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Altamira teme a las bacterias, no al hombre
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claves del estudio de apertura de la cueva

Altamira teme a las bacterias, no al hombre

El equipo de Gaël de Guichen ha concluido que las cuevas de Altamira deben continuar con las “visitas experimentales”. Cinco personas a la semana, para mantener

Foto: Techo de la cueva de los Polícromos.
Techo de la cueva de los Polícromos.

El equipo de Gaël de Guichen ha concluido que las cuevas de Altamira deben continuar con las “visitas experimentales”. Cinco personas a la semana, para mantener la recogida de datos de la investigación sobre la conservación preventiva, hasta que se cumpla un ciclo anual, que concluiría en febrero de 2015. Entonces se evaluará la incidencia para decidir si “interrumpir, mantener o modificar el número de visitas”. Es decir, el estudio sólo contempla la posibilidad de la visita y la medición de sus consecuencias. En ningún caso plantea la opción del cierre.

La postura choca frontalmente con las resoluciones de los informes del equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Antes de que fueran cesados, publicaron en octubre de 2010 sus resultados y determinaron que “la cueva de Altamira, aunque está cerrada, sufre un riesgo real”. Apuntaban a las colonias microbianas como máximo peligro. Durante 15 años registraron la actividad microbianas y constataron el descenso abrupto de esta a partir de 2002, efectivamente, año del cierre al público. Ordenaban la supresión de las visitas, a pesar de los intereses políticos.

Los puntos clave que el nuevo equipo, el de Gaël de Guichen, ha dado a conocer tras año y medio de investigación, para valorar la compatibilidad de la presencia humana en la cueva y su incidencia en la preservación de las pinturas rupestres, son estos:

POLÍCROMOS (CASI) SIN PROBLEMAS

A partir del modelo de grupo de 6 personas a la semana, 30 minutos en el interior, 10 de ellos en la sala de Polícromos, concluyen que “la carga de las visitas ha sido mínima en las condiciones ambientales”. Los cambios en la humedad relativa se recuperan en una hora y el leve incremento de temperatura se revierte en dos horas. Las concentraciones de CO2 tardan más de 8 horas en recuperarse. “No obstante, las variaciones naturales diarias de CO2, en determinadas épocas, son superiores a las del impacto humano”. Ahora, a las naturales hay que añadir las turísticas. Además, añaden que las pérdidas de color de las últimas dos décadas no tienen que ver con las visitas. “Por lo que el cierre de la cueva no detendría los procesos de deterioro de las pinturas”. No es nada consolador.

UN SOUVENIR AMORTIZADO

“Una hipotética apertura de la cueva, a la luz de los datos existentes, no tiene por qué tener impacto económico”, se puede leer en el apartado que desarrolla el entorno social de la cueva. De esta manera, rebaja las presiones políticas sobre la captación de turismo. “Altamira tiene un impacto considerable en la economía cántabra que es independiente del régimen de acceso a la cueva”. Curiosamente, se explica que si bien Altamira tuvo una relevancia social mayor en el pasado, este hecho “debe ser entendido como una normalización del valor, no como pérdida del mismo”. Y tirón de orejas: se debe desarrollar una estrategia de comunicación de la cueva para transmitir los principios de identidad, valor cultural y función social del patrimonio. Así se contribuye a la sensibilización social acerca de su fragilidad y de la necesidad de conservarlo.

MALDITOS BICHOS

El informe es tajante al detectar las amenazas de la cueva: el principal riesgo biológico que afecta a la conservación de las pinturas es el desarrollo de las colonias de microorganismos. En ese sentido, la apertura y cierre de la puerta de acceso tiene relación con el número de bacterias y hongos en el aire. “Durante el estudio no se ha observado el crecimiento de microorganismos en las zonas de control”. Pero para mantener ese equilibrio interno, “se debe evitar cualquier modificación en el entorno”.

EL AGUA, OTRO ENEMIGO

El principal deterioro que afecta a la conservación de las pinturas es la pérdida del pigmento por lavado. “Esto se ha producido a lo largo de milenios y ha conllevado la alteración o desaparición de parte de las pinturas”. La parte más dañada es el sector sur del techo de la sala de los Polícromos. El mejor, el norte (panel de los bisontes). Durante el estudio se perdió en la zona de control una superficie de 1,8 mm. La pérdida de pigmento se debe al caudal de infiltración y condensación, la composición del agua, el relieve del soporte y la red de fracturas. “No hay relación evidente causa-efecto entre la presencia de investigadores y visitantes y la pérdida de pigmento”.

El equipo de Gaël de Guichen ha concluido que las cuevas de Altamira deben continuar con las “visitas experimentales”. Cinco personas a la semana, para mantener la recogida de datos de la investigación sobre la conservación preventiva, hasta que se cumpla un ciclo anual, que concluiría en febrero de 2015. Entonces se evaluará la incidencia para decidir si “interrumpir, mantener o modificar el número de visitas”. Es decir, el estudio sólo contempla la posibilidad de la visita y la medición de sus consecuencias. En ningún caso plantea la opción del cierre.

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