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La FIFA apoyó en secreto la Superliga durante un año antes de echarse atrás
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Exclusiva del New York Times

La FIFA apoyó en secreto la Superliga durante un año antes de echarse atrás

El New York Times desvela la hipocresía del órgano que rige el fútbol mundial: rechazó el anuncio de la Superliga europea tras mantener conversaciones en privado con sus promotores (y manifestar su apoyo) durante más de un año

Foto: Gianni Infantino y Florentino Pérez, en la final del Mundial de Clubes 2018. (REUTERS)
Gianni Infantino y Florentino Pérez, en la final del Mundial de Clubes 2018. (REUTERS)

La FIFA no dijo (toda) la verdad cuando se unió a la UEFA (aunque con palabras menos gruesas) en la condena de la Superliga europea anunciada por el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, en aquellas 48 horas inolvidables de abril. El diario estadounidense New York Times desveló este jueves que en el contrato de fundación de esa nueva élite había numerosas referencias ocultas a un requisito “esencial” con un nombre en clave: el apoyo de una entidad etiquetada como W01, “pero fácilmente identificable como la FIFA”, en palabras del periódico neoyorquino.

Ese acuerdo, según los documentos revisados por el NYT, “era una condición esencial para la implementación del proyecto de la SL”, la creación de un nuevo torneo europeo en el que 12 clubes –Manchester United, Arsenal, Chelsea, Tottenham, Manchester City, Liverpool, Real Madrid, Barcelona, Atlético de Madrid, Inter de Milan, Milan y Juventus— alcanzarían el ansiado objetivo de aumentar sus ingresos y, en palabras del presidente madridista, “salvar al fútbol” de su crisis actual.

Según la información publicada, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, estuvo siempre informado del plan secesionista; varios de sus principales colaboradores se reunieron en secreto durante meses con los promotores para manifestarles el respaldo a la nueva liga, que finalmente moriría antes de nacer tras el rechazo del fútbol inglés en todos sus estamentos. Hoy son sus secuelas (las disculpas de nueve equipos fundadores y las serias amenazas de la UEFA a los tres díscolos: Real Madrid, Barcelona y Juventus) las que aparecen en la prensa, con procedimientos judiciales ya en marcha.

placeholder Gianni Infantino, el presidente de la Confederación Africana de Fútbol (Patrice Motsepe) y el exfutbolista Didier Drogba en Costa de Marfil, este mes de mayo. (REUTERS)
Gianni Infantino, el presidente de la Confederación Africana de Fútbol (Patrice Motsepe) y el exfutbolista Didier Drogba en Costa de Marfil, este mes de mayo. (REUTERS)

La FIFA (que se negó a responder a las preguntas del periódico estadounidense) tuvo su primer contacto con los clubes de la fracasada Superliga en 2019, lideradas por un grupo conocido como A22, un consorcio de asesores dirigido por Anas Laghrari y John Hahn (inversores radicados en España). Sus responsables llegaron a reunirse con el vicesecretario general de la FIFA, Mattias Grafstrom. En al menos una de esas reuniones, según la citada exclusiva, los clubes propusieron que, a cambio del apoyo de la FIFA, la Superliga aceptaría la participación de hasta diez de sus equipos en una Copa Mundial de clubes anual promovida por la FIFA (renunciando además a los ingresos millonarios por participar).

“De acuerdo” o “receptiva”

El asentimiento de la FIFA a la propuesta disruptiva del fútbol mundial era esencial para evitar un laberinto legal de consecuencias funestas para la continuación del espectáculo y, quizá aún más importante, una garantía para que esos futbolistas de la élite no tuvieran miedo a quedarse fuera de los campeonatos internacionales de selecciones. A mediados del año pasado, y según diversas fuentes consultadas, la FIFA estaba “de acuerdo” o “receptiva”, a falta de conocer los detalles finales del proyecto.

