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Este librero conoce la Feria del Libro desde hace 45 años: "En 1978 aquí venía el Lute a firmar"
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Entrevista

Este librero conoce la Feria del Libro desde hace 45 años: "En 1978 aquí venía el Lute a firmar"

Fernando Valverde participó por primera vez con su librería Jarcha en 1977. Batallador desde los movimientos vecinales de los 70, ha conocido todas las arterias de la feria. Ahora, jubilado, la ve desde la barrera

Foto: Entrevista a Fernando Valverde, librero mítico de la Feria del Libro de Madrid. (A. B.)
Entrevista a Fernando Valverde, librero mítico de la Feria del Libro de Madrid. (A. B.)

Fernando Valverde es toda una institución en la Feria del Libro de Madrid y en el mundo del libro. Se jubiló en 2018 tras más de 40 años al frente, junto a Maribel, de la librería Jarcha que montó en 1974, con solo 21 años, en Vicálvaro, entonces un barrio obrero y humilde de Madrid. Hoy Jarcha la lleva Rocío, la segunda generación, es un gran local que acoge más de 14.000 volúmenes y todo un referente cultural para el barrio.

Pero, además de librero, Valverde ha conocido todos los resquicios de la feria madrileña desde que, a finales de los 70, después de haber estado involucrado en los movimientos vecinales y asociativos de los barrios de San Blas y Vallecas, se metiera en la junta directiva del Gremio de Libreros y comenzara a participar en la feria con su librería. Desde esa barrera, ha visto todos los cambios. También porque ha tenido mucha responsabilidad, ya que ha sido vicepresidente y presidente del gremio, colaborando mano a mano con directores míticos de la feria como Antonio Albarrán y Teodoro Sacristán, ya a comienzos de los 2000.

Ya jubilado, estos días, sin embargo, no puede dejar de acercarse por la feria, que se inaugura el próximo viernes. Quedamos allí con él para que nos cuente cómo se ha transformado en las cuatro últimas décadas. Lo bueno y lo menos bueno. Valverde, al que se le ven las trazas del batallador de los 70 en el barrio, de los 80 y 90 en la feria y de los 2000, ya como responsable, no rehuye la conversación y, con una sonrisa, se lanza.

placeholder Fernando Valverde, librero mítico de la Feria del Libro de Madrid, en la caseta de la librería Jarcha. (A. B.)
Fernando Valverde, librero mítico de la Feria del Libro de Madrid, en la caseta de la librería Jarcha. (A. B.)

PREGUNTA. ¿Cómo abres la librería Jarcha en 1974, además en un barrio obrero como Vicálvaro, que entonces no tenía nada que ver con el Vicálvaro de hoy en día? ¿Tiene alguna relación política con el grupo Jarcha de Libertad sin ira?

RESPUESTA. No, no, tiene reminiscencias literarias. Yo abrí la librería con 21 años. Llegué a Madrid en 1969 desde Vigo —toda mi familia se traslada a Madrid—, y en 1970 conozco a una panda de gente que estaba organizando muchas actividades en San Blas. Todos teníamos 17, 18 años. Los conozco en un campamento que se hace en la raya de Portugal, entre Ciudad Rodrigo y Portugal… Yo tenía mucha familia en Ciudad Rodrigo y pasaba allí los veranos. Y, al volver a Madrid, me enganché. Seguí estudiando —empecé Ingeniería Industrial, pero luego hice Magisterio; empecé Sociología, pero ya no la acabé porque estaba enredado en la librería—, pero teníamos un proyecto de desarrollo social en el barrio de San Blas… y, claro, no había partidos políticos, la única cobertura posible eran las parroquias que en determinados barrios como El Pozo, Moratalaz, Vallecas, Vicálvaro, San Blas, Usera o Carabanchel fueron muy activas. Había curas, trabajadores en algún caso y otros muy comprometidos con la realidad que se vivía. Nosotros estábamos trabajando en proyectos de integración social en el barrio, alfabetización de adultos, tener actividades todo el año con los niños, campamentos… Fuimos de los primeros en España que hicimos campamentos mixtos. Y un buen día se nos ocurre impulsar un proyecto librero. Entonces éramos una panda y al final fuimos 11 a la notaría. Uno de ellos, Eduardo Vergara, que ya falleció, fue el que sugirió el nombre de Jarcha, que eran unas composiciones líricas del primer arábigo andaluz. Lo que pasa es que, al mismo tiempo, surgió el grupo musical. Abrimos en octubre de 1974 todavía con Franco vivo, y esa travesía en los barrios se vivía de una manera muy especial porque habían nacido las asociaciones de vecinos… En Vicálvaro, incluso, existía la asociación de cabezas de familia, que era un tinglado que venía del antiguo sindicato vertical. Y costó mucho echar a andar la librería. Poco a poco, fue cambiando de papelería-librería a librería-librería, pero, vamos, hasta finales del siglo pasado no conseguimos llegar al porcentaje de 90% libros, 10% no librería. Y ahí estamos. Ahora es una librería estupenda de 14.000 volúmenes en Vicálvaro.

