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Por qué un fichaje del Estudiantes alucina cuando ve dónde trabaja
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LA MAGIA DEL RAMIRO DE MAETZU VIAJA HASTA LAS TABLAS

Por qué un fichaje del Estudiantes alucina cuando ve dónde trabaja

Los niños, primero. Pasan las 17 horas y en los alrededores del Ramiro de Maetzu corretean pequeños, pasean adolescentes y observan ‘torres’ de dos metros mientras

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Por qué un fichaje del Estudiantes alucina cuando ve dónde trabaja

Los niños, primero. Pasan las 17 horas y en los alrededores del Ramiro de Maetzu corretean pequeños, pasean adolescentes y observan ‘torres’ de dos metros mientras se dirigen a entrenar. Una vez terminadas las clases en las aulas empiezan en la cancha de baloncesto.

“Lo que más sorprende a los jugadores que fichan por el Estudiantes es que, con todo lo que han oído hablar, se quedan impresionados por el funcionamiento de este club”, comenta Pablo Borrás, uno de los coordinadores de la cantera. Al principio alucinan. Y es que, cuando se cruza uno de la ACB con pequeños de 10 años, son los ‘mayores’ quienes ponen más entusiasmo en chocar los cinco. Han fichado por una ‘empresa’ especial, distinta, casi autónoma e independiente.

En este 2010, el Estudiantes ha crecido. Por ilusión, modelo de trabajo y necesidades económicas, el equipo ya no va a depender sólo del Ramiro. En el norte de Madrid lleva funcionando desde mediados de septiembre el colegio concertado ‘Estudiantes Las Tablas’. Viabilidad económica, baloncesto y formación ‘made in Estudiantes’.

 “En el Ramiro aprendí física, latín y baloncesto” aseguró en su día Pepu Hernández. No es raro, se trata de un colegio normal. Y como tal, la educación y formación del alumno es la prioridad. Tanto es así que -estando en la cantera- si el entrenador de un jugador puede ayudarle en los deberes, antes o después del entrenamiento van a un aula que han construido recientemente en el mismo pabellón Antonio Magariños para dar clases extras. “No hablamos de entrenadores, sí de educadores. Recientemente despedimos a uno porque, aun teniendo las cosas claras en el baloncesto, no nos encajaba la manera de decir las cosas a los chicos. Anteponemos lo cognitivo a lo conductista”.

Los niños, primero. Pasan las 17 horas y en los alrededores del Ramiro de Maetzu corretean pequeños, pasean adolescentes y observan ‘torres’ de dos metros mientras se dirigen a entrenar. Una vez terminadas las clases en las aulas empiezan en la cancha de baloncesto.

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