrías fuera de las canchas. Y es que el verdadero sueño del joven Marvin no era convertirse en profesional y alcanzar la gloria en el deporte de la canasta, sino en llegar a ser un gángster legendario, temido pero adorado a la vez. Así, a los pocos días de ganar el título, decidió junto con un grupo de amigos atracar varios autobuses de línea… llevando puesta la cazadora del equipo de su instituto con su nombre bordado en la espalda. Huelga decir que la policía tardó menos de una hora en identificarlos y arrestarlos. No fue el primero ni sería el último: los roces de Barnes con la ley fueron una constante toda su vida.

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