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Ángel Martín no ha ido a misa
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Juan Soto Ivars

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Ángel Martín no ha ido a misa

Venía a señalar, sin decirlo, que es sabio y sensato mantenerse alejados de la propaganda victimista. Él no usó estas palabras, porque tiene intuición y no le gusta meterse en berenjenales, pero le falló el sentido arácnido

Foto: El actor y humorista Ángel Martín. (EFE/Pablo Martín)
El actor y humorista Ángel Martín. (EFE/Pablo Martín)
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Ángel Martín me recuerda a Bill Murray. Primero, se parece físicamente. Segundo, tienen ambos esa melancolía, ese tipo particular de humorismo lacónico. Tercero, se mete en líos por espontáneo. El otro día, Ángel Martín se jugó el tipo cuando dijo que lo mismo nos hemos dejado arrastrar a una guerra de sexos y que mejor sería que hombres y mujeres nos llevásemos bien. Ya ves tú qué cosa.

Venía a señalar, sin decirlo, que es sensato mantenerse alejados de la propaganda victimista. Él no usó estas palabras y tampoco se atrevió a pronunciar el nombre de Voldemort (no dijo "feminismo") porque Ángel Martín tiene intuición y no le gusta meterse en berenjenales, pero le falló el sentido arácnido si quería evitar que los deditos digitales le apuntaran con furia y alegría.

Dijo que él no pensaba reprochar a todas las mujeres el hecho de haberse cruzado con chifladas malévolas, y que esperaba a cambio que lo disculparan a él por el hecho de que algunos hombres sean "sacos de mierda", en sus propias palabras. Pero claro, con estas palabras sencillas no solo les arrebataba a quienes viven del dolor ajeno el derecho a considerarse víctimas aunque no les haya pasado nada, sino que otorgaba a los hombres el privilegio de no ser considerados cómplices del asesinato aunque sean inocentes. ¡Escandaloso!

Por fortuna, la policía del pensamiento funciona y los agentes corrieron a recriminarle ser tan equidistante entre los nazis y los judíos. Señoras perfectamente vivas le soltaron "nos están matando" y señores perfectamente panzudos y estabulados le recomendaron que revisara sus privilegios. Total, que al día siguiente sacó Ángel Martín otro vídeo donde decía que no se le había entendido.

Pero no es cierto. El problema es que se le entendió muy bien. Y por ahí hay gente interesada en que esto tan sencillo no se entienda. Si después de todo lo visto con la selección de fútbol femenina no hemos recibido el mensaje de que esta guerra ficticia interesa, es porque somos tontos.

Los del dedito ni siquiera necesitan pensar para avergonzar a Ángel Martín por decir algo razonable. Tienen a mano un reproche precocinado, "not all men", de importación estadounidense, y con eso ridiculizan la verdad de que la mayoría de hombres no participamos del desprecio a las mujeres. Con este truco han conseguido que la gente les pida perdón por existir. De verdad, es para morirse de risa.

También olvidaba Ángel Martín que aquí cumplimos escrupulosamente la máxima de Orwell de que la guerra es la paz. La guerra es la paz de quien se dedica a capitalizar el hecho desgraciadamente inalterable de que algunos hombres son unos asesinos y algunas mujeres sus víctimas.

Negacionista es quien se ha dado cuenta de que los supuestos escudos de las víctimas son una estafa piramidal

Hacer creer a los demás que estás arreglando un problema cuya solución es imposible supone una inversión a plazo vitalicio, pero mantener esa granja poniendo huevos requiere una dosis continua de turra que no cambia lo esencial: ni una sola de las personas que reprocharon las palabras de Ángel Martín ha salvado una sola vida o evitado una sola violación a mujeres, y, sin embargo, viven de que creamos que lo están haciendo ante la pasividad o hasta el compadreo del resto con los asesinos. Repito: la guerra es la paz.

El truco es simple y efectivo: hablan como si salvaran vidas quienes no salvan ninguna, mientras reprochan a quienes no ponen en peligro a nadie que sigan muriendo mujeres a manos de sus parejas. Ensalzarse humillando es propio de gente que no se quiere a sí misma y las redes están plagadas de especímenes de este tipo. De este modo, el riesgo que tiene una mujer en España no es que se destinen recursos a un problema que el Estado ni siquiera se molesta en entender, sino que Ángel Martín se queje de una propaganda identitaria que nos lleva a una guerra de sexos absurda, o que yo escriba este artículo.

Negacionista no es quien niega que exista la violencia machista. Negacionista es quien se ha dado cuenta de que los supuestos escudos de las víctimas son una estafa piramidal. Así te lo hacen saber, con la corriente del tiempo a su favor. Como son muchos, la gente se acojona. Yo he oído decir cosas en los pasillos de un programa de televisión que jamás escucharíais en una tertulia.

Lo que hizo Ángel Martín fue murmurar, en la puerta del templo, que ahí no entra. En tiempos más progresistas lo azotarían por ello

Hay feministas de redes que son como los nuevos ricos de la moral: pura ostentación sin sentido propio, imitación ostentosa del oropel ético, por supuesto sin lecturas. De nuevo, todo es viejo aunque nada lo sea tanto como exhibirse histéricamente a la moda. Fernando Savater dijo que lo importante para mantenerse vivo en el mundo de la cultura no es ser de izquierdas, sino que no piensen que eres de derechas. Esto es tan cierto como que, en la actualización del siglo XXI, no es tan importante respetar a las mujeres en la vida privada como parecer feminista en la pública.

Parecer feminista es tan importante en esta sociedad como parecer católico en la franquista. Y lo que hizo Ángel Martín fue murmurar, en la puerta del templo, que ahí no entra. En tiempos más progresistas lo azotarían por ello.

Ángel Martín me recuerda a Bill Murray. Primero, se parece físicamente. Segundo, tienen ambos esa melancolía, ese tipo particular de humorismo lacónico. Tercero, se mete en líos por espontáneo. El otro día, Ángel Martín se jugó el tipo cuando dijo que lo mismo nos hemos dejado arrastrar a una guerra de sexos y que mejor sería que hombres y mujeres nos llevásemos bien. Ya ves tú qué cosa.

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