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Monta algo gordo, llama a Nacho Cano: de mito espiritual pop en Mecano a megalómano
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Monta algo gordo, llama a Nacho Cano: de mito espiritual pop en Mecano a megalómano

El anuncio del teatro-pirámide ha llegado el día 16 de septiembre, día de la independencia de México, en un momento de tensión entre España y este país. ¿Casualidad?

Foto: Nacho Cano en concierto (EFE)
Nacho Cano en concierto (EFE)

El último descubrimiento azteca no nos lleva a México sino al madrileño barrio de Hortaleza. De momento no es más que una emulación fotográfica difundida por una revista vecinal online —cuya web se debe haber caído en estos días ante la avalancha de atónitas visitas—; una maqueta, vaya. Pero el sueño del empresario y músico Nacho Cano se hará realidad en breve. La aventura equinoccial del ex Mecano —que, afirmaremos sin necesidad de comprobarlo, supondrá la construcción de la mayor pirámide azteca de Eurasia— aviva las esperanzas distópicas de quienes llegaron a rozar con la punta de los dedos el proyecto de EuroVegas que el magnate Sheldon Adelson nos negó a última hora porque qué era eso de unos derechos laborales. Aquello nos pudo haber dado trabajo (vestidos de romanos, eso sí) a miles de madrileños; ¿qué aportará ahora al distrito de Hortaleza esta fantasía tan Fitur?

Como ya es bien sabido, se trata de un complejo que albergará una pirámide de 30 metros de altura —no está nada mal considerando que las pirámides de Teotihuacán (o sea, las buenas) miden 65 metros (la del Sol) y 43 metros (la de la Luna)— cuyo interior albergará un teatro provisional —estará ahí durante los cuatro años en que se represente el musical sobre Hernán Cortés creado por Cano— de 1.326 butacas. Por lo que alcanzamos a ver, el proyecto se inscribirá en los anales de la arquitectura bakala, esa donde las columnas dóricas, jónicas y corintias conviven con el metacrilato, esa donde el cartón piedra se alía con la moqueta y todo te da calambre. Fuera habrá un aparcamiento de 10.000 metros cuadrados; toda una invitación al parkineo, nens.

Foto: Nacho, Ana y José María: Mecano. (EFE)

Nada puede sorprendernos la aztequización de Hortaleza; al fin y al cabo vivimos en un mundo en el que el Rock in Rio se celebra en Lisboa y Abu Dhabi tiene su Louvre; la globalización naturaliza —como preconizaba en 1978 el long seller de la arquitectura de masas Aprendiendo de Las Vegas en su capítulo 'La arquitectura de lo feo y lo ordinario, o el Tinglado decorado'— la libre circulación de toda ocurrencia humana, de lo más hortera a lo más sublime. Estos son los polos entre los que, al fin y al cabo, discurre a menudo la música pop. A veces, incluso, la mejor música pop.

placeholder Aspecto del proyecto que ha presentado el músico Nacho Cano (EC)
Aspecto del proyecto que ha presentado el músico Nacho Cano (EC)

En Mecano, Nacho era el cerebro melódico, el de los hallazgos más sencillos y efectivos —'Maquillaje', 'Me colé en una fiesta', “Barco a Venus', 'Dalai Lama', 'La fuerza del destino', 'El 7 de septiembre' y otras cien—, el más espectacular de los tres, el que mejor marcaba las costillas, el que abriendo los brazos —hay quien aún usa esa imagen para significar que es capaz de hacer dos cosas a la vez— abarcaba un cuadrilátero de pianos, sintes y órganos en una sudorosa performance crística. Aunque ahí le veíamos en una asociación de canciones coreables y maximalismo cristiano, fueron sus inclinaciones budistas las que le visibilizaron como primera figura espiritual-pop de nuestra hedonista post-Movida. Se dice —y es lícito pensar que el que escribe habla con el resentimiento del que nunca fue invitado a verlo— que Nacho tenía en casa un buda tan grande como el de Kamakura. Pero no será esta columna el lugar para hacer mofa de las creencias de nadie, que bastante cachondeo tiene ya que aguantar un budista en un país tan orientalófobo como el nuestro. Porque, reconozcámoslo, en España ser budista está tan mal visto como pronunciar 'aisberg' en vez de 'iceberg'.

