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¡Otra maldita novela sobre la maternidad!
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¡Otra maldita novela sobre la maternidad!

Rachel Cusk firmó hace 20 años un libro casi definitivo sobre ser madre, que ahora llega a las librerías españolas

Foto: La escritora canadiense Rachel Cusk (EFE)
La escritora canadiense Rachel Cusk (EFE)

No es tan obvio que las madres tengan algo que decir sobre la maternidad. La mayoría de la gente no tiene nada que decir sobre la mayoría de los temas, así le toquen muy de cerca y en exclusiva y múltiples veces. La inteligencia, el talento y cierta intuición creativa posibilitan incluso que quien más y mejor tenga que decir sobre algo sea alguien que no sabe de lo que habla. Yo me fío mucho de lo que dice alguien que no sabe de lo que habla. Desde luego, va a decir cosas distintas.

Rachel Cusk es una de mis escritoras favoritas y parece que no le va mal en España dado que últimamente le publican libros nuevos y libros viejos. Con su genial trilogía de la narradora desaparecida (A contraluz, Tránsito, Prestigio), Cusk consiguió a mi juicio un hito literario, lo cual no significa nada comparado con el Nobel de Literatura de Annie Ernaux, que ya había conseguido ser esa escritora a la que lees para no tener que leer a las demás escritoras, y ser muy feminista.

placeholder 'Un trabajo para toda la vida', de Rachel Cusk (Asteroide)
'Un trabajo para toda la vida', de Rachel Cusk (Asteroide)

Básicamente leer a Annie Ernaux es escuchar el evangelio en misa los domingos, por eso de ir ganándose el cielo; leer a Rachel Cusk es lo que hace la gente que lee por placer, los que en lugar de ir a misa van, yo qué sé, a un prostíbulo. Gente sensata, en suma.

El caso es que a Cusk le publicaron un libro viejo, Despojos, por su éxito con lo nuevo, y luego un libro nuevo, Segunda casa, y ninguno de los cuales estaba ni por asomo a la altura de su trilogía invisible (la gracia de Prestigio es que la narradora no cuenta nada de sí misma mientras cuenta todo de cualquiera que se cruce en su camino). Esto me dio un poco de pena, como lo de Jenny Offill con Clima (muy mala después de Departamento de especulaciones) o lo de Javier Bardem haciendo no sé qué papel en Lilo, mi amigo el cocodrilo. La decadencia es peor que la muerte.

Pero, gaudeamus, traer a papel español un libro de Rachel Cusk de hace veinte años ha sido esta vez un gran acierto. Se titula Un trabajo para toda la vida (Asteroide, como todos los anteriores) y narra algo que ahora mismo parece un rollazo: cómo fue madre Rachel Cusk.

Decir que la maternidad del personal cansa bastante es lo que tocaría decir si no estuviéramos paralizados por cuatro curas

Del mismo modo que hubo un tiempo en que escribir sobre la Guerra Civil resultaba ya insoportable por sobreabundancia, y así se decía por todas partes y hasta Isaac Rosa se rio de sí mismo publicando otra novela sobre la Guerra Civil titulada ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (Seix Barral), decir que la maternidad del personal cansa bastante es lo que tocaría decir si no estuviéramos paralizados por el qué dirán y cuatro curas intelectualmente esmirriados de Twitter. O sea, nadie dice que estamos hartos de madres contando lo de ser madre por temor a ser tildado de machista. Estamos hartos de madres contando lo de ser madre, sí.

Pero Rachel Cusk no es una escritora oportunista y de baratillo que se apunta a un bombardeo por salir en las páginas adecuadas de la prensa cultural española, y además escribió esto -especie de manual de la mala madre- mucho antes de que miles de mujeres perezosas encontraran en ese grupo de Facebook, el de las malas madres, un refugió y excusa para ser, en efecto, malas madres a todos los efectos. La moda de la “mala madre” ya pasó, pero su huella no: miles de niños damnificados, ay.

placeholder La escritora canadiense Rachel Cusk en Barcelona en 2021 (EFE)
La escritora canadiense Rachel Cusk en Barcelona en 2021 (EFE)

Cusk, en fin, empieza su libro (recuerden: publicado en el año 2001) con un prólogo donde se muestra asombrada ante la recepción que tuvo el texto en su momento, resumida, la recepción, en una palabra que sin duda les sonará: ofendido. Muchos lectores se sintieron ofendidos por el modo en el que Cusk relataba el embarazo, parto y primeros meses de crianza de su hija. Como es obvio, las más ofendidas fueron las mujeres. Ojo (esto lo digo yo): las mujeres que quince años después se apuntarían las primeras a la moda de la “mala madre”. En general, las corrientes mayoritarias incluyen siempre a las mismas personas, siendo por tanto los mismos los que vitorean a Franco en 1974 que los que están ferozmente en contra de Franco en 1976.