P. La abrís en 1974 y en 1977 participáis por primera vez en la Feria del Libro de Madrid. ¿Cómo fue esa primera experiencia?

R. Yo enseguida entré en contacto con el gremio de libreros, que al año siguiente, en 1978, se refunda con la Ley de Asociaciones, y yo estoy ya en esa refundación. Y desde Vicálvaro. Que, cuando la gente habla de las librerías de fuera de la M-30, yo les digo que estamos fuera de la M-40. Una cosa es la periferia de la ciudad y otra la periferia de la comunidad. Y la periferia de un barrio que se había anexionado a Madrid en los años 50 en 1974 era un sitio en el que convivía mucho lo rural y lo incipiente urbano. Había un gran cuartel de artillería que muchos años después fue universidad… Entonces, en esos años, había en Madrid un número importante de librerías que habían surgido en ese tiempo y que estaban muy vinculadas a los partidos políticos, fundamentalmente al Partido Comunista y algunas al Partido Socialista, aunque menos, porque se dejaba ver menos, y algunas de la ORT [la Organización Revolucionaria de Trabajadores] y otras sin ningún tipo de filiación, como era nuestro caso, pero sí que éramos compañeros de viaje. Y junto a María Luisa del Pozo, que también ha fallecido, y que montó una librería en Vallecas Villa que se llamaba País, y José María Arizcun, que junto con Pepa [Arteaga] montó la librería Miraguano, conseguimos que la Feria del Libro de Madrid tuviera dos ramificaciones, en Vallecas y en Plaza de Castilla. Es decir, se celebraba en el Retiro, pero, además, había 12 casetas en Vallecas y otras 12 en Plaza de Castilla. Éramos 24 libreros que íbamos a caja común y, además, tematizábamos la feria. Fue un desastre económico, pero fue muy interesante desde el punto de vista de la cohesión que nos proporcionó a todos, porque ninguno habíamos tenido una experiencia de ese tipo. Y, además, desde la organización de la feria, donde estaba Aguilar, Casa del Libro…, nos dijeron que no nos iban a cobrar, así que conseguimos que esa feria se celebrara sin coste para las librerías más allá del trabajo que hacíamos. De esas librerías hoy quedamos muy pocas. Unas desaparecieron porque no tuvieron sucesión y otras porque estaban muy ligadas al movimiento político, y, cuando la cosa se normalizó, esas librerías se desmantelaron. Por ejemplo, detrás de la librería Antonio Machado que entonces llevaba la familia Bustelo estaba el Partido Socialista, y detrás de Fuentetaja el Partido Comunista. Pero hoy de aquel grupo quedan Miraguano, Jarcha, el Buscón… y no sé si alguna más.

placeholder Fernando Valverde. (A. B.)
Fernando Valverde. (A. B.)

P. ¿Y, entonces, cuándo llegáis al Retiro?

R. En 1978, repetimos la experiencia, pero ya solo 12 librerías en Vallecas, y en 1979 la feria sale del Retiro y se va a la Casa de Campo, porque había obras en el parque y nosotros ya nos incorporamos a la Casa de Campo. De hecho, hubo un rifirrafe con la feria hasta que Tierno Galván dijo que la feria no se movía del Retiro y que, una vez que acabaran las obras, la feria volvería al parque, porque la cultura tenía que estar asentada aquí. La Casa de Campo, de hecho, fue un desastre porque era una feria en tres plantas y hacía un calor… Fue un desastre y menos mal que regresó al Retiro en 1980, junto a la valla de la Casa de Fieras, que todavía existía. Después se fue alargando hacia la isla… Luego ya al paseo, cuando se inhabilita para el tráfico [porque hasta entonces pasaban coches por el medio de El Retiro], pero es que creció tanto con los años que llegó hasta el Ángel Caído. Era una barbaridad. Para el año 2000, llegó a haber más de 400 casetas.

