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Un Ministerio de Cultura para salir de la crisis
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LA CULTURA ES UNA INDUSTRIA CON PESO EN LA ECONOMÍA

Un Ministerio de Cultura para salir de la crisis

El Catedrático de la Universidad de Nueva York Joseph H.H. Weiler escribió en una ocasión: «España es uno de los pocos países cuya profunda influencia a

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Un Ministerio de Cultura para salir de la crisis

El Catedrático de la Universidad de Nueva York Joseph H.H. Weiler escribió en una ocasión: «España es uno de los pocos países cuya profunda influencia a la hora de dar forma al mundo lo convierte –metafóricamente hablando- en patrimonio de todos los ciudadanos del mundo…En cierto modo todos somos españoles.» Este hombre, nacido en Sudáfrica y de formación cosmopolita, carece de lazos familiares con España. El concepto es interesante porque puede servirnos para despertar conciencias dormidas o, comprensiblemente en las circunstancias actuales, desmoralizadas.

Es difícil discutir que España ha sido uno de los grandes países que han conformado el mundo, y de ello es resultado el hecho de que nuestra lengua sea la segunda materna más hablada y la tercera en internet, y nuestro prestigio cultural sea uno de los mayores del mundo. Esto no es chauvinismo. Cualquiera que haya vivido en el extranjero o haya viajado ha podido comprobarlo. España adolece de muchas carencias, el Antiguo Régimen duró más de la cuenta, se incorporó tarde a la revolución industrial, hemos padecido un atraso económico que la Guerra Civil y la Dictadura acentuaron, y cuando comenzamos a ponernos a una altura económica razonable y acorde con nuestra historia, la crisis y su mala gestión han dado al traste con mucho de lo conseguido. Nuestro nivel educativo dista mucho del deseable. Pero España tiene un enorme prestigio cultural y, lo que es tan importante, un gran potencial en el terreno de la cultura: nada menos que en el terreno de la cultura.

Sería un grave error minusvalorar esta cuestión, tanto por su valor moral y simbólico como por su significado económico. En lo simbólico y moral está buena parte de la fuerza que necesitamos para salir de la crisis. Creo que esta crisis lo es, también, y en gran parte, de valores, y volver los ojos hacia la cultura –y la educación- es empezar a afrontarla con acierto. La cultura nos permite reencontrarnos con lo mejor de nosotros, nos enseña a superar los problemas, a sobreponernos a ellos. Nos acerca la ética imprescindible para tales fines. En el Discurso sobre la dignidad del hombre del humanista Pico della Mirandola el creador se dirige al hombre diciéndole: “No te hice celeste ni terrestre, ni mortal ni inmortal, a fin de que tú mismo remates tu propia forma”. Es la cultura lo que puede hacernos inmortales, ¿cómo no nos va ayudar a salir de la crisis?

Pero es que la cultura es también una industria, que, en las sociedades avanzadas, genera un alto y creciente valor añadido. En un país como el nuestro, en el que el turismo tiene tanta importancia, el patrimonio artístico tiene un papel fundamental, y lo tendrá cada vez más, lo que implica que su conservación y potenciación además de un deber moral es una política inteligente. Y qué decir del turismo lingüístico, y en general del potencial económico de nuestra lengua, gracias a la cual tenemos una industria editorial de las más potentes del mundo, con un gran poder de exportación. Nuestra red de bibliotecas ha mejorado en los últimos años pero debe seguir haciéndolo, pues son un complemento imprescindible a la educación y un elemento integrador utilizado intensivamente y  con una altísima rentabilidad social.

En el reciente debate televisado entre los dos principales candidatos a la presidencia del gobierno, la cultura no apareció en ningún momento. Es preciso que los políticos sean conscientes de la importancia de la cultura y que pugnen por resaltarla, y sobre todo que le otorguen la importancia que merece su gestión. El Ministerio de Cultura, lejos de ser algo de orden secundario, debe tener la importancia que la cultura tiene en nuestras vidas. Y también, en un país como España, en la economía.

Es lógico que en tiempos de crisis se haga un esfuerzo, imprescindible en nuestro país, por racionalizar la administración pública y por hacerla más eficaz. Pero eso no debe llevar al error de cercenar precisamente aquello que ofrece un mayor potencial. El Ministerio de Cultura ha llevado a cabo funciones importantísimas en los últimos lustros, en lo esencial con una gran eficacia y economía de medios. Cuenta con un presupuesto muy reducido. Y el hecho de que haya habido errores en determinados aspectos no invalida lo anterior. De hecho, si analizáramos la eficacia en la gestión reciente de los distintos ministerios en relación al presupuesto que manejan, creo que el de cultura estaría entre los mejor parados.

¿Qué ahorro se obtiene rebajando un Ministerio a Secretaría de Estado? Directamente, ninguno. Todo dependerá del presupuesto, y sería un error reducir el presupuesto en cultura, un departamento capaz de contribuir como pocos a la salida de la crisis. Lo que sí se debe hacer es gestionarlo con criterios de máxima eficacia, racionalizar, coordinar con las comunidades autónomas para evitar duplicaciones, asegurar que la cultura esté siempre presente en la agenda de la presidencia del gobierno, implicar al sector privado en la financiación mediante un mecenazgo bien incentivado, y, claro está, aprender de los errores. El principal a evitar sería el sectarismo, la utilización clientelar de la cultura. Se debe potenciar la profesionalización en la gestión, creando un cuerpo especializado en la gestión cultural, al estilo de lo que ha hecho el British Council. Aunque conviene recordar que la administración central española cuenta con cuerpos profesionales sumamente cualificados, que hacen muy bien su trabajo y que no tienen nada que envidiar a los de los países más avanzados, algo que he conocido bien personalmente. Por desgracia, a menudo la gestión política o la arquitectura institucional no permiten que la labor de esos profesionales tenga la eficacia debida.

El Ministerio de Cultura debe consolidarse como institución de máximo prestigio ajena a sectarismos y respetada por todos, empezando por el propio concepto que el gobierno debe tener de él. Un prestigio a la altura del ingente y extraordinario patrimonio que administra, del potencial creador, vertebrador y moralizador de nuestra cultura, de la capacidad de nuestra industria cultural, y también a la altura del desafío al que nos enfrentamos en España en los próximos años: recuperar el lugar que nos corresponde, y hacerlo de la mano de nuestra cultura, lo mejor que podemos darle al mundo.

*Javier Santillán, economista y editor.

El Catedrático de la Universidad de Nueva York Joseph H.H. Weiler escribió en una ocasión: «España es uno de los pocos países cuya profunda influencia a la hora de dar forma al mundo lo convierte –metafóricamente hablando- en patrimonio de todos los ciudadanos del mundo…En cierto modo todos somos españoles.» Este hombre, nacido en Sudáfrica y de formación cosmopolita, carece de lazos familiares con España. El concepto es interesante porque puede servirnos para despertar conciencias dormidas o, comprensiblemente en las circunstancias actuales, desmoralizadas.