Es noticia
"Somos muy liberales, pero no sé si algún editor publicaría 'Lolita' hoy"
  1. Cultura
¿ES TODAVÍA POSIBLE SER TRANSGRESOR?

"Somos muy liberales, pero no sé si algún editor publicaría 'Lolita' hoy"

“Recuerda el escándalo que se montó con aquella película del festival de Sitges, A Serbian Film, que trataba el tema de la pederastia. Se puede torturar,

Foto: "Somos muy liberales, pero no sé si algún editor publicaría  'Lolita' hoy"
"Somos muy liberales, pero no sé si algún editor publicaría 'Lolita' hoy"

Recuerda el escándalo que se montó con aquella película del festival de Sitges, A Serbian Film, que trataba el tema de la pederastia. Se puede torturar, violar, asesinar, pero de repente aparece un tema que va demasiado lejos y se monta”, señala el escritor José Ovejero cuando se le pregunta si hoy en día sigue siendo posible la transgresión, o todo se ha convertido en espectáculo. “Hay momentos en que puedes tocar puntos débiles, estoy convencido. A esa película se le exigió que tuviese un contenido moral para poder justificarla. Es decir, debe ser una denuncia, mientras que todas esas películas que tienen asesinatos, violaciones, etc., no necesitan coartada moral, porque se venden como entretenimientos. El hecho de que se le exigiese que significase algo sobre la violencia en Serbia ya nos dice que estaba tocando un tabú. Me pregunto cuántos editores publicarían Lolita de Nabokov hoy, que en teoría somos más liberales”.

La delgada línea roja

Ovejero acaba de ganar el Premio Anagrama de Ensayo por La ética de la crueldad, que reflexiona acerca de las formas que la expresión crueldad toma en las representaciones contemporáneas. En su ensayo traza una división entre la crueldad espectacular, meramente evasiva y que busca satisfacer las ansias de violencia del espectador, y la ética, que consistiría en sacudir las certezas del público haciéndole consciente del malestar y rechazo que genera. ¿Pero no podría ocurrir que ambas pudiesen no ser excluyentes, incluso llegar a ser compatibles, condicionada a la mirada del espectador? “No hay una separación absoluta, ya que si tú creas una obra de arte, está ahí para que la vean los otros”, recuerda. “La pregunta es qué es lo que prima en esa obra: ¿la diversión, el entretenimiento, como cuando vemos una película bélica sin mayores pretensiones, o hay detrás de ese espectáculo, una preocupación ética, un impulso ético?”

Al exagerar lo grotesco, podemos llegar a la caricatura y esta puede hacernos reír“Se trata de volver el foco de aquello que estás viendo a aquel que está mirando, el ponerle en una situación incómoda, en llevarle donde no quiere ir. Es ahí donde nos encontramos en ese punto de lo que lo llamo la crueldad ética”, sintetiza el novelista. “La separación absoluta no existe. Se puede ver incluso dentro de un mismo libro. Me pasa con mis propias novelas: a veces utilizo la crueldad ética y en otras ocasiones me dejo llevar por crear un espectáculo brutal y no pienso en otras consideraciones”.

El espectador herido

¿Pero es esta frecuente utilización de la violencia en el arte contemporáneo el reflejo de una sociedad cada vez más cruel? “La sociedad no me parece ni más cruel ni menos cruel. El nivel de violencia de las representaciones sí ha aumentado, para llegar a un espectador cada vez más acostumbrado a ella. Comparado con un pasado reciente, porque si nos remontamos en el tiempo la violencia de los espectáculos públicos era muy superior. No hace falta ir al circo romano sino que no hay más que ver cómo hace un siglo y medio la gente acudía a las ejecuciones públicas”.

Sin embargo, la crueldad ha sido utilizada a menudo como insoslayable recurso publicitario, como ocurre en el caso de La pianista de Michael Haneke, precedida de una amplia polémica internacional por mucho que esa no fuese la pretensión de su creador. “El mercado lo absorbe todo. Es su característica principal, ser capaz de comercializar cualquier cosa. Todo se puede utilizar, por eso la transgresión en sí misma no tiene ningún valor. Caduca. Con el paso del tiempo nos acostumbramos a aquello que era transgresor, y pienso en el libro de Céline El viaje al final de la noche, que con todo su antimilitarismo, de repente es absorbido por la sociedad. Aun así, Haneke no deja de ser un autor minoritario. Hay una gran parte del público que no va a ir a ver sus películas porque no quiere ser agredido”.

