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Richard Wagner, el rojo: ¿habría escrito el compositor una ópera contra los nazis?
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Richard Wagner, el rojo: ¿habría escrito el compositor una ópera contra los nazis?

Antes de la llegada del nazismo, el compositor alemán era reivindicado por pensadores progresistas por su ateísmo humanista y su crítica del poder como fuerza de corrupción

Foto: Fotografía del compositor Richard Wagner.
Fotografía del compositor Richard Wagner.

En 'Misterioso asesinato en Manhattan' el personaje de Woody Allen abandona con su pareja (Diane Keaton) la ópera Metropolitan de Nueva York solo minutos después de haber escuchado parte de 'El holandés errante' y suelta aquello de "después de escuchar a Wagner durante media hora, me entran ganas de invadir Polonia". La cita es una de las más populares de la historia del cine. Y le queda graciosa. Pero a su vez es un tópico como una catedral de grande (que pervive). A los genios como Allen también se les pueden colar estos lugares comunes.

placeholder 'Wagnerism'.
'Wagnerism'.

Porque si hacemos caso del último libro del crítico musical Alex Ross ' Wagnerism: Art and Politics in the Shadow of Music' —se publicará próximamente en Seix Barral con la traducción de Luis Gago— comprobaremos que el compositor alemán fue reivindicado por pensadores y políticos revolucionarios progresistas como George Bernard Shaw, el anarquista Piotr Kropotkin, el socialista utópico Alexandr Herzen, el fundador de la UGT alemana Ferdinand Lassalle y hasta Lenin, la fotografía es muy diferente: Wagner no tenía nada de nazi hasta los años treinta del siglo pasado. Los caprichos de la Historia.

Un soñador

"Wagner soñaba un mundo. Es un utopista y en ese sentido es un progresista porque sueña un mundo mejor y más limpio. Es un compositor para mentes abiertas, progresistas", cuenta a El Confidencial el ensayista Ramón Andrés, que acaba de publicar el monumental 'Filosofía o consuelo de la música' (Acantilado) en el que charla con compositores del pasado. Recuerda además el libro de Alain Badiou 'Cinco lecciones sobre Wagner' (Akal) en el que el filósofo, bastante alejado de la derecha, muestra su pasión por el alemán. "Fascinó a los pensadores progresistas porque es un músico que da una nueva concepción armónica, una nueva manera de entender la música como desafío intelectual", afirma Andrés. Wagner lo cambió todo. Era pura modernidad en su época, nada que ver con el pensamiento conservador que pretendía un mantenimiento de las formas tradicionales de la ópera.

Wagner se unió a las tendencias nacionalistas y promotoras de un nuevo orden, "pero en su caso con una deriva más anarquista"

La cercanía con los pensadores más progresistas, con el anarquismo y el socialismo utópico del siglo XIX también tiene que ver con el pensamiento ideológico wagneriano durante los años de las revoluciones liberales de 1848 y 1849. Según señala a este periódico Miguel Salmerón, profesor de Filosofía y Ciencias de la Música en la Universidad Autónoma de Madrid, en aquel tiempo Wagner se manifestó en contra de la secular atomización de Alemania. Todavía no era un país unificado y para él eso "se interpretaba como pervivencia del antiguo régimen". El compositor, indica Salmerón, que participó en los movimientos que hubo en Dresde donde trabajaba como maestro de capilla en 1849, se unió a las tendencias nacionalistas y promotoras de un nuevo orden, "pero en su caso con una deriva hacia un pensamiento más libertario, más anarquista". Él quería romper con el régimen anterior, que consideraba antiguo.

Obras anticapitalistas

Su ideología también se dejó ver en obras de aquellos años como 'El anillo del Nibelungo', cuya tetralogía terminó hacia 1857. En esta magna obra, donde se encuentra 'La cabalgata de las Valkirias' —su musicalidad bombástica sí estaría más cerca de lo que dice el personaje de Allen en la película— Wagner mostró la influencia que sobre él tuvo el filósofo Ludwig Feuerbach, que también había influido bastante en su compatriota Karl Marx.

placeholder Representación de 'El anillo del Nibelungo'.
Representación de 'El anillo del Nibelungo'.

