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Elvira Navarro: "Me molesta que en el feminismo la mujer aparezca como víctima"
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ENTREVISTA

Elvira Navarro: "Me molesta que en el feminismo la mujer aparezca como víctima"

La escritora presenta su nuevo libro de relatos, 'La isla de los conejos', y habla de la precariedad, del feminismo o del futuro de la autoficción

Foto: Elvira Navarro publica el libro de cuentos 'La isla de los conejos' (Rubén Bastida)
Elvira Navarro publica el libro de cuentos 'La isla de los conejos' (Rubén Bastida)

“Si algo comparten todos los cuentos es una atmósfera extraña”, explica Elvira Navarro (Huelva, 1978) sobre los pequeños relatos que componen ‘La isla de los conejos’ (Random House). En su nuevo libro, la autora de ‘La trabajadora’ (2014) aglutina once piezas igual de exquisitas que de inquietantes. Un falso inventor que transforma las entrañas de una isla del Guadalquivir, una regresión a un sobrenatural recuerdo de la infancia, un albergue inhóspito o una ciudad cambiante danzan en las páginas y dibujan un clima mortecino que se cierne sobre el lector disfrazado de algo irresistible.

Elvira Navarro publicó en 2016 ‘Los últimos días de Adelaida García Morales’ y mientras termina de cocinar otros dos proyectos, presenta su nuevo trabajo. Con ‘La isla de los conejos’ -cuyo título original iba a ser ‘La habitación de arriba’- Navarro se sumerge en la fantasía y en la rutina, en el terror, en los bordes de las ciudades y los laberintos de la mente. No para hundirse, sino para mirar a los ojos y llevar hasta la luz aquello que nos perturba.

PREGUNTA: Eres autora de libros pequeños siempre espaciados en el tiempo... ¿Por qué? ¿Nunca te ha llamado el novelón de tropecientas páginas o publicar más a menudo?

RESPUESTA: Procuro escribir todos los días, lo que pasa es que soy lentísima. De hecho, ahora mismo tengo dos libros a medias y llevo con ellos mucho tiempo. Además, cuando a veces he escrito un libro con más páginas, luego hay un proceso de corrección donde quito mucho. Supongo que se debe a que en general soy una persona lenta y también con la escritura. Me cuesta mucho tomar decisiones. A veces me cuesta terminar un libro porque pruebo muchas estructuras. Me tomo mi tiempo.

P: Has dicho que estás con dos proyectos ahora.

R: Estoy transformando un blog que se llama ‘Periferia’ en un libro sobre mi experiencia de Madrid, que sería una ficción. Luego tengo a medias un libro de novelitas cortas. No sé cuándo saldrán, yo espero que por lo menos el de ‘Periferia’, que no creo que al final se llame así, lo termine este año.

P: En ‘La isla de los conejos’ son temas recurrentes los miedos, la falta de control, lo inquietante… ¿De dónde surgen? ¿Los exigen una realidad no menos inquietante o más bien tus necesidades creadoras?

R: Se conjugan las dos cosas. Son mis necesidades creadoras porque la realidad, si no es continuamente inquietante, siempre tiene momentos de conflicto. La idea del libro surge en 2014, cuando yo ya me doy cuenta de que voy a escribir un libro de cuentos. Me doy cuenta porque llevo ya unos cuantos años apuntando muchas ideas en carpetitas. Tres de los relatos se habían escrito antes. El de ‘París périphérie’ es el más antiguo, del año 2000. ‘Las cartas de Gerardo’ es de 2009 y ‘Encía’, de 2013. El resto los escribí entre 2014 y 2016 aunque luego los sometí a un proceso de corrección y, a veces, de reescritura. Ahí surge la idea del libro porque me doy cuenta de que los cuentos que estoy desarrollando tienen atmósferas, conflictos que pueden ser comunes. Yo creo que un libro de cuentos tiene que tener una unidad por algún sitio, no necesariamente temática, pero sí por ejemplo de atmósferas o de tono.

Cada cuento bebe de un sitio. No hay un conflicto único del cual hayan salido todos. El origen del cuento de ‘La isla de los conejos’ es una anécdota que me cuenta un amigo. El protagonista es un falso inventor y mi amigo es un inventor de verdad. Me contó que soltó conejos en una isla del Guadalquivir y me quedé con aquello porque me pareció inquietante y el cuento fue saliendo. El origen de ‘La habitación de arriba’ es un sueño que tuve. Es un relato que tiende un hilo hacia un tema que desarrollé en ‘La trabajadora’, el de la precariedad y la desposesión por el trabajo. Hay una confluencia de una anécdota mía que me lleva a un lugar que me interesa. En esa confluencia me surge el cuento.

Nos atrae lo que nos perturba porque necesitamos llevarlo a la luz [...] Es una potencia que te puede destruir

P: ¿Por qué crees que nos atrae tanto lo que nos perturba? ¿Es cuestión de morbo?

