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'Soumission': ¿ultraderechista o realista?
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análisis de la polémica novela de houellebecq

'Soumission': ¿ultraderechista o realista?

La última novela del francés, envuelta en polémica tras el atentado a Charlie Hebdo, ni es neutral como afirma pero tampoco es un planfleto pro Marie Le Pen

Foto: Michel Houellebecq (Efe)
Michel Houellebecq (Efe)

François cree en la literatura. Concibe la literatura como el único reducto de la sociedad contemporánea en el que todavía es posible tener la sensación de estar con alguien, de hablar con alguien. Aunque ese alguien haya muerto hace años o siglos. François realizó una tesis doctoral sobre el decadente escritor francés Joris-Karl Huysmans gracias a un programa de becas que, como "últimos residuos de una socialdemocracia agonizante", le permitió elegir a qué cosa consagrar sus días. François, aunque carece de vocación docente, es profesor de literatura en la Universidad de París III. Al principio suplía la ausencia de vocación acostándose con sus alumnas; después fue "víctima de una suerte de andropausa" que le condujo a dedicar sus noches al visionado de pornografía en internet. François, cuando mira los debates políticos de France 2, rememora las felaciones que le hacía Myriam, su novia judía de la universidad. François es un solitario y un nostálgico.

François es el protagonista de Soumission, la nueva novela de Michel Houellebecq. Publicada hace apenas una semana en Francia, en la editorial Flammarion, y sin todavía conocer la traducción española, Soumission ya está en boca de todos. Las polémicas declaraciones de su siempre controvertido autor, que coincidieron con el atentado de Charlie Hebdo, pusieron a Soumission y a Houellebecq en el centro del huracán mediático. Pero, ¿de qué trata Soumission?

François, que no siente ningún afecto por sus semejantes y que nunca ha tenido especial interés por lo que sucedía a su alrededor, de pronto descubre cómo la política cambia su vida –cosa que le desconcierta y a la vez le repugna–. François tendrá que posicionarse, pero, ¿se enfrentará a la realidad o, por el contrario, se verá obligado a adaptarse, a someterse a ella? Parece que el título de la novela de Houellebecq es lo suficientemente explícito.

Estamos en París, en el año 2022. Se aproximan las elecciones presidenciales y todo indica que los dos candidatos que se la jugarán en la segunda vuelta serán Marine Le Pen, del Frente Nacional, y Mohamed Ben Abbes, del partido islámico Fraternidad Musulmana. El futuro de Francia pasa por un gobierno de extrema derecha que reivindica el retorno a la identidad francesa frente al proceso de islamización que sufre –a su parecer– el país, o por el ascenso al poder de la primera tentativa política del islamismo en Europa, del partido de los musulmanes franceses, que en los últimos sondeos había superado la barrera simbólica del 20% de intención de voto.

Lo que anunciaban las encuestas termina cumpliéndose y ambos partidos van a necesitar pactar con otras fuerzas políticas. Para ganar, Fraternidad Musulmana confluye en un Frente Republicano, con el PSF y el UMP, desde el que contrarrestar el ascenso de la extrema derecha de Marine Le Pen. Con la derecha tradicional comparten valores como el respecto a la familia, al patriarcado y a la religión (sea cual sea); con los socialistas, agenda en lo económico. El único escollo de la negociación es la Educación Nacional, buque insignia de la tradición socialista francesa. Un gobierno de Fraternidad Musulmana supondría –como finalmente ocurre en la novela– el fin de la educación laica, la vuelta a la segregación por sexos y la obligatoriedad de que los docentes profesen la religión islámica.

Mohamed Ben Abbes termina siendo proclamado presidente y, a partir de entonces, se legaliza la poligamia, las mujeres son relegadas al hogar y, en consecuencia, desciende en picado el desempleo. Francia sale de la crisis con Ben Abbes en el poder y, gracias a las relaciones que establece con las petro-monarquías islámicas, Francia vuelve a representar un papel potencial en la geopolítica europea y mundial.

Soumission sí capta una situación

El argumento de la novela ha servido para definir Soumission como una contribución literaria a la campaña islamófoba del Frente Nacional que lidera Marine Le Pen, si bien Houellebecq se ha defendido de tales acusaciones afirmando que su posición ante lo narrado es "neutral" y que únicamente buscaba "captar una situación". Soumission de Michel Houllebecq por supuesto que no es neutral, pero tampoco es de recibo etiquetar la novela como una suerte de panfleto que apoya las tesis de la ultraderecha francesa. Lo que sí es verdad es que, consciente o inconscientemente, Soumission sí capta una situación.

Soumission en realidad habla del agotamiento del régimen democrático francés y de la crisis de representación de la vieja política. Se desprende de las páginas de la novela que Francia está viviendo un momento destituyente que, si no se resuelve con más democracia y más participación ciudadana, serán los partidos radicales, como muestra la novela con el Frente Nacional y Fraternidad Musulmana, los que liderarán el cambio. Y el cambio puede ser a peor. Esta es –y no el miedo a la islamización de la sociedad francesa, que no es más que una consecuencia de lo primero– la mayor advertencia que le hace al lector la nueva novela de Houellebecq.

