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Rodeados de proletcultillos y perroflautas
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RECOMENDACIONES DE LECTURA

Rodeados de proletcultillos y perroflautas

En Prohibido entrar sin pantalones, la última novela de Juan Bonilla publicada por Seix Barral, un personaje carismático, visceral e imprevisible como Maiakovski sirve

En Prohibido entrar sin pantalones, la última novela de Juan Bonilla publicada por Seix Barral, un personaje carismático, visceral e imprevisible como Maiakovski sirve de hilo conductor para la reconstrucción de los complejos ecosistemas culturales de la Rusia prerrevolucionaria, revolucionaria y comunista.

En ese punto de la línea del tiempo cohabitaron pintores como Liubov Popova, Malévich y Ródchenko, músicos como Shostakóvich, cineastas como Eisenstein, lingüistas como Roman Jakobson y escritores de diferentes tendencias: Gorki, Isaac Babel, Pasternak, Bulgákov, Anna Ajmátova, Ehrenburg, Esenin, Blok

Isadora Duncan pasó por allí

También Isadora Duncan pasó por allí formando parte de ese conglomerado conflictivo de acmeístas, simbolistas, cubofuturistas, egofuturistas, constructivistas, suprematistas y seguidores del cine-ojo, hacia los que Bonilla enfoca el suyo con una prosa enérgica que no teme ser oída en letras mayúsculas. Como se dice en la dedicatoria, una prosa de “no hay más que hablar” que echo de menos entre la delicadeza impostada de la escritura de prestigio.

La efervescencia cultural y las contradicciones de un poeta que participa de tan efervescente mundo se construyen a partir de una escritura en la queel lector a ratos se siente en medio de un vórtice. La agitación de los ambientes culturales es el huevo –o quizá la gallina- de las contradicciones políticas y económicas de la Rusia delzar Nicolásque desembocan en la revolución de 1917.

Cada grieta del lenguaje, cada graznido o abominación de un verso maiakovskiano, evocan y a la vez desencadenan un roto en lo tangible:la violencia del lenguaje es un puñetazo contra el muro del poder, que se resquebraja, convirtiendo la revolución en un modelo del que dio cuentaJohn Reeden susDiez días que estremecieron al mundo(Txalaparta).

Hasta que, por culpa de los burócratas de lo concreto, se desmaya el ideal. Son palabras de Bonilla. Por su parte, Maiakovski en sus años de juventud hacía que, cada dos por tres, su puño saliese a pasear fuera de la página para estamparse contra la mandíbula de cualquier obsoleto simbolista.

En el libro sobresale la capacidad de su autor para amalgamar épica y lírica, visión panorámica –landscape que dirían los anglófilos- y el atisbo de una intimidad en la que la forma de vivir el amor es una expresión ideológica: frente a las rutinas del matrimonio burgués, aparecen los agotadores triángulos como renovadas modalidades de un “amor cortés a lo bestia”; frente a una fidelidad anti-natura –los futuristas no se acordaban de las artes amatorias ni de la vida conyugal de los pájaros-, se opone la súcuba promiscuidad de Maiakovski, perrito faldero de Lili Brik, que mueve el rabito delante de ella. O en las cartas que le escribe.

La voz de Prohibido entrar sin pantalones es como papel secante: se empapa de la violencia lírica de Maiakovski, pero también se despega del poeta para pintar con ironía, desde el conocimiento resabiado del futuro y de las cosas que Maiakovski no pudo prever, un colorido mural, progresivamente degradado hacia la gama del gris que, lejos de ser plano, se define por la profundidad de su perspectiva.

Porque tengo la impresión de que Bonilla hablando de entonces se está refiriendo a hoy. Está planteando un problema moral, frente al que hay que tomar decisiones aquí y ahora. Y ese es uno de los grandes valores de este libro: traer al presente esa herida, aún no cicatrizada, donde confluyen los conceptos de ética y estética.

Proletcultillos y perroflautas

“Proletcultillos y perroflautas” son dos de los apelativos que la voz que lleva la batuta dedica a Anna Ajmátova, a Esenin y a Blok. A Anna Ajmátova, la voz, abducida por el ímpetu maiakovskiano en uno de los episodios más abyectos de su vida, no se abstiene de llamarla además “calientapollas”.

Hoy también estamos rodeados de proletcultillos y perroflautas: personalmente prefiero a los proletcultillos que a los ignorantes que alardean de serlo, y a los perroflautas que a todos esos que, cuando se convoca una manifestación, se quedan en casa para ser computados como ausentes por el gobierno y la policía municipal. Una mala costumbre del proletcultillo consiste en poner en tela de juicio casi todo. Los proletcultillos más lúcidos y sensibles –nunca los más prácticos- incluso se ponen en tela de juicio a sí mismos. Como sospecho que hace Bonilla en Prohibido entrar sin pantalones. Constituye una obligación del proletcultillo tomar distancia de las ideologías oficiales y preguntarse qué hacer.

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Juan Bonilla, a partir de la biografía novelada de Maiakovski, de su espíritu rebelde y contestatario, su lucidez y su atolondramiento, sus ganas de transformar el mundo, sus simpatías bolcheviques, sus informes perversos, su proximidad hacia el poder, su degradación, del ostracismo del que termina siendo víctima, a partir de todo eso, Bonilla abre un interrogante sobre cuál es el papel del intelectual y del artista en etapas de crisis. O en todas las etapas. ¿Qué es lo que sucede cuando escritores y artistas no contravienen el discurso dominante sino que se ponen de su lado?, ¿pueden realmente los creadores culturales “construir” algo al margen de las ideologías dominantes?, ¿cómo puede un artista tomar el Palacio de Invierno?, ¿qué es el palacio de invierno para un escritor?, ¿pueden participar honestamente los creadores de proyectos colectivos?

