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¿Dónde apunta el dedo de Colón en Barcelona? Historia increíble de una estatua
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¿Dónde apunta el dedo de Colón en Barcelona? Historia increíble de una estatua

Ese índice no apunta a América, sino a Génova, localidad natal del navegante pese a todas las dudas sembradas desde 1927 por el historiador peruano Luis Ulloa

Foto: Estatua de Crisobal Colón en Barcelona. (EFE)
Estatua de Crisobal Colón en Barcelona. (EFE)
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La Historia de los homenajes barceloneses a Cristóbal Colón tiene demasiadas vinculaciones indirectas con el dadaísmo. Durante la segunda mitad de la pasada centuria los niños barceloneses podíamos realizar una especie de tour turístico por los símbolos ciudadanos alusivos al descubridor de América. Uno de ellos era la carabela Santa María, réplica poco fidedigna de la compañera de la Pinta y la Niña rumbo al Nuevo Mundo. Durante la década de los ochenta, con las Olimpiadas a la vista, sufrió múltiples atentados a cargo de grupos independentistas, contrarios a su españolidad, hasta ser retirada por la Diputación Condal en 1990, hundida, según la leyenda, con mucho sigilo, premeditación, nocturnidad y alevosía en las costas del Maresme, entre Arenys de Mar y Calella.

El recorrido por los sitios del Almirante deparaba muchas sorpresas, y buena fe de ello pueden dar cuatro turistas malagueños y dos japoneses, atrapados en el monumento del Portal de la Paz de la Rambla a principios de mayo de 2012. De pequeños, uno de los mitos era que el mirador estaba en el dedo de la estatua, de cincuenta centímetros hasta romper la armonía con el resto del cuerpo para poder ser admirado desde la calle. Ese índice no apunta a América, sino a Génova, localidad natal del navegante pese a todas las dudas sembradas desde 1927 por el historiador peruano Luis Ulloa y más tarde, en sintonía con el surrealismo del conjunto, por el peligroso y descacharrante Institut Nova Historia, para quien Leonardo Da Vinci, Miguel de Cervantes y nuestro protagonista eran catalanes de pura cepa.

La gestación de un emblema

Barcelona tiene una gran tradición de cronistas municipales, por desgracia en muchas ocasiones viciados con el folklore local hasta el punto de secundar relatos populares por aquello de preferir una buena historia a la verdad, y al no ahondar en la misma la capital catalana vive como quién dice de cuentos sin atender a las fuentes. En el caso del genovés todos aceptan la estatua del final de la Rambla, ubicada en una triple encrucijada vial con vistas al mar, como emblema de los fastos de la Exposición Universal de 1888, primera piedra condal hacia su proyección internacional basada en organizar grandes eventos para obtener resonancia, tales como la muestra Internacional de 1929, el felliniano Congreso Eucarístico de 1952, los Juegos de 1992 o el fallido Fórum de las Culturas de 2004, donde el interés viró hacia la especulación inmobiliaria sin resolver los acuciantes problemas de muchos barrios contiguos al río Besós.

El primer intento de erigir un monumento a Colón data de la década de 1830, siendo desestimado, como otra propuesta de 1855, cuando se intentó una suscripción para eternizar su memoria, lográndose al fin por la iniciativa de Antoni Fages i Ferrer. Este artesano había viajado de joven a América y cada 12 de octubre celebraba en soledad la efeméride; su entusiasmo era enorme, y un buen día convenció a Carles Pirozzini, a posteriori secretario de la Exposición Universal, de la necesidad de dedicar en Barcelona un grupo escultórico al gran hombre, y así fue como el 10 de mayo de 1881 el alcalde Francisco de Paula Rius i Taulet nombró una comisión ejecutiva para llevar a cabo la obra, convocándose dos certámenes hasta aceptar el proyecto de Carles Buïgas, presentado bajo el lema 'Honrando a Colón, Cataluña honra a sus hijos predilectos'.

placeholder Andamio alzado para construir la estatua de Colón en Barcelona
Andamio alzado para construir la estatua de Colón en Barcelona

La construcción duró siete años y puede considerarse un sensacional trabajo colectivo, donde, hasta su conclusión, destacó el imponente andamio de Joan Torras, alto como el monumento, un festival escultórico en su base circular entre ocho leones, idéntico número de bajorrelieves con los escudos de las provincias españolas y las gestas de Colón y una representación de personajes fundamentales de la Corona de Aragón para la gran aventura de las Indias: Jaume Ferrer de Blanes, Lluís de Santàngel, fray Bernat de Boïl y Pere Margarit, mientras los Reyes Católicos, los marqueses de Moya, los hermanos Pinzón y los eclesiásticos fray Juan Pérez y Antonio de Marchena fueron representados en medallones.

