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A sillazos en Buenos Aires: la Guerra Civil de los inmigrantes españoles en Argentina
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Trincheras de Buenos Aires

A sillazos en Buenos Aires: la Guerra Civil de los inmigrantes españoles en Argentina

En 1936, cuando comenzó la contienda, los cientos de miles de inmigrantes españoles que vivían en el país sudamericano la vivieron con particular intensidad

Foto: En noviembre de 1939 el vapor Mssilia llega a Buenos Aires con 147 exiliados españoles
En noviembre de 1939 el vapor Mssilia llega a Buenos Aires con 147 exiliados españoles

Si Pedro Sánchez o Pablo Casado pasearan por Buenos Aires sin escolta probablemente pasarían desapercibidos, más que nada porque en Argentina los asuntos españoles ya no se siguen tanto como antes. En los últimos años, más allá de los éxitos en el fútbol y la crisis territorial en Cataluña, las noticias españolas no han tenido demasiada repercusión en un país que vive en una perpetua crisis.

Entre otros motivos, esto se debe a que el porcentaje de inmigrantes españoles sobre la población total es mucho más bajo de lo que un día fue. Cuando en 1914 se realizó un censo en Argentina, el porcentaje de nacidos en España era del 30% en provincias como Santa Cruz, y entre el 20 y el 25% en Buenos Aires. Apodados como “gallegos”, centenares de miles de españoles se embarcaron hacia Argentina buscando un futuro mejor en la primera mitad del siglo XX.

Esta situación hizo que, cuando comenzó la Guerra Civil Española, en Argentina se viviera con particular intensidad. Los españoles peleaban en su país, pero también más allá. Republicanos y falangistas se enfrentaban en trincheras mucho más lejanas que las de su patria. El inicio de la Guerra Civil fue un acontecimiento en Argentina. Buenos Aires, con sus cafés, sus teatros y sus grandes avenidas céntricas, vivió una peculiar versión de la Guerra Civil. La Guerra Civil de los inmigrantes.

La prensa y la Guerra Civil

Tan pronto como estalló la guerra, los diarios comenzaron a posicionarse: La Nación y La Prensa, dos de los de mayor tirada, prefirieron la posición neutral, aunque con cierto apoyo al alzamiento. La Nación, por ejemplo, condenaba las posturas revolucionarias que había adoptado la República y mostraba algunas simpatías por los sublevados. La Razón manifestó más claramente su apoyo a los nacionales. Otros periódicos de menor tirada como Bandera Argentina o Crisol, vinculados al mundo católico y nacionalista, consideraban que la sublevación contra el comunismo era lo mejor que podía pasarle a España.

Escritores como Jorge Luis Borges, Alfonsina Storni, Conrado Nalé Roxlo, y Alberto Gerchunoff dijeron 'no' al golpe de Franco

Mientras tanto, los diarios Crítica y Noticias Gráficas mantuvieron, desde distintas posiciones ideológicas, su apoyo a la República. Los anarquistas lo hicieron desde las páginas de El Obrero. Los socialistas llenaron las páginas de su periódico, La Vanguardia, y los comunistas, las de sus órganos de prensa La Internacional y Hoy. Una buena parte del radicalismo argentino apoyó la república, si bien en ocasiones no muy explícitamente. También la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, sostuvo la defensa de las instituciones españolas. En una carta publicada en su revista, escritores como Jorge Luis Borges, Alfonsina Storni, Conrado Nalé Roxlo, y Alberto Gerchunoff dijeron “no” al golpe de Franco. Los españoles, definidos en uno u otro lado de la trinchera política, pronto supieron qué diarios comprar en Argentina.

La lucha en bares y calles

La mayoría de los inmigrantes españoles que se encontraban en Argentina habían dejado a sus familias, pero no abandonaron los bares. En el centro de la capital porteña, exactamente en la esquina de Salta y Avenida de Mayo, los españoles se dividían en dos: el Iberia y El Español. Mientras los republicanos se reunían en el primero, los falangistas lo hacían en el segundo. En ocasiones volaban sillas y mesas entre los dos bares. Cuando una vez los Republicanos pusieron en un camión con altavoces el Himno de la República Española (Himno de Riego), los franquistas lanzaron los utensilios que disponían contra el camión.

placeholder Bar Iberia en Buenos Aires
Bar Iberia en Buenos Aires

Aún se conserva el bar Iberia, que fue declarado sitio de interés cultural; no así El Español, que hoy es un banco. Mientras tanto, en el bar llamado Imparcial se reunían unos y otros. En un ambiente muy politizado, se prohibieron las discusiones políticas. Una placa anunciaba que “Son prohibidos en este lugar, los debates de mesa a mesa y las discusiones de política y religión”.

Asociaciones divididas

A pesar de sus diferencias políticas, la mayoría de los casi 300.000 españoles que deambulaban por las calles porteñas tenían en común el deseo de mantener su identidad. Las asociaciones y centros sociales se crearon con la idea de crear comunidad. El Centro Gallego, fundado en 1907, desarrollaba tareas de alfabetización y tenía su propio centro de salud. El Centro Asturiano, creado en 1913, se estableció como una asociación de Socorros Mutuos. Y el Centro Salmantino, creado en 1922, se centraba en las actividades culturales a través de la biblioteca 'Gabriel y Galán'. La Guerra Civil hizo que todas estas asociaciones se dividieran o agudizaran las diferencias ya existentes.

placeholder Emigrantes españoles en los años 30 a la entrada del Centro Gallego de Buenos Aires.
Emigrantes españoles en los años 30 a la entrada del Centro Gallego de Buenos Aires.