R: Creo que nos atrae lo que nos perturba porque necesitamos llevarlo a la luz. Porque lo que te perturba y no haces consciente es una potencia que te puede destruir. Un ejemplo muy sencillo es cuando nos tragamos muchos enfados y de repente explotamos con la cosa más tonta. Esa cosa no tiene proporción con la enormidad de tu enfado pero en realidad no te has enfadado por eso. Es eso lo que pasa. No es tanto morbo, no es un asomarse a eso porque sí, sino porque hay una pulsión de explorarlo, por llevar luz a la sombra.

P: ¿Notas si tu licenciatura en Filosofía influye en tu forma de escribir?

R: Quizá no soy la persona adecuada para decirlo porque estoy muy acostumbrada a mí misma y mi manera de expresión para mí es natural. Además procede de muchos sitios. Supongo que es un elemento más que juega pero no sé hasta qué punto es decisivo.

P: ¿Qué te aporta el relato corto que no te da la novela?

R: El relato corto me aporta la posibilidad de mantener todo el tiempo una intensidad que me gusta mucho en las narraciones y que con la novela se disuelve. No me gusta nada ser repetitiva y muchas veces las novelas funcionan a base de explicitar el tema. Cuando uno explicita el tema, inevitablemente es repetitivo. Eso no quiere decir que no me gusten las novelas repetitivas, soy una gran amante de Thomas Bernhard, que repite hasta la saciedad. Lo que pasa es que no es mi estilo. Soy más bien parca, también cuando me comunico con las personas.

placeholder Elvira Navarro (Rubén Bastida)
Elvira Navarro (Rubén Bastida)

P: Como has dicho, siempre has prestado atención a la precariedad de los trabajadores culturales. ¿Cómo afecta a la imaginación creadora esa precariedad?

R: Afecta en el sentido de que no le puedes dedicar el tiempo que te gustaría dedicarle porque te tienes que dedicar a otras cosas para poder comer. Por un lado es un terreno fértil, porque es un terreno conflictivo y siempre las narraciones se nutren de conflicto. Pero al mismo tiempo creo que muy pocos autores se pueden permitir dedicarse exclusivamente a la escritura, con lo cual es tiempo que le robas a la escritura.

P: ¿Cómo crees que evolucionará esta situación?

R: Todo indica que no parece que vaya a mejorar. Y además ahora mismo lo que pasa con la literatura es que hay mucha cantdiad de oferta, ya no solo de libros, de todo. Somos lectores pero fundamentalmente de internet. Tenemos acceso a una cantidad de cosas que genera una fragmentación y la oferta ya no se concentra en dos o tres cosas. Hay una dispersión absoluta y la literatura se ha quedado en un sitio chiquito.

P: ¿Cuáles son los narradores de la generación más joven que más te interesan?

R: Me acabo de leer, por ejemplo, ‘Lectura fácil’, de Cristina Morales y me ha parecido un libro espectacular. Me interesa mucho Samanta Schweblin, Mariana Enríquez… Bueno, María Gainza, que ya no es tan joven pero sacó hace nada su primer libro. También Mercedes Cebrián, Gonzalo Torné... Sigo con mucho interés la poesía, por ejemplo, adoro a Elena Medel, me gusta mucho lo que hace Luna Miguel, Carlos Pardo, Miguel Ángel Hernández… A los autores muy jóvenes a muchos no les he leído porque no me da tiempo, pero voy siguiéndolos, como Matías Candeira, Aixa de la Cruz,Juan Gómez Bárcena, Lara Moreno…

Tenemos acceso a una enorme cantidad de cosas. Hay una dispersión absoluta y la literatura se ha quedado en un sitio chiquito

P: Sobre el agotamiento de la autoficción, ¿cuánto crees que va a durar la manía de escribir sobre nosotros mismos?

R: Bueno, yo no creo que sea una manía. Tendemos a hacer juicios a la ligera, como si toda la autoficción que se hiciera no fuera valiosa. Creo que las fronteras entre la ficción y la no ficción no están tan claras y no porque uno escriba autoficción se queda cerrado a los límites de su vida. Además, ¿qué es el yo? El yo es una construcción que apela al otro, así que para mí, si acaso, podría ser un síntoma. ¿Por qué ahora escribimos más autoficción o más cosas autobriográficas que antes? Es una pregunta abierta, no hay que plantearla como algo negativo. Hay libros de autoficción que a mí me interesan muchísimo, como ‘El comensal’ de Gabriela Ybarra.

P: ¿Y cómo responderías a esa pregunta abierta?

R: Lo que pasa es que te voy a dar una respuesta estereotipada. Creo que habría que investigarlo más, pero ya hay mucha competencia en el campo de la propia ficción, lo cual no quiere decir que esté agotada. También creo que habernos acostumbrado a los reality shows ha cambiado la manera de construir la verosimilitud. Como cada vez más estamos acostumbrados a cosas testimoniales en los medios, parece que ahora quizá es más fácil construir la verosimilitud desde ahí. También creo que quizá la literatura, en términos de exploración de la propia subjetividad, es muy fuerte. No hay ningún otro arte que pueda explorarla a ese nivel de discurso. Con otro arte lo haces, pero no con un lenguaje exhaustivo y tan pormenorizado. Digamos que la literatura todavía puede ir más lejos que el resto de otras manifestaciones artísticas. Pero esto solo son explicaciones posibles.

