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Fernández Mallo: “El Nuevo Testamento es la primera novela posmoderna”
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Fernández Mallo: “El Nuevo Testamento es la primera novela posmoderna”

A punto de cumplir la década, el sabor de la Nocilla ya no amarga tanto. “Lo que hubo fue una corriente, no una generación”, explica Agustín

Foto: El escritor agustín fernández mallo.
El escritor agustín fernández mallo.

A punto de cumplir la década, el sabor de la Nocilla ya no amarga tanto. “Lo que hubo fue una corriente, no una generación”, explica Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967) a pocas horas de que su novela Limbo (Alfaguara) salte a las librerías. Acaba de aterrizar de su Mallorca y la charla sucede entrada la noche, en un local tradicional, donde se sirve comida casera y el mantel es blanco de tela. No hay nada deconstruido y empezamos por un caldito para templar la noche. “Fue un movimiento natural”, añade el autor. Insinúa que los medios y los periodistas tuvimos mucha responsabilidad en el terremoto literario.

“Para empezar, el nombre Nocilla es desafortunado. Lo que importa es que es la única corriente narrativa que ha propuesto más literatura nueva en la última década. Ha dado sus frutos en la novela, el ensayo, la poesía y el periodismo, y con notables hallazgos”. Habla en pasado y cuando puede corrige para devolver al presente el movimiento o corriente en la que se sumaron decenas de escritores –la mayoría de forma natural- y que se diluye.

Con el paso del tiempo [la generación Nocilla] ya no funciona como bloque, se disemina en lo particular y se metamorfosea. Pero hay herencia. Algo de todo eso queda

¿Se ha aguado la “generación Nocilla”? “Con el paso del tiempo ya no funciona como bloque, se disemina en lo particular y se metamorfosea. Pero hay herencia. Algo de todo eso queda, es un gen que se ha incorporado a nuestra tradición literaria. Ahora, incluso una novela conservadora lleva también los genes de la posmodernidad”, dice. No quiere hablar mucho más de la crema de cacao maravillao. Es un debate del que está harto, aunque ha sido el gran beneficiado.

Ruido, música y Pop

Alcanzó el trono de rebelde de las letras españolas y con el tiempo, y gracias a su trabajo en todas las dimensiones (ensayo, poesía, novela, novela gráfica, música, Spoken Word), ha confirmado su papel en la narrativa contemporánea. Para muchos la trilogía del Proyecto Nocilla fue “uno de los fenómenos más ruidosos de principios del siglo XXI”, en el que los autores participantes que emergieron con radicalidad de las pequeñas editoriales, emigraron rápidamente a los grandes grupos a hacer carrera.

Era un síntoma más del final del discurso hegemónico y la literatura, además, había dejado de ser cautiva de la política. Al menos, para los autores de esta corriente, más preocupada por definirse en el nuevo mundo, que declararse ideológicamente. La muerte antifranquista en la novela se había consumado.

De hecho, el propio Agustín reconoce beber cada día un sorbito de Juan Benet (1927-1993). “Es el fondo de cada uno de mis libros”. En el autor de Volverás a región (1967) encuentra su reflejo, porque en él está el germen del final de la novela política y realista y la intención trasgresora. Ninguno se acomoda al imperio del canon.

Los Apóstoles se perfilaban, pues, como los primeros autores de una clase de literatura que con los siglos daríamos en llamar internauta

La ruptura de Fernández Mallo ha sido vinculada al Pop, y se queja por ello. Los elementos comunes que configuran la vida de sus personajes, la inmediatez en las descripciones de sus entornos, incitan a relacionarlo con una estética de neones y colores brillantes. “Lo del Pop me tiene frito. Eso es una lectura superficial”, suelta con un ramalazo poco habitual en su flema gallega. Si se trata de etiquetas prefiere la que dice popular.

Extraño y real

Ya puestos, si hay que inventar una etiqueta para ese realismo dialéctico suyo, que se enreda en asuntos sin aparente trascendencia dando lugar a tramas muy contemplativas, podríamos llegar a un acuerdo y definirlo como “realismo del extrañamiento”. “Me gustan las situaciones extrañas, no oníricas”. Son instantes sin definición que provocan ese extrañamiento, incluso en los objetos sosos salta esa paradoja: “¿Quién diseña las bolsas para vomitar de los aviones? Parece una boutade, pero no lo es. Tengo una necesidad natural por preguntar por el origen de las cosas”.

Recupera su formación científica para mostrar de dónde sale su curiosidad y preguntas como la anterior, cuestiones que le hacen moverse en direcciones donde antes no había luz. Limbos narrativos por los que nadie se había cuestionado nada. Por eso es inútil preguntarle por qué en esta novela hay menos docuficción y más interés de la psique de los personajes. “Son historias que me van sucediendo, que se mueven por conexiones involuntarias. Mi instinto narrativo es especular por las cosas más anodinas, por el universo insospechado del objeto”, aclara. Los objetos son los protagonistas en la sombra de sus novelas.

Sagrado zapping

El instinto también actuó una noche en un hotel de Guatemala. Abrió el cajón de la mesilla y allí había un Nuevo Testamento. Empezó a leer y quedó atrapado en ese instante. En el libro su protagonista escribe: “El Nuevo Testamento es el primer libro fragmentado de la Historia, con el añadido de que en él tenía su reflejo exacto la forma en que se organiza la Red, malla en la que vas de un site a otro site sin pasar por lugares intermedios. Los Apóstoles se perfilaban, pues, como los primeros autores de una clase de literatura que con los siglos daríamos en llamar internauta”. Es zapping. “El Nuevo Testamento es la primera novela posmoderna”, dice ante las verduras.

Limbo parte del trayecto de una pareja que viaja por los EEUU, aislada en su camioneta, duplicada en pensamientos, que se ramificarse en una multitud de relatos con una chica mejicana secuestrada, dos músicos encerrados en un castillo que componen un álbum, un Festival de Benicàssim Chino, un río de informaciones, artículos, reportajes, una chimichanga que va cruzando y tejiendo un entramado caleidoscópico. Sin pretensión de conexión ni coherencia.

Lo del Pop me tiene frito. Eso es una lectura superficial de mis novelas

“Nunca he pretendido cambiar la literatura. Sólo escribo por atracción, por impulso. Bebo de los referentes inmediatos de mi entorno y voy improvisando con lo que se me aparece y me excita. Pero no creo que haya ninguna intención narrativa, es algo inmediato”. Tan inmediato que es una memoria en tiempo real de los relatos que impactan a lo largo del día en cualquiera. El resultado literario del proyecto Agustín Fernández Mallo es un gran mural que no para de crecer. Un fresco liviano sobre la metamorfosis de la identidad contemporánea.

A punto de cumplir la década, el sabor de la Nocilla ya no amarga tanto. “Lo que hubo fue una corriente, no una generación”, explica Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967) a pocas horas de que su novela Limbo (Alfaguara) salte a las librerías. Acaba de aterrizar de su Mallorca y la charla sucede entrada la noche, en un local tradicional, donde se sirve comida casera y el mantel es blanco de tela. No hay nada deconstruido y empezamos por un caldito para templar la noche. “Fue un movimiento natural”, añade el autor. Insinúa que los medios y los periodistas tuvimos mucha responsabilidad en el terremoto literario.

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