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Qué es el 'queerbaiting' y por qué Rosalía no nos debe una salida del armario
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María Díaz

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Qué es el 'queerbaiting' y por qué Rosalía no nos debe una salida del armario

La cantante, que fue acusada anteriormente de usar temáticas LGTB en sus canciones para tener más repercusión, mantuvo una relación de cinco meses con una actriz

Foto: Rosalía, durante una actuación en Madrid. (Europa Press/Ricardo Rubio)
Rosalía, durante una actuación en Madrid. (Europa Press/Ricardo Rubio)
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Rosalía ha sido noticia tras una entrevista de Hunter Schafer para GQ, en la que la actriz revelaba que había mantenido una relación sentimental de cinco meses con la cantante en 2019. Desde que saltó a la fama en 2016, Rosalía, que dice llevar personalmente sus perfiles en redes, ha compartido de manera muy inteligente parte de su vida privada, que no íntima. Esto ha permitido cierta identificación con su público, una sensación de cercanía muy apropiada para sortear las envidias y críticas que el éxito acarrea. Pero también, estas postales privadas son parte de la persona pública de la artista y dialogan con su misma obra, como ocurre tantas veces en el pop mainstream; ahí está la carrera de Taylor Swift para dar testimonio de ello.

Por todo esto, la confirmación de que Rosalía ha sido pareja de una mujer ha desatado todo tipo de reinterpretaciones sobre sus apariciones públicas, post de Instagram y canciones de aquel año. Aparentemente, a toro pasado todo el mundo sabe ver las señales que apuntaban en la dirección contraria a lo siempre supuesto, siempre asumido, la omnipresente heterosexualidad.

El caso es que esta no es la primera vez que se habla de forma pública sobre la orientación sexual de Rosalía. Más allá de rumorología de redes sociales y apps de citas, lo cierto es que en la obra de la cantante hay varias referencias al sexo sáfico, lo que no ha estado exento de polémica. Cuando en 2022 Tokischa y Rosalía lanzaron Linda — con letras tan inequívocas como 'las amigas que se besan son la mejor compañía' — las reacciones llegaron por todas partes. Además de los clásicos y repetitivos debates sobre la hipersexualización en la música urbana, hubo quien acusó a Rosalía de hacer queerbaiting.

¿Qué es el 'queerbaiting'?

Se llama queerbaiting a la práctica de incluir tramas o personajes con cierta codificación LGTB, mientras a su vez se evita tanto la confirmación explícita de la identidad sexual como su negación frontal. De esta forma se aspira llegar al público del colectivo o favorable a la diversidad en ficción sin asustar a las audiencias más tradicionales. Lo mejor de los dos mundos en términos de marketing y lo peor de la instrumentalización de los sentimientos identitarios con fines económicos. Dejados ya atrás, de forma aparente, los tiempos en los que narrar lo LGTB requería de subtextos y simbolismos, este tipo de técnicas publicitarias convierten en moneda de cambio la natural avidez de referencias y representación en la ficción de buena parte de la población — la comunidad LGTB en España constituye un 14% de la misma — mientras que a su vez se invisibiliza.

Por supuesto, las denuncias públicas de queerbaiting se hacen sobre productos culturales de gran presupuesto, con enormes compañías tras de sí e innegable voluntad generalista. Como siempre, cuanto menor es la posibilidad de perder, más seguro se juega. Hay, sin embargo, otra perspectiva desde la que ver este fenómeno, más complementaria que opuesta a la explicada. Sin querer echar ningún tipo de capote a una máquina imparable y autofágica como Disney, ejemplos como el del polémico beso entre dos mujeres en Lightyear (2022) deja ver que el queerbaiting sea más una consecuencia de las campañas de odio intolerante que un plan maléfico y consciente en sí mismo.

El arte LGTB siempre ha existido y, le pese a quien le pese, siempre existirá, pero quizá sea ya no solo ingenuo, sino también contraproducente esperar de megacorporaciones una posición de vanguardia, especialmente en un estado del desarrollo capital donde no hay margen para no ganar. Por ello, para alcanzar sus objetivos, las empresas aspiran a todos los públicos, lo que se traduce, prácticamente, a ninguno.

¿Pueden las personas hacer queerbaiting?

Ahora bien, Rosalía no es Disney. ¿Qué pasa con ella? Pues pasa lo mismo que con Harry Styles, Billie Eilish o Bad Bunny. A todos se le ha acusado de practicar queerbaiting — a pesar de que el término nación en el ámbito de la ficción—, ya que cierto público considera que estos artistas hacen uso de estéticas, códigos y narrativas LGTB con fines publicitarios. Este es un tema complicado en el que entran factores variados, desde la influencia de minorías en la industria de la moda hasta la mirada masculina sobre lo lésbico y la bifobia. Pero creo que hacia donde se puede avanzar es a discernir lo imposible del objeto que se trata. Es decir, si el queerbaiting no es más que una práctica de marketing: ¿cómo puede ser ejecutado por personas hacia su propio arte, hacia su propia vida?

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Es cierto que, cada vez con más frecuencia, confundimos a las empresas con las personas y las personas con las empresas. Esta dinámica perversa hace que haya identificación personal y empatía con conceptos sujetos a copyright mientras nos juzgamos a nosotros mismos en términos de valor de marca, no de valor moral. Esto mismo puede llegar a confundir a Rosalía con su aparataje publicitario y viceversa. Por suerte, la sexualidad, en su naturaleza cambiante, espectral, ambigua, por más que quiera ser comercializada, forma parte exclusiva del ámbito de lo humano, nunca del económico.

Por otra parte, no deja de parecerme sintomático que el debate sea si una artista puede o no escribir ciertas canciones, dando por hecho que no sabe de lo que habla — porque aquí todo el mundo es heterosexual hasta que se demuestre lo contrario — pero no se levantase apenas comentarios ante la reciente noticia de su posesión de una empresa inmobiliaria familiar llamada Tresmamis S. L. Quizá nuestra hipervigilancia colectiva en redes está obligando a las personas públicas a salir de los armarios incorrectos.

Rosalía ha sido noticia tras una entrevista de Hunter Schafer para GQ, en la que la actriz revelaba que había mantenido una relación sentimental de cinco meses con la cantante en 2019. Desde que saltó a la fama en 2016, Rosalía, que dice llevar personalmente sus perfiles en redes, ha compartido de manera muy inteligente parte de su vida privada, que no íntima. Esto ha permitido cierta identificación con su público, una sensación de cercanía muy apropiada para sortear las envidias y críticas que el éxito acarrea. Pero también, estas postales privadas son parte de la persona pública de la artista y dialogan con su misma obra, como ocurre tantas veces en el pop mainstream; ahí está la carrera de Taylor Swift para dar testimonio de ello.

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