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Odio eterno a los 'amalequitas': así perdió Alberto Manguel su biblioteca
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El escritor argentino recibe el premio Formentor

Odio eterno a los 'amalequitas': así perdió Alberto Manguel su biblioteca

Dueño de una espectacular biblioteca privada de más de 30.000 volúmenes que permanecen ahora embalados en un triste puesto, la historia del galardonado escritor argentino es la de un loco enamorado de la palabra escrita

Foto: Alberto Manguel en el hotel Formentor (EFE)
Alberto Manguel en el hotel Formentor (EFE)

La historia se la contó la escritora judío americana Cynthia Ozick a Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948). Cuando un hijo del pueblo de Israel estrena pluma estilográfica, no escribe su nombre a modo de prueba como es costumbre sino la palabra 'amalequitas' e, inmediatamente, la tacha. Hace ya innumerables generaciones que aquellos fieros enemigos de Israel fueron vencidos y reducidos a polvo pero la llama del odio sigue prendida y todo judío de bien lo demuestra con este extraño rito que Manguel no solo no deplora sino que se apropia. Argentino, escritor, lector irreductible, recientemente ha tenido que embalar su formidable biblioteca de más de 30.000 volúmenes que atesoraba en un antiguo presbiterio al sur del valle del Loira y un educado resentimiento que le lleva a idear "reconfortantes sueños de venganza" sigue vivo. Manguel lo ha contado en su último libro titulado precisamente 'Mientras embalo mi biblioteca' (Alianza) y también a todo aquel que ha querido escucharle estos días al recibir el premio Formentor por toda su obra en Mallorca.

placeholder 'Mientras embalo mi biblioteca'
'Mientras embalo mi biblioteca'

El Formentor que patrocinan las familias Barceló y Duadas está dotado con 50.000 euros y se entrega por el conjunto de toda una obra durante las célebres Conversaciones Literarias celebradas en Pollença y que este año cumplen su décimo aniversario dedicadas a los "bohemios, magos y vagabundos" de la literatura. Más de 80 escritores, editores y periodistas asisten desde el viernes 22 de septiembre y hasta el domingo 24 a estas jornadas en el hotel Barceló Formentor de la isla de Mallorca cuyo principal protagonista es el citado Manguel, un hombre expurgado de la biblioteca que formaba parte de su ser. Pero, ¿qué le ocurrió a su biblioteca?

"Me siento aún muy furioso ante ese despojo", nos cuenta Manguel, "pero tenemos que aceptar la muerte de ciertas cosas como aceptamos la muerte de ciertas personas pero aún así no me resigno". Oscuras complicaciones burocráticas en Francia obligaron a Manguel a embalar su espléndida biblioteca que actualmente languidece en cajas en un depósito de Montreal, en Canadá. Él marchó a Nueva York tras verse obligado a abandonar Francia y allí permaneció hasta que fue requerido por el presidente Macri para dirigir la Biblioteca Nacional de Argentina, ocupación que actualmente, asegura no se sabe muy bien si como lamento o como orgullo, consume todo su tiempo.

La Biblioteca de Alejandría

Cualquiera que haya sufrido los tráfagos de una mudanza y cuente con algunos centenares de libros conoce la agotadora tristeza del acto de insertar libros en tristes cajas de cartón. Imaginen semejante procedimiento cuando están en juego más de 30.000 volúmenes. A Alberto Manguel sólo le sosegó hacer lo que mejor sabe tras toda una vida dedicada a escribir sobre libros y lecturas: contarlo. El resultado fue 'Mientras embalo mi biblioteca', un pequeño y delicioso relato cuajado de magníficas digresiones sobre la soledad, la Biblioteca de Alejandría, la lectura virtual y, por supuesto, Borges, al que Manguel conoció y le leyó cuando el autor de 'El Aleph' se sumergió en la penumbra amarilla de la ceguera.

Si bien muchos escritores y artistas se han muerto literalmente de hambre, el momento de la creación es un momento de intensa felicidad

Manguel es un escritor, y sobre todo un lector feliz. "Si bien muchos escritores y artistas se han muerto literalmente de hambre, el momento de la creación es un momento de intensa felicidad. Estoy seguro de que cuando Shakespeare, Kafka o Cervantes comenzaron a escribir sus grandes obras, por difíciles que fueran sus situaciones personales concretas, fue un instante de liberación, de gran alegría". Pero además de feliz, el autor de 'Historia natural de la curiosidad' es un celoso y confeso acaparador de libros a quien la lectura proporciona casi tanto placer que la posesión de esos bellísimos e invencibles objetos que la propician. "Cada tecnología ensaya distintas versiones de si misma", explica a propósito de la lectura 'virtual', "y si por ejemplo Internet ha sido un éxito enorme, el libro digital, sin embargo, no ha funcionado".

A la espera de que los odiosos amalequitas le permitan recuperar su preciada biblioteca, Alberto Manguel no se atreve a profetizar, como su maestro Borges, un tiempo en que la literatura "habrá enmudecido". "No, nunca dejaremos de leer", exclama, "somos animales lectores que han desarrollado el poder de la imaginación para construir narraciones que den sentido a nuestra experiencia. Leer es puro instinto de supervivencia y por ello jamás desaparecerá".

La historia se la contó la escritora judío americana Cynthia Ozick a Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948). Cuando un hijo del pueblo de Israel estrena pluma estilográfica, no escribe su nombre a modo de prueba como es costumbre sino la palabra 'amalequitas' e, inmediatamente, la tacha. Hace ya innumerables generaciones que aquellos fieros enemigos de Israel fueron vencidos y reducidos a polvo pero la llama del odio sigue prendida y todo judío de bien lo demuestra con este extraño rito que Manguel no solo no deplora sino que se apropia. Argentino, escritor, lector irreductible, recientemente ha tenido que embalar su formidable biblioteca de más de 30.000 volúmenes que atesoraba en un antiguo presbiterio al sur del valle del Loira y un educado resentimiento que le lleva a idear "reconfortantes sueños de venganza" sigue vivo. Manguel lo ha contado en su último libro titulado precisamente 'Mientras embalo mi biblioteca' (Alianza) y también a todo aquel que ha querido escucharle estos días al recibir el premio Formentor por toda su obra en Mallorca.

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