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Esto no es otro artículo sobre Rosalía (o puede ser que sí)
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Lo Cuqui

Esto no es otro artículo sobre Rosalía (o puede ser que sí)

'Motomami' puede representar muy bien el espíritu de estos tiempos porque mezcla lo tierno y lo duro, entra de lleno en el imaginario de lo que Simon May llama 'lo cuqui'

Foto: Fotograma de "Minions: el origen de Gru" (EFE Universal Pictures)
Fotograma de "Minions: el origen de Gru" (EFE Universal Pictures)

He visto a las mejores mentes de mi generación dedicar su precioso tiempo a hablar de Rosalía. Yo, modestamente (mimético que es uno), pensé en hacer otro tanto. Albergaba mis dudas, sin embargo; y es que sobre el último disco de la cantante ya se ha dicho casi de todo y si hay algo que no me gusta es repetirme o que me tilden de plagiario. Resulta muy ameno ver cómo se analizan las letras y la escenografía de la cantante como si fuesen la última clave de la hipermodernidad, cómo se usan para señalar una frontera inexpugnable entre los boomers (más bien poco partidarios) de los millennials y generaciones posteriores (entre los cuales encuentra la artista a sus más acérrimos seguidores). Para todo eso y mucho más da Rosalía. Rosalía no es una cantante, sino el revolucionario combustible para poner en marcha la maquinaria hermenéutica.

Reconozco que a mí lo que más me interesa del último disco de Rosalía es el título, 'Motomami', ese palabro que es un hallazgo y que, sí, como argumentaré más tarde, expresa muy bien el espíritu de los tiempos, pero por motivos en los que todavía, que yo sepa, nadie ha reparado. Es la propia Rosalía quien explica el origen del vocablo. Según la cantante, Moto significa en japonés ‘más duro’, y mami es un término para referirse a su madre. Motomami es entonces una de esas palabras maleta (Deleuze) que aúna lo fuerte y lo tierno. Muy bien, si la cosa fuese cierta. Pero el asunto es que cualquier japonés (o alguien como yo, con un poco de ayuda de internet) argumentaría que moto en realidad es un prefijo que se refiere al origen y que motto (con dos tes) es un adverbio que puede traducirse por ‘más’. De duro, nada de nada. Como si de una discípula de Heidegger se tratara, Rosalía inventa etimologías para arrimar el ascua a su sardina. Un lapsus lo tiene cualquiera, vale. Quedémonos con qué moto representa la potencia de la Harley-Davidson con la que su madre la llevaba a pasear y cerremos el litigio etimológico. Aceptamos moto como sinónimo de fuerza y potencia, pero dejemos de lado, por favor, a la cultura nipona.

Muchas de las canciones de Motomami hacen referencia al espíritu kawaii

Si digo que la palabra Motomami puede representar muy bien el espíritu de los tiempos es porque, en su mezcla de lo tierno y lo duro, entra de lleno en el imaginario de lo que Simon May llama lo cuqui. Lo cuqui viene acompañado por la ambigüedad, suscita ternura, pero al mismo tiempo posee una vis siniestra debido a su dificultad para ser categorizado. En japonés existe un término para referirse a lo cuqui y es el de "kawaii". Hello Kitty o los Pokémon son kawaii, pero también lo son los Minions, esas criaturas adorables aliadas del malvado Gru. Muchas de las canciones de Motomami hacen referencia al imaginario japonés y en realidad todo el disco resulta un homenaje (consciente o no) al espíritu kawaii. Me explico. Las criaturas cuquis carecen de habla o, si acaso, su lenguaje consiste en un farfullar incomprensible, como es el caso de los Minions. Aquellos que hayan escuchado el último disco de Rosalía estarán de acuerdo en que la voz de la cantante catalana abandona la claridad del flamenco y la novela occitana para adentrarse en una jerigonza hermética como de esperanto pasado por el túrmix. Y es que, como nos recuerda Umberto Eco en el apartado dedicado al Secreto de su libro 'A hombros de gigantes', los ritos de iniciación de muchas sectas herméticas implicaban el balbuceo de frases sin sentido a través de las cuales se simulaba el conocimiento de una lengua perdida. Muchos de esos críticos culturales que usan un tono laudatorio para hablar de la obra de Rosalía parecen haber descubierto a través de sus letras las claves no de una lengua prístina y extinta, sino de nuestra contemporaneidad. Conclusión: la esencia de lo contemporáneo es el balbuceo. Se mire como se mire, el silogismo no dice nada bueno de lo contemporáneo.

placeholder MADRID, 19 07 2022.- La cantante Rosalía durante el concierto ofrecido hoy martes en el WiZink Center, en Madrid, en el marco de su gira internacional 'Motomami'. EFE Mariscal
MADRID, 19 07 2022.- La cantante Rosalía durante el concierto ofrecido hoy martes en el WiZink Center, en Madrid, en el marco de su gira internacional 'Motomami'. EFE Mariscal

Para no ser esta una columna sobre Rosalía reconozco que estoy hablando bastante de ella. En realidad el tema central de este artículo es (por si alguien se ha despistado) el de lo cuqui. Desde ese punto de vista, Rosalía no es más que un ingrediente sociológico ni más ni menos importante que el pulpo reversible, ese peluche de moda que acompaña los sueños de tantos niños. La disolución de los binarismos (hombre y mujer, alta y baja cultura, tiempo de trabajo y tiempo de ocio), ese podría ser el auténtico cogollo de lo contemporáneo. Solo estamos dispuestos a adorar a estos nuevos dioses que mezclan las categorías que permiten discriminar y proponer elementos de juicio. Solo así la comunicación fluye sin resistencias, sin interferencia. Lo cuqui es achuchable, lo cuqui amerita siempre un like. Alguien a quien no le guste Rosalía es un carca desinformado. Alguien a quien no le gusten los Minions es que no tiene corazón.

He visto a las mejores mentes de mi generación dedicar su precioso tiempo a hablar de Rosalía. Yo, modestamente (mimético que es uno), pensé en hacer otro tanto. Albergaba mis dudas, sin embargo; y es que sobre el último disco de la cantante ya se ha dicho casi de todo y si hay algo que no me gusta es repetirme o que me tilden de plagiario. Resulta muy ameno ver cómo se analizan las letras y la escenografía de la cantante como si fuesen la última clave de la hipermodernidad, cómo se usan para señalar una frontera inexpugnable entre los boomers (más bien poco partidarios) de los millennials y generaciones posteriores (entre los cuales encuentra la artista a sus más acérrimos seguidores). Para todo eso y mucho más da Rosalía. Rosalía no es una cantante, sino el revolucionario combustible para poner en marcha la maquinaria hermenéutica.

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