Es noticia
Concha Velasco y la culpa por llevar a los padres a una residencia
  1. Cultura
'TRINCHERA CULTURAL'

Concha Velasco y la culpa por llevar a los padres a una residencia

Cuando te toca, te das cuenta de la capacidad de contención que debes tener para no mandar a todo el mundo al carajo y de lo mucho que uno se calla

Foto: Concha Velasco, el año pasado. (EFE/Javier Zorrilla)
Concha Velasco, el año pasado. (EFE/Javier Zorrilla)

Manuel es muy educado. “Cuida mucho sus palabras”, dicen de él. Explica lo vivido en su familia con un puñado de frases exquisitas. “No pasa nada por reconocerlo”. “Muchas veces no sabemos lo que pasa de puertas para dentro de las casas”. “Somos unos privilegiados”. “Hay que respetar la intimidad de las familias y la intimidad médica de las personas mayores”.

Yo también puedo ser muy educada y hace cinco años también tuve que medir mis palabras. “Es lo mejor para ella”. “Llega un momento en el que no se puede”. “En mi casa no cabe”. “De esa forma puedo verla todos los días, ahora que es mi responsabilidad”.

Foto: Concha Velasco, en una imagen de archivo. (EFE/Enric Fontcuberta)

Afortunadamente, mis argumentos no tuvieron que exponerse delante de toda España, como le ha tocado a él. Porque solo él y su hermano son hijos de Concepción Velasco Varona, doña Concha Velasco, y mi madre no fue la novia de España ni pionera de nada. Nació en Hospitalet de Llobregat, era tauro y le salían de miedo las torrijas.

El delito

Cuando te toca ser Manuel, te das cuenta de la capacidad de contención a la que uno puede llegar para no mandar el mundo al carajo. De lo mucho que uno se calla —“no sabemos lo que pasa de puertas adentro de las casas”— para no romper el retrato de familia que se ha mostrado de puertas para fuera.

Qué violento tener que justificar una decisión como esta. Cuando te toca poner el pecho y la cara por delante para aclarar por qué llevas a tu madre a una residencia. Esa mirada que te juzga, ese silencio que te convierte en cómplice de no sé muy bien qué delito.

Un familiar cercanísimo aún se lamenta de que los últimos años de mi madre fueran en “ese sitio”. Como si lo que no se nombrara no existiera

Leo la entrevista que le ha hecho mi compañero Juanra López a Manuel y siento que los partes médicos y emocionales de la familia de Velasco y la mía podrían ser el mismo. Y me vienen de golpe aquellos días de enero de 2017. Eso que tuvimos que adornar y silenciar —“si ellos supieran”— y que ahora de vez en cuando asoma en forma del ajuste de cuentas que nunca haré.

Un familiar cercanísimo aún se lamenta de que los últimos años de mi madre fueran en “ese sitio”. Como si lo que no se nombrara no existiera. Como si nombrarlo fuera a atraer las siete plagas bíblicas. Como si esa decisión hubiera respondido a un capricho del destino, una pieza del puzle que era entonces mi vida y que me encajaba sin alterarla demasiado. “Tenía que haberlo evitado”, insiste. Detrás de esa frase, mi silencio.

"Yo no quiero ser una carga"

A veces la severidad y el mohín en el rostro proceden de personas lejanas. Un vecino muy mayor me dijo al darme el pésame por su muerte que todo iba mejor antes, “cuando las hijas se ocupaban de las madres y se las llevaban a su casa”. Curiosa forma de decir lo siento. Pero las hay peores.

Ese momento lo recogió Ana Pastor en un tuit y una señora respondió: "Hace falta un corazón de hielo para llevar a tu madre a una residencia"

En un rincón del cerebro tengo aún guardado algo que pasó en abril de 2020. Yo le estaba contando a Mamen Mendizábal, en La Sexta, la muerte de mi madre. Me vacié con ella como si nadie nos estuviera mirando. Yo llevaba un vestido estampado que no he vuelto a ponerme y el pelo recogido con desgana. Ese momento lo recogió Ana Pastor en un tuit y una señora respondió: “Hace falta tener el corazón de hielo para llevar a tu madre a una residencia”.

“No pasa nada por reconocerlo”, dice Manuel. Y se ve obligado a narrar su periplo y el de su hermano. Sus horarios laborales, sus dificultades para lo que ellos y el resto consideran estar a la altura. Todo lo que han hecho y los muchos pasos dados hasta encontrar la fórmula que hoy es la menos mala posible. Detalles que ve pertinentes regalarnos para que no le llamemos mal hijo. Ni a él ni a su hermano. Una auditoría filial de cara al público.

Foto: Imagen: Unsplash/AndreeaPopa.

“Yo no quiero ser una carga”, dirán algunos al escucharle. “De mi casa no me saca nadie”, dirán otros. Mi madre me dijo estas dos frases en un intervalo corto de tiempo. La primera cuando todo iba bien. La segunda, cuando ya sabíamos llegar sin preguntar a la consulta del médico de Digestivo.

Ojalá tener tiempo y a Manuel delante. Pero esta vez, sin que ninguno de los dos midamos las palabras.

Manuel es muy educado. “Cuida mucho sus palabras”, dicen de él. Explica lo vivido en su familia con un puñado de frases exquisitas. “No pasa nada por reconocerlo”. “Muchas veces no sabemos lo que pasa de puertas para dentro de las casas”. “Somos unos privilegiados”. “Hay que respetar la intimidad de las familias y la intimidad médica de las personas mayores”.

Trinchera Cultural Concha Velasco
El redactor recomienda