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"Alaska era más glam, y yo más cisterciense": Ouka Leele, una mística en la movida madrileña
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"Alaska era más glam, y yo más cisterciense": Ouka Leele, una mística en la movida madrileña

En Barcelona, Ouka Leele revelaba las fotos con guantes porque no podía pagar la calefacción, pedía dinero y a veces comía gracias a la secta Hare Krishna, que repartía comida gratuita

Foto: La artista visual Ouka Leele. (EFE)
La artista visual Ouka Leele. (EFE)

A Bárbara Allende Gil de Biedma (Madrid, 1957-2022) le molestaba que le preguntaran por Esperanza Aguirre en las entrevistas. "La cosa es que hay gente que ha dicho que lo he tenido todo hecho por ser su prima. ¿Que lo he tenido todo hecho? ¿Pero es que ella me ha enseñado a pintar fotos?", decía en conversación para 'Vanity Fair', hace siete años. Lo cierto es que muchas conversaciones con Ouka Leele —Premio Nacional de Fotografía y Medalla de Plata de la Comunidad de Madrid, entre otros— pivotaban en tres puntos: sus recuerdos de los 80, el origen de su seudónimo y sus apellidos. Tampoco se consideraba a sí misma 'la fotógrafa de la movida madrileña' ("porque parece que después no has hecho nada más"). Pero ese es el título unánime con el que la opinión pública la despide y recuerda ahora, cuando acaba de fallecer en un hospital de Madrid.

Desde luego, los apellidos de Ouka Leele no le "enseñaron a pintar fotos", pero algo tuvieron que ver en su atracción por el arte. Unos años antes de convertirse en uno de los nombres más populares de la vanguardia ochentera y en una de las fotógrafas artísticas más cotizadas de España, Bárbara Allende nació en Bilbao, en 1957. Hija del arquitecto Gabriel Allende Maíz, sobrina del poeta Jaime Gil de Biedma y de Tomás Allende García-Baxter, ministro franquista y miembro destacado de los gobiernos de tecnócratas del Opus Dei. "Iba entonces a un colegio de religiosas, y el olor a incienso, los velos de tul y las ceremonias monjiles la fascinaban, era como estar continuamente en el teatro. Luego fue a Montealto, un colegio del Opus Dei, y tanta laicidad en las formas le resultó abrupta, un fraude estético", contaba un perfil publicado en 'El País' en 1987.

Foto: Ouka Leele,en un evento celebrado en Huesca en 2019. (EFE)

Una especie de misticismo, incluso ascetismo, fascinó a Ouka Leele durante su infancia y fue lo que cultivó al crecer, cuando se convirtió en una artista decisiva para la movida madrileña. Aunque creció lo justo, porque decía conservar una especie de rebeldía e inocencia que la hacía vivir como levitando. "Solo eres tú misma cuando tienes pocos años; hasta los cuatro años, todos te quieren, te dejan vivir; desde los cinco a los 12 años todo cambia, haces lo que ellos quieren. Y ahora ya no sabes lo que quieres realmente, vas a una fiesta y todos están de pie con su copa, y quizá lo que te apetece es sentarte en el suelo", contaba en el mismo perfil. La pintura fue su primera vocación, trasteaba en un antiguo estudio de su abuelo. Al principio, apoyada por su familia, "aunque cuando fue en serio ya no les hizo tanta gracia".

Comenzó a estudiar Bellas Artes, pero abandonó. Y fue entonces cuando "la niña bien que quería pintar", según la describían cuando se dio a conocer, comenzó su verdadera escuela. Conoció a El Hortelano, el pintor de la movida del que tomó su seudónimo, y a Ceesepe, artista del comic 'underground'. Con ellos se fue a vivir "en una etapa muy tirada, pero necesaria", según la recordaría algunos años después, con su obra expuesta en el Museo Reina Sofía, la Colección ARCO o la Fundación La Caixa. "Me tuve que ir de casa porque mis ideas no eran aceptadas; me decían que no podría volver, que no me ayudarían en nada. Y yo me lo creía, aunque lo dijeran para que les hiciera caso", contaba en entrevista para el 'Ideal'.

placeholder La fotografía 'El beso' (1980) de Oula Leele es una de las imágenes míticas de la Transición. (Vegap, Ouka Leele)
La fotografía 'El beso' (1980) de Oula Leele es una de las imágenes míticas de la Transición. (Vegap, Ouka Leele)

En Barcelona, Ouka Leele revelaba las fotos con guantes porque no podía pagar la calefacción, pedía dinero y a veces comía gracias a la secta Hare Krishna, que repartía comida gratuita. La apadrinó el galerista catalán Albert Guspi, que fue quien la animó a tomar su seudónimo de un cuadro de El Hortelano. También la animó la necesidad, porque hasta entonces firmaba sus obras y 'performances' tras el anonimato de Bárbara Sin Apellido. "Hacía 'performances' rarísimas, como una en la que proyectaba unas fotos desde detrás de un búnker y pasaban personas con pulmones de cerdo y luego lanzaban patas de pollo contra el público, mientras yo leía la guía de teléfonos. Eso creaba en el público una especie de horror. Y yo soñaba con poder camuflarme entre ellos", recordaba en una charla con 'Vanity Fair'.

