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Mad Cool: fiasco inicial, remontada nocturna
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El festival arrancó con colas y aglomeraciones

Mad Cool: fiasco inicial, remontada nocturna

¿Lo mejor de Mad Cool? El sonido de los escenarios, su inteligente distribución y la acertada apuesta por el césped artificial. El suelo del recinto resulta muy superior a la arena, el cemento o la moqueta

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Hora y media para entrar en el recinto de Valdebebas. Desde las ocho y diez de la tarde hasta las nueve cuarenta, por lo menos, todo fueron colas, aglomeraciones y esperas bajo un sol de justicia. La llegada de festivaleros desbordó el dispositivo de Mad Cool y el cabreo se notaba en las caras de los asistentes. La enorme fila llegó a ocupar más de dos manzanas (la enormes manzanas del Parque de las Naciones). Más que el embotellamiento, que también, lo que crispaba fue la confusión: tres puertas estaban señaladas como “acceso”, pero solo una era la que valía. Hubo gente que perdió media hora extra apuntados a una cola que no era y preguntando qué pasaba al guardia de seguridad. El personal de Mad Cool estaba mucho menos informado de lo deseable.

El primer conocido que me encontré, cerca de la puerta del festival, fue un periodista musical caminando en sentido contrario, saturado por las esperas y también por el hecho de que al llegar al estand de “prensa” los ordenadores estaban colgados, sin acceso al programa para verificar su pulsera. Se volvió a casa sin escuchar un minuto de música. Dentro del recinto la cosa mejoró, pero a última hora de la tarde se tardaba entre 25 y 40 minutos en conseguir una cerveza. Algunos asistentes narraban escenas de tensión en el aparcamiento, con coches parados 45 minutos. Poco a poco, la cosa fue mejorando.

Electrónica cáustica

Nos recibió el artista más retorcido e inquietante del cartel, el británico Actress, Sus directos suenan siempre imprevisibles: este tuvo ritmos truncados, un remix vanguardista de “West End Girls” (éxito ochentero de Pet Shop Boys) y un tramo de alegría ‘disco’ animado con anabolizantes techno. Todo ideal para hacer bailar a un muerto. Aunque algún tramo resultase demasiado minimalista, su propuesta sigue por delante de competidores como el lírico John Hopkins o el epatante Flying Lotus. El sonido de su carpa, bautizada como The Loop, era sencillamente perfecto. Lástima que estuviéramos solo cien personas. Mientras caía la noche, te dabas cuenta de que el recinto no estaba tan mal como podía esperarse (llevar el festival hasta 80.000 asistentes no tenía buena pinta). Después de Actress, los veteranos estadounidenses Yo La Tengo dieron un concierto sólido y fluido con su mezcla de indie, psicodelia y algún ritmo krautrock. Llevan siendo un grupo de culto desde los años noventa, pero conservan el aspecto juvenil y la frescura del repertorio. “Son uno de los pocos grupos del mundo que hacen una jam session y no te aburres”, decía uno de sus fans a pie de escenario. Fiables como muy pocos.

Foto: Imagen del recinto donde se celebró el Mad Cool en 2017. (EFE)

Nostalgia grunge

¿Lo mejor de Mad Cool? El buen sonido de los escenarios, su inteligente distribución y la acertada apuesta por el césped artificial. El suelo del recinto resulta muy superior a la arena, el cemento o la moqueta, opciones habituales en los festivales. ¿Lo peor? El pasillo central suele estar saturado, tanto de gente como de publicidad. “Es la misma sensación que estar en la calle Preciados el 23 de diciembre”, decía un asistente alicaido. Asaltan tu percepción anuncios de licores, películas de verano y maquinillas de afeitar. Otros se vuelven locos en el tenderete de HBO donde puedes disfrazarte de ‘El cuento de la criada’ o sentarte en el trono más famoso de la ‘tele’. Una mezcla de MTV y el Parque Warner.

