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¿Qué tiene de gracioso Hitler?
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EL HUMOR, ANTÍDOTO O sostén DE LO CORRECTO

¿Qué tiene de gracioso Hitler?

Un novelista alemán resucita al dictador alemán en pleno siglo XXI, en el primer libro escrito en la primera persona de Adolf Hitler tras el 'Mein Kampf'

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De los hippies a Hitler, todo es carne de supermercado. No hay tabú que se resista a la popización de la sociedad y el Führer se ha convertido en el producto rey de los centros comerciales. Películas, documentales, ensayos, biografías, leyendas y novelas, su sello hace del objeto que toca un éxito fraguado en los misterios de la maldad y el morbo revanchista del escarnio.

A los hippies se les criminalizó por subvertir el orden cultural, el otro es un criminal. Ambos fueron excluidos: los primeros acusados de subcultura, Hitler por dictador. Una vez anulados sus significados y su trascendencia política se les reinventó, se les falsificó y se les convirtió en algo nuevo, algo atractivo para todo el mundo. La disidencia se explota como la moda de una postura que no pasa de moda, y el Holocausto como el pasado bárbaro que nunca pasa.

“Después de la II Guerra Mundial la consigna de la civilización occidental ha sido la de conseguir una sociedad aséptica”, escribe el poeta y ensayista Antonio Orihuela en su nuevo libro Poesía, pop y contracultura en España (Berenice), para poner la pica en el momento en que todo pasó a ser susceptible de ser incorporado a la superficie de la cultura de masas a favor del olvido. Incluso los criminales, a quienes se les sustraen sus símbolos nazis para privarlos de su poder perturbador y convertirlos en mercancía y espectáculo.

El primer chiste nazi

El humor es un buen aliado para la desinfección cuando se utiliza como parodia, no como ironía. Hace cuatro años se estrenó el que fue reconocido como primer chiste nazi, la película Mein Führer, del director Dani Levy (1957), suizo y judío residente en Berlín desde hace más de tres décadas. “No debe usted tomarse la Solución Final como algo personal”, le espetaba Goebbels en el filme a un prisionero judío. La trama –próxima a las mejores horas absurdas de los Monty Python– enseñó a un dictador deprimido, lloroso, que deja ver la herida que lo convirtió en un monstruo a su terapeuta judío... ¿lo salvará?

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Nunca se había hecho algo así en Alemania: una comedia sobre el nacionalsocialismo. Hasta ese momento los asuntos delicados eran propiedad de los historiadores especialistas y se criticó a la película porque Hitler aparecía como un tipo inofensivo y restaba importancia a la auténtica tragedia. De hecho, la publicación del Mein Kampf sigue prohibida en Alemania por el Estado regional de Baviera, que posee los derechos. Baviera ha anunciado que lo publicarán en 2015 por primera vez, después de la II Guerra Mundial. Ese año el libro, 70 años después de la muerte de Hitler, quedará libre de derechos y de prohibiciones.

Todavía molesta la primera persona. Desde Mein Kampf no se había vuelto a escuchar la voz del Führer, hasta que el escritor Timur Vermes publicó este año Ha vuelto, una novela sobre el regreso del dictador a la actualidad y su facilidad para crecer como fenómeno político, en la era de la comunicación y de la decepción política. Aquí lo publicará en unas semanas Seix Barral y lo que más chirrió en Alemania fue el tratamiento humorístico que el autor hizo del personaje.

En Alemania molesta que Vermes no se ría de Hitler, sino que utilice al dictador para mofarse con él de la estupidez y mediocridad del ciudadano contemporáneo. Una sátira sobre nuestros días directa a la lista de los más vendidos, que parece apuntar más alto que aquella provocación en los setenta de los Sex Pistols, con sus camisetas nazis y el tema "Belsen was a Gas".

