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Álex Angulo, mucho más que un secundario de lujo para el cine español
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el actor ha fallecido a los 61 años

Álex Angulo, mucho más que un secundario de lujo para el cine español

El actor, era uno de esos intérpretes condenados a papeles pequeños, que gracias a su personalidad y oficio convertía en pequeños robaescenas

Foto: Álex Angulo en el Festival de San Sebastián de 2010 (EFE)
Álex Angulo en el Festival de San Sebastián de 2010 (EFE)

Para Angulo, esa etiqueta se quedaba corta, ya que su presencia en una pantalla era imponente y hacía que sus personajes, aunque breves, cobraran una importancia inusual. Lo supo ver bien Álex de la Iglesia, que le convirtió en uno de sus actores fetiche. Juntos trabajaron en cuatro ocasiones, pero antes de De la Iglesia ya había habido mucho Álex Angulo, aunque la mayor parte de los espectadores no le reconociesen.

Angulo siempre ha tenido un vínculo especial con su tierra, el País Vasco, y con los creadores surgidos allí. Sus primeros pasos como actor los dio en el teatro gracias a la compañía de Ramón Barea, Karraka. En ella actuó diez años hasta que otro director vasco le brindó su primera alternativa en el cine. Fue Imanol Uribe, que en La fuga de Segovia (1981) le reservó el papel de Anot.

Tras su debut, Álex Angulo se centró en su carrera encima de las tablas y en la televisión vasca. Hasta 1987 no volvió a la gran pantalla, y tras papeles pequeños en filmes como El rey pasmado (1991), o Todo por la pasta (1991) llegó su gran oportunidad. Fue en forma de cortometraje de nombre provocador: Mirindas asesinas (1991), un trabajo gracias al que Angulo y su director, un por entonces prometedor Álex de la Iglesia, pidieron a gritos su hueco en el cine español.

El corto fue el comienzo de un tándem que ha regalado a la historia de nuestro cine algunas de las películas más frescas de los últimos veinticinco años. Tras Mirindas asesinas continuaron su flechazo con Acción mutante (1993), en la que Angulo interpretó a uno de los hermanos siameses Abadie.

El culmen de sus colaboraciones llegó con El día de la bestia (1995), una de las películas más icónicas de nuestro cine, donde su papel como Ángel Berriatúa, un cura obsesionado con la llegada del Anticristo, le supuso su primera nominación al Goya, y no como actor secundario, sino como el absoluto protagonista del filme. Otra de sus colaboraciones con De la Iglesia, Muertos de risa (1999), le granjeó su segunda nominación a los premios del cine español gracias a su papel como representante de los dos cómicos protagonistas en otra muestra de humor negro.

Desde El día de la bestia Álex Angulo se ha paseado por los filmes de los mejores directores del cine español. Daba lo mismo que fueran papeles pequeños, el vasco los acometía como si fuera el absoluto rey de la función. Así ocurrió en Hola, ¿estás sola? (1995), de Icíar Bollaín, Así en el cielo como en la tierra (1995), de José Luis Cuerda o Carne trémula (1997), de Pedro Almodóvar.

Su amigo y compañero durante sus primeros pasos en los teatros vascos, Ramón Barea, le regaló uno de sus escasos protagonistas. Fue en El coche de pedales (2003), un drama sentimental ambientado en la España franquista, que sería su último principal.

Su buen hacer en cualquier papel, fuera de la importancia que fuera, tuvo como recompensa que un director internacional se fijara en él para uno de sus filmes más personales. Guillermo del Toro y su obsesión por la Guerra Civil española crearon con El laberinto del fauno una de las historias más personales y arriesgadas sobre el tema.

En su reparto, Del Toro guardó el personaje del doctor Ferreiro para Álex Angulo, un médico que suministraba medicamentos a los rebeldes escondidos en el bosque. La Academia del Cine Español pasó de largo de su emotiva interpretación, cosa que no hizo la Academia Mexicana, que le nominó como mejor actor de reparto para sus premios Ariel. Un personaje esencial en su filmografía que define perfectamente lo que suponía tener a Angulo en una película. Sin hacer ruido, con oficio y humildad, Angulo elevaba cualquier personaje. Hacía fácil lo difícil, tanto que ni en los Goya se acordaron de él.

Los géneros nunca fueron un problema para él, y pasaba de comedias como A mi madre le gustan las mujeres (2002), El oro de Moscú (2003), o Isi-Disi (2004), a dramas como Otros días vendrán (2005), thrillers como Bosque de sombras (2006), o incluso cine de terror como Imago Mortis (2009).

Ni siquiera tuvo miedo de reírse de sí mismo. Incluso en productos dedicados al público adolescente como Fuga de cerebros (2009) aportaba su toque de calidad bajo esa temible etiqueta de ‘secundario de lujo’.

Otro director vasco, Óscar Aibar, le entregó en bandeja su tercera nominación al Goya con El gran Vázquez (2010), personal biopic del dibujante de tebeos en el que Ángulo dio vida al contable de Editorial Bruguera, Peláez.

Durante sus últimos años, Álex Angulo centró más su carrera en la televisión, aunque este año tenía pendiente de estreno A escondidas, filme presentado en el Festival de Málaga, y había terminado su participación en la comedia Justi&Cía.

De 'Periodistas' a 'Gran Reserva'

A pesar de que nunca abandonara el cine, Álex Angulo ha llevado paralelamente una amplia carrera en la pequeña pantalla, donde todos los espectadores le recordarán en uno de los papeles más míticos de la televisión en España: Blas Castellote.

El éxito de El día de la bestia le llevó a recaer en una de las series icónicas de la ficción española: Periodistas. Desde 1998 a 2002, Álex Angulo fue parte de uno de los programas más exitosos del momento, y uno de aquellos productos que comenzaron a engrasar la maquinaria de las series españolas. Blas Castellote le otorgó la popularidad que en el cine se le había resistido.

Igual que en cine no renunciaba a pequeños papeles, tampoco lo hizo en televisión, y prácticamente ha aparecido en todas las series españolas que han triunfado.

Pocos actores podrán decir que han tenido su momento de gloria en 7 vidas, Los Serrano, Aquí no hay quien viva, Amar en tiempos revueltos y la más reciente Gran reserva: el origen.

Precisamente fue su carrera televisiva, y especialmente su papel en Periodistas, los que consiguieron que la imagen pública de Angulo se distanciara de la que había dado a conocer las películas de Álex de la Iglesia. De sus oscuros primeros personajes en cine pasó a ser visto como el entrañable compañero de trabajo que todos querrían tener.

Una imagen que paseó por todos esos pequeños papeles que hicieron que fuera mucho más que un secundario de lujo para el cine y la televisión españoles.

Para Angulo, esa etiqueta se quedaba corta, ya que su presencia en una pantalla era imponente y hacía que sus personajes, aunque breves, cobraran una importancia inusual. Lo supo ver bien Álex de la Iglesia, que le convirtió en uno de sus actores fetiche. Juntos trabajaron en cuatro ocasiones, pero antes de De la Iglesia ya había habido mucho Álex Angulo, aunque la mayor parte de los espectadores no le reconociesen.

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