Feuerbach es el filósofo del ateísmo humanista, que reclama recuperar lo divino para el ser humano y acabar con el concepto de una debilidad trascendente para darse cuenta de que lo poderoso y verdadero es la humanidad unida. Wagner lleva esta idea a la ópera del Anillo insistiendo en que el poder y la riqueza corrompen y que la única fuerza salvadora y que llenará al ser humano de alegría es el amor. Un poco más y le queda una ópera hippy.

"Desde luego la propuesta de 'El anillo del Nibelungo' es anticapitalista. Señala que el ser humano apueste por su espontaneidad, en contra de las leyes, las normativas, del Estado establecido", afirma Salmerón. Obviamente Kropotkin estaría encantado con esta idea, que también aparece en 'Tristán e Isolda', la historia de un tipo que está totalmente socializado dentro de un marco normativo que tiene totalmente interiorizado hasta que es el amor el que le hace salir de esa jaula. "Se trata de llegar a la verdad a través del amor. En este caso la influencia es Schopenhauer, con la diferencia que Schopenhauer pensaba que el sexo era un mal necesario para que continuara la especie humana. Wagner, por el contrario, sí pensaba en el amor como una fuerza revolucionaria, desde el amor fraternal al amor erótico", manifiesta Salmerón.

La propuesta de 'El anillo del Nibelungo' es anticapitalista. Señala que el ser humano apueste por su espontaneidad, en contra de las leyes

En el libro de Alex Ross se entresacan algunas palabras del compositor, que afirmaba hacia 1849 que "un movimiento recorre el mundo: es la tormenta de la revolución europea; todos participan en él, y quien no lo apoya empujando hacia adelante, lo fortalece empujando hacia atrás". De ahí a la frase con la que Marx dio inicio a 'El manifiesto comunista', "un fantasma recorre Europa", no hay mucho. También fueron esos años en los que Wagner escribió textos como 'Arte y revolución', 'La obra de arte del futuro' y 'Opera y drama', donde está impreso todo su pensamiento feuerbachiano.

Marx y los judíos

La relación entre Marx y Wagner no fue estrecha, no obstante. Sobre todo el creador del comunismo, cuenta Ross, le empezó a tener en su punto de mira años después, hacia los setenta, cuando Wagner fue elegido el director del Festival de Bayreuth —que le sirvió para estrenar sus obras a partir de 1876— y el rey Luis II de Baviera ejerció como su mecenas. Porque ahí a Wagner se le cayó también su republicanismo —todos tenemos un precio— y empezó a defender al rey y la causa nacionalista de la unificación. "Esto en parte viene por el rencor que Wagner tenía por lo francés. Se siente muy cercano a los planteamientos unificadores porque ve que todo eso tiene que ver con una victoria sobre los franceses. Es su venganza al ninguneo al que fue sometido en sus épocas de París", explica Salmerón.

placeholder Fotografía del filósofo Karl Marx.
Fotografía del filósofo Karl Marx.

Hay un apunte en el que Marx y Wagner sí se relacionan, pero tiene que ver con la parte oscura de la historia y lo que vendrá décadas más tarde: el antisemitismo. Marx escribió un opúsculo sobre la cuestión judía y el compositor hizo lo propio en 'El judaísmo en la música'. Ambos, afirma el profesor Salmerón, "como son anticapitalistas, otorgan al judío la condición de sustentador del capitalismo. Wagner además decía que los músicos judíos no tenían una cultura propia y que estaban vendidos al espectáculo musical [sería como decir hoy 'lo mainstream']".

Con Meyerbeer, que era judío pero a la vez el favorito del público parisino, Wagner sufría más de envidia que de antisemitismo

Pero el odio de Wagner tenía mucho que ver con la envidia que le tenía a Meyerbeer, porque este tenía mucho éxito. Giacomo Meyerbeer era judío, pero a la vez era el favorito del público parisino, allí donde Wagner no había podido triunfar. Los impulsos primarios a veces dominan la Historia.

Y llegaron los nazis

Estos elementos, el antisemitismo y el nacionalismo alemán, que estaba también en obras como 'Los maestros cantores de Núremberg' —creada muchos años después de las revoluciones liberales— sirvieron de enganche al nazismo para apropiarse de su figura. Y también la grandilocuencia de sus obras, la monumentalidad, su querencia por el arte total, lo grandioso, el movimiento, lo que no está fragmentado. En general, conceptos que suelen ser muy del gusto fascista.