Humor a todo riesgo

Para que nos entendamos: el Hitler revivido escribe este libro en el hospital mientras se recupera de una paliza que un grupo de neonazis le ha encajado después de haberlos tildado de blandos en un programa de la tele. A Hitler le premian por ser un doble con una sagaz defensa satírica antifascista y todo el mundo le ofrece sus condolencias por la paliza. De ahí al estrellato.

Hitler no es tratado como un bufón, ni como un monstruo, ni como un payaso

Hitler no es tratado como un bufón, ni como un monstruo, ni como un payaso. Todos esos atributos están dedicados al adocenamiento de la población que lo recibe: el personaje no es lo cómico, sino la situación y la reacción del ciudadano del siglo XXI ante su regreso. Es probable que sea una banalización del mal, justificada por el tortazo con el que Hitler sube como la espuma, disparando demagogia a través de YouTube. Ante la posibilidad del regreso de la barbarie debido a la grieta social causada por la crisis financiera, Vermes interpela al lector: ¿si ha salido elegido una vez, por qué no podría ocurrir de nuevo?

El escritor alemán leyó y releyó la diatriba antisemita del Mein Kampf hasta que asumió el estilo y el lenguaje del líder nazi. También revisó los monólogos del Führer, donde halló las perspectivas sobre la ideología nacionalsocialista. Y luego llevó el humor negro al extremo, a donde nadie se había atrevido a llegar y saltó las barreras.

Esto no es una broma

El humor ácido es el que corroe las fronteras de lo correcto, el que permite comprobar la madurez de la sociedad sobre la que actúa. Así como el artista plástico trata de forzar al espectador a creer lo que el artista cree, Vermes recurre al humor cuyo fin sea la provocación de la reflexión. ¿Es el humor tan gracioso? El motor de acción de propuestas como la de Vermes o Levy es la ironía y la entienden como trampa, con la forma de una imagen comercial, un referente popular, un producto de supermercado. La ironía no es una broma, es la defensa contra el horror.

Pero también es ambigua y de libre interpretación. Por eso el artista Eugenio Merino (Madrid, 1975) ha sufrido una demanda de la Fundación Francisco Franco por la reproducción del dictador español metido en una máquina de refrescos. La ironía y la denuncia de aquella pieza expuesta en ARCO fue entendida por estas dos instituciones como una lesión de la imagen de Franco. “El humor correcto es el que te han permitido hacer. Ese es el que no sirve para nada, porque para eso tienes permiso. El humor y el arte tratan de romper las convenciones, desde la sorpresa y lo inesperado. Cuando te saltas el humor correcto aparece la censura”, explica a este periódico. Anuncia que en la próxima edición de ARCO, después del revuelo, su trabajo en la Galería ADN mantendrá la línea esterilizada.

Por cierto, Merino apunta que Timur Vermes no es el primero en resucitar en una novela a un dictador. Fernando Vizcaíno Casas (1926-2003) lo hizo en plena Transición con …Y al tercer año, resucitó. Más de cuatro millones de personas compraron el libro, en el que sacaba a pasear a Franco por una España revuelta. Rafael Gil (1913-1986) adaptó la novela de “historia-ficción” al cine.

Si el humor pone en cuestión la madurez de la sociedad, Alemania vuelve a estar por delante, aunque les haya costado casi siete décadas. La culpa y la responsabilidad parecen haber desaparecido de las nuevas generaciones, que permiten y respaldan que entre la sagrada oferta de productos haya uno con la voz de Hitler y por el que han pagado –como se hará aquí– 19,33 euros, es decir, el año en el que llegó al poder. Así que, a reírse con Hitler y sus ocurrencias, si se puede.

De los hippies a Hitler, todo es carne de supermercado. No hay tabú que se resista a la popización de la sociedad y el Führer se ha convertido en el producto rey de los centros comerciales. Películas, documentales, ensayos, biografías, leyendas y novelas, su sello hace del objeto que toca un éxito fraguado en los misterios de la maldad y el morbo revanchista del escarnio.

Humor Hitler
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