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Thomas Wolfe: exilio y regreso del vagabundo
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CRONICA CULTURETA

Thomas Wolfe: exilio y regreso del vagabundo

Una fabulosa recopilación de los cuentos del escritor americano rehabilitan su talla literaria y filosófica, ocultas bajo la popularidad del otro Tom Wolfe

Foto: Thomas Wolfe
Thomas Wolfe

Thomas Wolfe no es Tom Wolfe. Al primero le identifica la plenitud del nombre de pila, Thomas. Al segundo lo consagran la gloria de la cultura pop, el dandismo y la fama de 'La hoguera de las vanidades', más allá de su nombre apocopado. Porque Tom Wolfe se llamaba también Thomas.

Las aclaraciones siguen siendo necesarias. No ya por las similitudes nominales, sino porque ambos son escritores. Y estadounidenses, aunque les separan un par de generaciones. Tom. Wolfe (1930-2018) nació siete años antes la muerte de Thomas Wolfe (1900-1937), cuya reputación ha ido creciendo hasta el extremo de protagonizar un feliz ejercicio de revisionismo.

placeholder 'Cuentos', de Thomas Wolfe (Páginas de Espuma)
'Cuentos', de Thomas Wolfe (Páginas de Espuma)

Mérito de la editorial Periférica con la aparición de sus novelas cortas. Mérito de una película ('El editor de libros') que protagonizaron Jude Law y Colin Firth. Y mérito de la recopilación de 'Cuentos' que acaba de prodigar Páginas de espuma en una edición primorosa: tapa dura, papel exquisito y un marcador de tela para ir señalando, como un misal, la interrupción de la lectura. Parece un libro sagrado. De hecho, la categoría de cuentos se demuestra excesivamente restrictiva para definir la profundidad de las mil páginas que lo contienen. Thomas Wolfe modula del lirismo a la épica, de la sensibilidad al impresionismo, pero las narraciones alojan una filosofía y unas connotaciones existencialistas que convierten a Wolfe en un humanista y en un eremita.

Entre líneas o explícitamente, los cuentos del escritor estadounidense trasladan la soledad del hombre en el abismo del tiempo y de la tierra. El hombre es un caminante efímero, constreñido al exilio y al regreso. Somos forasteros y vagabundos, pero la noción homérica y hasta bíblica de los personajes de Wolfe -de sí mismo- también valora la experiencia de la vida.

Una vida fascinante

Y la vida de Thomas Wolfe fue fascinante. La conocemos en los pormenores académicos de su biografía y en los detalles implícitos de los cuentos. Perfilan casi todos ellos un ejercicio de autoficción que evoca la niñez de Wolfe en Carolina del Norte, la prosperidad de su padre en la fabricación de tumbas, la itinerancia de sus años adolescentes, los titubeos en su trayectoria de escritor, la aversión a los críticos literarios y la gran oportunidad que supuso viajar a la vieja Europa. Especialmente Alemania, cuyo fervor cultural acogió con entusiasmo la originalidad literaria de Thomas Wolfe hasta el extremo de convertirlo en un best seller.

Wolfe terminó siendo un escritor prohibido y degenerado, pero no llegó a tiempo de conocer la hoguera en que se consumieron sus libros

El desencuentro sobrevino con la llegada de Hilter al poder. Y es interesante la perspicacia con la que Wolfe relata la propaganda y el estado marcial con que se escenificaron los Juegos Olímpicos de 1936. La reconstrucción de la historia nos proporciona una imagen inequívoca del supremacismo y racismo que se avecinaban, pero Wolfe adquiere una noción plena de la religión hitleriana. Y de la naturalidad con que los alemanes aceptan el trasiego de las camisas pardas, las delaciones cotidianas, la persecución de judíos y las operaciones de censura. Thomas Wolfe terminó siendo un escritor prohibido y degenerado, pero no llegó a tiempo de conocer la hoguera en que se consumieron sus libros. Murió en 1937, unos años antes del Holocausto y mucho más joven de cuanto demuestran las fotografías en color sepia que le han sobrevivido. Una de ellas ocupa la portada de la recopilación de cuentos que ha organizado la editorial Páginas de espuma. Thomas Wolfe ha descendido de su vehículo. Y mira de espaldas hacia una montaña nevada. La carretera parece la alegoría de su propio viaje existencial. Está en ninguna parte. Y en todos los lugares a la vez.

“Y sin embargo, hechos de la tierra de nuestro padre, sangre de su sangre, huesos de sus huesos, carne de su carne, nacidos como nuestro padre, aquí, para vivir y luchar aquí, para vencer o ser vencidos; aquí, como todos los hombres que nos precedieron, que no eran demasiado bellos ni refinados para los usos de esta tierra; aquí para vivir, para sufrir, para morir, igual que nuestros padres en su tiempo, ardemos, ardemos, ardemos en la noche”.

Así termina el relato de 'Esto es el hombre' y se resume la filosofía intemporal de Thomas Wolfe. Pasarán los años y las décadas. Y habrá que explicar a los alumnos de cualquier universidad que Tom Wolfe fue el escritor de una época. Y que Thomas Wolfe fue la época de una escritura, cuyas huellas se reconocen de generación en generación como si fuera un pasajero en el barco de Ulises.

placeholder Rubén Amón
Rubén Amón

Thomas Wolfe no es Tom Wolfe. Al primero le identifica la plenitud del nombre de pila, Thomas. Al segundo lo consagran la gloria de la cultura pop, el dandismo y la fama de 'La hoguera de las vanidades', más allá de su nombre apocopado. Porque Tom Wolfe se llamaba también Thomas.

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