La novela, en este aspecto, es transparente. Soumission denuncia que la democracia, en Francia, se ha convertido en un "fenómeno de alternancia democrática" donde, generalmente, después de dos mandatos del candidato de centro-izquierda, los electores llevaban al poder al candidato del centro-derecha. Y nada cambia. Una democracia que funciona por inercias no puede recibir tal nombre. En esta situación, los partidos tradicionales han dejado de dar respuesta a la crisis política, económica y nacional que sufre Francia. Los que llevaron el país a la crisis no podrán sacarlo de la misma. El auge del Frente Nacional encuentra en este punto su explicación.

Decía el historiador marxista Perry Anderson, en la presentación de la New Left Review en España, el pasado mes de diciembre, que la izquierda transformadora en Francia no debía perder el tiempo, ni desgastarse políticamente, combatiendo al partido de Marine Le Pen. Para Anderson, el verdadero enemigo de la izquierda era el régimen constituido en torno a la alternancia bipartidista y no la extrema derecha; en un momento destituyente, de crisis de régimen, como el que se estaba viviendo, enfrentarse a Le Pen constituía un error que solamente fortalecía a los viejos partidos del régimen, dando lugar a que la ciudadanía, para protegerse de la extrema derecha, terminara votando por ellos, por los partidos que habían causado la crisis.

La novela de Houellebecq parece coincidir –sin proponérselo– con el diagnóstico de Perry Anderson: el enemigo a batir es un régimen de alternancia democrática cuyas deficiencias y putrefacción bloquean toda posibilidad de cambio y que, al no resolver la crisis y aun perpetuarla con su insolvencia política, terminan generando monstruos. Como sucede en Soumission.

Pero hay un elemento más que demuestra que Houellebecq no está sino hablando de Francia como Estado fallido. Decía Ilya U. Topper, en este periódico, después del atentado de Charlie Hebdo, que Europa, y concretamente Francia, era responsable y aun cómplice del crecimiento del fundamentalismo islámico. Para Topper, el proceso de integración no sólo ha fracasado sino que ha funcionado como una máquina de producir fundamentalistas islámicos.

La sociedad inmigrante en Europa se ha islamizado –en su opinión– debido a que los únicos lugares de sociabilización que encontraban los inmigrantes, que llegaban a Europa como mano de obra barata, eran las mezquitas. No hubo posibilidad de integración porque la sociedad francesa les plantó un muro, les cerró sus puertas. Y "así se fue creando el gueto", apunta Topper. Si hubieran existido espacios lacios de integración, la islamización no hubiera existido (o no hubiera alcanzado la magnitud conocida).

Citando una vez más la conocida frase de Walter Benjamin de que "cada ascenso del fascismo es testigo de una revolución fracasada", el filósofo esloveno Slavoj Žižek apuntó, por su parte, y a raíz también del atentado de Charlie Hebdo, que "el aumento del radicalismo islámico no es sino correlativo a la desaparición de la izquierda secular en los países musulmanes". Esta desaparición –y he aquí de nuevo la responsabilidad de Occidente– derivó en parte de las llamadas primaveras árabes y de las invasiones que, en nombre de la libertad duradera y de la justicia infinita, pusieron fin a estados laicos en la región, para construir gobiernos islámicos pero afines a los intereses de las potencias del Norte.

Acaso no de otra cosa nos habla Soumission de Michel Houellebecq: de que el ascenso del fascismo –adquiera la forma que adquiera– es resultado de una revolución fracasada. Las páginas de la nueva novela del escritor, que por mucho que lo pretenda su autor no puede ser neutral, nos advierten de que si esta situación captada –ese momento destituyente– no se traduce en más democracia, quizá, como a François, no nos quede otra opción que asumir que "la cumbre de la felicidad está en la más absoluta sumisión". Claro que, a diferencia de François, nosotros sí tendremos "algo que lamentar".

François cree en la literatura. Concibe la literatura como el único reducto de la sociedad contemporánea en el que todavía es posible tener la sensación de estar con alguien, de hablar con alguien. Aunque ese alguien haya muerto hace años o siglos. François realizó una tesis doctoral sobre el decadente escritor francés Joris-Karl Huysmans gracias a un programa de becas que, como "últimos residuos de una socialdemocracia agonizante", le permitió elegir a qué cosa consagrar sus días. François, aunque carece de vocación docente, es profesor de literatura en la Universidad de París III. Al principio suplía la ausencia de vocación acostándose con sus alumnas; después fue "víctima de una suerte de andropausa" que le condujo a dedicar sus noches al visionado de pornografía en internet. François, cuando mira los debates políticos de France 2, rememora las felaciones que le hacía Myriam, su novia judía de la universidad. François es un solitario y un nostálgico.

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