Sólo 10 atletas de los JJOO reconocen ser homosexuales

Los Juegos Olímpicos de Pekín han entrado en la tercera semana de competición, y la gran mayoría de atletas ya ha competido o, al menos, ha comenzado a competir. Del total de participantes -aproximadamente unos 1.500- tan sólo diez de ellos han reconocido abiertamente ser homosexuales. Según afirma el portal gay de Internet ‘Outsports.com’, de los diez atletas, nueve de ellos son mujeres que participan en esgrima y ciclismo. Entre los competidores masculinos tan sólo el saltador de trampolín Matthew Mitcham se ha atrevido a hablar sobre su tendencia sexual.

Esta cifra se antoja escasa. Extrapolando el porcentaje que existe en la sociedad, un 0,6 % de atletas gays en los Juegos Olímpicos se convierte en un número increíblemente pequeño, un dato paupérrimo como para ser cierto. El propio portal homosexual calcula que la cifra debe oscilar entre los 800 y los 1.000 atletas, y deja patente la decepción que este anuncio –o, mejor dicho, el silencio existente respecto a este tema, principalmente después de esfuerzos de deportistas como Martina Navratilova o Amélie Mauresmo por evitar que se convierta en un tema tabú.

Muchos de estos participantes no se atreven a comentar los aspectos de su sexualidad, ante el miedo a que sus contratos se vean afectados, así como la atención de los medios de comunicación, que podría centrarse en su condición en detrimento de los logros obtenidos en sus distintas pruebas y competiciones. El propio Mitcham aseguró que su homosexualidad no es un problema, y que sólo desea que se le conozca por ser un deportista de éxito: “Son todos los demás los que piensan que es especial, cuando la homosexualidad y el deporte de elite van de la mano”.

Por desgracia, aún quedan demasiados prejuicios en la sociedad, como se ha encargado de demostrar Eli Portnoy, el estratega jefe del Grupo Portnoy, empresa especializada en imagen de marca. Portnoy afirmó que muchas empresas aún tienen muchos reparos en patrocinar a un atleta que se haya declarado públicamente homosexual, como ocurrió con el laureado saltador de trampolín estadounidense Greg Louganis, que se retiró después de las Olimpiadas de Seúl 88 con cuatro medallas olímpicas de oro y una de plata, seis medallas de oro en los Juegos Panamericanos, cinco campeonatos mundiales y 47 títulos nacionales de los Estados Unidos.

Louganis vio no sólo cómo ninguna gran marca quería patrocinarle tras afirmar públicamente que era gay, sino que las empresas que se encontraban publicitándole hasta ese momento retiraron su patrocinio, tónica que continuó incluso una vez retirado. En pleno siglo XXI es muy triste que nos importe más la condición sexual de un atleta que sus propios logros. Olvidemos la cama y fijémonos exclusivamente en el talento.