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La noche en que Lenin llegó al Cabaret Voltaire: Dadá cumple 100 años
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una noche en zúrich memorable

La noche en que Lenin llegó al Cabaret Voltaire: Dadá cumple 100 años

En 1916, y durante varios meses, Lenin se codeó en Zúrich con los primeros dadaístas. Esta extraordinaria coincidencia parece que pasó inicialmente desapercibida

Foto: Lenin
Lenin

"Entre el espeso humo, el ruido de las declamaciones o de una canción popular, hubo apariciones súbitas, como la de la impresionante figura de mongol de Lenin".

El pintor rumano Marcel Janco se dejó caer el 5 de febrero de 1916, hace hoy cien años, por un nuevo tugurio de Zúrich que abría sus puertas esa noche para presentar al que se convertiría en uno de los movimientos artísticos más importantes del siglo XX. Cuarenta años después recordaba en un libro colectivo aquella velada tumultuosa en el Cabaret Voltaire en la que nació Dadá, entre pintores, estudiantes, desertores, revolucionarios y espías en el número 1 de la Spiegelgasse de Zúrich. En el 14 de la misma estrecha callejuela, en un cuchitril que apestaba al salchichón que embutía una fábrica cercana, Vladimir Ilich Uliánov, alias Lenin, y Nadezhda Konstantínovna Krúpskaya, su mujer, descontaban los días del exilio.

"En 1916, y durante varios meses, Lenin se codeó en Zúrich con los primeros dadaístas. Esta extraordinaria coincidencia parece que pasó inicialmente desapercibida". También pasó injustamente desapercibido en 2009 en España un libro alucinante firmado por Dominique Noguez (1942) y titulado 'Lenin dadá'. Una pequeña joya de historia recreativa en la que el escritor francés jugaba con la conocida vecindad del revolucionario ruso y el grupo dadaísta original de Tristan Tzara y compañía. En sus páginas, Noguez fantaseaba con la presencia de un Lenin cabaretero y borrachín en las primeras juergas dadaístas e incluso se atrevía a adjudicarle la paternidad del mítico nombre del movimiento.

¡Da! ¡da! ¡Da! ¡da!

En 1916 el mundo lleva ya casi dos años despedazándose en la Gran Guerra y la neutral Suiza ofrece un refugio en el corazón de Europa para todo tipo de perseguidos -y perseguidores- de incógnito. Algunos de ellos, como Lenin, no saben que apenas un año después van a gobernar con puño de hierro la nación más extensa de la Tierra. Otros, en la misma calle de Zúrich, se disponen a fundar una de las más arrolladoras, y efímeras, vanguardias artísticas. Dadá se embosca en el sinsentido contra la carnicería de la que aquellos exiliados culpan a la razón burguesa. Tzara, Janco, Hugo Ball, Arp o Huelsenbeck se rebelan contra todas las normas éticas y estéticas pues, como Tzara escribía más tarde en el primer manifiesto dadaísta: "Hay una gran tarea destructiva, negativa por hacer".

Dadá se embosca en el sinsentido contra la carnicería de la que aquellos exiliados culpan a la razón burguesa

Dadá, dadá... ¿cómo brotó semejante nombre, a medio camino entre la broma y la contraseña? Hay tantas teorías como paternidades en disputa. El poeta rumano Tristan Tzara aseguraba que se topó con él mientras ojeaba a voleo las páginas de un diccionario. El escritor alemán Richard Huelsenbeck lo negaba: habían sido Hugo Ball y él quienes cazaron "la palaba infantil para designar un caballito" también en un diccionario. Dominique Noguez no se lo cree. Asegura que las fechas "no coinciden", que las hipótesis se desautorizan mutuamente y repara entonces en que el joven dadaísta y pintor alemán Hans Richter relataba en sus memorias sobre aquellos años que el nombre Dadá "tenía evidentes vínculos con esa afirmación tan alegre del '¡da, da!' eslavo". Suficiente para que la imaginación de Noguez se desboque.

Noche cerrada. En el local lleno de humo los espectadores aplauden en pie, cerveza en ristre, el espectáculo de gritos, aspavientos y canciones que están montando los gamberros dadaístas. Huelsenbeck comienza a aporrerar un cajón, Tzara se contonea como una bailarina oriental y en la segunda o tercera fila, un Lenin "rojo de alcohol y excitación" celebra con su vozarrón el espectáculo: "¡Da! ¡da! ¡Da! ¡da!". El público le acompaña a coro: "¡Da! ¡da!", "¡Sí! ¡sí!" Sí a la vida. ¡Sí a la irrisión!

Dadá leninista / Lenin dadaísta

Y sin embargo, ¿basta una hipotética bufonada etílica para incorporar a Lenin al dadaísmo cuando es bien conocido el rechazo del bolchevique por las vanguardias artísticas? Hay más, dice Noguez. En su libro explica "el asombroso descubrimiento grafológico" que encontró en sus investigaciones: un manuscrito de 1916 hallado en los archivos de Tzara con el título de "movimiento Dadá-Zúrich y escrito... ¡con la letra de Lenin!". "Hay una tendencia hacia el leninismo en el movimiento Dadá, y en Tzara en particular", escribe Noguez. Tzara, que se pasaría en los años 20 al surrealismo como otros tantos dadaístas, se afilió en 1947, al acabar la II Guerra Mundial, al Partido Comunista Francés, y el propio dadaísmo asumiría tras los primeros y caóticos tiempos, una estructura mucho más organizada y política, cuasi leninista, bajo la dirección del propio Tzara.

¿Basta una hipotética bufonada etílica para incorporar a Lenin al dadaísmo cuando es conocido el rechazo del bolchevique por las vanguardias artísticas?

¿Y entonces Lenin? "Lenin", escribe Noguez, "puede enorgullecerse de haber llevado a la práctica una parte sustancial del programa Dadá. Nos referimos a la apología nihilista del caos y la destrucción -y esta vez no solo del arte o de los artistas-; todo ello, evidentemente, sobre fondo de risitas socarronas burlándose de los valores humanistas y del sentimentalismo". El perplejo lector merece un respiro. El extraño y fascinante 'Lenin dadá' es una ficción, como confiesa Noguez en las últimas páginas de su libro, aunque "todos los documentos y las citas son exactas". Si busca una visión histórica y de primera mano debe leer el estupendo 'Correo Dadá (una historia del movimiento dadaísta contada desde dentro)', de Raoul Hausmann (Acuarela Libros, 2011).

Concluye Noguez: "Sea lo que fuere, el tiempo de los dogmatismos ha pasado. El de los fanatismos deberá pasar también. ¡Viva la duda, viva la alegría y viva las bromas! ¡Viva Dadá!"

"Entre el espeso humo, el ruido de las declamaciones o de una canción popular, hubo apariciones súbitas, como la de la impresionante figura de mongol de Lenin".

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