En 1979, fue Tierno Galván quien dijo que la feria no se movía del Retiro porque la cultura tenía que estar asentada aquí

P. ¿Cómo era esa feria de los 80, los 90 y comienzos de los 2000?

R. En los años 80, nosotros veníamos junto con Miraguano, incluso tuvimos hasta tres casetas, ya que también teníamos la librería La Carreta, de Coslada. En esos años es cuando Jesús García Bayón se hace con la dirección de la feria, que es cuando desaparece el Instituto Nacional del Libro Español [en 1986]. Hasta entonces la Feria de Madrid era la Feria Nacional del Libro, que tuvo algunos años sede en Barcelona y Sevilla. Pero, al constituirse el estado autonómico, desaparece el INLE, la Comunidad de Madrid asume las competencias en cultura y, entonces, la Feria de Madrid se queda sin soporte jurídico, sin soporte fiscal ante Hacienda, y entonces Hacienda dice: "¿A quién le facturo?". Y es ahí cuando el Gremio de Libreros, que Jesús estuvo muy hábil, registra la feria a nuestro nombre. Además, había acuerdo desde 1979, que nunca se firmó, pero sí está escrito por el Gremio de Editores y el Gremio de Libreros de Madrid, por el cual los editores asumirían la dirección del LIBER, que nacía entonces, y los libreros, la Feria del Libro de Madrid, lo cual era muy lógico. Eso nunca se llegó a firmar, pero está todo redactado. Rafael Martínez Alés, que era un editor sabio y había venido de Cuadernos para el Diálogo, Taurus y demás, hizo un artículo avalando ese compromiso. Nosotros eso lo registramos en nuestros estatutos y creó cierto malestar, pero no ha ido a mayores. Genera tensiones, pero es normal.

P. Y llegan los 90.

R. Es una época en la que Jesús es el director de la feria, los gremios participan muy poco y se va desarrollando un modelo de crecer, crecer y crecer. Y llega un momento en el que empezamos a cansarnos del modelo. Los libreros, que éramos muy activos, empezamos a dar mucha batalla y a Jesús le volvíamos loco. Eran años, finales de los 80 y 90, en los que se vendían un montón de enciclopedias y todo estaba lleno de casetas de enciclopedias. Eso nos empieza a agotar. Además, se hacían muchas trampas para venir con más de una caseta… Todo el mundo con la picaresca porque se podía. Y eso había que cortarlo. A finales de los 90, había mucho hartazgo. Fueron los años en los que lo que más se publicitaba era quién era el que más firmaba y cuál era el libro más vendido. Nosotros, cuando llegamos a la dirección del Gremio de Libreros, acabamos con esas listas.

En los 90, se va desarrollando un modelo de crecer, crecer y crecer. Llegó a haber más de 400 casetas y la feria llegaba hasta el Ángel Caído

P. Eran muy jugosas para la prensa. ¿Por qué se cortan?

R. Pues porque no eran verdad. No había ninguna manera de testar. Incluso se llegó a publicar una lista paralela. Recuerdo a Miguel García, el director de la distribuidora Machado, que llegamos a ponernos de acuerdo y sacar una lista paralela, y los periodistas nos dieron cancha para que eso se publicase. Pero eso no tenía más sentido que poner en contradicción que eso no iba a ningún lado. Los libros más vendidos ya los tiene la gente en la prensa. En la feria no se venden unos libros que no sean esos. Se venden los libros de los autores que están en el candelero. Y lo de los libros más firmados… A ver, es que no había un contador. Y qué ibas a contar, ¿si Vizcaíno Casas firmaba más que Antonio Gala? Es que no tenía sentido. Pero eso era lo que vendía la feria, esos eran los titulares. Y eso se cancela en 1999. Yo, en esa época, era vicepresidente del Gremio con Sonsoles Silvela de presidenta, que me pide ser presidente. Y en las elecciones de ese año entramos en la junta directiva Miraguano, Paradox, Rumor, El Buscón…