Crueldad épica, crueldad ideológica

En ocasiones, la crueldad ética podría proporcionar un tipo de satisfacción semejante a la evasiva, al proporcionar un sentimiento de catarsis a un público de clase alta, que se sentirá reconfortado tras haber recibido su ración de sufrimiento. “Lo que pasa es que ese tipo de obras que yo llamo éticas, a lo que te invitan no es a ponerte del lado de alguien, que es esa especie de ideología barata de películas como Bailando con lobos (Dances With Wolves, Kevin Costner, 1990), donde nos ponemos del lado de los indios, los buenos y donde los blancos son los malos. Posicionarse genera esa buena conciencia. Ahora coge un libro como Represalia (Minúscula) de Gert Ledig: ahí no hay buenos ni malos, sino un bombardeo con bombas de fósforo, donde tanto los verdugos como las víctimas se comportan de forma brutal. No hay absolución en ningún sitio, sólo estás confrontado con el absurdo de la violencia”.

El objetivo de la literatura cruel es llevarnos a desaprender todas las supuestas verdades que hemos aprendido Alguna de las ideas recogidas por Ovejero recuerda a aquella cita de Charles Baudelaire que decía que “los españoles están muy dotados para lo cómico. Llegan rápidamente a lo cruel, y sus fantasías más grotescas contienen a menudo algo de sombrío”. A tal respecto, el escritor recuerda que “lo cruel nos lleva al exceso, y ese exceso puede resultar grotesco, que es esa mezcla de lo terrible y lo ridículo. Al exagerar las cosas, al mostrar sólo un lado de la realidad, podemos llegar a algo que se acerca a la caricatura y puede hacernos reír. Por ejemplo, muchas obras violentas del cine son cómicas, como ocurre con Tarantino o Álex de la Iglesia, que presentan ese vínculo entre lo cruel y lo humorístico. Escribí un artículo llamado Elogio del humor cruel donde intento ver cómo ese humor puede hacer que la carcajada se nos atragante, al darnos cuenta de que está muy relacionada con nosotros mismos”.

Humanismo o perversión

En su discurso, Ovejero se detiene en siete novelas para desvelar de qué manera utilizan lo cruel. Una de ellas es Meridiano de sangre (Mondadori) de Cormac McCarthy, cuyo implacable juez está imbuido de una indiferencia e implacabilidad casi bíblica, propia del Dios del Antiguo Testamento. ¿En qué sentido se clasificaría esta violencia? “Sería la crueldad hegemónica, con un contenido ideológico, dominante en la sociedad, y que se refuerza mediante esas representaciones. Esa crueldad ciega aparece en el juez, o de manera mucho más sutil y metafísica en El astillero de Juan Carlos Onetti, donde la falta de significado y la brutalidad de lo real es absolutamente manifiesta”.

De entre todas estas manifestaciones de lo cruel, la más pura sería aquella realizada por escritores como Jean Genet o Michel Houellebecq, en la que la violencia no se emplea para reforzar una tesis sino que se presenta de manera mucho más arbitraria, haciendo buena la célebre sentencia de André Breton de que el mayor acto surrealista es salir con una pistola a la calle y disparar al azar. “Nos impide responder con un discurso, no podemos racionalizar con ellos. Empatizar con el discurso de Genet es una tarea totalmente vana, porque lo que él pretende es hacer daño al lector”, señala Ovejero. “Si para ello tiene que ponerse al lado de los nazis, lo hace. Si tiene que ponerse de lado de los policías que están dando una paliza a sus amigos Panteras Negras, también lo hace. Lo que quiere es atacar nuestros valores, nuestras certidumbres, nuestras ideas de lo que es bueno o malo. Es especialmente cruel porque se ríen de nuestro discurso: golpean y miran a ver qué pasa”. Y concluye recordando que ese es precisamente el objetivo de la literatura cruel y ética: “Llevarnos a desaprender todas las supuestas verdades que hemos aprendido”.

Recuerda el escándalo que se montó con aquella película del festival de Sitges, A Serbian Film, que trataba el tema de la pederastia. Se puede torturar, violar, asesinar, pero de repente aparece un tema que va demasiado lejos y se monta”, señala el escritor José Ovejero cuando se le pregunta si hoy en día sigue siendo posible la transgresión, o todo se ha convertido en espectáculo. “Hay momentos en que puedes tocar puntos débiles, estoy convencido. A esa película se le exigió que tuviese un contenido moral para poder justificarla. Es decir, debe ser una denuncia, mientras que todas esas películas que tienen asesinatos, violaciones, etc., no necesitan coartada moral, porque se venden como entretenimientos. El hecho de que se le exigiese que significase algo sobre la violencia en Serbia ya nos dice que estaba tocando un tabú. Me pregunto cuántos editores publicarían Lolita de Nabokov hoy, que en teoría somos más liberales”.