Por ejemplo, la comunidad de inmigrantes catalanes acabó dividida en dos grupos: los que optaron por el Casal de Cataluña (claramente republicano y con toques independentistas) y los que se quedaron en el Centre Catalá (que tenía a miembros franquistas). Los andaluces también se dividieron. En 1938, ya con Andalucía casi totalmente dominada por el bando franquista, varios miembros del Hogar Andaluz de Buenos Aires crearon el Rincón Familiar Andaluz, uno de los centros sociales españoles de mayor actividad en defensa de la II República. Hoy día, el Rincón Familiar Andaluz es uno de los mejores sitios en Buenos Aires para aprender a bailar flamenco.

Mítines y compromisos

Los actos públicos fueron masivos. Y, como ocurrió en el Teatro Coliseo, republicanos y falangistas llegaron a compartir espacios. De hecho, el 21 de noviembre de 1936, cientos de falangistas argentinos se reunieron para lamentar el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera en lo que se dio en llamar como 'Acto por la afirmación, por la Patria, por España y por Cristo Rey'. Hubo, además de vítores y gritos en favor de Franco, dos presencias destacadas: la de Enrique Pedro Oses, escritor nacionalista admirador confeso de Hitler y Mussolini, y la de Nimio de Anquín, un seguidor argentino del antisemita francés Charles Maurras que participaba en la Unión Nacional Fascista. Al día siguiente, el mismo teatro se llenó de comunistas, liberales antimonárquicos y socialistas en uno de los más imponentes actos en defensa de la República. Al parecer, todavía quedaba algún panfleto falangista en el suelo. A los propietarios del teatro no les importó demasiado ya que su único objetivo era llenar las instalaciones.

Redes de solidaridad

Los mítines republicanos estuvieron tan divididos como la propia izquierda. Anarquistas, socialistas y comunistas organizaron sus propios actos e, incluso, sus propias organizaciones de solidaridad. Los socialistas participaron activamente en la agrupación Amigos de la República Española, los comunistas de la Federación de Organismos de Ayuda a España Republicana y los anarquistas de la Comisión Coordinadora de Ayuda a España en Argentina. Mientras tanto, Argentina dio a España Brigadistas Internacionales y miembros para el llamado Socorro Rojo Internacional.

Los mítines republicanos estuvieron tan divididos como la propia izquierda. Anarquistas, socialistas y comunistas organizaron sus propios actos

Las mujeres argentinas tuvieron un papel apreciable en la defensa de la República. Fanny Edelman, una destacada comunista, partió a las Brigadas y realizó tareas de alfabetización a soldados en Valencia. Tras conocer a Miguel Hernández y Antonio Machado, a su regreso en Argentina participó en el Comité Argentino de Mujeres Pro Huérfanos Españoles. Anita Piacenza, militante anarquista de la Agrupación de Mujeres Libres, y Berta Baumkoler, de la Agrupación de Mujeres Antifascistas, fueron a España a luchar por la República. Mika Feldman de Etchebehere, nacida en la provincia de Santa Fe en 1902, es quizás la activista argentina más famosa. Mika llegó a liderar una milicia del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), y sufrió la persecución de sus propios “compañeros de bando”: los comunistas la interrogaron en una cheka en 1937 acusándola de “trotskista enemiga de la República”. Su historia de lucha fue narrada por ella misma en su libro 'Mi guerra de España'.

El final y el exilio

El fin de la guerra supuso un cambio importante para los inmigrantes españoles. El triunfo de Franco hizo que muchos ciudadanos argentinos regresaran a su país tras haber combatido por la República. Junto a ellos, numerosos españoles fueron a Argentina buscando una tierra donde vivir sin miedo a las represalias de la dictadura incipiente. Entre ellos estaba Niceto Alcalá-Zamora, presidente de la República Española entre 1931 y 1936. A otros, como a Indalecio Prieto, el fin de la guerra los encontró ya en estas tierras. Aunque exiliado finalmente en México, Prieto, el socialista moderado que defendía con tanto ahínco las reformas republicanas como la esfera pública liberal, hizo un mitin en el famoso Estadio Luna Park de Buenos Aires tres meses antes que terminara la guerra, cuando sabía que todo estaba perdido.

Hubo españoles que nunca quisieron perder su nacionalidad a pesar de que esto les pudiera causar problemas económicos

Numerosos intelectuales y artistas, como Rafael Alberti y María Teresa León, se exiliaron en Argentina. Muchos se quedaron e iniciaron una nueva vida, pero la reclamación de que acabara la dictadura en España se mantuvo en la mayoría de los casos. Pocos podían imaginarse que tendrían que esperar a la muerte de Franco, que acabaría viviendo tantos años. Hoy, a ochenta años del final de la Guerra Civil, inmigrantes españoles siguen reuniéndose en Buenos Aires para evocar a los suyos. Hubo españoles que nunca quisieron perder su nacionalidad a pesar de que esto les pudiera causar problemas económicos. En algunos centros y asociaciones culturales subsiste la memoria, aunque cada vez es menor. La guerra es una herida imposible de olvidar para muchos, ya que supuso un punto de inflexión en una vida que a partir de entonces quedó enraizada en otro país. En un momento en que hay tantos argentinos en España, muchos que vinieron por motivos económicos, no está de más recordar cómo tantos españoles encontraron en Argentina un lugar donde establecerse.

Si Pedro Sánchez o Pablo Casado pasearan por Buenos Aires sin escolta probablemente pasarían desapercibidos, más que nada porque en Argentina los asuntos españoles ya no se siguen tanto como antes. En los últimos años, más allá de los éxitos en el fútbol y la crisis territorial en Cataluña, las noticias españolas no han tenido demasiada repercusión en un país que vive en una perpetua crisis.

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