El caso es que, en Barcelona y con "la pobreza" como escuela, Bárbara Allende Gil de Biedma comenzó a ser Ouka Leele. Su primera exposición, 'Peluquería', dio a conocer su obra gracias a la técnica que la encumbraría. Coloreaba las fotografías en blanco y negro con acuarela líquida y así fusionó las dos disciplinas. Pintaba el color porque el laboratorio no le permitía elaborar la estética dadá con la que conquistó al público madrileño. Con sus retratos pintados y con tocados estrambóticos en la cabeza, 'Peluquería' se convirtió en la primera de muchas exposiciones que firmó. "Ya en Madrid hice una exposición en la que me puse un cerdito en la cabeza y me hice un traje de fuelle con aros dentro —que yo creo que después Ágata Ruiz de la Prada se inspiró en él—. A la inauguración fueron Nazario y su novio con unos espaguetis a la boloñesa chorreándoles por la cabeza. Iban a verla desde los punkis más punkis hasta señoras con abrigo de visón. Fue muy bonito", recordaba para 'Jot Down'. En 2017, Loewe diseñó una línea de ropa inspirada en esas fotografías míticas.

En 1981, le diagnosticaron un cáncer que le hizo regresar con El Hortelano, ya por entonces su marido, a Madrid. Aquella enfermedad y la curación acentuaron un "amor por la vida" que Ouka Leele predicó desde entonces. "No lo recuerdo como una enfermedad, sino como una intuición de estarlo, no quería reconocerlo. La etapa más dura es la curación, que ojalá cambie porque es tremendo pasar a ser un condenado de un campo de concentración, aunque el crecimiento espiritual es tan grande que lo malo no lo recuerdo", decía en una entrevista hace 15 años.

"Necesito trabajar"

En la década de los 80, Ouka Leele comenzó a exponer sus fotos coloreadas para otras galerías y a recibir encargos en cabeceras de prestigio. 'Penthouse' o 'Playboy', entre otras. Ante las preguntas por sus apellidos y su origen acomodado, Ouka Leele solía responder sin tapujos que ella "necesitaba trabajar". "Es lo que había. Nadie me apoyaba financieramente ni me tocó la lotería. Entonces protestaba por tener esos mecenas, es cierto, pero hoy debo agradecerlo", decía en 'Vanity Fair'. Recordaba la movida madrileña como un trabajo sin oficina, en el que "aprendían unos de otros", exponían o proyectaban sus obras donde podían.

Comparándose con uno de los iconos más mediáticos de la movida, Ouka Leele daba una impresión de artesana, en la misma conversación de 'Vanity Fair': "En cuanto a Alaska… Es que ella ya de joven iba a comprarse la ropa a Londres, y yo me ponía un jersey de mi padre. Ella era más glam, y yo más cisterciense (risas). Quiero decir que ella hace un programa de televisión, mientras yo estoy más recluida. Yo creo en el oficio, y mi oficio conlleva muchas horas de trabajo".

En 2005, la que usaba los jerséis de su padre como vestido e invitaba a Nazario con espaguetis en la cabeza recibió el Premio Nacional de Fotografía. Según el Ministerio de Cultura, "por su aportación a la fotografía, en la cual no sólo hay un testimonio decisivo de la sensibilidad y la vida artística española desde los años ochenta hasta hoy, sino también unas personales aportaciones cromáticas, compositivas y narrativas que tienden a cuestionar los límites del lenguaje de la fotografía".

placeholder Foto: Ouka Leele.
Foto: Ouka Leele.

A partir de los 90, comenzó a exponer en galerías de Londres, París, Bélgica o Fráncfort y a vender todo lo expuesto en la Feria ARCO de Madrid. También publicó varios poemarios y, en una entrevista de 2008, leyó este, que escribió con 17 años, cuando su perspectiva sobre la vida y la enfermedad todavía no había virado por completo: "La muerte me ha llamado / me voy con ella / mañana mismo expiraré / a la hora en que más lo sienta / y podré así al fin / gozar la vida intensamente".

Gran parte de su infancia y su concepción de la pintura se plasmaron en el largometraje 'La mirada de Ouka Leele', de Rafael Gordon, que fue nominado a mejor documental en los Premios Goya de 2010. Durante cinco años, el director siguió a la pintora en la creación de lo que podría llamarse "su Capilla Sixtina": un mural de 240 metros en un pueblo de Murcia. En él aparecen grandes flores enroscadas sobre un fondo azul cielo. La obra se llamó 'Mi jardín metafísico'. Trabajó en el muro de hormigón durante años, a veces subida a una grúa, bajo el sol de Murcia, en el que encontró "inspiración". Al principio iba a incluir el motivo de una serpiente, pero consultó a varios vecinos y le disuadieron de hacerlo. Así es como un diario regional anunció que la pintura estaba terminada: "Ouka Leele pintó su metafísico jardín mientras los vecinos le daban consejos y hasta la piropeaban, lo que interpreta como una forma de transmitirle 'la alegría de la vida". Poco hay que añadir a esta imagen: la de una artista consagrada, Premio Nacional del Ministerio de Cultura, escuchando y aceptando los consejos de los vecinos del pueblo.

A Bárbara Allende Gil de Biedma (Madrid, 1957-2022) le molestaba que le preguntaran por Esperanza Aguirre en las entrevistas. "La cosa es que hay gente que ha dicho que lo he tenido todo hecho por ser su prima. ¿Que lo he tenido todo hecho? ¿Pero es que ella me ha enseñado a pintar fotos?", decía en conversación para 'Vanity Fair', hace siete años. Lo cierto es que muchas conversaciones con Ouka Leele —Premio Nacional de Fotografía y Medalla de Plata de la Comunidad de Madrid, entre otros— pivotaban en tres puntos: sus recuerdos de los 80, el origen de su seudónimo y sus apellidos. Tampoco se consideraba a sí misma 'la fotógrafa de la movida madrileña' ("porque parece que después no has hecho nada más"). Pero ese es el título unánime con el que la opinión pública la despide y recuerda ahora, cuando acaba de fallecer en un hospital de Madrid.

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