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¿Cómo es vivir en un cuadro de Mondrian? El increíble 'Barrio del Loro'
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¿Cómo es vivir en un cuadro de Mondrian? El increíble 'Barrio del Loro'

Van Doesburg creó 16 viviendas sociales con sus rojos, azules y amarillos en 1921. Apenas duraron un par de años. Hoy recuperan su color y son casas privadas rendidas a De Stijl

Foto: El barrio de Torenstraat de Drachten recupera el diseño de De Stijl (Museum Dr8888)
El barrio de Torenstraat de Drachten recupera el diseño de De Stijl (Museum Dr8888)

Son rojas, amarillas y azules. Sus ventanas, balcones y puertas destacan coloridas entre el rojizo de los ladrillos, pero la explosión cromática está en el interior. La chimenea es roja; la estantería esquinera, azul; las puertas que dan acceso al jardín, amarillas y la escalera fusiona los tres colores primarios santo y seña de De Stijl. No pretendía ser una obra de arte. O, al menos, en sí misma. Era la forma de llevar el arte a la vida y, de paso, vivirlo y consumirlo día a día.

Esta era la filosofía de los neoplasticistas. Mondrian ha pasado a la historia como su padre y el gran nombre de De Stijl (El Estilo), el movimiento surgido en Holanda ahora hace un siglo basado en estos tres colores, las líneas puras y la geometría que buscaba hacer del arte una experiencia cotidiana, accesible y que impregnara todas las facetas de la creación. Si el pintor lo hizo en sus cuadros (que ahora se pueden ver en una impresionante exposición en La Haya), el resto de sus compañeros llevaron sus ideas a la arquitectura, el diseño o el mobiliario. Así, la abstracción geométrica revolucionó el arte pero también cambió la historia de la arquitectura y del diseño de interiores.

La primera piedra de ese cambio se puso en un discreto barrio de viviendas de Drachten, una pequeña ciudad del norte del país. Theo van Doesburg, fundador del movimiento, el arquitecto municipal Cees Rienks de Boer y los hermanos Thijs y Evert Rinsema crearon un pionero proyecto de viviendas sociales en el barrio de Torenstraat en el que aplicaron sus teorías neoplasticistas. El primero diseñó, en 1921, 16 casas de clase media que tanto en su exterior como en su interior, e incluso los jardines, se apoyaban en los colores primarios más el blanco, el negro y el gris.

Así se creó el que en seguida pasó a conocerse como 'barrio del loro', con las consiguientes protestas de los vecinos. Según recoge un estudio de Mariel Polman, Luc Megens, Paula Martina y Arie Wallter, los vecinos rápidamente repintaron sus casas. Apenas duró un par de años. No se entendió un plan perfectamente diseñado y estudiado (analizaron desde los pigmentos de color que deberían ir en cada rincón hasta la aplicación, en pos de una armonía cromática, de teorías matemáticas y musicales) que, sin embargo, sí supuso un primer paso para llevar las ideas de su movimiento más allá de los lienzos y, sobre todo, para llevar el arte a la arquitectura.

Su colorida idea, por tanto, se va perdiendo con los años hasta que en los ochenta apenas quedan casas que respetan la idea original. Los sucesivos inquilinos van borrando las huellas neoplasticistas hasta que el museo de la ciudad, hoy llamado el Museo Dr8888 (peculiar nombre tomado de un poema del dadaísta Kurt Schwitters), inicia un proyecto de investigación (a través del estudio de cartas, planos, dibujos y maquetas que hoy se pueden ver en su exposición) con la vista puesta en recuperar la idea de Van Doesburg y los muebles diseñados por los Rinsema. Este mes de junio abre sus puertas, en el número 3 de Torenstraat, la casa Van Doesburg-Rinsema, donde se puede ver cómo era esa disposición cromática perfectamente diseñada y simular gracias a una app de realidad aumentada cómo se vivía —y vive— en esta artística vivienda que hoy sigue siendo supermoderna.

Pero esta recuperación no es una simple exposición que se queda en una casa-museo. A cinco puertas esperan Peter Westerhof y Lucienne Meinsma. Esta pareja vive literalmente en una obra de arte. Se mudó al 'barrio del loro' a mitad de los noventa. Como ellos, otros 80 vecinos, llevan años desempolvando la esencia que De Stijl le imprimió al barrio hace casi un siglo y convirtiendo sus casas en auténticas piezas de diseño. Cuentan, mientras diligentemente hacen un tour por su casa, que tenían claro que querían devolver a esta vivienda su espíritu original aunque, se disculpa Peter atusándose sus puntiagudos bigotes, los colores no son 100% exactos respecto a los originales. "El azul es más oscuro. El original es el de la casa Van Doesburg-Rinsema", agrega.

