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"Me daba pánico que mi amigo hubiera empuñado las armas con ETA"
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"Me daba pánico que mi amigo hubiera empuñado las armas con ETA"

El actor vasco Aitor Merino analiza las claves de su película sobre su conflictiva relación de amistad con un miembro de ETA

Foto: Aitor Merino en un fotograma de 'Asier y yo'
Aitor Merino en un fotograma de 'Asier y yo'

Es posible que el nombre de Aitor Merino le suene a chino, pero usted ha visto antes la cara de este actor vasco, aunque no sea consciente de ello. Merino era uno de los jóvenes ebrios que jugaban a balancearse del puente de Juan Bravo en Historias del Kronen (Montxo Armendáriz, 1995). Parece que le cogió el gusto entonces a mirar a la cara al abismo madrileño. Quizás solo así se explique que el actor, residente en Madrid desde su adolescencia, decidiera meterse ahora en la madre de todos los jardines: dirigir un documental (Asier y yo) sobre su relación de amistad con Asier Aranguren, antiguo compañero de colegio y actual miembro de ETA. Asier y yo, escrita y dirigida a cuatro manos por Aitor y su hermana Amaia, analiza las conflictivas connotaciones éticas, políticas y personales de dicha amistad y reflexiona sobre el avispero vasco en época de deshielo.

Imaginen por un momento la opinión de un miembro de ETA sobre el conflicto vasco. Ahora supongan la opinión de un joven actor madrileño de la órbita de Merino. Y por último imaginen a Merino en medio de esas dos visiones antagónicas de su círculo de amistades. Este choque de discursos, que saturaron durante años sus orejas, está en el origen de una película como Asier y yo, que se estrena el viernes tras pasar por el festival de cine de San Sebastián.

Humor y política

Por si el tema de Asier y yo no fuera suficiente patata caliente, Merino utiliza algunas de las heterodoxas armas del documental del siglo XXI: voz en off en primera persona, subjetividad y hasta pinceladas humorísticas. “Lo del humor es un defecto profesional. Cuando me pongo delante de la cámara, no puedo parar de hacer el chorra”, explica Merino a El Confidencial, que pasó ayer por Madrid para presentar el filme.

No nos equivoquemos: Asier y yo es un documental que se toma muy en serio el análisis de un tema político controvertido, aunque su tono responde claramente a un nuevo momento cultural: es imposible que una película así se hubiera rodado durante los años ochenta y noventa. El largometraje es una visión desmitificadora del polvorín vasco; consecuencia cultural del abandono de las armas de ETA y de los cuatro años (se cumplen en marzo) sin víctimas mortales.

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La cinta arranca explicando los orígenes de una relación conflictiva. Asier y Aitor estudiaron juntos en la ikastola pamplonesa. Se pasaban las clases "cotorreando, pensando en chicas y en las musarañas. Éramos dos fracasos escolares en potencia", explica Merino en el documental. Eran tiempos de muchas risas, aunque el horno político no estaba para muchos bollos. Corría el curso 1984-1985, temporada en la que ETA mataría a 41 personas. Los GAL, por su parte, le daban al tiro y a la cal. "Bailábamos y protestábamos a ritmo de Kortatu y a ritmo de Kortatu nos hostiaban", resume el director.

Llegada la adolescencia, Merino se hizo after-punk. Caminando por Pamplona con pintas de punk gótico. Su deriva bohemia le acabó llevando a Madrid al poco tiempo: quería ser actor. En Madrid se le bajaron un poco los humos vascos. "Nunca me sentí en el corazón del enemigo. Al contrario. Madrid era la gran ciudad donde la gente no me miraba por vestir raro. Me sentía libre".

Mientras Merino hacía carrera como actor, la vida de Aranguren tomó otros derroteros. Tenía 20 años cuando fue condenado a prisión por insumiso. Un año y medio a la sombra junto a centenares de insumisos pamploneses. Pero sus estancias carcelarias no habían hecho más que empezar. A principios del siglo XXI le cayeron ocho años por pertenencia a ETA. Merino recuerda así el momento en el que se enteró de la nueva militancia de su amigo: “Me temblaron las piernas y me eché a llorar. Me preocupaba lo que podía llegar a hacer…”.

En Madrid nunca me sentí en el corazón del enemigo

Merino, en efecto, respiró aliviado cuando supo que Aitor no llegó a disparar: “La violencia me provoca ganas de vomitar. Me daba pánico pensar que mi amigo pudiera haber empuñado las armas”, resume.

"Quisiera que la gente se preguntara hasta qué punto, cuando uno quiere a una persona, es fácil rechazarla por una cuestión de principios", contó ayer Merino para resumir su conflicto interior.

Aranguren fue excarcelado en 2010, meses antes del alto el fuego, aunque la semana pasada fue detenido otra vez por formar parte del grupo de enlace con el colectivo de presos (EPPK). Todo en medio del siguiente contexto: anulación de la doctrina Parot por parte de Estrasburgo, liberación de decenas de presos de ETA, protestas de las asociaciones de víctimas, arresto de miembros de EPPK y masiva manifestación en Bilbao a favor de una nueva política penitenciaria. Merino remata la conversación deseando que los acontecimientos de los últimos días no sean más que el último coletazo grave de un conflicto en vías de desactivación. “Me gustaría que se atendiera a los deseos de paz expresados por la práctica totalidad de la sociedad vasca”, zanja.

Es posible que el nombre de Aitor Merino le suene a chino, pero usted ha visto antes la cara de este actor vasco, aunque no sea consciente de ello. Merino era uno de los jóvenes ebrios que jugaban a balancearse del puente de Juan Bravo en Historias del Kronen (Montxo Armendáriz, 1995). Parece que le cogió el gusto entonces a mirar a la cara al abismo madrileño. Quizás solo así se explique que el actor, residente en Madrid desde su adolescencia, decidiera meterse ahora en la madre de todos los jardines: dirigir un documental (Asier y yo) sobre su relación de amistad con Asier Aranguren, antiguo compañero de colegio y actual miembro de ETA. Asier y yo, escrita y dirigida a cuatro manos por Aitor y su hermana Amaia, analiza las conflictivas connotaciones éticas, políticas y personales de dicha amistad y reflexiona sobre el avispero vasco en época de deshielo.

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