Incluso las depuraciones son una manifestación de lo muy en serio que se tomaba Stalin la culturaLa hipótesis de que la literatura o el arte sean una forma de acción política es plausible en una sociedad donde aún las manifestaciones estéticas son importantes. En el libro de Bonilla, todos los proyectos emprendidos por Maiakovski, Osip Brik o quien quiera que sea parecen entrañar gran importancia: esa trascendencia del verso, del estreno teatral, de la publicación de una revista nueva queda cada vez más desdibujada en nuestra sociedad postcapitalista. A veces me pregunto por qué utilizamos el prefijo post. Creo que a Bonilla también le preocupan estos asuntos: incluso las depuraciones son una manifestación de lo muy en serio que se tomaba Stalin la cultura. No era un tema para tomárselo en broma.

El motivo por el que Juan Bonilla ha enfocado hacia ese momento de la Historia hay que buscarlo quizá en su valor metafórico: es la vivencia traumática de una oportunidad perdida en el tránsito de la utopía a la realidad. En la biografía de Maiakovski, con sus luces y oscuridades, con su soledad y su exclusión, cristaliza el fracaso de ese sueño colectivo.

Chúpate ésa, Marinetti

Más allá de la oportunidad del libro, de su propuesta crítica y autocrítica en torno a la función social del arte, Prohibido entrar sin pantalones cuenta con otras virtudes: la de no tener complejos a la hora de aportar información; la de confiar en que aún hay lectores que buscamos aprender de los libros que leemos –excelente el resumen del pensamiento estético trotskista-; y la de desgranar muchos de los leitmotiv, aún operativos y reivindicables, del arte revolucionario y de vanguardia.El arte no visibiliza la miseria, sino que actúa como placebo

Entre estos leitmotiv, es especialmente interesante la idea de que el arte no consiste en la comunión de dos almas solitarias, la puesta en cuestión de un concepto humanista de la literatura, así como la crítica hacia esas manifestaciones artísticas que lavan la conciencia de quien las consume desactivando un dolor real que podría fructificar en rabia transformadora: en la novela se describe el triunfo de la hipocresía burguesa como ese llanto, frente a la pantalla, del espectador que contempla a unos niños pobres; los mismos niños que, al salir del cine, desaparecen de las esquinas del mundo real. El arte no visibiliza la miseria, sino que actúa como placebo, de modo que nuestra lástima y nuestras buenas intenciones se proyectan sobre la representación.

Es difícil construir una voz a la vez desde tan lejos y tan cerca de su foco narrativo; sin embargo, la voz de Prohibido entrar sin pantalones, de nuevo abducida por Maiakovski, es capaz de censurar a los autores que, como Gorki, se ponen a la altura de su público cuando de lo que se trata es de alzar al público subiéndolo a la altura del texto; o de abordar la necesidad de “extirpar la belleza de las cosas que son bellas no para trasplantársela a las máquinas, sino para aborrecerlas por ser expresión de una clase dominante”. Así se lo dice Maiakovski a Marinetti. Chúpate esa, Marinetti.

Una terrible contradicción vital marca el proyecto literario de Maiakovski y aún hoy condiciona la labor creativa de algunos escritores: la visión de la literatura y del arte como instrumentos de transformación social pasa por la exigencia de llegar a un público lo más amplio posible. Esa exigencia choca con el alcance real de propuestas estéticas que violentan los códigos conocidos y asequibles. Un arte que molesta difícilmente puede ser popular. Un arte vanguardista, con vocación democrática, a menudo solo se dirige a élites, iniciados y sacerdotes del templo. El caso de Maiakovski subraya además esa paradoja que opone el individualismo romántico del artista contra la vocación comunitaria -e igualitaria- de un arte pretendidamente político. Estos asuntos complejos los trata Bonilla con una naturalidad y una amenidad pasmosas.

Recomendaciones espuriamente rusas

No quiero acabar sin hacer otras recomendaciones espuriamente rusas. Espuriamente rusos son los caballo-libros de Savinkov y El inicio de la primavera de Penelope Fitzgerald, una novela de hermosura poco común. Sea lo que sea la hermosura y sea lo que sea lo común. Los tres textos en Impedimenta. Tampoco olviden las Cosas transparentes de Nabokov en Anagrama: allí Nabokov dice que el órgano imprescindible para la lectura es la médula espinal. Cuánta razón tiene.

Espuriamente ruso es El maestro de Petersburgo (Debolsillo) donde Coetzee acompaña a Dostoievski en uno de los dramáticos episodios de su vida. Tuvo un montón de momentos dramáticos, pero de éste en particular los lectores –también los escritores- aprendemos muchas cosas. Y no se olviden de que existe una editorial especializada en asuntos rusos que se llama Nevsky Prospects. No se podía llamar de otra manera.

En Prohibido entrar sin pantalones, la última novela de Juan Bonilla publicada por Seix Barral, un personaje carismático, visceral e imprevisible como Maiakovski sirve de hilo conductor para la reconstrucción de los complejos ecosistemas culturales de la Rusia prerrevolucionaria, revolucionaria y comunista.