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Releyendo el 18 de julio
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NUEVOS DATOS SOBRE EL GOLPE DE ESTADO DE 1936

Releyendo el 18 de julio

Nuevos datos y la figura de William Taylor Middleton invitan a reconsiderar la lectura tradicional del golpe de Estado que antecedió a la Guerra Civil española

Foto: Adolf Hitler y Francisco Franco en una imagen de archivo.
Adolf Hitler y Francisco Franco en una imagen de archivo.

En la fiesta exultante de ladictadura franquistase celebraba la renovación de España y su salvación de los horrores de la revolución. Fue el símbolo del esfuerzo por superar los males de unaRepúblicasupuestamentedogmática, excluyente, dominada por la izquierda y proclive a las salvajadas que no quiso contener el Frente Popular. Terminó con el vil asesinato (en su momento se afirmó que con la connivencia del Gobierno) deJosé Calvo Sotelo, jefe de Renovación Española y líder del Bloque Nacional. El protomártir.

De todo ello apenas ha quedado algo. Se ha analizado la interacción entre los círculos civiles de laconspiración(¿no dijeron los historiadores franquistas que se trató de un "movimiento cívico-militar", cosa que ahora ya parece que olvidan algunos?) y el encrespamiento dialéctico de la situación política. Se han escudriñado el número y significado de las víctimas de la violencia. Se han buscado vanamente los preparativos para una revolución de las izquierdas. Se ha contrapuesto la retórica de las derechas (destinada a justificar una sublevación que empezó a prepararse tras las elecciones de febrero de 1936) y el comportamiento real de las fuerzas políticas y sociales representadas en el Gobierno. El deLargo Caballeroha sido objeto de una biografía magistral del lamentadoJulio Aróstegui. Finalmente, se han descubierto los contratos para elsuministro de material de guerramoderno que firmó con los italianos uno de los allegados a Calvo Sotelo,Pedro Sainz Rodríguez, el 1 de julio de 1936. Pero ya se han levantado voces que, naturalmente, reducen su significación.

Esta es clara según los inefables criterios que el diarioABCexpuso el 11 de enero de 1936 en un editorial. Lo titulóAlta traicióny suponemos que representaba la opinión de su propietario, el marqués deLuca de Tena, mezclado hasta el tuétano en la posterior conspiración. Alta traición implicaba contribuir a que la Patria cayera en manos extranjeras, aliarse con poderes foráneos,aceptar dinero y jefes de allende las fronteras. En resumen, “hacer pachas” con ¡Moscú!

En “prueba” se acudió a la mejor propaganda nazi, orquestada por el maestroGoebbels, y se ampararon planes conspirativos “soviéticos” como los que desmontóSouthworth. O escribieron otros adicionales para dárselos a los británicos mientras Calvo Sotelo tronaba en las Cortes contra la “anarquía”.

Los autores franquistas y neoconservadores (cuando no neofranquistas) nunca repararon en que, gracias aldinero giradoen marzo de 1936 a los conspiradores monárquicos porJuan Marchdesde el extranjero, podían dar comienzo las negociaciones con los fascistas. O queSainz Rodríguezya se rodeaba de asesores militares. O que en el núcleo de la conspiración en Madrid figuraba un frecuente viajero a Roma, el generalAlfredo Kindelán, experto en temas de aviación, que era el tipo de material que necesitabaMola. Por desgracia se le olvidó citar el material italiano en sus famosas instrucciones. Omisión “probatoria” de su insignificancia aunque al redactar las últimas todavía no habían concluido las negociaciones en Roma y temía que alguna hubiese caído en manos del Gobierno.

Mientras tanto, tampoco otros monárquicos se habían parado en rositas. Nadie menos queSanjurjovisitó Berlín en marzo de 1936. No para tomar el té de las cinco en el Hotel Adlon. El viaje, coincidente con laremilitarización de Renania, nunca pareció que diera muchos resultados. Hasta ahora.

Gracias a unos documentos, que me ha proporcionado amablemente el historiador duranguésJon Irazabal Agirre,sabemos que el 24 de julio de 1936 un millonario norteamericano hasta hoy desconocido,William Taylor Middleton, recibió la visita en su casa parisina, en el Quai d’Orléans, detrás de Notre Dame, del comandanteAntonio Barroso. Este agregado militar acababa de pasarse a los sublevados y denunciado a la prensa derechista francesa la petición de armas hecha el 19 por el presidenteGiral. Barroso pidió a Middleton que, dada la labilidad de la situación militar, convenía que se dirigiera inmediatamente a Alemania para hablar conJoachim von Ribbentrop, entonces consejero aúlico de asuntos exteriores deHitler, y le recordase el envío de la “ayuda prometida”.

Middleton era un personaje poco recomendable. Tenía, sin embargo, una cualidad inestimable. Él y la madre deBaldur von Schirach, jefe de lasJuventudes hitlerianas, compartían un antepasado común, signatario de la declaración de Independencia de Estados Unidos. Cabe pensar que en alguno de sus viajes a Berlín, Middleton, casado con una dama francesa aún más reaccionaria que él, pudo a través de su lejana pariente conocer a von Ribbentrop.

placeholder Un momento del encuentro entre Hitler y Franco en 1940.

Está por determinara quién se prometió la ayuda nazi. Mola no pudo ignorar el viaje de Sanjurjo, de la misma forma que tampoco pudo desconocer –dados sus frecuentes contactos con Juan March en Biarritz y los que mantenía con el círculo en torno aKindelán- la negociación con los italianos, lubricada por el dinero del banquero.

En ambos casos, con mayor fortuna (Italia) y con ninguna (Alemania), es obvio que los conspiradores militares y civiles apuntaban hacia las potencias fascistas. Ocurrió, sin embargo, lo inesperado: Sanjurjo pereció en accidente yFranco, desde Tetuán, echó mano de un avión postal alemán, envió una minimisión a Berlín y esta, por los vericuetos del partido nazi, llegó a Hitler en cuestión de 24 horas. Al día siguiente de la visita de Barroso a Middleton,el Führer decidió ayudar a Franco. Cuando Mola envió otros mensajeros a Berlín la suerte ya estaba echada.

Los contactos con fascistas y nazis permiten plantearquiénes eran los enemigos de la Repúblicay quiénes internacionalizaron los acontecimientos que iban a producirse. Permiten reinterpretar las aportaciones monárquicas a la preparación de la sublevación. Permiten presentar los alegatos sobre los presuntos designios bolcheviques como un mero ejercicio de proyección y, no en último término, permiten iluminar al protomártir como una suerte de condeDon Juliánde la España del siglo XX. No en la acepción deGoytisolo.

Personalmente me encantaría que o bienStanley G. Payne, historiador tan querido de nuestras derechas, o alguno de sus seguidores aportasen evidencia primaria relevante de época que echase por la borda lo que lleva a unarelectura radical del 18 de julio.

*Ángel Viñases uno de los coautores deLos mitos del 18 de julio(Crítica),coordinado porFrancisco Sánchez Pérez,y autor deLas armas y el oro, de publicación en septiembre (Pasado&Presente).

En la fiesta exultante de ladictadura franquistase celebraba la renovación de España y su salvación de los horrores de la revolución. Fue el símbolo del esfuerzo por superar los males de unaRepúblicasupuestamentedogmática, excluyente, dominada por la izquierda y proclive a las salvajadas que no quiso contener el Frente Popular. Terminó con el vil asesinato (en su momento se afirmó que con la connivencia del Gobierno) deJosé Calvo Sotelo, jefe de Renovación Española y líder del Bloque Nacional. El protomártir.

Francisco Franco Hitler