El grupo A22 llevaba unos tres años trabajando en versiones anteriores de una Superliga. Laghrari, un ejecutivo de la firma Key Capital Partners cercano a Florentino Pérez, iba a ser el primer secretario general de la nueva comeptición. Según el diario, ambos encontraron complicidad en un Infantino con ganas de expandir aún más el fútbol mundial, y aún más en los dirigentes de los grandes clubes, especialmente tras la llegada de la pandemia.

Los propietarios que quisieron averiguar en persona la opinión de la FIFA ante el proyecto escucharon, al parecer, la misma respuesta que habían oído antes: “Si el plan se elaboraba de una manera determinada, la FIFA no se opondría”. Ello no sólo facilitó la incorporación de algunos clubes escépticos, sino también la de JPMorgan, el banco de inversión estadounidense que había aceptado financiar el proyecto.

placeholder Aleksander Ceferin, en el Congreso número 45 de la UEFA (abril de este año). (REUTERS)
Aleksander Ceferin, en el Congreso número 45 de la UEFA (abril de este año). (REUTERS)

El 21 de enero de este año, tras la filtración de algunas informaciones sobre la Superliga en la prensa, la FIFA emitió un comunicado en el que afirmaba que no reconocería una liga europea “cerrada”, amenazando de nuevo con la expulsión de los Mundiales a cualquier participante. La declaración sorprendió lógicamente a los promotores de la Superliga, aunque creyeron que podían sortear una competición “cerrada” al sumar a su lista inicial de 15 miembros permanentes cinco clubes clasificados por temporada (y por tanto una mínima concesión al mérito deportivo).

Los clubes idearon fórmulas como vincular la Superliga al Mundial de Clubes de la FIFA y renunciar a esos 1.000 millones de dólares en posibles pagos para un fondo de solidaridad. No se sabe si hubo más conversaciones entre la FIFA y los promotores antes del anuncio de abril; sí se sabe que la FIFA fue el último de los principales órganos de gestión del fútbol mundial en oponerse oficialmente al proyecto y emitir una declaración (cuando la UEFA y varios Gobiernos europeos habían iniciado la ola de rechazo). Evitó los insultos utilizados por Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA, y mantuvo un tono extraordinariamente dialogante y pausado.

El esloveno volvió a presionar a Infantino para que exhibiese un rechazo tajante (como le había exigido en enero), y lo logró durante el Congreso de la UEFA, el 20 de abril (en medio de la tormenta). “No podemos sino desaprobar firmemente la creación de la Superliga”, dijo Infantino. “Una Superliga es un negocio cerrado”.

El contrato ya no era vinculante

Horas después, cuando se dieron cuenta de que aquel requisito “esencial” escrito en su contrato no iba a verificarse, los clubes ingleses reventaron la revolución de la élite (pese a la insistencia de Florentino Pérez acerca de que todos habían firmado un contrato "vinculante"). El resto es ya historia: tras aquella cascada de deserciones, hoy sólo Real Madrid, Barcelona y Juventus se niegan a plegarse al mando de la UEFA, afrontando por ello una expulsión de la Champions.

La FIFA, unas siglas acostumbradas a la polémica desde hace décadas, vuelve indudablemente a quedar retratada por estas revelaciones. Su presidente afronta acusaciones de traición mientras otros le aplauden por su colaboración inestimable en la defunción del proyecto. Como recuerda el NYT, Javier Tebas (presidente de la Liga, opositor radical del proyecto) ya lo había manifestado hace semanas con su habitual rotundidad: “Es él quien está detrás de la Superliga, y ya se lo dije en persona… Lo he dicho antes y lo volveré a decir: detrás de todo esto está el presidente de la FIFA, Gianni Infantino”.

La FIFA no dijo (toda) la verdad cuando se unió a la UEFA (aunque con palabras menos gruesas) en la condena de la Superliga europea anunciada por el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, en aquellas 48 horas inolvidables de abril. El diario estadounidense New York Times desveló este jueves que en el contrato de fundación de esa nueva élite había numerosas referencias ocultas a un requisito “esencial” con un nombre en clave: el apoyo de una entidad etiquetada como W01, “pero fácilmente identificable como la FIFA”, en palabras del periódico neoyorquino.

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