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Historia de una sombra: cómo un asesino se ocultó 30 años en Barcelona
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Historia de una sombra: cómo un asesino se ocultó 30 años en Barcelona

El periodista David Cabrera publica 'La sombra' (Libros del KO), un relato biográfico de un hombre que mató a otro. Condenado a veinte años de cárcel, escapó para esconderse

Foto: Detalle de la portada de 'La sombra'. (Libros del KO)
Detalle de la portada de 'La sombra'. (Libros del KO)

"Yo no le juzgo, él no me miente; ese es el trato". El periodista y documentalista David Cabrera conoció a 'la Sombra' a través de un amigo, que se dedicaba a reinsertar trabajadores de obra en el mundo laboral tras la crisis de 2008. A su despacho acudió un tipo de aspecto extraordinariamente normal. Talla media, rostro anodino, ningún rasgo que le hiciera llamar la atención. Levaba trabajando treinta años, sobreviviendo gracias a distintos apaños en fontanería, pero jamás había cotizado. "Problemas con la justicia", explicó entonces. Cuando la historia llegó a manos de Cabrera, le asaltaron las preguntas que probablemente le asalten a cualquiera: aquel hombre anodino apuñaló a otro durante una pelea en el 76, fue condenado a veinte años de cárcel y desapareció hasta que el delito prescribió. Pasó treinta años sin DNI ni más documentación que un carnet de conducir falso. Ni médicos, ni seguridad social, ni contratos, ni viajes. 'La Sombra' cometió un asesinato y permaneció escondido de la justicia. No se fue lejos: lo hizo en su propio barrio, sin llamar la atención.

"Eso es lo interesante: para tener una sombra hace falta acercarse a la luz, ¿no?", opina David Cabrera, autor de 'La Sombra' (Libros del KO, 2022). Sus conversaciones durante cuatro años con este prófugo se han materializado en un relato biográfico y novelado. 'La Sombra' accedió a contar todos los detalles de su vida en la penumbra administrativa, antes de que renovara su DNI en 2008 con el delito ya prescrito. Para escapar de la pena de cárcel, se mudó a otra vivienda en el Raval, donde había crecido. "El único lugar del mundo donde se camufla con el paisaje y nunca llamará la atención". Y, desde entonces, vivió cada día "como una bola extra", según relata Cabrera.

Durante sus encuentros en cafeterías, 'La Sombra' demostraba los tics desarrollados en su escondite a pleno sol: una vista casi periférica, con la que detecta y examina a casi cualquier persona que entra a una estancia. Un don para reconocer a los policías, aunque vayan de paisano. Una memoria portentosa, que le permite hacer y deshacer los recuerdos, fabricar historias y mantener el hilo de su gran mentira. Pero este increíble relato biográfico es también el de una España gris y pobre, donde la delincuencia y los trapicheos se sucedían por cientos en los ambientes marginales de Barcelona. Cuando 'La Sombra' propinó esa cuchillada fatal en una pelea de bar, trabajaba como legionario. Lo identificaron por los uniformes y pasó cuatro años en prisión preventiva. Llegó el momento del juicio y, en el momento en el que lo condenaron a casi veinte años de prisión, se esfumó con una bolsa de lona.

placeholder Cubierta de 'La sombra'. (Libros del KO)
Cubierta de 'La sombra'. (Libros del KO)

La única documentación con la que contaba entonces era el carnet de conducir de su hermano recién fallecido, que falsificó con su fotografía. Llevó una vida sin estridencias en el Raval, el barrio donde creció sumergido y rodeado de delincuencia. Su padre se dedicaba al trapicheo y, con seis años, 'la Sombra' empaquetaba y distribuía la mercancía. Con dieciséis y sin juicio previo, un tribunal de menores lo mandó a la cárcel Modelo durante dos años. Después de pasar por varios reformatorios por peleas, líos o robos con otros jóvenes de su entorno, "lo sacaron de la circulación".

"Lo que narro no justifica nada de lo que hizo, no es lo que pretendo", opina David Cabrera. "Pero sí hubo algo que me interesó cuando indagué en su infancia. Por qué huyó de la cárcel, en qué ambiente creció, esa infancia en los arrabales de Barcelona retrata una España que no salía en las guías turísticas. La delincuencia y la marginalidad son poco originales: entonces, había figuras de adolescentes quinquis que eran simétricas en Madrid, Barcelona u otras ciudades. La historia de la 'la Sombra' es también la de los años 60 y 70, que fueron violentos y duros", relata el periodista.

