Es noticia
Prince, del suspenso al ‘necesita mejorar’
  1. Cultura
luces y sombras de su nuevo trabajo

Prince, del suspenso al ‘necesita mejorar’

El músico estadounidense graba su mejor disco en una década, aunque sigue sin acercarse a su mejor nivel

Foto: El músico estadounidense Prince (EFE)
El músico estadounidense Prince (EFE)

Con los silencios discográficos de Prince pasa como con las películas de luminarias del cine de vanguardia como Béla Tarr: a menudo los recordamos más largos de lo que son en realidad.

El músico de Minneapolis ha publicado diez discos en lo que llevamos de siglo XXI, y sin embargo parece predominar en el imaginario colectivo la sensación de que, cada vez que regresa, lo hace desde las profundidades de esa década de 1990 en que copaba titulares por sus cambios de nombre en lugar de por una producción musical en caída libre desde Lovesexy (1988).

A esta sensación de eterno retorno ha contribuido una industria que, es de suponer, ha obtenido pingües beneficios con las repetidas alusiones al regreso de Prince en el pitch promocional de discos menores como 3121 (2006) o de mediocridades como 20Ten (2010), pero también el propio artista en loor de su conocida incontinencia verbal...

Por todo esto y por la propia coyuntura de un mainstream desnortado, la publicación esta semana no de uno sino de dos discos con la impronta de Prince –para colmo los primeros tras cuatro años de ausencia verificable– merece ser abordada con precaución.

Viejas y nuevas alianzas

Tan importante como las 25 canciones que integran PlectrumElectrum y Art Official Age resulta en esta ocasión el contexto. Para empezar, ambos artefactos llevan el sello de Warner, la major con la que Prince protagonizó un largo e hilarante feudo en los noventa que llegó al extremo de aparecer en público en diversas ocasiones con la palabra slave (esclavo) escrita en la cara o de cambiar su nombre por un símbolo, obligando al sello a distribuir entre medios de todo el mundo una tipografía ad hoc en un disco floppy para referirse al artista ajustándose a derecho.

El detalle no es baladí porque se encuadra en un acuerdo que permitirá a sello y artista exhumar su discografía común, hasta ahora jamás reeditada con el mimo y los rescates inéditos que merecen por lo menos las siete obras maestras de su etapa clásica –de Dirty Mind (1980) a Sign 'O' the Times (1987)–. Así que cabe presuponerle a Prince una licencia que llevaba tiempo sin concederse a sí mismo para mirar al pasado y pescar en las aguas que produjeron sus mejores capturas, en lugar de buscar una actualización de su sonido que en la última década no ha sido capaz de aportar ni un solo hit a su canon.

El otro condicionante externo, en este caso sólo de las doce composiciones de PlectrumElectrum, es que han contado con el concurso de la banda 3rdeyegirl, un trío de señoras despampanantes y absurdamente dotadas para las acrobacias al bajo, la guitarra y la batería. Esta suma de fuerzas con otros músicos con identidad y trayectoria propias brindó varios spin-offs destacables en los ochenta (The Time, Wendy and Lisa...) y algún traspié sonado –como el de la novia, musa y, en general, minusválida musical Bria Valente–, pero, en esta ocasión, varios sencillos de adelanto y apariciones televisivas apuntan a un buen maridaje entre un Prince quincuagenario y tres obreras del rock envueltas en cuero y lentejuelas.

El veredicto

Tomando en consideración todo este envoltorio y tras recorrer en varias ocasiones la hora y cuarenta minutos de música que Prince ha engendrado a su amparo, PlectrumElectrum y Art Official Ageproducen sensaciones encontradas. Los fans más complacientes –o los cronistas más reacios a la polémica– pueden contentarse con el aserto de que este es el mejor lote con el que el de Minneapolis nos ha obsequiado en la década y media que ha transcurrido desde 2000. Tampoco han de encontrar mayor oposición quienes retrasen el listón hasta The Love Symbol Album (1992), por bien que algunos guardamos un buen recuerdo de su Gold Experience (1995).

Pero toda esa cabalística es más una crítica sobreentendida a dos décadas complacientes y erráticas que un auténtico elogio a dos trabajos sin grandes altibajos, pero que sólo se despegan parcialmente de la causa perdida de Prince por sonar contemporáneo, y que lo hacen además para mirarse en los espejos equivocados: nunca los de Purple Rain, Sign ‘O’ the Times o Controversy (1981), en algún caso esporádico el de 1999 (1982), y, las más de las veces, los de Graffiti Bridge (1990) y Diamonds and Pearls (1991).

Art Official Age es en cualquier caso la mejor de las dos entregas, con un tema titular que revisita las jams mutantes del Prince de principios de los noventa –incluido un fragmento rap que, como entonces, lastra al conjunto–, el funk minimalista de Funkroll o la nostálgica The Gold Standard. El resto es correcto pero intercambiable.

Peor suerte corre el prometedor tête à tête con 3rdeyegirl en PlectrumElectrum, cuya primera mitad comete un error transversal a la mayoría del rock mainstream de la defunción del grunge en adelante: querer rendir tributo a Jimi Hendrix o a Led Zeppelin pero optar por una producción precisa, sanitaria y brillante, irreconciliable con un género que pide espontaneidad, sudor y rugosidades. La mucho más caleidoscópica cara B se salva por su viraje indisimulado hacia un pop con litros de groove, con denominación de origen 100% Prince y algún acierto como Fixurlifeup o Marz.

En resumen, dos discos menores pero superiores a la árida producción de diez años en piloto automático, y por tanto dos argumentos válidos para empezar a elucubrar sobre una continuación que siga su curva ascendente. En otras palabras, el vuelva usted mañana indisoluble a la madurez de Prince.

Con los silencios discográficos de Prince pasa como con las películas de luminarias del cine de vanguardia como Béla Tarr: a menudo los recordamos más largos de lo que son en realidad.

Rock Música