Las ciudades invisibles de José Antonio Carrera

La ciudad existe y tiene un simple secreto: conoce partidas y no retornos. De entre todas las ciudades invisibles que los viajeros podemos pisar con nuestros pies, creyendo que al visitarlas y registrarlas en nuestra memoria ya las hacemos nuestras, hay una que tiene más caras que ninguna otra: Nueva York, la ciudad de los rascacielos y de las películas, donde -según Sinatra- si puedes conseguirlo ahí, podrás hacerlo sin problemas en cualquier otro sitio.

José Antonio Carrera, (Madrid, 1957), probablemente, como muchos otros de su generación, creció maravillado por la imagen que proyectaba la ciudad en la que se erige la Estatua de la Libertad. Viajero errante, como ese Marco Polo de ‘Las ciudades invisibles’ de Italo Calvino, ha ido registrando momentos y lugares con su cámara fotográfica, de manera incansable, recolectando como la araña que teje sus hilos, todas esas caras, esos fragmentos, esos instantes.

La ciudad y los rostros

Justamente el vínculo entre fotografía, literatura y viajes define su obra. En sus viajes a Brasil, Cuba, Etiopía, Mauritania, India o Malí iba en busca de un mundo casi desaparecido. Y decidió fijarlo, salvarlo del paso del tiempo, de ahí que se encuentre siempre 'en medio del tiempo', como se llama su exposición actual. Durante una estancia en Venezuela le asalta una certeza: los humanos tanto de la Selva Amazónica, como los de Nueva York, somos siempre los mismos.

Desde 1993 hasta 2014, volvió una y otra vez a Nueva York para captar el paso del tiempo (pre y post torres gemelas, como no podía ser de otra manera) en una serie de fotografías que desde noviembre pueden disfrutarse en la sala Canal de Isabel II en Madrid. Sin embargo, aunque siempre presente, la ciudad no es la protagonista de su serie, sino que se convierte en una secundaria silenciosa que casi siempre deja paso a sus ciudadanos. Esos humanos que somos iguales en cualquier sitio. Una ciudad, al fin y al cabo, no es nada sin las personas que la habitan, al igual que un árbol que cae en el bosque no existe si nadie puede oírlo.

Los ciudadanos de Nueva York saben que la ciudad es efímera, que desaparecerá, y en ese conocimiento radica su mayor fortaleza

Por el objetivo de Carrera pasan cientos de caras, en blanco y negro o en color, que a veces parecen saber que las retratan y en otras ocasiones surgen entre una multitud, observando un más allá del que el espectador no tiene constancia, ajenas al hecho de que están siendo captadas para siempre en una fotografía. Una de las cualidades de Carrera, que gracias a su vida errante ha podido captar miles de rostros y lugares diferentes, es cómo registra la soledad. La ciudad es grande, engulle, y sus ciudadanos lo saben, no se conocen entre ellos, jamás se miran.

Como sucedía con Ottavia, ciudad-telaraña, Nueva York está en el vacío, su base es una red que sirve de pasaje y de sostén. Siendo así, se podría pensar que su existencia podría ser mucho más incierta que la de otras ciudades, pero nada de eso: el conocimiento de que algún día desaparecerá, de que es efímera, es su mayor fortaleza.

Hasta el día 26 de enero podrán disfrutar de la exposición en la calle Santa Engracia, 125. ‘En medio del tiempo’ es su nombre, el viajero que lo desee podrá pasear por Nueva York caminando en círculos. Porque, como Marco Polo, cuando viajamos no sabemos muy bien si lo hacemos para revivir el pasado o para encontrar nuestro futuro.