Para alcanzar la cima se dispuso una columna corintia de hierro con un basamento con grupos de carabelas, dos grifos sosteniendo el escudo de Barcelona, famas aladas, un fuste estriado con un relieve central relativo a la marina, la inscripción Barcelona a Colón, un capitel con los cuatro continentes conocidos hasta la fecha, una corona condal, una semiesfera para mostrar la parte del globo descubierta y, por último, la estatua de Colón, firmada por Rafael Atché, colofón de un perfecto engranaje de artistas, eclécticos hasta devenir anónimos pese a la trascendencia de algunos como Josep Llimona, Rossend Nobas, Manuel Fuxà o Eduard Batista i Alentorn.

De la gloria al esperpento

La pieza, de cincuenta y siete metros de altura, fue inaugurada el primero de junio de 1888 en un acto presidido por la regente María Cristina, Práxedes Mateo Sagasta, el presidente de Estados Unidos Cleveland, Humberto I de Italia y una representación de la ciudad de Génova. Si nos contara todo lo visto a lo largo de sus ciento treinta y dos años muchos historiadores callarían o acudirían al archivo para ajustar su versión de lo acaecido.

En 1893, tras el atentado del Liceo, Santiago Salvador pensó encaramarse hasta su cumbre para lanzar otra bomba contra el funeral público a las veinte víctimas fallecidas durante la representación de Guillermo Tell en el gran teatro de la Rambla. En 1919 algunas imágenes muestran una muchedumbre agitada en sus aledaños durante la huelga de la Canadiense; en julio de 1939 la visita de Galeazzo Ciano eclipsó a Colón en sus dominios como consecuencia de un efímero arco de triunfo exaltador de Franco y Mussolini, cuando la Segunda Guerra Mundial estaba por sonreír al Eje y el dictador español esperaba recoger los frutos de victorias ajenas. Por lo demás el descubridor de América es tan omnipresente como para ser poco o nada mencionado en la novelística barcelonesa, si bien en el imaginario colectivo figura desde una mítica imagen de Francesc Català i Roca durante un día lluvioso en la Rambla.

placeholder Atentado anarquista con bomba en el Liceo en 1893
Atentado anarquista con bomba en el Liceo en 1893

Su dedo nunca apuntó a América. El navegante nunca se movió del sitio y no fue hasta las postrimerías del siglo pasado cuando inspiró a algunos artistas. El recientemente fallecido Christo quiso empaquetarlo desde 1975. Lo propuso al alcalde Viola y reincidió en su empeño en 1977 hasta presentar su idea conceptual en la desaparecida Galería Trece, convirtiéndose en motivo de sorna para muchas ilustres plumas locales como Lluís Permanyer o Quim Monzó. Al leer sus ocurrencias quedan en completo ridículo al destilar ese aire tan barcelonés de querer ser ingeniosos, soltar una barbaridad y esperar las habituales palmaditas en la espalda de acólitos y allegados.

El búlgaro lo intentó por última vez en 1984. Su fracaso fue, en parte, remediado por otra iniciativa a cargo de Antoni Miralda, quien trabajó entre 1986 y 1992 para casar a la estatua condal con la neoyorquina de la Libertad. El enlace, deslucido ante la desidia de ambos municipios, se celebró en el cañón de la roca roja del Estado de Nevada, único capaz de considerar legales las nupcias.

Más allá de este nuevo brote surrealista toda la última cronología del Colón ramblero avanza del delirio al esperpento

Más allá de este nuevo brote surrealista toda la última cronología del Colón ramblero avanza del delirio al esperpento. Los sucesivos ayuntamientos condales han sido más bien pasivos con el monumento, salvo el consistorio de Xavier Trías, quien desde oportunismos de varios colores quiso estallar un reguero de grotescas bombas mediáticas al transigir con la colocación de una camiseta del Barça en junio de 2013 para promoción de Nike y así escandalizar a muchos ciudadanos, quienes corroboraron con la medida esa sensación de ser vendidos a los turistas en favor de la sigla BCN y el parque temático; pocos meses después el alcalde convergente negó a la productora de la serie 'Isabel' de RTVE rodar unas escenas en la plaça del Rei al considerar que el encuentro entre Colón y los Reyes Católicos tras su primer viaje no se produjo en el Salón del Tinell de esta ágora, sino, y no faltaba a los hechos, en el monasterio badalonés de San Jeroni de la Murtra, pero su decisión se debió a dar continuidad a una serie de maniobras de carácter populista para obviar referentes españoles, entroncándose, por ejemplo, con la retirada de una placa de la fachada del Ayuntamiento que rememoraba la Constitución de 1837, reemplazada por un aséptico escudo barcelonés.