P. Todo ese grupo de gente que dabais guerra desde finales de los 70.

R. Y que no nos hacían hueco. Yo estoy en juntas directivas desde 1978, pero no había manera de dar un paso más. Nos tenían ahí porque dábamos guerra, pero yo les decía: "No, no, esto tiene que ser más paritario". Y, en ese año 1999, yo como presidente del Gremio hago la última feria con Jesús García Bayón de director de la Feria y la siguiente ya con Antonio Albarrán de director, al que propusimos Pepa y yo, que le conocía desde que tenía 17 años [Albarrán había sido sacerdote, se había involucrado con la asociación Vallecas Todo Cultura y había promovido la editorial Popular]. Era una persona que se llevaba muy bien con los pequeños y era muy respetado por los grandes. Y, en ese momento que había mucha tensión, cuando dije que Antonio iba a ser el próximo director, eso fue una balsa de aceite. Y ahí es cuando todo cambia. Nos comprometemos con el Ayuntamiento, vamos a ver al alcalde, que era Álvarez del Manzano, y la primera teniente de alcalde era Mercedes de la Merced, que es la que se toma en serio la Feria y nos dice: "La feria conmigo". Y ahí llegamos a compromisos obvios: uno es que la feria iba a perder 100 casetas; segundo, la feria eliminaría los bares, ya que había hasta bares de churreros, y, claro, si te tocaba al lado, los libros se te ponían de grasa… Ahora es que sería impensable eso. También cambiamos de empresa montadora, ya que la que había ponía tacos de hierro y, cuando llovía, se oxidaban y dejaban toda la marca. Fuera los tornillos. Por otro lado, Antonio y yo conseguimos reunir a los libreros en una asamblea, a los editores en otra asamblea, a los distribuidores en otra, y contarles nuestros planes; es decir, que la feria se iba a ir poco a poco tematizando e íbamos a incorporar la figura de las librerías especializadas porque lo sean o porque quieran venir a la feria especializadas para no repetir en todas las casetas lo mismo. También ordenamos la feria por colores y tramos. Y luego impulsamos la actividad cultural porque había decaído a unos niveles… Había muy poco, el homenaje de Planeta a un autor, el homenaje de Espasa Calpe… Eso era lo único.

"Las listas de los más vendidos y los que más firmaban se cortan porque no eran verdad. No había ninguna manera de testar"

P. Y llegamos a esta última década o, más bien, desde hace unos siete u ocho años, cuando la feria se ha llenado de youtubers, tiktokers… Nada que ver con aquellas de los 80, 90 o incluso primeros 2000. ¿Cómo ves este cambio?

R. Es un cambio inevitable. Tiene que ver con los cambios de la propia sociedad, lo que hemos cambiado todos. En la feria del 78 en Vallecas vino a firmar el Lute Camina o revienta. Aquello era una bomba. Pero fundamentalmente, además de ese tipo de fenómenos que han existido siempre, pero eran muy aislados, la feria era de los literatos, de los escritores. En esos primeros años, veías a Alberto, a Celaya, a Luis Rosales, a Gala… Daba un gusto especial. Y la feria siguió siendo de los escritores mucho tiempo. Hasta que empezaron a aparecer los personajes famosos, que de repente sacan un libro o se lo sacan y vienen a firmar. La feria empezó a convertirse en una feria espectáculo. Y eso tiene su gracia porque conviven muy bien lo culto y lo popular, aunque a veces lo popular te desborde, sobre todo con el fenómeno youtubers que se dirige a un público adolescente, no necesariamente lector, y genera un fenómeno de fans. Aquí vino una vez un grupo de música, Auryn, que yo no sabía quiénes eran, y tuvimos un problema de seguridad serio. Estos fenómenos provocan serios problemas de seguridad. Los booktubers no, de hecho, todo lo contrario. Además, esa gente sí está generando lectores y lectoras. Más lectoras que lectores, pero muchos. Pero los youtubers no tienen nada que ver con la literatura.

placeholder Fernando Valverde. (A. B.)
Fernando Valverde. (A. B.)

P. ¿Y la feria debe acogerlos?

R. Claro, porque, además, la feria lo que intenta es conciliar que editores, distribuidores y libreros pongan un poco de orden. Al final, es responsabilidad de los editores que miren qué firmas pueden generar conflicto para que puedan ser situadas en un set especial… Con los grandes grupos, esto se habla, pero, al final, se acaba escapando algún verso suelto por algún lado y estas cosas generan un problema de seguridad, colas, si pasa algo no hay por dónde salir… Son cosas molestas.