Cusk ya empieza a caerme bien cuando en su prólogo (fechado en 2007) reconoce que a ella los libros le gustan o no, pero que nunca la ofenden. Que un libro te ofenda sólo significa una cosa: quieres que lo prohíban. Sentirse ofendido es, en rigor, proponerse válido para liderar la Inquisición. Bastantes páginas más allá del prólogo encontramos un pasaje que sin duda resultó ofensivo para muchas madres. Cusk reconoce que, como no dio a luz a su hija, sino que le fue extraída por cesárea, no se siente del todo segura sobre su competencia como madre. Es lógico pensar esto y es lógico replicar que obviamente puedes ser la mejor madre del mundo sin la experiencia completa del canal de parto; pero es que la censura y la corrección política, muy orwellianamente, lo que prohíben con exactitud es el pensamiento puro, honesto y natural. Es ilegal difundir en un libro la sola idea de que el parto por cesárea no es igual que parir. Ya saben, hasta tener un hijo por gestación subrogada acabará siendo igual que parirlo tú.

Que un libro te ofenda sólo significa una cosa: quieres que lo prohíban. Sentirse ofendido es proponerse para liderar la Inquisición

Con todo, hay un momento liminar donde Cusk me asustó, pues viene a decir que un libro sobre dar a luz y criar un bebé acaso sólo pueda interesar a otras madres, y poco más. Personalmente, me interesa todo lo que tenga que decir Rachel Cusk sobre cualquier cosa, incluso sobre respirar aire. Esto es así porque las personas inteligentes no son aquellas a las que les pasan cosas interesantes, sino que cualquier cosa que les pasa es interesante.

Si hay libros increíbles sobre nada, sobre moverse por la habitación (Xavier de Maistre), sobre un viaje en tren (Michel Butor) o sobre dejar de escribir (Marguerite Duras), obviamente un libro sobre traer la vida al mundo debería interesarle a cualquier persona sensible, si acaso ese libro contiene verdad y conflicto.

La primera verdad conflictiva que nos asesta Cusk es que cuidar de un niño resulta degradante. “Cuidar niños es una ocupación de bajo estatus. Es exigente, agotadora y con frecuencia aburrida, y produce aislamiento. Erosiona la autoestima y te expulsa del mundo de los adultos”. Esta, amigos, es la verdad absoluta sobre esos días consecutivos al cuidado de un bebé mientras los demás adultos están trabajando y quejándose por trabajar. Quien lo probó lo sabe.

placeholder Una madre pasea hoy junto a sus hijos en el Parque 'la Femu' (l'Olivera). EFE ATIENZA
Una madre pasea hoy junto a sus hijos en el Parque 'la Femu' (l'Olivera). EFE ATIENZA

Otro vértigo de lo cierto que afronta la autora tiene que ver con la evidencia de que ser padre o madre de una persona nueva en el mundo resulta un exceso. O, en palabras muy inspiradas de Cusk: “La experiencia se parece a la del pasajero de un jumbo elegido al azar para pilotar y aterrizar el avión”. Gente que no ha cuidado nunca ni de una planta, cuya vida a veces ha sido un disparate, se encuentra de pronto con la responsabilidad de que un bebé viva, sobreviva y llegue a cumplir un año, y luego dos, y finalmente dieciocho. Sin experiencia, sin conocimiento, sin ganas siquiera muchas veces. Y casi siempre lo conseguimos. Es fascinante. La frase más salvaje del libro es ésta: “Asistir a clases de preparación (al parto) es como asistir a clases para morir”.

Ya con el bebé en casa, Cusk se siente como si hubiera comprado un bolso de Gucci y no pegara con nada. ¿Para qué lo he comprado?, se dice. Luego vienen los llantos, amamantar con dudas (¿lactancia marxista o liberal?; o sea, cada cuatro horas o a demanda), el miedo a que le pase algo al bebé, la desesperación y algún grito. “Le he gritado, confieso. Al final se lo confieso a mucha gente y nadie me concede la absolución que busco.” Dense cuenta de que ahora mismo hay una campaña contra gritar a los niños encarnada en mujeres millonarias casadas con futbolistas millonarios (Sara Sálamo) que, no teniendo ni idea de lo que es estar cuidando de un niño cientos de horas seguidas sin criadas ni salus, se permiten reconvenir a la gente normal por perder ocasionalmente la paciencia con ellos. Como dice Cusk, el bebé “sigue existiendo más allá del límite de mi paciencia”.

“Un trabajo para toda la vida” es como califica Rachel lo que en Instagram y a la puerta de las guarderías se define como “un amor para toda la vida”. Esto ya debería dar bastantes pistas de la sinceridad y perspicacia que vamos a encontrar en su libro. Es el trabajo del amor.

No es tan obvio que las madres tengan algo que decir sobre la maternidad. La mayoría de la gente no tiene nada que decir sobre la mayoría de los temas, así le toquen muy de cerca y en exclusiva y múltiples veces. La inteligencia, el talento y cierta intuición creativa posibilitan incluso que quien más y mejor tenga que decir sobre algo sea alguien que no sabe de lo que habla. Yo me fío mucho de lo que dice alguien que no sabe de lo que habla. Desde luego, va a decir cosas distintas.

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