Accidentada primera jornada

Pearl Jam, clásicos del grunge, dieron un concierto digno y enérgico, pero sus canciones tristes y tormentosas no encajan en la atmósfera de un parque temático. Eddie Vedder, su carismático vocalista, solía pedir en los años noventa escenarios sin demasiados juegos de luces, ya que detestaba que sus conciertos se convirtieran en un show televisivo. Verle entre neones, norias iluminadas y campaña comerciales resta impacto a un repertorio oscuro y tortuoso. Sin duda, triunfaron a lo grande, pero himnos densos y obsesivos como “Why Go” o “Even Flow” suenan mucho menos creíbles. Tampoco el grupo tiene aquella energía juvenil. Dicho esto, la voz de Vedder sigue igual de expresiva y la banda sabe tocar. Simplemente carecen de la intensidad de antes.

La paradoja del padre

La mayoría de los grupos clave del cartel de Mad Cool tuvieron su mayor momento de gloria en los noventa o primeros dosmiles. Hablo de Pearl Jam, Depeche Mode, Nine Inch Nails, Alice In Chains, Eels, Richie Hawtin, Yo La Tengo… Por eso resulta extraño contemplar tanto veinteañeros en el recinto. Es como si nosotros, los universitarios de la generación X, hubiéramos chiflado con la música de los años sesenta (en general, la detestábamos). No es que los noventa fueran una época dorada, sino que desde entonces se vive un proceso de copiado y recopiado que ha hecho que la música independiente anglosajona descienda en innovación y frescura. Es triste y extraño ver a alguien que podría ser tu hijo disfrutando de la misma música que tú a su edad. Pero está pasando.

placeholder El cantante del grupo de música indie estadounidense 'Yo la tengo', Ira Kaplan. (EFE)
El cantante del grupo de música indie estadounidense 'Yo la tengo', Ira Kaplan. (EFE)

Más grupos: el estadounidense Washed Out mima un sonido atmosférico y perezoso, ideal para los planos preciosistas de películas de Sofia Coppola. Cuando pasé por su escenario sonaba una pieza que parecía el hit hortera “Fotonovela” (Iván) atiborrada de ansiolíticos. No anda tan lejos de la música para ascensores de hoteles cool. La sorpresa de la noche fueron Biznaga: un grupo medio madrileño, medio malagueño, que toca bajo un telón con la leyenda “Esto es un simulacro”. Su sonido es una contagiosa aleación de punk guarrote, rock clásico y latigazos hardcoretas. En las entrevistas sueltan frases como “El nuevo rock son programas de televisión como ‘Mujeres y hombres y viceversa’”. No inventan la pólvora, pero saben usarla. De esos grupos que te hacen irte a casa con una sonrisa.

A la salida del recinto, una conocida marca de bebidas energéticas regalaba su producto y ambientaba su estand con un coche destrozado, de cuyos potentes altavoces brotaba una musculosa sesión de bass music futurista. El sonido era mucho más potente que Justice, el previsible grupo francés de electrónica encargado de cerrar la noche. Cuando una acción publicitaria suena más estimulante que lo que haces sobre un escenario a lo mejor va siendo hora de retirarse. Hoy viernes será el día en que Mad Cool tenga oportunidad de redimirse con una organización perfecta.

Hora y media para entrar en el recinto de Valdebebas. Desde las ocho y diez de la tarde hasta las nueve cuarenta, por lo menos, todo fueron colas, aglomeraciones y esperas bajo un sol de justicia. La llegada de festivaleros desbordó el dispositivo de Mad Cool y el cabreo se notaba en las caras de los asistentes. La enorme fila llegó a ocupar más de dos manzanas (la enormes manzanas del Parque de las Naciones). Más que el embotellamiento, que también, lo que crispaba fue la confusión: tres puertas estaban señaladas como “acceso”, pero solo una era la que valía. Hubo gente que perdió media hora extra apuntados a una cola que no era y preguntando qué pasaba al guardia de seguridad. El personal de Mad Cool estaba mucho menos informado de lo deseable.

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