Pero el asunto no es ese: se trata más bien de cuando el culto se alía con la grandilocuencia —RAE: “elocuencia elevada o pomposa”— y esta, con el esparcimiento urbanístico. Dejo para el análisis político eso de que primero te dan la Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo, luego correspondes tú con unas agasajo vacacional en Ibiza a la responsable municipal Isabel Díaz Ayuso (“tan valiente y buena presidenta”), y unos días después te cae el contrato. Mejor reflexiono sobre qué es esa cosa ampulosa que —ya roto el equipo con su hermano José María y con Ana—, hizo de Nacho Cano nuestro Jean Michael Jarre, es decir, el hombre de los grandes espectáculos: la música instrumental para el fallido Madrid Olímpico 2012, la de la boda de Felipe de Borbón y Letizia Ortiz, la que inaugura los Europeos de Atletismo en 2010… O, en la Nochevieja de 2020, la actuación en la Puerta del Sol, sin público, con cámaras y con tensión Covid. Si quieres montar algo muy gordo llamas a Nacho Cano. Ojo: en estos casos la megalomanía también es la tuya, que eres quien hace el encargo.

La Malinche

Desde esa perspectiva es que, en un lugar de valorar en positivo la construcción de un teatro, uno advierte que en todo este asunto lo que menos se trata es del teatro. La política y la cultura, ya se sabe, produce monstruos, en este caso uno que parece un híbrido de Marina D’Or y Xcaret, el espectáculo temático sobre la historia de México que vas a ver cuando estás en la Riviera Maya en un hotel con pulserita.

En el de Nacho Cano, el prometido “mestizaje y multiculturalidad” tendrá que convivir con la polémica: la Malinche que titula al teatro y la obra es un personaje altamente controvertido desde el siglo XV. Fue la intérprete y amante de Hernán Cortés, y llegó a ser “Doña Marina”, una mujer “entrometida y desenvuelta” según el cronista de Indias Díaz del Castillo, el epítome de la traición que dio la ventaja definitiva a los conquistadores españoles frente a los indígenas (que la habían vendido como esclava, por decirlo todo). En un vídeo que circula por ahí, Alberto Serrano, concejal presidente de las juntas municipales de Latina y Hortaleza por Ciudadanos, muy crítico con la pirámide, manifiesta que él “es más de Rosendo y del jamón extremeño”, sin entender que lo de Hernán Cortés es algo mucho más españolazo. Lectores mexicanos, ¿qué opinan ustedes de este asunto? ¿Han notado que el anuncio del teatro ha llegado el día 16 de septiembre, día de su independencia, en un momento de tensas relaciones entre España y el gobierno de López Obrador, tras reclamar este disculpas, “sobre todo la monarquía, por lo que se llevó a cabo de manera abusiva en nuestro país con las comunidades originarias, la represión que hubo, los asesinatos masivos, el exterminio”? ¿Casualidad?

El último descubrimiento azteca no nos lleva a México sino al madrileño barrio de Hortaleza. De momento no es más que una emulación fotográfica difundida por una revista vecinal online —cuya web se debe haber caído en estos días ante la avalancha de atónitas visitas—; una maqueta, vaya. Pero el sueño del empresario y músico Nacho Cano se hará realidad en breve. La aventura equinoccial del ex Mecano —que, afirmaremos sin necesidad de comprobarlo, supondrá la construcción de la mayor pirámide azteca de Eurasia— aviva las esperanzas distópicas de quienes llegaron a rozar con la punta de los dedos el proyecto de EuroVegas que el magnate Sheldon Adelson nos negó a última hora porque qué era eso de unos derechos laborales. Aquello nos pudo haber dado trabajo (vestidos de romanos, eso sí) a miles de madrileños; ¿qué aportará ahora al distrito de Hortaleza esta fantasía tan Fitur?

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