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Alegoría de la sociedad multicultural
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Alegoría de la sociedad multicultural

Como los viejos autores del XIX, Monica Ali tenía la intención de escribir una novela que fuera un esquema de la escala social vigente y que

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Alegoría de la sociedad multicultural

Como los viejos autores del XIX, Monica Ali tenía la intención de escribir una novela que fuera un esquema de la escala social vigente y que a la vez que representación fuera crítica pues, como afirma uno de los personajes, hay más verdad en la ficción que en todos los libros de ciencia juntos. Encontró en un hotel, de lujo necesariamente decadente, el paradigma que buscaba. La imagen de la torre de Babel es ya un lugar común a la hora de referirse a la hostelería; y en la cocina del hotel Imperial, aunque el idioma no es en principio un problema, la diversidad de puntos de vista, de historias personales y de abanicos de emociones hacen difícil -aunque no imposible- la convivencia.

 

El chef Gabe lo cree tener todo bajo control. La cocina es pura ciencia, química, física, arroja resultados fiables cuando se manejan los ingredientes adecuados y se reproducen las condiciones necesarias. Está satisfecho con el ambiente multicultural y multiétnico de Londres y de su propio mundo, la cocina del restaurante del hotel Imperial. Gabe, que cree apreciar la perfección por encima de todo, que acude a clichés a la hora de discutir con su padre moribundo y su abuela senil acerca de la xenofobia que profesan -que es más una forma de nostalgia-, apenas ha rascado en la superficie, tanto de aquello que le rodea, como de su familia o de sí mismo.

El precario equilibrio de la cocina se pone en evidencia con la aparición del cadáver de uno de los marmitones, que vivía secretamente en los sótanos del hotel. Y ello desencadena en Gabe una furibunda crisis de mediana edad, manifestada en su coronilla que comienza a clarear y en su fascinación por Lena, emigrante bielorrusa que, según su relato, ha huido de una red de explotación sexual y vivía con el marmitón, que la protegía.

Mientras el mundo sólido del chef comienza a agrietarse, Lena se planta en su vida. La risueña multiculturalidad revela su fondo horrible, y el chef comienza a interesarse por las historias de sus empleados. El control que creía tener de su vida empieza a mostrarse ilusorio. Sobre Gabe convergen líneas de fuerza invisibles que le arrebatan el control de sus decisiones: a veces a la salsa le salen grumos y no hay nada que hacer, insiste Oona, su irritante ayudante.

Monica Ali es una típica buena escritora inglesa, y En la cocina narra una historia sencilla, bien contada, sin aspiraciones de grandeza ni concesiones a la vulgaridad. Pero Ali es bengalí, es emigrante, y no puede dejar de aportar esa parte de su experiencia al relato, renovando el catálogo de personajes y situaciones. La crítica social de la que el chef es mero instrumento es evidente, y Gabe debe purificarse en el mismo purgatorio que Lena, que Kono o que Olek. La novela se constituye en alegoría de la sociedad multicultural, aunque se espese con la incursión de personajes y temas.

La multiplicación de temas recorre la novela; a la crónica social, la inmigración y la crisis de mediana edad acompañan la reflexión en torno al poder del inconsciente sobre el comportamiento humano. Esta variedad, también de personajes, de psicologías y de escenarios, dota a la novela de múltiples aristas, de manera que en cada página aparece una idea interesante o un relato afortunado. Si no fuera porque Ali a veces es demasiado brusca, y por que pretende resolver la novela con una de esas casualidades que se llaman “vuelco argumental” y que resultan difícilmente verosímiles, estaríamos hablando de una obra maestra, pero que, así las cosas, se queda meramente en buena e interesante novela, muy actual, legible y entretenida. Inglesa, vamos.

 En la cocina. Ed. Duomo. 581 págs. 19,50€. Comprar libro.

Como los viejos autores del XIX, Monica Ali tenía la intención de escribir una novela que fuera un esquema de la escala social vigente y que a la vez que representación fuera crítica pues, como afirma uno de los personajes, hay más verdad en la ficción que en todos los libros de ciencia juntos. Encontró en un hotel, de lujo necesariamente decadente, el paradigma que buscaba. La imagen de la torre de Babel es ya un lugar común a la hora de referirse a la hostelería; y en la cocina del hotel Imperial, aunque el idioma no es en principio un problema, la diversidad de puntos de vista, de historias personales y de abanicos de emociones hacen difícil -aunque no imposible- la convivencia.