P: Hace un año compartiste el manifiesto de Catherine Deneuve y cuestionabas si el feminismo que queríamos era uno donde las mujeres le dicen a otras qué pueden o no decir. ¿De verdad el feminismo se está convirtiendo en esto? ¿Hay un peligro real?

R: Yo creo que puede haberlo. No solo en el feminismo, sino en todos los campos. Yo no creo que el feminismo esté a salvo de lo que está pasando en el resto de esferas, y lo que está pasando en el resto de esferas es que hay un giro conservador salvaje. A mí me asusta. Que el feminismo que debe ser para la liberación no solo de la mujer, también del hombre, se convierta en una especie de “qué se puede decir siendo feminista y qué no”. Como si no se pudieran contemplar otras maneras. Incluso como si no se pudiera valorar lo que dice otra gente, que se las desdeñó porque eran unas privilegiadas. Pero a lo mejor estas privilegiadas también tienen algo que enseñarnos. No porque el discurso se genere desde alguien que es privilegiado significa que todo esté mal. Así esto no se convierte en pensamiento, se convierte en un partido de fútbol donde unos hinchas le gritan a otros. Me parece triste que el feminismo caiga en eso. Creo que el feminismo tiene que ir más allá de esta dinámica en la que planteamos los debates, que cada vez es más agresiva y que lo que genera es estupidez.

Foto: Ilustración: Raúl Arias. Opinión

Me molesta que el feminismo sea reactivo más que propositivo y que la mujer aparezca ante todo como una víctima. Creo que esto también es fruto de que vivimos en una cultura judeocristiana donde la víctima es el lugar santificado. En la cultura judeocristiana, el lugar santificado es Cristo en la cruz. En el feminismo, las mujeres, sobre todo si son víctimas. Ese es un lugar peligroso, porque si uno quiere permanecer en la víctima se prohíbe empoderarse, porque empoderarse es dar un paso para salir de ese lugar de la víctima. Eso me molesta. El feminismo no se puede quedar en el paternalismo porque el paternalismo es machismo puro y duro.

P: Lo que dices suena a que el feminismo se está boicoteando a sí mismo.

R: Exacto, te vendes como el débil cuando deberías ser lo contrario. O cuando se dice “esto es una guerra”. Perdona, esto no es una guerra. La guerra ya la hacen los hombres. Eso es una mierda. Será una guerra para ti. Esto se trata de que no sea más una guerra, se trata de que entre todos generemos un espacio donde nunca más haya una guerra. No es una guerra, ese lema no debería ser.

Tenemos que saber diferenciar al autor de la obra porque nadie es santo

P: ¿Crees que hay que separar al autor de la obra? Ya sea cine, libros… ¿Hay que retirar el apoyo a un creador que ha sido acusado, por ejemplo, de acoso sexual y dejar de consumir sus obras?

R: Yo creo que tenemos que saber diferenciar, porque nadie es santo. Y es verdad que el acoso sexual es algo asqueroso pero si todos rebuscamos en nuestro armario… Yo tengo muchas cosas de las que me puedo avergonzar muy profundamente. Todos tenemos zonas muy oscuras. Si no esto se convertirá en una especie de Edad Media. ¿Solo el creador que tiene una conducta ejemplar puede crear? Uno crea desde sus propios conflictos y desde su propia oscuridad. Desde mi punto de vista, hay que diferenciar plenamente las dos cosas y si uno es un acosador o ha hecho algo terrible tiene que ser juzgado, pero al mismo tiempo, si tiene una obra valiosa tiene que ser valorada.

P: A modo de homenaje, ¿qué echarás de menos de tu editor Claudio López Lamadrid?

R: Le voy a echar muchísimo de menos porque a mí me apoyó desde el primer libro. Claudio ha sido un apoyo sin fisuras. Un apoyo generoso cuando toca, inteligente. Los creadores somos muy inseguros, o por lo menos yo lo soy, y Claudio hacía un poco de padre, de esta figura que te reconforta. Claudio tenía una visión de proyecto cultural muy ambiciosa y muy valiosa y deja un legado espectacular. Son muchas cosas las que se pierden.

“Si algo comparten todos los cuentos es una atmósfera extraña”, explica Elvira Navarro (Huelva, 1978) sobre los pequeños relatos que componen ‘La isla de los conejos’ (Random House). En su nuevo libro, la autora de ‘La trabajadora’ (2014) aglutina once piezas igual de exquisitas que de inquietantes. Un falso inventor que transforma las entrañas de una isla del Guadalquivir, una regresión a un sobrenatural recuerdo de la infancia, un albergue inhóspito o una ciudad cambiante danzan en las páginas y dibujan un clima mortecino que se cierne sobre el lector disfrazado de algo irresistible.

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