P. Antes me contabas que la feria llegó a tener más de 400 casetas y que era una barbaridad. Este año ha vuelto a haber quejas de editoriales que no pueden venir porque no tienen los suficientes libros editados según pide la feria. ¿Debería ser la feria más grande?

R. Yo creo que no porque, si algo hemos aprendido, y a medida que también hay otro tipo de conciencia medioambiental… porque todos sabemos que la feria impacta en el parque y hay que minimizar el impacto. Esa es la tensión permanente con la dirección del parque y la concejalía de medio ambiente. Pero una tensión positiva en el sentido de que hay que tomárselo en serio. Antes, en la zona que sube a O’Donnell, había doble fila de casetas y nosotros lo quitamos porque era un problema de seguridad, se montaba tal congestión de gente… Yo creo que la feria no debe de crecer más. Además, económicamente sería un desastre porque, al final, las ventas en un país como el nuestro, como todos los occidentales europeos, están maduritas, no vamos a generar muchos más lectores me parece a mí. Ojalá me equivoque. Pero, si tú sumas más gente a dividir, pues imagina. Esto no va a crecer en ventas porque haya más casetas, sino todo lo contrario. No sería descartable que, incluso, hubiera algunas menos.

"Hasta 1999 en la feria había bares de churreros, y, claro, si te tocaba al lado los libros, se te ponían de grasa… Ahora es que sería impensable eso"

P. Por tanto, hay que poner límites.

R. Yo creo que sí. Y hay que ver las maneras de estar. Y ahí la responsabilidad recae en la feria, pero debe ser de los gremios. Ser editor no da derecho a ir a la feria. Ir a la feria no es un derecho, es una posibilidad. Porque si no… Editoriales hay debajo de las piedras. Los editores se han preocupado poco de diferenciar los perfiles editoriales que acogen en sus gremios. A mí me parece muy bien que el gremio de editores o de libreros acojan a todo aquel que edita un libro, pero no es lo mismo una empresa que se dedica a editar libros para que empresas tecnológicas regalen a sus usuarios… Por ejemplo, la OCU, que está en el gremio de editores, pero ¿tiene sentido que venga aquí? O la autoedición, que es un problema. Hay mucha gente que bajo la historia de yo soy editor..., no, tú eres un gestor, te dedicas a encargarte de sacar el ISBN y luego sacar 100 ejemplares de un libro y nada más, porque esos libros no circulan en las librerías.

placeholder Valverde registra un libro en la caseta de la librería Jarcha. (A. B.)
Valverde registra un libro en la caseta de la librería Jarcha. (A. B.)

P. Pero sí hay pequeñas editoriales literarias que publican 10, 12 libros al año, y que encontrarían en la feria un gran escaparate. Y hacen la feria más diversa.

R. Esos sí. A esas editoriales sí hay que ayudarlas. Alguien que está empezando debe ser ayudado. Ese es el equilibrio que a veces cuesta mucho encontrar. En estos años atrás, se había llegado a que los editores tuvieran tres metros para permitir… Creo que cada equipo en la feria tiene sus tensiones. Esto sí que es una preocupación para la directora de la feria y todo el equipo directivo, porque, por más que encuentres la manera de que puedan asomar la cabeza un fin de semana, no deja de dejar insatisfecho a la gente que sufre este tema. Y luego hay un tema que parece menor, pero no lo es, y es que la Feria del Libro de Madrid es la Feria del Libro de Madrid. Y yo creo que el gremio de libreros han sido muy generosos siempre. Como comprenderás, hay muchos que desearían que los editores no vendieran o que determinados editores no vinieran, pero el gremio ha defendido siempre la presencia de los editores, y eso enriquece. Si en un momento determinado tú tienes un problema de espacio, pues a lo mejor hay que establecer prioridades, y eso se debe entender así, siempre con el propósito de dar entrada al máximo número posible, buscar todas las fórmulas que hagan que un editor no se quede fuera. Ese problema lo sufrimos Antonio y yo, Teo [Sacristán, el siguiente director de la feria] y yo, con Manuel Gil igual, y ahora lo sufren Eva [Orúe] y Pablo [Bonet].

P. Otro tema del que se habla mucho ahora es de los visitantes y las cifras de ventas. Suelen venir unos 2,5-3 millones de personas y los fines de semana muchas veces es muy agobiante. Por otro lado, se facturan unos ocho millones de euros. ¿Se debe restringir el aforo? ¿Son reales las cifras de ventas?

