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El increíble Oswald, el mayor falsificador de arte de la historia estafó miles de millones
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El increíble Oswald, el mayor falsificador de arte de la historia estafó miles de millones

Filmin acaba de estrenar 'Oswald, el falsificador', el documental de Kike Maíllo sobre el cabecilla de la operación Artista, que generó millones de euros a través de arte falsificado

Foto: Un retrato de Oswald Aulestia, el falsificador. (Filmin)
Un retrato de Oswald Aulestia, el falsificador. (Filmin)

En cualquier momento de 'Oswald, el falsificador', una espera a que Oswald, el protagonista, se arranque un bigote falso, se descapote de la gorra y descubramos que todo lo que ha contado hasta el momento es una trola como un castillo. Pero no. A pesar de su advertencia, ¿o consejo? -"las verdades de hoy se convierten en mentiras mañana"-, lo fundamental de la historia de Oswald Aulestia parece ser verdad. Aunque parezca mentira. Aulestia es el protagonista del último documental de Kike Maíllo, disponible en Filmin, que se lanza por primera vez a la producción de documental con esta investigación alrededor de las sombras del mayor falsificador de la historia del arte, según calificaron agentes de los Mossos d'Esquadra, de los Carabinieri y del FBI, que lo han perseguido desde hace años y que estiman que sus falsificaciones han supuesto una estafa milmillonaria. Aulestia es hoy un artista de setenta y seis años que vive en Barcelona y expone su obra -que enmarca a regañadientes dentro del pop art, por ser lo más parecido que hemos visto en España- dentro de la legalidad. Un tipo evanescente: ahora lo ves, ahora no.

Si hay una verdad es que la vida en virtud es, muchas veces, menos enriquecedora -en lo material y, al parecer, también en el anecdotario- que el equilibrismo al margen de la ley. O, al menos, hasta que te pillan. Pocos han trovado la gloria del burócrata. Menos si comparamos con la cantidad de literatura dedicada a ensalzar la figura del pirata, del ladrón, del trilero. El hombre recto aburre. De Aulestia se puede afirmar que ni aburre ni parece haber conocido el aburrimiento. En sus setenta y seis años de vida ha conocido el lujo y la precariedad, ha huido de la policía franquista, de los acreedores, de las mujeres, del Departamento de Justicia de Estados Unidos y hasta del director del documental, a quien, en un momento de la grabación, deja tirado antes de un viaje a Miami por "una gripe" que, en realidad, escondía el miedo a que su historia se hiciese demasiado conocida como para manejarla.

placeholder Aulestia en un momento de 'Oswald, el falsificador'. (Filmin)
Aulestia en un momento de 'Oswald, el falsificador'. (Filmin)

'Oswald, el falsificador', es un perfil tanto del protagonista como del mercado del arte y el mercado, que lo hay, de arte fraudulento. "Todo lo que vale dinero se falsifica", advierte el tasador de obras de arte Agustí Sabartés. ¿Y qué le conviene más a un coleccionista al que han estafado con un cuadro falso? "Todo es de cartón piedra", reconoce Aulestia. "Si no te denunciaban, el cuadro seguía valiendo millones; si te denunciaban, no valía nada", resume.

Al igual que el documental 'Salvator Mundi', del cineasta y periodista francés Antoine Vitkine, en el que señala la especulación que ha convertido la compraventa de arte en una burbuja difícil de explotar, engrosada por falsificadores, marchantes, medios de comunicación e, incluso, gobiernos, 'Oswald, el falsificador' se apoya en el reverso tenebroso del quinto arte para construir una investigación alrededor de la personalidad de Aulestia, seductora y misteriosa, fascinante por haber sido capaz de sabotear un sistema elitista y endogámico. No por una causa altruista, sino como el vividor que reconoce ser. "No era un Robin Hood porque no robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Robaba a los ricos para reventárselo él y pasárselo muy bien", cuentan de él en el documental.

placeholder Kike Maíllo, el director de 'Oswald, el falsificador'. (Filmin)
Kike Maíllo, el director de 'Oswald, el falsificador'. (Filmin)

