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“Querido Rudolf Hess, ¿podría convertirme en miembro de las SS?”
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UN ENSAYO RECUPERA LA CREACIÓN DE LAS SANGRIENTAS TROPAS NAZIS Y SU RECLUTAMIENTO EXTRANJERO

“Querido Rudolf Hess, ¿podría convertirme en miembro de las SS?”

Un ensayo recupera testimonios anónimos de los polémicos voluntarios extranjeros que se alistaron a las Waffen-SS, al servicio del exterminio nazi

Foto: Un soldado de la Legión Libre de la India, adiestrado como soldado de las SS.
Un soldado de la Legión Libre de la India, adiestrado como soldado de las SS.

“Estimado señor: Espero que disculpe la libertad que me tomo al escribirle, pero puesto que es usted adjunto del Führer he pensado que sería la persona más indicada. ¿Cree que yo podría convertirme en miembro de la SA o de las SS?”, escribe en julio de 1939 el inglés M. C. Murphy desde Coventry (Inglaterra) a Rudolf Hess, vicepresidente del partido nacionalsocialista alemán. La solicitud del joven no prosperó, a pesar de que la escuadra de Hitler no encontrase nada en su vida una vez fue investigado.

El tal Murphy, según cuenta en la carta, estaba enamorado de “Deutschland y sus gentes”. La carta avisa, con dos meses de antelación, que en septiembre visita el país en vacaciones y a sus amigos. “Me encantaría servir al Führer y a su movimiento”, aclara. “Me gustaría saber si es posible, porque estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario. Hasta me convertiría en súbdito alemán. Por favor, ayúdeme”. Y se despide de Hess con un “Heil Hitler”. Pero ni con esas.

Y eso a pesar de la necesidad que tenían las SS de ampliar sus tropas. Pero para hacer frente al aumento del reclutamiento necesario debían incurrir en la traición a “la mejor sangre germana”. En 1940 las SS necesitaban hombres de fuera de Alemania para defender el proyecto nazi. La Wehrmacht no permitiría a las Waffen-SS reclutar a más del 2% de todos los jóvenes alemanes de cada reemplazo en edad de servir en el ejército. “Como mucho, eso podía suponer doce mil hombres al año, una cifra insuficiente para mantener las unidades de las Waffen-SS existentes, y mucho menos para crear otras nuevas”, reconoce el escritor, soldado y periodista inglés Adrian Weale (Londres, 1964) en el ensayo SS. Una historia nueva (Turner).

A los brazos de la Waffen-SS

El autor reconoce que no hay mayor interés en su trabajo que hacer una revisión generalista de la historia de uno de los cuerpos fundamentales del Tercer Reich, que contó con más de 800.000 hombres en servicio. A pesar de lo que pueda anunciar el título del texto, pocas cosas nuevas se encuentran entre los documentos aportados por Weale. El capítulo dedicado a analizar cómo los nazis engrosaron las filas de las SS con voluntarios extranjeros es el más interesante.

Cartel de propaganda para reclutar británicos en las tropas nazis

Junto con la carta del espontáneo con el que abríamos este artículo, Weale, periodista que sirvió al ejército de su país como oficial de inteligencia, presta atención a otros tantos jóvenes voluntarios ingleses que se sintieron atraídos por una cuestión que el autor no resuelve: ¿por qué? Pero el retrato de estos seres anónimos es, sobre todo, pintoresco. Casi tanto como el propio recorrido vital de Weale, que fue nombrado gobernador adjunto de la provincia de Dhi Qar, durante la guerra de Irak, lo que le dio autoridad casi absoluta sobre una población aproximada de dos millones de personas.

“De vez en cuando me preguntaba cómo habría actuado en una situación así de no haber crecido en mi país (es decir, de no haberme formado en la grammar school, la universidad y el ejército británicos), sino en otro que me hubiese inculcado los principios nacionalsocialistas de la supremacía aria, la eugenesia, el Lebensraum y el Führerprinzip”, explica el autor, que en su perfil de Twitter (@Edeaulx) aparece pintado de camuflaje, listo para la contienda. “No creo que ni yo ni ninguno de los soldados con los que serví en el ejército hubiésemos estado dispuestos a participar en el asesinato en masa de hombres, mujeres y niños, ni en una guerra de conquista continental”, asegura.

Thomas Cooper, londinense, hijo de un veterano de la guerra de los bóers y de madre alemana, de rendimiento académico sobresaliente, un chico brillante interesado en los idiomas, de carácter sólido, que debe renunciar a sus estudios por falta de dinero y que se encuentra trabajando como oficinista para una empresa importadora de aceites. Aburrido, solicita entrar en el Foreign Office, la Royal Navy, la RAF y la policía metropolitana. Todos lo rechazaron.