Lucienne, orgullosa, prosigue el periplo por una llamativa escalera roja, amarilla y azul (claro está) y enseña la segunda planta. "Es curioso porque esta habitación, que nosotros utilizamos como despacho, originalmente es gris, supongo que porque es la más pequeña y así parece más amplia", explica. Habitación, baño, vestidor y vuelta al piso de abajo donde destacan los muebles de diseño, inspirados en De Stijl, un infinito jardín también configurado en colores primarios y una cocina "pequeña y un poco antigua, pero es toda una experiencia vivir en un lugar como este", añade.

El mismo año que Van Doesburg creó Torenstraat, en la acera de enfrente también diseñó la Escuela Nacional de Agricultura de Invierno (Rijkslandbouwwinterschool). Si las viviendas se basaban en los colores primarios, la escuela lo hacía en los secundarios. Resistió el paso del tiempo y hoy sigue luciendo sus ventanales naranjas, verdes y violetas y dos vidrieras originales que enseñan sus dueños, el afable matrimonio Volbeda. "Estamos muy orgullosos de vivir en un lugar como este", explican frente a esas coloridas ventanas situadas sobre la puerta principal y la escalera interior. Empieza a relatar que esas piezas geométricas, esos cubos, rectángulos y triángulos negros, rojos, azules y amarillos, representan la vida agrícola. En la parte superior describe una excavadora; cerca, una cortadora; abajo, un sembrador y un recolector. Es lo que tiene convivir con la abstracción.

Esta enorme escuela ha sufrido dos remodelaciones en estos años, pero ellos han querido mantener su espíritu. De hecho, aseguran, sigue siendo una escuela porque porque allí se imparten clases de piano y la mujer es concertista. Su marido, que enseña el pasillo original que da acceso a un impresionante salón y una no menos espectacular cocina, destaca la importancia de recuperar y mantener las viviendas de Van Doesburg así como la implicación de ciudadanos como ellos y las instituciones públicas. "Esto es un monumento nacional", zanja.

"El director de la escuela dice que, en lo que se refiere a la pintura, no se opone, y que le gustan mucho las ventanas, pero que no puede ver claramente las cifras", relata una carta de Rinsema a Van Doesburg sobre la construcción de la escuela. El fundador de De Stijl llegó a Drachten gracias a su amistad con Evert Rinsema, zapatero de oficio pero artista y diseñador de hecho al igual que su hermano mayor. Se conocieron en 1914 haciendo el servicio militar y su llegada a la ciudad y relación con los dadaístas fue lo que revolucionó culturalmente esta pequeña localidad (44.537 habitantes) de Frisia. Aun así, no era una tan moderna en los años veinte para asumir esa revolución abstracta y cromática. De ahí que los colores primarios solo sobrevivieron apenas unos años en las fachadas, aunque hoy en Drachten vuelve a sentirse De Stijl por todos los rincones.

La revolución cromática de De Stijl también llega hasta el Museo de Lakenhal, en Leiden. Dentro de una exposición al aire libre que reúne la obra de 20 artistas que se han inspirado en el neoplasticismo, se puede ver la Maison d'Artiste, un prototipo de una casa cubista diseñada por Van Doesburg y Cor van Eesteren en 1923. Se trata de una peculiar vivienda realizada a base de cubos que desafían la gravedad y en los que van imprimiendo sus colores primarios. Sin embargo, nunca llegó a construirse porque técnicamente era inviable en la época, pero ahora un grupo de estudiantes de la Universidad Técnica de Delft han creado un prototipo que permite ver lo innovador, revolucionario e inspirador de su idea.

Son rojas, amarillas y azules. Sus ventanas, balcones y puertas destacan coloridas entre el rojizo de los ladrillos, pero la explosión cromática está en el interior. La chimenea es roja; la estantería esquinera, azul; las puertas que dan acceso al jardín, amarillas y la escalera fusiona los tres colores primarios santo y seña de De Stijl. No pretendía ser una obra de arte. O, al menos, en sí misma. Era la forma de llevar el arte a la vida y, de paso, vivirlo y consumirlo día a día.

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