R. Con los aforos no hemos tenido especiales problemas. El parque tiene medidas de evacuación. Nos gustaría que viniera más gente a diario y menos el fin de semana, pero las cosas son como son. A veces se producen determinadas colas…, pero no creo que eso tenga mucho remedio. En cuanto las cifras de gente, ese es otro tormento. Cuando llegamos Antonio y yo, las cifras las daba alguien del ayuntamiento que decía cuánta gente había llegado, y eso no había manera de medirlo. Ahora sí y se han ido afinando. A través de los móviles ya hay aplicaciones. En cuanto a las cifras de ventas, al final deberían ser una obligación de los expositores cumplir con ese requisito. Yo creo que se cumple bastante, pero nosotros siempre hemos aplicado filtros. Es decir, tú tienes 40 libreros, especializados y no, coges editores, grandes y pequeños, hablas con esa gente, le pides los datos, te fías de ellos y con eso extrapolas. Y te equivocas muy poco. Lo suyo sería que todo el mundo diera esa cifra bien porque es un dato anónimo y no se lo vamos a pasar a nadie.

"Ser editor no da derecho a ir a la feria. Ir a la feria no es un derecho, es una posibilidad. Porque si no… Editoriales hay debajo de las piedras"

P. Por cierto, ¿que la feria esté en el Retiro corre peligro? Creo que el contrato termina en 2024. Lo digo también por esa conciencia medioambiental que cada vez tenemos más.

R. [Resopla] Los alcaldes se han manifestado a favor de que la Feria del Libro esté aquí. Han hecho incluso declaraciones muy institucionales, tanto Álvarez del Manzano como Manuela Carmena… A Almeida yo no le he oído, pero igual también lo ha hecho… Pero es verdad que, si la cosa creciera de manera desordenada o hubiera algún percance, pues podría estar en peligro. También depende de que, cuando los grupos políticos minoritarios a veces dicen este tipo de cosas, pues las dicen porque no gobiernan. Y estas historias a veces llegan de quien tú crees que es tu aliado y te da un poco de rabia, porque tenemos que usar el parque, porque, si no, qué, ¿cerramos el parque para que se paseen por aquí como antiguamente los señores aristócratas? Hay que ser muy respetuosos con esta historia y muy escrupuloso con la limpieza, los cartones, los ruidos… Este año va a ser el año en el que menos vehículos van a pasar al parque. Y cada vez van a ser menos. Todo eso ha cambiado mucho y muchas veces es tan fácil como decir a los coches: no entras. Es como cuando se prohibió fumar en los bares, que parecía que se iba a acabar el mundo y no pasó nada. Al contrario, pasó algo estupendo.

placeholder Fernando Valverde posa para EC en El Retiro. (A. B.)
Fernando Valverde posa para EC en El Retiro. (A. B.)

P. Con esto ya termino. Llegas al Retiro en 1980 por primera vez. Estamos en 2023. ¿Cómo ves los cambios de la feria? La gente, las casetas, los libros… ¿Y a dónde te gustaría que fuera?

R. La feria siempre ha sido una fiesta y eso no ha cambiado. ¿Qué me gustaría? Que, de toda esa gente que nos visita, todo el mundo se fuera con un libro. Las librerías vivirían en la felicidad. Que el rito fuera comprar un libro al año en la feria. La feria va a caminar hacia donde camina la sociedad. Si antes no había conciencia ecológica o poca, eso ha ido a más y seguirá yendo a más. Y que seamos capaces de asumir que eso es una responsabilidad de todos. Y que los gremios no carguen en la organización de la feria más problemas de lo que la feria ya tiene, que no deja de ser montar una miniciudad en muy pocos días.

P. Cuando uno se jubila, los toros ya se ven mejor, ¿no?

R. Me jubilé en 2018, pero le deseo todo lo mejor a la feria y a toda la gente que trabaja en ella. Pero sí, yo ahora aquí estoy a lo mío y duermo bien.

Fernando Valverde es toda una institución en la Feria del Libro de Madrid y en el mundo del libro. Se jubiló en 2018 tras más de 40 años al frente, junto a Maribel, de la librería Jarcha que montó en 1974, con solo 21 años, en Vicálvaro, entonces un barrio obrero y humilde de Madrid. Hoy Jarcha la lleva Rocío, la segunda generación, es un gran local que acoge más de 14.000 volúmenes y todo un referente cultural para el barrio.

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