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El lapsus de Feijóo con Orwell y por qué soltar nombres en los discursos no es una buena idea
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'TRINCHERA CULTURAL'

El lapsus de Feijóo con Orwell y por qué soltar nombres en los discursos no es una buena idea

Pienso en lo innecesario que es presentarse al respetable no como uno es, sino como quiere que le vean, o una versión superior de uno

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante la ponencia en la que tuvo el lapsus con el libro de George Orwell. (EFE/Pedro Puente Hoyos)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante la ponencia en la que tuvo el lapsus con el libro de George Orwell. (EFE/Pedro Puente Hoyos)

Cuando lo escribió parecía una buena idea. O no, qué demonios, nada de parecer. Era una buena idea. Porque te pasas el día escribiendo discursos y argumentarios pimpantes para el jefe y hay autores que siempre quedan bien. Se trata de buscar uno que ande a medio camino entre don Miguel de Cervantes y uno de esos escritores minoritarios que solo conocen un puñado de personas. Por ejemplo, ¿y si hablamos de George Orwell y su libro 1984? No está tan manido como el dinosaurio de Monterroso, desde luego.

Lo imagino pasándolo a limpio como hacía mi mejor amigo cuando escribía discursos para la política. Las ideas fuerza, el subtexto, los bullet points. Nos reíamos mucho de ese vocabulario hueco y pretencioso.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Puente)

Creo ver a ese asesor haciendo su esquema y el resumen de lo importante. "Distopía- George Orwell (1984)", pondrá en una de esas tarjetitas que tanto me gustan, a modo de cartulina, del tamaño de medio folio, como las de cualquier presentador de concurso. Venga, Alberto, sal a bailar, que tú lo haces fenomenal.

Y Núñez Feijóo se lía porque lleva un día intenso, unas semanas de infarto, mucho sueño a sus espaldas. Decide dar su toque personal —total, si las encuestas no paran de decirle que va a gobernar— a aquellas notas escritas como si fueran un telegrama. Y acaba diciendo un poco lo de siempre, que todo va mal y que peor se puede poner si sigue entre nosotros el virus del sanchismo. "Las hipotecas generales del Estado", repetirá. Qué hallazgo. También que George Orwell describe una distopía en un libro que escribió "allá por 1984".

Y se arma la jarana, yo me llevo un poquito las manos a la cabeza como el emoji del WhatsApp, se lo cuento a mis hijos. ¿Tú te crees que esto es posible?, dramatizo. Retuiteo una cosa que me hace gracia al respecto y se me desinfla de inmediato el enojo.

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Empiezo a pensar en cosas parecidas. Me acuerdo de aquella leyenda urbana que decía que Esperanza Aguirre admitía no conocer a "Sara Mago" y que en mi cabeza está instalada como verdad absoluta. De Pablo Manuel Iglesias Turrión recomendando a los estudiantes de la universidad Carlos III un libro de Inmanuel Kant que nunca escribió titulado Ética de la razón pura. De Alberto Carlos Rivera diciéndole a ese mismo foro que siendo Kant un referente, no había leído "títulos concretos de él".
De cuando Sofía Mazagatos dijo en la presentación de un libro de Mario Vargas Llosa que admiraba mucho al autor, aunque no se había leído nunca ninguno de sus libros. Porque la vida sin misses ni vedettes es peor vida.

Leo un tuit del presidente del PP en el que se toma con humor su lapsus. Me digo a mí misma: "Mira qué majo". Que es algo que hago con demasiada frecuencia, empatizar a la mínima. Me alegro de no ser de ese tipo de personas que viven en una constante hipérbole y que consideran que al líder de la oposición había que retirarle el pasaporte y el saludo tras este catastrófico error. Hijos míos, qué cansinos sois.

Y me doy cuenta de que se me olvida lo importante. Si se le habrá pasado el sofoco al que escribió ese discurso. Si se habrá dado cuenta ya del peligro de las citas célebres, los referentes culturetas para que el propio o la propia queden bien.

Pienso en lo innecesario que es presentarse al respetable no como uno es, sino como quiere que le vean, o una versión superior de uno mismo. Como si los seguidores de Orwell fueran a votar al PP en masa, como si los afiliados al PP tuvieran 1984 en cada una de sus mesillas.

Ahora que Salvador Dalí es, además de pintor, un señor bastante fascista y que Pablo Picasso engrandeció el cubismo y maltrató de lo lindo, sería bueno hablar solo de lo que uno conoce. O ir a lo seguro. Y si no hay nombres, no pasa nada. Basta una oratoria más o menos decente. Si uno no es gracioso, que no experimente; si uno no es cercano, que no abrace a nadie; si uno no se ha leído 1984, que no lo cite.

Para no quedar como un quiero y no puedo. Para no alimentar artículos que recogen una colección de lapsus de los líderes políticos. Para no disgustar de esta manera al que consideró que era una buena idea poner en una cartulina "Distopía- George Orwell (1984)". Un abrazo para los dos desde esta trinchera.

Cuando lo escribió parecía una buena idea. O no, qué demonios, nada de parecer. Era una buena idea. Porque te pasas el día escribiendo discursos y argumentarios pimpantes para el jefe y hay autores que siempre quedan bien. Se trata de buscar uno que ande a medio camino entre don Miguel de Cervantes y uno de esos escritores minoritarios que solo conocen un puñado de personas. Por ejemplo, ¿y si hablamos de George Orwell y su libro 1984? No está tan manido como el dinosaurio de Monterroso, desde luego.

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