Del esperpento al analfabetismo populista

La Barcelona de 1888 era una ciudad en pleno crecimiento tras aprobarse el derribo de sus ominosas murallas en 1854 entre la Vicalvarada y una epidemia de cólera que redujo su población en un 3%. Sin esos muros la urbe pudo ampliarse en su llano con el Ensanche de Ildefonso Cerdà, catapultado hacia su lentísima terminación gracias al dinero proveniente de las colonias, por eso mismo el centro de Barcelona aún rebosa de rostros de esclavos y otros motivos similares en sus fachadas, pues el dinero retornado a causa de las crisis en Cuba, sobre todo a partir de la Guerra del 68, fue un magnífico bálsamo para especular con esos terrenos y redirigir las fortunas de tantos prohombres, asimismo a buen recaudo en el Banco Hispano Colonial, de cuyo recuerdo queda un edificio en la vía Laietana transformado, por si lo dudaban, en un hotel, cerrado a cal y canto durante las crisis sanitaria.

placeholder Exposición Universal de Barcelona en 1888
Exposición Universal de Barcelona en 1888

En 2016 la CUP pidió la retirada inmediata del monumento. El resto de grupos municipales rechazaron la propuesta; fue entonces cuando se encendió la mecha del debate y quien escribe ya recomendó más pedagogía urbana y menos populismo. Con una labor explicativa de la ciudad esta podría ser conocida al completo por habitantes y turistas como acaece en la mayoría de urbes europeas, evitándose polémicas innecesarias, pero la época no nos ha dado gestores preocupados por la educación y sí por la propaganda facilona con la memoria del pasado, como se demostró en 2018 con la remoción de la estatua de Antonio López, primer Marqués de Comillas, en su homónima plaza, aún con su nombre, también presente en su pedestal por pura torpeza de las autoridades, quienes se contentaron con montar una fiesta dominical para conseguir una buena instantánea sin meditar siquiera un segundo en lo sencillo de educar desde el espacio público.

El episodio de Comillas quedó sepultado acorde con los mecanismos contemporáneos de comunicación, consistentes en centrar el foco unas horas para, a continuación, ir a otro asunto y prolongar una amnesia reacia a cualquier tipo de proceso o reflexión. Los últimos capítulos de la lucha antirracista en Estados Unidos volvieron a poner en el candelero al pobre Colón, por los suelos en varias ciudades del país de barras y estrellas, la última Baltimore durante el 4 de julio, día nacional de la potencia enfrascada en múltiples crisis.

Colau se ha ratificado en su opción de explicar el conjunto escultórico de manera crítica, y cabe preguntarse el significado de esas palabras

La inercia es pésima y la ignorancia muy atrevida. Durante esta primavera pandémica el barraquismo ha aumentado en distintos barrios barceloneses y en la periferia afloran las quejas por el desdén del Consistorio. Algunas calles reclaman una mera placa para poder ser identificadas por los transeúntes, cabreados porque la enfermedad se ceba con los más desfavorecidos, alejados de las cámaras, como si no existieran. Tras el intento de quema de la base del monumento a Colón a manos del colectivo 'El barri resisteix', autodenominados antifascistas e independentistas, Ada Colau se ha ratificado en su opción de explicar el conjunto escultórico de manera crítica, y cabe preguntarse el significado de esas palabras, pues la glosa del patrimonio debe ser objetiva.

Si se enfoca desde lo subjetivo se cae, otra vez, en el populismo de mercadillo, y como siempre la labor debería corresponder a los historiadores, con los políticos alejándose para propiciar una interpretación correcta en beneficio del bien común, el mismo propugnado en 2015 por Barcelona en Comú cuando derrotó a Trías, el mismo que debería servir para conservar la identidad de los barrios, siempre más menguada por la demolición intensiva de sus señas de identidad, ocultadas o sepultadas con el desparpajo de quien se pone medallas salvadoras mientras destroza mapas, memorias y sentimientos de todos aquellos enclaves sin postales turísticas a comprar en la Rambla, donde Colón seguirá con su dedo firme hacia su Génova natal.

La Historia de los homenajes barceloneses a Cristóbal Colón tiene demasiadas vinculaciones indirectas con el dadaísmo. Durante la segunda mitad de la pasada centuria los niños barceloneses podíamos realizar una especie de tour turístico por los símbolos ciudadanos alusivos al descubridor de América. Uno de ellos era la carabela Santa María, réplica poco fidedigna de la compañera de la Pinta y la Niña rumbo al Nuevo Mundo. Durante la década de los ochenta, con las Olimpiadas a la vista, sufrió múltiples atentados a cargo de grupos independentistas, contrarios a su españolidad, hasta ser retirada por la Diputación Condal en 1990, hundida, según la leyenda, con mucho sigilo, premeditación, nocturnidad y alevosía en las costas del Maresme, entre Arenys de Mar y Calella.

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