Es cierto que Adolf Hitler estaba entusiasmado con su música. Le gustaba. Y fue un gran promotor del Festival de Bayreuth, que estaba en manos de la familia Wagner, primero con su viuda Cosima, después con su hijo Siegfried y más tarde con su nuera Winifred, que tuvo una relación personal con el dictador y que se mantuvo en la dirección hasta 1944. Hitler compraba entradas para los soldados del partido nazi, pero como sostiene Salmerón "habría que ver si a los soldados les gustaba. Y después había mucha gente que votaba a los nazis, pero no todos eran intelectuales. Y Wagner no es un músico sencillo".

placeholder Hitler junto a Winifred Wagner, nuera del compositor y directora del Festival de Bayreuth.
Hitler junto a Winifred Wagner, nuera del compositor y directora del Festival de Bayreuth.

De hecho, se apropiaron bastante de 'Los maestros cantores' porque habla del artesano alemán, que es un artista y dice que "¡acabará el imperio sacro germano, pero no acabará el arte alemán!". Y también la usaron porque es la más sencilla. Suena potente, bélica, poderosa. Leni Riefensthal la usó para su película 'El triunfo de la voluntad'.

Apropiación superficial

Ramón Andrés insiste en que toda esta apropiación que hicieron los nazis del músico fue maliciosa. Y que está cogida muy por los pelos. Como tantas otras que se han hecho, dice él, de la cultura alemana a partir de Lutero. "El luteranismo fue muy critico con los judíos, pero no era antisemitismo sino una visión crítica de ciertos movimientos del judaísmo. Lo que ocurre es que se pone todo en el mismo saco. Hasta de Durero, que es un pintor del XVI, se ha dicho que era antisemita porque pinta a unos judíos de una manera dantesca. Y luego el caso de Nietzsche y hasta de Bach", comenta Andrés.

Esta apropiación que hicieron los nazis del músico fue maliciosa y está cogida muy por los pelos

El ensayista recuerda cómo se han manoseado conceptos como el de la voluntad de poder que "en realidad se refiere al ser humano que es capaz de controlarse, de no ser apasionado, de no tener apegos y de ser libre… Pero de una manera muy oriental. Esa es la voluntad de poder de Nietzsche", dice Andrés. Y no ese poderío riefensthaliano del superhombre cercano al macho alfa. Con respecto a Bach, sostiene que "no hay ningún indicio de antisemitismo en Bach, que muere en 1750, pero también se lo apropiaron como ejemplo del alma alemana y la perfección". Y así es como las 'suites' se convierten en nazis.

Por eso, este ensayista cree que la apropiación que se hizo de Wagner —y tantos otros creadores alemanes— fue "muy superficial. Cuando empieza el ascenso en 1933 del nazismo se hace con una iconografía y símbolos de la grandeza y recurren al Wagner de las instrumentaciones potentes, al Bach de 'La pasión según San Mateo' por los coros, a Nietzsche por ciertos pasajes de Zaratrustra". Para él es evidente que "si Wagner hubiera vivido en la época nazi —y no su nuera— habría compuesto una ópera contra los nazis. Se habría tomado bastante mal la apropiación porque es todo lo contrario a un reaccionario. Es un artista de vanguardia".

Si Wagner hubiera vivido en la época nazi —y no su nuera— habría compuesto una ópera contra los nazis

Pero lo cierto es que su relación con el nazismo, ya sea cogida con pinzas, pervive en el imaginario colectivo. Le ocurre lo mismo que a Nietzsche. No ayudan hechos como lo que sucede todavía en Israel donde su figura sigue siendo problemática. De hecho, hace un par de años la radio pública tuvo que pedir perdón por emitir 'El crepúsculo de los dioses' tras recibir miles de quejas por parte de los oyentes.

Así que todavía la famosa frase de 'Asesinato en Manhattan' continuará haciendo gracia. La mala fortuna de un compositor que quería cambiar el mundo hacia algo mejor y una muestra de que es muy difícil controlar cómo queremos que nos recuerden.

En 'Misterioso asesinato en Manhattan' el personaje de Woody Allen abandona con su pareja (Diane Keaton) la ópera Metropolitan de Nueva York solo minutos después de haber escuchado parte de 'El holandés errante' y suelta aquello de "después de escuchar a Wagner durante media hora, me entran ganas de invadir Polonia". La cita es una de las más populares de la historia del cine. Y le queda graciosa. Pero a su vez es un tópico como una catedral de grande (que pervive). A los genios como Allen también se les pueden colar estos lugares comunes.

Ópera Karl Marx