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Kelly Reichardt firma un filme ejemplar

La moral gana adeptos en La Mostra

'Night Moves', de Kelly Reichardt, es la mejor película vista hasta el momento en la competición del certamen y, sin duda, una gran película

Foto: La actriz Dakota Fanning, la directora Kelly Reichardt y el actor Jesse Eisenberg presentan 'Night Moves' (EFE)
La actriz Dakota Fanning, la directora Kelly Reichardt y el actor Jesse Eisenberg presentan 'Night Moves' (EFE)

Con el fin de visualizar sus 70 ediciones, todas las proyecciones del Festival de Venecia se inician este año con un clip de un minuto aproximadamente que recupera algún fragmento de los noticiarios Luce relativos al certamen. Son muy divertidos los de los años treinta, en plena época mussoliniana, cuando uno descubre que era el propio Partido Fascista Italiano el encargado de dar el premio a la mejor película de contenido “político-social”.

Otro de 1951 acabó siendo ovacionado por el público. El noticiario recogía la edición en la que el León de Oro recayó en Rashomon, de Akira Kurosawa, acompañada en el palmarés por Un tranvía llamado deseo (Elia Kazan), El río (Jean Renoir) o Diario de un cura rural (Robert Bresson).

De haberlos vivido, uno sentiría una profunda nostalgia por esos tiempos en los que levantabas una piedra y salía una obra maestra. Hoy las “obras maestras” hay que buscarlas con lupa y parece más fácil encontrar oro en el Lido, que grandes películas en la competición oficial. Pero los festivales, su gracia, quizás, consiste en eso: en la persecución de la obra maestra, como si tuviésemos la certeza de que todo festival ha de tenernos una reservada. Puede que en 1951 sí, ahora tenemos que conformarnos con el buen cine, cuando hay suerte.

Prestigio y reconocimiento

Ese clip pudo verse, no sé si por casualidad, precediendo la proyección de Night Moves, de Kelly Reichardt, en mi opinión la mejor película vista hasta el momento en la competición y, sin duda, una gran película. La carrera de la norteamericana Reichardt en los siete últimos años, los que median entre su segundo largometraje, Old Joy, y su nueva película, resulta ejemplar en la afirmación de un prestigio creciente sin abandonar en ningún momento la independencia creativa.

El prestigio, fundamentado más en los festivales europeos que en su propio país, le ha servido al menos para poder trabajar con jóvenes estrellas, lo que sin duda ha facilitado la financiación de sus películas. Si Michelle Williams fue la protagonista de sus anteriores largos, el nuevo cuenta con un reparto encabezado por Jesse Eisenberg, Dakota Fanning y Peter Sarsgaard.

Aquella película de 2006 supuso también el encuentro de Reichardt con el escritor Jon Raymond, del que empezó adaptando un par de cuentos antes de reclutarlo como guionista. Night Moves, la historia de tres activistas medioambientales que deciden atacar los intereses de una hidroeléctrica volando un pantano, es perfectamente reconocible como una película de Reichardt-Raymond.

Moral y humanista

El argumento, con el preparativo del atentado y, después, con sus consecuencias en las vidas de los tres personajes, parecería el de un thriller, un thriller en todo caso inusual, pues el tema de los grupos políticos radicales norteamericanos (desde Weather Underground a Patty Hearst), tan presente en su literatura, no es muy común en el cine americano. Pero como ya ocurría con Meek’s Cutoff, el tema no implica una fórmula específica genérica.

Quiénes busquen acción y suspense en Night Moves pueden sentirse muy decepcionados. Reichardt privilegia la dimensión moral de sus personajes y sus actividades cotidianas, sin ponerse en su lugar ni pretender que el espectador se identifique, en el sentido que sea, con ellos. Frío y distante, pero también profundamente humanista y desasosegante, se diría que el cine de Reichardt busca la máxima objetividad.

