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Carlos Blanco, el australiano que viajó a España para ser gallego y jugar al rugby
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EL PECULIAR VIAJE DEL QUE FUERA SUBCAMPEÓN DEL MUNDO JÚNIOR

Carlos Blanco, el australiano que viajó a España para ser gallego y jugar al rugby

Tras el pitido final del partido, con el barro manchando sus caras, los jugadores de la selección española de rugby alzaron los brazos al cielo y

Foto: Carlos Blanco, el australiano que viajó a España para ser gallego y jugar al rugby
Carlos Blanco, el australiano que viajó a España para ser gallego y jugar al rugby

Tras el pitido final del partido, con el barro manchando sus caras, los jugadores de la selección española de rugby alzaron los brazos al cielo y en pocos segundos vieron interrumpida su celebración después de la invasión de campo por cientos de niños. El pasado sábado, sobre el césped del Estadio Nacional de la Complutense, quince héroes despacharon autógrafos y fotografías durante media hora, hasta que el bullicio por un triunfo histórico ante Portugal se diluyó. Uno de los jugadores que más tiempo aguantó rodeado de papeles, bolígrafos y cámaras fue Carlos Blanco Smith, un australiano que aterrizó en España para ser gallego y jugar al rugby.

Del campo al vestuario y de allí, al bar. El Confidencial estuvo presente en el 'tercer tiempo' de una de las victorias más importantes de toda la historia de nuestro rugby. Mucho colegueo, sonrisas, abrazos y conversaciones en francés. Al rival batido, Portugal, sólo le dio tiempo a echarse una cerveza (vino, agua, refresco o zumo) en esta ley no escrita del ‘tercer tiempo’, debido a su viaje de regreso. Algo de picoteo y las conversaciones entre unos y otros componentes de la selección se entrelazaban. Lástima que la mezcla aún no se realiza de un modo natural por esa barrera del idioma.

Culturalmente, ya mencionamos en este periódico los métodos para hacer piña en el vestuario de los Leones (entre otras canciones, con la Salve Rociera). El entrenador francés, Regis Sonnes, junto a su equipo técnico, intenta por todos los medios que los jugadores sientan el escudo de la camiseta como suyo. Mucho no se han tenido que esforzar en el curioso caso de Carlos José Blanco Smith, un australiano subcampeón del mundo junior en 2005 que dejó Sidney y los Waratahs por Vigo.

Profesor de inglés o jugador de rugby

El jugador oceánico se recorrió medio mundo en busca de sus raíces paternas. Blanco finalizó sus estudios en verano de 2010 y puso rumbo a buscar sus raíces en el pueblo orensano de Puebla de Trives, de 2.500 habitantes.

Inicialmente llegó con la idea de ser profesor de inglés o de jugar al rugby, como comentó el pasado mes de diciembre en La Voz de Galicia. El presidente del club vigués Iveco Universidade, Ramón Babé, le recibió con los brazos abiertos. Nueve semanas después ya fue seleccionado para defender la camiseta internacional en un torneo de rugby a 7 donde España quedó segunda. Ganó a Samoa (campeona del mundo) y empató a Fiji (otra potencia mundial). Blanco colaboró activamente en este resultado y espera hacerlo a partir del 25 de marzo en la meca del 'Seven', las IRB World Series de Hong Kong.

Aunque ya conocía España, Galicia en particular, por un viaje hace más de tres años para conocer a su padre, a Carlos todavía le choca el trato amistoso con la gente que le rodea. Sobre el césped de la Complutense no se le borraba esa sonrisa de asombro por la expectación levantada entre los niños que le rodeaban. En Australia había jugado ante las más de 9.000 personas del pasado sábado, pero su rostro reflejaba una emoción similar a la de hacer vibrar a un gran estadio.

Lejos del hermetismo de un deporte profesional, el rugby se abre a la sencillez. Al 'agobio' de los fans justo después de una victoria, a la apertura del vestuario a los medios de comunicación. A la tradicional conversación con el equipo rival después de la batalla. Todo esto ha sido culpa del actual seleccionador, Sonnes. A día de hoy, su objetivo es ser competitivos con gente que sienta la camiseta, independientemente de donde naciera. En un tiempo algo tendrá que decir la cantera que el pasado sábado abarrotó el terreno de juego.

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Tras el pitido final del partido, con el barro manchando sus caras, los jugadores de la selección española de rugby alzaron los brazos al cielo y en pocos segundos vieron interrumpida su celebración después de la invasión de campo por cientos de niños. El pasado sábado, sobre el césped del Estadio Nacional de la Complutense, quince héroes despacharon autógrafos y fotografías durante media hora, hasta que el bullicio por un triunfo histórico ante Portugal se diluyó. Uno de los jugadores que más tiempo aguantó rodeado de papeles, bolígrafos y cámaras fue Carlos Blanco Smith, un australiano que aterrizó en España para ser gallego y jugar al rugby.

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