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Autopsia de una odisea hospitalaria
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estreno de 'la mujer del chatarrero'

Autopsia de una odisea hospitalaria

El director bosnio Danis Tanovic recupera su mejor forma con un filme de urgencia que bebe de la tradición neorrealista

Foto: Fotograma del filme
Fotograma del filme

Senada está embarazada de pocos meses. Un día empieza a sentir fuertes dolores en el vientre. Y sangra. Tras las indicaciones de la doctora de su pequeño pueblo en la región de Tuzla, viaja con su marido y sus dos hijas hasta Sarajevo. Ha sufrido un aborto y solo en la capital pueden operarla. Pero Senada no tiene seguro médico. Sin seguro no hay operación. Y el médico se escuda tras la banalidad del mal para no atender a una paciente en estado grave: órdenes son órdenes.

El director bosnio Danis Tanovic leyó la historia de Senada en la prensa local y decidió rodar una película al respecto. En lugar de acudir a intérpretes profesionales, el cineasta decidió contar con los protagonistas reales de este caso de discriminación sanitaria que tuvo lugar en su país. Tanovic convenció a Senada y a su marido Nazif para que se implicaran en el proyecto y rodó en los mismos escenarios, el pueblo de Poljice con sus casas autoconstruidas y la capital bosnia. La mujer del chatarrero es, por tanto, la reconstrucción de un hecho real llevada a cabo por sus propios protagonistas. Pero la película se aleja del terreno pantanoso de los docudramas al uso para acercarse a los postulados del cine neorrealista.

La mujer del chatarrero arranca con un plano de las dos hijas de los protagonistas que miran a cámara rompiendo la cuarta pared, con la inocencia de quien todavía no se ha amoldado a las convenciones de un dispositivo de ficción. De esta manera Tanovic deja claro que ha creado un artefacto imperfecto que no pretende funcionar como un drama convencional, pero tampoco como un pseudocumental. La película se rodó con un equipo mínimo en poco más de una semana. Una película de urgencia, de poco más de una hora de metraje, para llamar la atención sobre un problema acuciante que no solo afecta a minorías como la gitana y a estados como Bosnia-Herzegovina.

La película se rodó con un equipo mínimo en poco más de una semana. Una cinta de urgencia

En una actualización de la poética del seguimiento que ejercieron Vittorio de Sica y Cesare Zavattini en filmes como El ladrón de bicicletas o Umberto D, Tanovic se pega a la espalda de este chatarrero que, tras ver como se le niega la atención médica a su esposa, emprende su propia odisea por hospitales, servicios sociales,organizaciones benéficas, y casas de vecinos y de familiares a fin de conseguir salvar a su mujer de la muerte por septicemia.

El filme avanza con impecable sobriedad, despojado de cualquier elemento que pudiera invitar a la compasión o al sentimentalismo

El director no se detiene a recrearse en situaciones dramáticas o épicas. La película avanza con impecable sobriedad, despojada de cualquier elemento que pudiera invitar a la compasión o al sentimentalismo. Es tan austera que ni tan siquiera dispone de banda sonora. La conclusión también evita el tono triunfalista. Otro tanto a favor.

En un momento del filme, Nazif, que luchó cuatro años en las trincheras, le comenta a un compañero “que durante la guerra estábamos mejor”. Los pocos recuerdos que desgrana del conflicto en los Balcanes son espeluznantes. Aún así, su sentimiento de indefensión actual le pesa más. Danis Tanovic también estuvo en el frente durante la guerra, donde se dedicó a filmar en primera línea de fuego. Tras el fin de la contienda, su carrera en la ficción cinematográfica empezó por todo lo alto. En 2001 presenta en la sección oficial de Cannes En tierra de nadie, un apropiado ajuste de cuentas a la posición internacional (cascos azules, ONU, prensa...) en la guerra en la antigua Yugoslavia.

Resulta insólito que un realizador debutante consiga colarse en el concurso por la Palma de Oro, espacio reservado casi siempre a nombres ya consagrados. Tanovic consiguió el Premio al mejor guión en Cannes, al que no tardaron en acompañar otros galardones internacionales, Oscar al mejorfilme de habla no inglesa incluido. Parecía que nos encontrábamos ante el nacimiento de un nuevo gran cineasta. Pero la carrera posterior del bosnio fue errante, como si no consiguiera encontrar su camino tras un inicio tan potente. Tanovic probó suerte en el cine francés adaptando un guión del fallecido Krzysztof Kieslowski, El infierno (2005). Volvió a los horrores de la guerra, en este caso en el Kurdistán, en la muy dispersa Triage (2009). Y se dio de bruces con el fracaso comercial con la ambiciosa, y un punto à la Kusturica, Circus Columbia (2010).

Regresar a su país en tiempo presente y con un proyecto humilde le ha sentado bien a Danis Tanovic. La mujer del chatarrero funciona como un retrato nada complaciente de Bosnia casi veinte años después del fin de la guerra. En su odisea cotidiana Senada y Nazif recorren las carreteras principales y secundarias de la región a través de un paisaje invernal e industrializado. Tanovic se adentra en un rincón semi olvidado de una Bosnia gris y empobrecida donde sus habitantes, veteranos de una guerra que copó portadas de diarios durante años, tienen que convertir el propio coche en chatarra para garantizar su supervivencia. Desde su modestia y sobriedad dramática, La mujer del chatarrero acaba hablando mucho más de lo que parece de una Europa contemporánea marcada por las discriminaciones sanitarias, la pobreza energética, la marginación social, la falta de empleo y el racismo.

Senada está embarazada de pocos meses. Un día empieza a sentir fuertes dolores en el vientre. Y sangra. Tras las indicaciones de la doctora de su pequeño pueblo en la región de Tuzla, viaja con su marido y sus dos hijas hasta Sarajevo. Ha sufrido un aborto y solo en la capital pueden operarla. Pero Senada no tiene seguro médico. Sin seguro no hay operación. Y el médico se escuda tras la banalidad del mal para no atender a una paciente en estado grave: órdenes son órdenes.

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