Otro noticiario Luce nos devuelve a 1953, cuando una insólita decisión del jurado dejó desierto el León de Oro (nueva ovación en la sala). De no ser por Kelly Reichardt, el festival de este año merecería una suerte similar. Pero hay fundadas esperanzas de que aún hay buenas películas por llegar. Child of God no es una de ellas. La dirige James Franco, hasta hace unos meses conocido tan sólo por su faceta de actor. En lo que va de año, sin embargo, ha realizado ya tres largometrajes, el primero presentado en Sundance y Berlín, el segundo en Cannes (una imposible adaptación de Mientras agonizo de William Faulkner) y ahora un tercero, en este caso una versión de la novela homónima de Cormac McCarthy.

Superficial e impotente

Queda la duda si hay un solo James Franco o si, por el contrario, hay varios James Franco. Además de proseguir con su carrera de actor (está en cartel la magnífica Juerga hasta el fin, la demostración de que a Franco le atraen los proyectos singulares) y dirigir estos tres largos, en Venecia está presente al menos por partida triple, pues a Child of God hay que sumar su participación en un documental sobre Samuel Fuller y la adaptación que de sus relatos (sí, también es escritor) ha efectuado Gia Coppola, la nieta del gran Francis Ford, en su ópera prima, Palo Alto.

Esta intensa actividad es inevitable que se refleje en sus películas. Child of God no deja de ser una adaptación muy superficial que en ningún momento logra sacarse de encima un cierto aire a telefilm. La presunta fidelidad de la adaptación se reduce a la literalidad de algunos diálogos, a una voz en off a la que Franco recurre cuando sus imágenes son incapaces de traducir el texto de McCarthy y a la reproducción de los pasajes más escabrosos.

Cuando McCarthy escribe que Lester Ballard “encontró un claro entre matas de estramonios y solanos, se agachó y cagó. (…) Se limpió con un palo y se levantó y se subió el pantalón que tocaba el suelo”, Franco lo filma tal cual, sin ahorrar ningún detalle. Con pasajes de este otro estilo: “Después, tan solo quedaban el silencio y la rica melancolía de la madreselva en medio del aire oscuro de aquella noche de verano”, las imágenes de Franco demuestran su impotencia.

Incomprensible y evidente

James Franco es también uno de los culpables de haber facilitado el paso de David Gordon Green del cine independiente, en donde se había ganado la reputación de ser algo así como el heredero por excelencia de Terrence Malick, a las producciones de los grandes estudios, especializándose en comedias gamberras como Superfumados. Con Joe, presentada también en competición, Green parece volver a los temas que había desarrollado en sus primeras películas, en especial el de la filiación. Pero, pese a tratarse de una película estimable, algo se ha perdido en el camino. La presencia de Nicolas Cage tampoco ayuda: como su interpretación, todo es demasiado evidente, hay poco misterio.

Es improbable que el jurado acabe acordándose de Joe, como no sea por Cage. Por el contrario, la producción alemana The Police Officer’s Wife tiene muchas más posibilidades. Es la típica favorita de los festivales y los jurados: un dispositivo muy artificioso y original, una temática (los malos tratos) muy agradecida para los jurados concienzados y una fórmula narrativa inspirada por Haneke que presenta un universo plácido en el que acaba por explotar la violencia contenida. Philomena es algo así como su antítesis.

La película de Stephen Frears protagonizada por Judi Dench y Steve Coogan cuenta la búsqueda por parte de una anciana irlandesa del hijo que le fue robado por unas monjas cuando era poco más que una adolescente. El tema parece grave, pero tanto Frears como Coogan (productor) parecen encontrarse más cómodos en el registro de comedia. El resultado es todo un crowd-pleaser cuya presencia en la competición se antoja incomprensible.

Con el fin de visualizar sus 70 ediciones, todas las proyecciones del Festival de Venecia se inician este año con un clip de un minuto aproximadamente que recupera algún fragmento de los noticiarios Luce relativos al certamen. Son muy divertidos los de los años treinta, en plena época mussoliniana, cuando uno descubre que era el propio Partido Fascista Italiano el encargado de dar el premio a la mejor película de contenido “político-social”.

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