Probablemente, hoy 'la Sombra' lo hubiera tenido más difícil para esconderse. "Una historia como esta ocurre y una persona como 'La Sombra' sobrevive durante décadas simplemente porque puede. Todo lo que hace, esas pequeñas mentiras, corruptelas y sobornos, están perfectamente normalizados en nuestra sociedad. En el fondo, no sobresalía de la norma". A través de trapicheos e instalándose en la economía sumergida, 'la Sombra' vive, se desarrolla, tiene una hija y, cada año que pasa, es más difícil ser "un padre de familia sin dejar rastro".

Tampoco visita el dentista: él mismo se arranca los dientes podridos. El dolor de la caries lo palia aplicando cocaína en la encía

Rozando los 40 años, 'la Sombra' no pisa el médico. Ni análisis, ni curas, ni revisiones. Según relata Cabrera en el libro, solo recuerda un día en que el dolor era insoportable. "La Sombra ha investigado cómo funciona el sistema sanitario, ha previsto esta situación: al momento de hacer el ingreso, basta con inventarse un nombre común, una dirección antigua y una fecha de nacimiento fácil de recordar. Naturalmente, no coincide con ningún usuario, 'debe de haber algún error —le dirán—. Cuando reciba el alta, pase por la ventanilla para entregar la cartilla sanitaria o bien dar una dirección para enviar la factura del servicio'. Entonces repetirá los mismos datos del día del ingreso y hasta la próxima", cuenta en el libro.

Tampoco visita el dentista: él mismo se arranca los dientes podridos. El dolor de la caries lo palia aplicando cocaína en la encía y rellenando el hueco de la caries. Si la infección no remite, se extrae el diente con un cuchillo de cocina y unos alicates.

El aislamiento

"La memoria es la herramienta que él afila, es una partida de ajedrez en la que intenta ir por delante", explica David Cabrera. Aunque eludió la pena de prisión por el asesinato, 'la Sombra' cumple otras condenas autoimpuestas: el silencio y el aislamiento. "Él conoce gente, tiene una hija, la lleva al colegio... Pero no intima con nadie. Nosotros crecemos y cambiamos de círculos normalmente, pero él no. Su vida se quedó en pausa y se mueve en un círculo muy reducido de gente, con algunos que conocen su secreto. Con el resto, intenta no dejar huella y que no sepan demasiado sobre su vida".

Su objetivo es no calar en el recuerdo de nadie y que nadie se interese por su vida personal. Hasta que la condena prescribió, 'la Sombra' no fue "importante para nadie". En 2008, acudió a una comisaría donde lo detuvieron por la orden de busca y captura que seguía en activo. Pero, como le aseguró un abogado, lo liberaron al comprobar que el delito había prescrito. Lo primero que hizo fue abrir una cuenta bancaria, renovar la tarjeta sanitaria, sacarse la licencia de conducir y votar, por primera vez en su vida.

"Yo no le juzgo, él no me miente; ese es el trato". El periodista y documentalista David Cabrera conoció a 'la Sombra' a través de un amigo, que se dedicaba a reinsertar trabajadores de obra en el mundo laboral tras la crisis de 2008. A su despacho acudió un tipo de aspecto extraordinariamente normal. Talla media, rostro anodino, ningún rasgo que le hiciera llamar la atención. Levaba trabajando treinta años, sobreviviendo gracias a distintos apaños en fontanería, pero jamás había cotizado. "Problemas con la justicia", explicó entonces. Cuando la historia llegó a manos de Cabrera, le asaltaron las preguntas que probablemente le asalten a cualquiera: aquel hombre anodino apuñaló a otro durante una pelea en el 76, fue condenado a veinte años de cárcel y desapareció hasta que el delito prescribió. Pasó treinta años sin DNI ni más documentación que un carnet de conducir falso. Ni médicos, ni seguridad social, ni contratos, ni viajes. 'La Sombra' cometió un asesinato y permaneció escondido de la justicia. No se fue lejos: lo hizo en su propio barrio, sin llamar la atención.

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