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Los orígenes de la magia se encuentran en las naranjas
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JORGE BLASS PROPONE CONOCER ‘EL ARTE DE LA MAGIA’ ESTA SEMANA SANTA

Los orígenes de la magia se encuentran en las naranjas

En un pequeño teatro de París de mediados del siglo XIX, un mago le pide a una señora un pañuelo y lo hace desaparecer. Junto al

Foto: Los orígenes de la magia se encuentran en las naranjas
Los orígenes de la magia se encuentran en las naranjas

En un pequeño teatro de París de mediados del siglo XIX, un mago le pide a una señora un pañuelo y lo hace desaparecer. Junto al mago hay un naranjo en flor, alimentado por una pequeña llama, del que comienzan a brotar naranjas a un ritmo acelerado. El misterio continúa cuando dos mariposas emergen de entre las ramas y voilà!, ascienden en su vuelo portando el pañuelo desaparecido. El atónito público no sabe que está contemplando al que será considerado más tarde como el padre de la magia moderna. Robert Houdin (1805-1871), ilusionista por casualidad, creó sin darse cuenta la figura del mago tal y como la conocemos hoy: un señor elegante inspirador de sueños sobre un escenario.

La magia de El naranjo fantástico, la escena más conocida de Houdin, fue recordada en el cine por Edward Norton en El ilusionista (2006). Y ahora, además, se recrea en Madrid de la mano de Jorge Blass. El aprendiz del gran Tamariz ha querido traer a su ciudad por primera vez su espectáculo El arte de la magia, con el que hace un guiño a la historia de la magia moderna recuperando algunas de las funciones de Houdin. Sólo hasta el próximo domingo 31, Blass muestra además sus mejores trucos de prestidigitación en el Teatro Compac Gran Vía. 

El arte de la magia es una mirada intimista que se completa con un escenario austero, que con tan sólo una pantalla y una serie de cajas de cartón convierte lo común en extraordinario: "Dentro de cada caja hay una magia, hay una historia que vamos descubriendo conforme avanza el espectáculo". Para el joven ilusionista, el arte se encuentra en la magia a través de la comunicación con el público: “Los magos antiguamente estaban de espaldas a los espectadores. Hoy la magia tiene que ser un diálogo y hacer que el espectáculo sea más cercano”.

Houdin vs. Houdini

El impacto que causaban las actuaciones de Houdin se comparan con el que nos produce hoy la “magia” del cine. El francés, de profesión relojero y con estudios de electricidad, aprovechó sus conocimientos para crear autómatas. Esos muñecos animados con mecanismos de relojería y que hoy recuerdan a los más conocidos personajes de películas de terror fascinaron al público parisino, desconocedor por entonces de los efectos especiales del mundo audiovisual actual.

“Antes de él había magos en los mercados que robaban carteras y la figura medieval del mago Merlín”, apunta Blass. Pero el primero que se viste elegante, abre un teatro en París y presenta una sesión de magia “como la conocemos hoy día” fue Houdin.

Después de Houdin vino Houdini. Erik Weisz (1874-1926), húngaro de nacimiento y emigrado con su familia a Estados Unidos, es uno de los magos más famosos de la historia, conocido por practicar el escapismo. Empezó de niño a trabajar en el circo, y tras caer en sus manos las memorias de Houdin, quedó tan impresionado por este personaje que decidió pasarse a la magia con el nombre de Harry Houdini. Alcanzó la fama en los teatros de Nueva York con escenas conocidas por todos hoy y que han seguido repitiendo otros ilusionistas sucesivamente: salir de un baúl cerrado con llave y atado de pies y manos, liberarse de esposas o lograr escapar de un bidón lleno de agua en el que se había sumergido también amarrado.

Convertir un naipe en 50 euros

Blass no se juega la vida a lo Houdini para sorprender al público, pero hace que los niños conviertan una carta en un billete de 50 euros: “Les sale más despacio que a mí, pero lo logran”, afirma. Eso sí, con el dinero no se juega: la prueba solo está permitida para menores de trece años.

De una copa de agua surge una incesante nevada. La ilusión llena el escenario de “copos” que llegan al patio de butacas y empapan al público de emoción. Para Blass esto implica mucho más que el mero espectáculo y lo extrapola a la situación actual. Para él, la ilusión es un motor de cambio “inigualable” con el que “se puede conseguir cualquier cosa”. Abracadabra, la fundación de magos en la que participa y cuya actividad principal es llevar su magia a niños hospitalizados, ha incluido en su filosofía el término “Magia vs Crisis”. En esa línea, Blass asegura que los magos no pueden “hacer desaparecer la crisis, pero sí mejorar el estado de ánimo de las personas”.

En otro teatro de la Gran Vía, a escasos metros del que alberga estos días El arte de la magia, los productores teatrales denunciaban la semana pasada que la subida del IVA cultural les había hecho perder en medio año casi dos millones de espectadores. Blass se une al mensaje de que medidas como esta “son un golpe bajo” a la cultura y añade que si bien antes era difícil afrontar un proyecto, contratar gente y rentabilizar una producción, “ahora ya es casi imposible”.

Jorge Blass lleva veinte años en el mundo de la magia y la defiende como un arte escénica a la que cabe “reconocer su posición”. Afirma que la imagen típica de espectáculo circense está cambiando y que en últimos diez años han surgido nuevos magos que giran por toda España y por otros países, pero que sigue siendo algo minoritario. Lo dice mientras barajea sus naipes, los mismos con los que unos minutos antes había jugado a la ilusión en un truco de prestidigitación. A ojos de cualquiera es una suerte de malabarismo inexplicable que hace brotar sin cese cartas de sus manos; para Blass, este juego es como contar su adolescencia resumida en tres minutos, explica.

En un pequeño teatro de París de mediados del siglo XIX, un mago le pide a una señora un pañuelo y lo hace desaparecer. Junto al mago hay un naranjo en flor, alimentado por una pequeña llama, del que comienzan a brotar naranjas a un ritmo acelerado. El misterio continúa cuando dos mariposas emergen de entre las ramas y voilà!, ascienden en su vuelo portando el pañuelo desaparecido. El atónito público no sabe que está contemplando al que será considerado más tarde como el padre de la magia moderna. Robert Houdin (1805-1871), ilusionista por casualidad, creó sin darse cuenta la figura del mago tal y como la conocemos hoy: un señor elegante inspirador de sueños sobre un escenario.