“Al final, Cooper, resentido, se unió a la rama de su barrio de la Unión de Fascistas Británicos (BUF, en sus siglas inglesas)”. En julio de 1939 viaja con su madre a Alemania y allí acepta unirse a la Leibstandarte Adolf Hitler a sugerencia de la Oficina Central para los Alemanes Étnicos (aquellos que no viven, no han nacido ni tienen ciudadanía alemana).

La sangre y la necesidad

En 1940, de sus 249.199 oficiales, suboficiales y hombres, más de 40.000 procedían de fuera de las fronteras alemanas anteriores a 1933. En la lista de los alemanes étnicos –entre cerca de 40 nacionalidades- aparecen tantos españoles como japoneses y palestinos: dos. El reclutamiento experimentó un notable impulso con la conquista de Europa occidental, iniciada con la ocupación de Dinamarca y Noruega: la organización reclutó a 908 hombres de Dinamarca y los Países Bajos en julio, un mes más tarde otros 300, y en septiembre otros trescientos más.

“La ocupación de estos dos países les dio a las SS acceso directo a reclutas potenciales que, aunque no eran étnicamente alemanes, sí respondían a la definición de nórdico o germano”, explica Weale. Pero los oficiales de las SS vieron a estos reclutas de países conquistados como soldados de segunda.

Cartel que muestra un soldado de las SS dando la bienvenida a un recluta noruego

Douglas Berneville Webster Claye, también voluntario inglés. Un sujeto peculiar. Su padre era soldado del ejército regular en el Royal Army Service Corps. Claye pasó tres años en la academia militar, pero dejó el ejército inglés en 1935 para trabajar en distintos oficios, desde monitor de equitación a periodista. Al estallar la guerra se presenta como voluntario a la RAF, pero es expulsado tras marcharse de permiso sin autorización para contraer un matrimonio bígamo con una novia a la que había dejado embarazada.

La historia de Claye es digna de la mayor novela de un farsante que simula decenas de personalidades, que presume haberse educado en Charterhouse y estudiado en Oxford y Cambridge, que es noble para recibir formación de oficial (y lo consigue al hacerse llamar 'Lord Charlesworth') y se presentó como voluntario a las Waffen-SS tras ser capturado durante una operación en las filas enemigas.

Libres de culpa

Las SS le dieron rango de capitán. Aseguraba que como buen “antibolchevique” no podía mirar para otro lado ante la grave situación, porque él, además de sentirse inglés, también se reconocía “europeo”. Al final de la guerra, fue uno de los pocos ingleses de las SS que salieron libres de culpa, después de que negase en redondo haber servido en dicha unidad.

Adrian Weale cuenta que la Legión India fue el contingente extranjero más peculiar de todos, y su existencia se debió a los esfuerzos de un solo hombre: Subhas Chandra Bose, un hijo de un próspero abogado y nacionalista indio, educado en la Universidad de Cambridge, trabajador de la administración pública india y activista a tiempo completo del movimiento independentista indio. Bose proponía la oposición armada al dominio británico y cuando estalla la guerra propone apoyar al Eje, porque los enemigos eran los británicos.

Cerca de 6.000 reclutas potenciales fueron trasladados a un campo de adiestramiento militar en Frankenburg. Los soldados de la Legión India tenían una divisa en la manga derecha con los tres colores de la bandera india y un tigre saltando, con el lema 'Freies Indien' (India libre). Hitler opinaba de ellos que eran “un chiste”.

El Führer escribió en 1945: “Hay indios incapaces de matar una mosca y que antes se dejarían devorar. Lo que está claro es que no van a matar inglés alguno. […] Si nos sobraran las armas, podríamos permitirnos entretenimientos como este con fines propagandísticos. Pero si no nos sobran, resulta sencillamente injustificable”. Quizá Hitler dudaba de que los reclutas musulmanes, sijs e hindúes fueran capaces de defender un exterminio racista.

“Estimado señor: Espero que disculpe la libertad que me tomo al escribirle, pero puesto que es usted adjunto del Führer he pensado que sería la persona más indicada. ¿Cree que yo podría convertirme en miembro de la SA o de las SS?”, escribe en julio de 1939 el inglés M. C. Murphy desde Coventry (Inglaterra) a Rudolf Hess, vicepresidente del partido nacionalsocialista alemán. La solicitud del joven no prosperó, a pesar de que la escuadra de Hitler no encontrase nada en su vida una vez fue investigado.

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