En la vida se Aulestia ha habido mucho "sexo, drogas y rock 'n' roll", en sus propias palabras. Pero, antes, ¿cómo llega uno a convertirse en el mayor falsificador de arte de la historia? Buscando una historia que trasladar al cine, Maíllo dio con la de Aulestia. Se puso en contacto con él y comenzó a grabar los encuentros y las llamadas telefónicas y le ofreció contar él mismo su historia. Con Marta L. Castillo ('Los europeos') en el guión, 'Oswald, el falsificador', entrevista a marchantes, expertos en arte, psicoterapeutas, policías, investigadores y familiares del protagonista para construir un perfil psicológico al margen de lo que Aulestia cuente sobre sí mismo. Todos coinciden en la personalidad fuera de lo común del protagonista. Suenan los apelativos de narcisista y vividor, pero también genio y talentoso. En Aulestia conviven dos figuras, la del creador original y serio, pero no demasiado reconocido, y la del trolero embaucador, que es la que más rédito económico -y ahora fama- le ha concedido.

El padre de Oswald, Salvador Aulèstia, fue un escultor de prestigio mediano cuya obra más conocida, Sideroploide, se encuentra en el Puerto de Barcelona. Y fue con él con quien se introdujo en el otro arte, el de la falsificación. Después de un encontronazo con un policía y de la huida a través de la frontera con Francia disfrazado de turista -con una caña de pescar-, Aulestia hijo acaba en Vicenza (Italia) y consigue para la obra de su padre un contrato en exclusiva con unos grandes almacenes. Para engrosar el bolsillo, Oswald empieza a pintar imitando a su padre. "Yo trabajaba como un cabrón y mi padre firmaba. Mi padre sólo iba a putas…", reconoce el falsificador. A partir de ahí, Tàpies, Miró e, incluso, Picasso. "Descubrí, copiando a los maestros, que había que ser original. Yo no soy genial, pero soy original", admite. "Era mucho más fácil vender las obras falsas que las obras buenas".

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Aulestia y Maíllo en un momento del documental. (Filmin)

La vida de Oswald Aulèstia ha sido una montaña rusa económica y emocional. Cuando ha tenido dinero, lo ha gastado. Se ha dejado seducir por la fama y el lujo. Se relacionó con Madonna, Luis Miguel y Ricky Martin -del que dice que le mandaba todas las noches una limusina a casa-. "Al Pacino me invitó a una fiesta y quería impactar. A la entrada de su chalé tenía un olivo y yo le colgué 10 o 15 pollas. Le encantó. Le hice feliz", recuerda. Se ha casado, divorciado y ha compartido cama con muchas mujeres. Ha amado ardiente y quemado su fortuna. Ha probado las drogas de diseño. Desde cannabis hasta éxtasis líquido. En el mundo del arte estaba totalmente normalizado. El mundo de arte te permite ponerte en pelotas en un restaurante o meterte a follar en un restaurante". 'Oswald, el falsificador' es la historia de una forma de picaresca que, como los butroneros, desaparece con su época. En tiempos del arte digital y de los NFT, Aulestia es un personaje en extinción, un antihéroe de novela, el ladrón de guante blanco, el último pirata.

En cualquier momento de 'Oswald, el falsificador', una espera a que Oswald, el protagonista, se arranque un bigote falso, se descapote de la gorra y descubramos que todo lo que ha contado hasta el momento es una trola como un castillo. Pero no. A pesar de su advertencia, ¿o consejo? -"las verdades de hoy se convierten en mentiras mañana"-, lo fundamental de la historia de Oswald Aulestia parece ser verdad. Aunque parezca mentira. Aulestia es el protagonista del último documental de Kike Maíllo, disponible en Filmin, que se lanza por primera vez a la producción de documental con esta investigación alrededor de las sombras del mayor falsificador de la historia del arte, según calificaron agentes de los Mossos d'Esquadra, de los Carabinieri y del FBI, que lo han perseguido desde hace años y que estiman que sus falsificaciones han supuesto una estafa milmillonaria. Aulestia es hoy un artista de setenta y seis años que vive en Barcelona y expone su obra -que enmarca a regañadientes dentro del pop art, por ser lo más parecido que hemos visto en España- dentro de la legalidad. Un tipo evanescente: ahora lo ves, ahora no.

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